El número de julio de 1928 de la revista Harper’s traía un artículo escrito por Harry Emerson Fosdick en el cual criticaba la predicación expositiva como fuera de época e indeseable. Fosdick decía que la predicación expositiva, en vez de referirse a la vida de gente de la antigüedad, debería considerar temas de actualidad. ¡No tenemos ningún problema para concordar con el cáustico comentario de Fosdick de que la gente rara vez viene a la iglesia realmente interesada en saber lo que les ocurrió a los antiguos jebusitas! Uno todavía escucha objeciones de ministros y ocasionalmente de congregaciones en el sentido de que la predicación expositiva tiene poco lugar en el púlpito de los noventas. Examinemos estas objeciones, definamos la predicación expositiva y revisemos la preparación y las ventajas implicadas en este campo de la homilética.

Objeciones a la predicación expositiva

  1. Los sermones expositivos son aburridos y poco interesantes. Esta crítica sería válida sólo en el caso de que fuese una falsificación de la predicación expositiva, en la cual la esencia homilética se extrae de cada palabra y frase de un largo pasaje, y luego éste se sazona con una salpicadura de exhortaciones triviales. No maravilla, pues, que muchos estén en contra de esta impostura de la predicación bíblica.
  2. La predicación expositiva es anticuada, doctrinaria y desconectada de la realidad. La sociedad está plagada de una multitud de problemas que desconciertan a quien demanda respuestas relevantes, mientras que la Biblia está vestida de las formas del lenguaje y los pensamientos de la antigüedad. Los críticos de la predicación expositiva arguyen que los pueblos y lugares de la antigüedad no pueden hablar a nuestros problemas como lo hace la ciencia moderna, particularmente las ciencias del espíritu que se relacionan con la mente, las emociones y el comportamiento colectivo.

            Y, sin embargo, la Biblia es un libro de vida; creció a partir de la vida y habla a la vida. Se relaciona con la triste realidad de la impiedad y el fracaso, la tristeza y la muerte humanos, pero también nos confronta con la realidad de la redención, la posibilidad del perdón, y la seguridad de la vida eterna en Cristo. El expositor efectivo saca la Palabra de Dios del pasado y deja que ella hable a la vida contemporánea.

  • La predicación expositiva requiere tiempo y preparación, recursos de los cuales carece el promedio de los ministros. Muchos pastores, envueltos por la rutina de las actividades semanales y las demandas de la congregación, se sienten como ratas atrapadas en el sinfín de una tienda de mascotas. Los sermones de asunto o tópico son más fáciles y requieren menos tiempo para prepararlos que los sermones expositivos, los cuales exigen horas de intenso trabajo. Pero es posible que los miembros tengan muy en cuenta las horas de estudio de su pastor, pues saben que él tiene un tiempo específicamente puesto aparte para este propósito y escuchan sermones que llevan el fruto de tal investigación.

Definición de la predicación expositiva

            ¿Qué es, entonces, la predicación expositiva? Según Jeff Ray, la predicación expositiva “es la explicación detallada, la ampliación lógica y la aplicación práctica de un pasaje de la Escritura”.[1] Blackwood define la predicación expositiva como “la interpretación de la vida actual, a la luz de la Palabra de Dios, es decir, a través de la Biblia’.[2] De modo semejante, H. E. Knott sugiere que “el sermón expositivo es un esfuerzo para explicar, ¡lustrar y aplicar la Escritura a la vida… Su propósito es ayudar a los oyentes a encontrar en los Escritos Sagrados el verdadero significado de la vida”.[3]

            Donald Miller da una definición más amplia. Él dice que toda predicación genuina es expositiva, puesto que declara y divulga la verdad divina, la sustancia de la predicación extraída de la Biblia. Por tanto, ‘la predicación expositiva es un acto mediante el cual la verdad viviente de alguna porción de la Santa Escritura, comprendida a la luz de un estudio exegético e histórico sólido y convertido en una vivida realidad para el predicador por el Espíritu Santo, llega viva al oyente mientras es confrontado por Dios en Cristo a través del Espíritu Santo en juicio y redención”.[4] Para Miller, el contenido de un sermón es mucho más importante que su forma homilética. Una definición aguda clasificará como expositivo cada sermón —sea doctrinal, ético, evangelístico, o situacional—, siendo que su enfoque se funda en las Escrituras y arroja luz bíblica sobre la realidad contemporánea.[5]

            ¿Cuál es la diferencia entre un sermón textual y el expositivo? En el sermón textual, el texto -por lo general un versículo—provee el tema de la división principal del mensaje. Puede seguir sus divisiones naturales que podrían consistir en inferencias sacadas del texto, o basadas en una gran verdad implícita en el texto. Cuando las divisiones del sermón se derivan parcialmente del texto y parcialmente del tema, tenemos un sermón textual-temático. Un sermón expositivo, por otra parte, se basa en un pasaje o unidad de la Escritura, y el tema con sus respectivas divisiones, así como el desarrollo, se desprenden de ese pasaje. El expositor está interesado en que la verdad bíblica sea transmitida como el escritor sagrado la declaró.

            Por ejemplo, ¿cuál fue el mensaje dado por Isaías o Pablo o Juan y qué nos dice a nosotros hoy? La unidad de la Escritura utilizada puede ser un versículo o varios versículos, un capítulo, y en ocasiones un libro entero. En cada caso, el expositor trata de identificar la verdad revelada y aplicarla a las necesidades de la vida actual. La predicación expositiva sigue el “principio contextuar enfatizado por G. Campbell Morgan. Es un correctivo excelente para la predicación tipo “textos-prueba” en la cual el predicador separa un versículo o pasaje y le imprime su propio pensamiento. Otras formas de predicación (temática, textual) pueden contener elementos de exposición y deberían encarnar, ilustrar y aplicar la verdad bíblica. El sermón expositivo debe contener estos elementos; de otra manera, no sería expositivo.

Preparación del sermón expositivo

            La predicación expositiva involucra dos tipos de preparación: la del predicador y la del mensaje. Para Jeff Ray, el predicador expositivo de la Palabra debe ser una persona profundamente religiosa, dotada de una viva imaginación y honestidad intelectual.[6] Si predicación es “comunicación de la verdad a través de la personalidad”, entonces la primera tarea debe ser la formación de un mensajero de Dios que maneje correctamente la Palabra de verdad. Sin embargo, en este artículo nuestro interés se centra en la preparación del mensaje.

El sermón expositivo, a semejanza de otras formas de predicación, comprende el tema, el texto bíblico, la introducción, el desarrollo, la conclusión, la explicación, la ilustración y la aplicación. ¡Como en el caso de la señora Welsh y su receta para pastel de faisán, mucho depende de la captura del faisán! Debe haber una idea y un pasaje de la Escritura antes de que se pueda elaborar un sermón.

El expositor debe dar, por lo menos, cinco pasos:

  1. Selección. Este es el preludio de la preparación. Es posible que el predicador desee dar una serie de mensajes sobre los grandes textos de la Biblia, expuestos a la luz del contexto inmediato (el párrafo o capítulo) o el contexto mediato (el libro y su pensamiento o propósito principal). Esto involucraría los textos notables de la Biblia que lo han impresionado —no la consabida “floja ayuda” sermónica. Podría haber una exposición continuada del mismo libro en particular. Si se tiene planeado dar un ciclo de sermones éste debería ser flexible, cuando menos lo suficiente como para permitir interrupciones producidas por eventos especiales dentro del año eclesiástico. En cualquier caso, el pasaje le da al predicador un tema para desarrollar.
  2. Exégesis. El sermón expositivo descansa sobre una exégesis completa del pasaje. Esto implica un estudio “microscópico” del texto, un análisis cuidadoso de las palabras y frases para determinar su significado en el marco bíblico. Con la ayuda de un diccionario terminológico, un comentario y un diccionario bíblico, el expositor puede extraer el mineral del más alto valor. Un conocimiento de las lenguas antiguas es también una tremenda ventaja, y, sin embargo, un predicador puede hacer un excelente trabajo sin una pala griega o una espada hebrea. La exégesis es una parte interesante en la preparación del sermón, pero lo que puede fascinar al predicador puede no tener sentido para la congregación. Ningún expositor, que tenga un poquito de sabiduría, hará un despliegue de sus habilidades exegéticas en el púlpito.

             Lo que la gente necesita es una palabra de parte de Dios, no una serie de estudios de palabras. ¡La gente hambrienta desea buena comida, no un cúmulo de palabras acerca del arte culinario!

            La exposición descansa sobre una exégesis cuidadosa. Un exégeta es el buzo que extrae perlas del lecho oceánico; un expositor es el joyero que las engarza dentro de una relación apropiada unas con otras.[7]

  • Interpretación. El expositor se concentra en la pregunta “¿qué dice la Biblia?” El objetivo es presentar una fiel interpretación del pensamiento del escritor sagrado, considerando la historia, las costumbres y el marco religioso y mental de esa época. Prescindiendo de alegorías, tipologías y otras formas indignas de interpretación, el expositor busca la verdadera comprensión del pasaje. Un tratamiento superficial del mismo corre el riesgo de adjudicarle significados antinaturales. Si nuestra responsabilidad principal es “predicar la Palabra”, nuestro blanco en la preparación del sermón será, con seguridad, descubrir lo que es esa palabra y discernir su relevancia para nuestra congregación.
  • Organización. El sermón expositivo debe mostrar unidad y desarrollo. No es un comentario rastrero de los versículos sucesivos de un pasaje, alentando una secuencia interminable y aburriendo al auditorio con detalles innecesarios.

            La unidad se logra parcialmente merced a la selección de un tema que refleje el tema del pasaje mismo. Las divisiones del sermón se desarrollan a partir del tema y, consecuentemente, son derivadas del texto escriturístico. Es perfectamente permisible, en aras del interés del orden lógico, volver a arreglar las ideas encontradas en el texto. Arreglarlas en un nuevo orden no destruirá su significado esencial, y sí más bien ayudará al dinamismo del sermón que conducirá al clímax. La verdadera exposición construye la estructura del sermón a partir de los materiales bíblicos que tiene a mano. Sin embargo, con frecuencia, algunos de los materiales reunidos tienen que ser descartados. Un predicador debe aprender el arte de omitir si el sermón ha de proyectarse hacia adelante suavemente, mostrar unidad y mantenerse dentro del límite de tiempo apropiado. Habrá oportunidad en el futuro para usar las ideas descartadas. Porque, como un miembro con mucho discernimiento le recordó a su pastor, “¡nosotros queremos que usted nos predique todo el evangelio, pero no en un solo sermón!”.

            A veces alguna palabra o frase dentro del texto o pasaje pueden ayudar al desarrollo del sermón. Por ejemplo, el Salmo 51 es una de las piezas literarias más penitenciales que existe, que transmite el deseo de David de recibir el perdón y la restauración divinas para vivir una vida moral útil. Una palabra salta inmediatamente ante el lector juicioso. La palabra “espíritu”. Esto sugiere un posible tema: “El espíritu de una persona purificada”. La introducción podría poner el marco del salmo. Tres usos de la palabra “espíritu” nos dan las divisiones del sermón: El espíritu penitente (vers. 17), el espíritu firme (vers. 10) y el espíritu dispuesto (vers. 12,13). La conclusión podría subrayar la posibilidad de perdón y renovación moral de cualquier persona que ha perdido el gozo de la salvación. Obviamente, no podría usarse todo el salmo, pero el tema esencial puede preservarse.

  • Aplicación. Para que la verdad bíblica sea clara debe haber una explicación de ella; para hacerla relevante, debe haber una aplicación. Como toda buena predicación, los sermones expositivos deben tener un objetivo específico. ¿Para qué predicar si no hay un propósito definido? El objetivo dela predicación no es sólo dar información, no meramente convencer el intelecto… Las palabras del ministro deberían llegar a los corazones de los oyentes’.[8] Deseamos ver cambios en la vida de la gente. A veces un predicador comenzará mencionando una necesidad del momento y luego relacionar la verdad bíblica con ella. Otras, enunciará los principios encontrados en el pasaje, luego hará aplicaciones apropiadas ya sea durante su predicación o al llegar a la conclusión De cualquier modo, el predicador arrojará luz de la revelación divina sobre las necesidades humanas y presentará los recursos de la gracia suficiente para todas ellas. Tales sermones presentan la relación vital entre el pasaje y la vida real. Aunque el marco del texto es la antigüedad, la palabra viviente habla hoy y através de él a las necesidades personales.

            Cualquiera que se haya relacionado con la naturaleza humana apreciará la sabiduría de hacer aplicaciones específicas en la predicación. El sermón efectivo es específico y directo: “Tú eres aquel hombre”, “haz esto y vivirás”. Aunque el asunto de la convicción y la confrontación corresponden al Espíritu Santo, el predicador es el heraldo que proclama el evangelio, que toca cada rincón de la vida humana, trayendo paz y esperanza.

Ventajas de la predicación expositiva

            La predicación expositiva tiene impresionantes antecedentes históricos que demuestran sus ventajas. Esto lo podemos ver, ya en Esdras logrando que la congregación de los repatriados del exilio comprendiera las palabras de la ley (véase Neh. 8:8); Jesús exponiendo un pasaje de Isaías (véase Luc. 4:6-21); Pedro en Pentecostés interpretando los hechos de Dios; Pablo revelando los propósitos de Dios en Cristo mediante referencias del Antiguo Testamento; el escritor de Hebreos exponiendo su conocimiento del evangelio; o los gigantes de la iglesia desde Agustín y Crisóstomo hasta Lulero, Calvino, Knox, Alexander Maclaren, G. Campbell Morgan, y John A. Broadus, usando con efectividad este tipo de predicación. El uso histórico alienta la exposición de las Escrituras en la actualidad.

            Una clara ventaja de la predicación expositiva es que magnifica la Biblia, comunicando así la inspirada y autorizada Palabra de Dios. Más aún, las personas que se sientan a los pies de tales predicadores reciben ayuda para pensar y vivir según los postulados de la Palabra de Dios. Tanto el pastor como la congregación logran desarrollar su comprensión de lo que Charles R. Brown ha llamado “el punto de vista escriturístico”, con relación a la gran doctrina de nuestra fe.[9] Ellos ven el panorama completo de la verdad divina más que los pequeños segmentos encontrados en textos aislados.

            La predicación expositiva añade también profundidad y comprensión a la predicación. El predicador puede manejar, a partir de la Escritura, los asuntos éticos controvertidos, desafiar las actitudes anticristianas y los puntos de vista erróneos, y alentar a la gente a vivir moralmente. ¿No hay una clara comprensión de la Palabra que pueda derramarse sobre los perturbadores problemas de la desintegración familiar, los problemas raciales, el alcoholismo, la tiranía en la vida política y los conflictos obrero-patronales? ¿No hay ayuda para los problemas morales? ¿No hay orientación para los dilemas éticos?

            John MacArthur, hijo, resume lo concerniente a la predicación expositiva en esta atractiva invitación: “Para aquellos de vosotros que queréis predicar la Palabra con exactitud y poder, porque comprendéis la imposibilidad de hacer cualquier otra cosa; para aquellos de vosotros que deseáis hacerle frente al Juez en el día de ajuste final de cuentas, y experimentar el beneplácito del Señor respecto de vosotros; para aquellos de vosotros que estáis ansiosos de permitir que Dios hable su Palabra a través de vosotros, directa y poderosamente como os la dio; y para aquellos de vosotros que anheláis ver a la gente radicalmente transformada y viviendo vidas piadosas, sólo hay una predicación: la expositiva”.[10]

            En una época cuando los predicadores batallan para decir algo nuevo, necesitamos la fiel proclamación de la Palabra que es eternamente verdadera.


Referencias

[1] Jeff Ray, Expository Preaching (Grand Rapids: Zondervan Pub. House. 1940), pág. 11.

[2] Andrew W. Blackwood, Expository Preaching for Today (Nashville, Tenn.: Abingdon Cokesbury Press, 1953), pág. 13.

[3] H. E. Knott, How to Prepare an Expository Sermón (Cincinati: Standard Pub. Co., 1930) pág. 11.

[4] Donald Miller, The Way to Biblical Preaching (Nashville, Tenn.: Abingdon Press, 1957), pág. 17.

[5] Id., págs. 26ff.

[6] Ray, págs. 37-42.

[7] Id., pág. 72.

[8] Elena G. de White, Testimonios para los ministros (Boise, Idaho: Pacific Press Pub. Assn., 1962), pág. 62.7

[9] Charles R. Brown, The Art of Preaching (New York: McMillan Co., 1942), pág. 44.

[10] John MacArthur, Jr. Rediscovering Expository Preaching (Irving, Tex.: Word, Inc., 1992), p. xvii.