Un lúcido estudio de la posición de los adventistas ante la teoría de la evolución

Un conocido creyente adventista, en una carta que me escribió, hace la siguiente declaración: “En las últimas décadas la evidencia científica ha llegado a ser tan grande como para que sea prácticamente imposible defender nuestras dos posiciones: 1) Que la vida sobre la tierra ha estado aquí sólo por unos seis a diez mil años; y 2) que todos los seres vivientes fueron creados dentro de un período de seis días”. Acto seguido mi excelente amigo procedía a explicarme cuáles son las líneas de argumentación científica que han ocasionado un giro tal en sus convicciones personales.[1]

¿Tienen o no los creyentes adventistas el derecho de creer lo que consideren apropiado con relación al ori­ gen de la vida sobre la tierra? ¿Qué o quién es un adventista? El nombre “Adventista del Séptimo Día” está vinculado con la creencia en un origen divino de la vida en este mundo. Pero el nombre mismo implica no sólo aceptar que fue Dios quien creó este mundo, sino cómo lo hizo, cuánto tiempo hace y cuánto tiempo le tomó crearlo; son asuntos importantes, contrario a lo que sostienen los evolucionistas teístas y los creacionistas progresivos.

El nombre Adventista del Séptimo Día implica mucho más que eso y señala, no sólo hacia el pasado, sino también hacia el futuro. Implica la aceptación de una misión y de un destino escatológicos. De hecho, nuestras creencias con relación al pasado y al futuro de nuestro mundo van de la mano, pues nuestra protología (estudio de las primeras cosas o eventos) afecta en gran medida a nuestra escatología (estudio de las últimas cosas o eventos).

Definición del concepto.

Siendo que en la actualidad el término “creación” está siendo usado en un sentido tan amplio que puede implicar “comienzo” de la materia y/o vida en el kosmos incluyendo, por ejemplo, el “big bang”, es conveniente especificar nuestro uso del término. “Creación” en esta investigación, hace referencia a la actividad divina que dio origen a los cielos y a la tierra (y a todo lo que hay en ellos) tal como se describe en los primeros capítulos del libro de Génesis.

“Adventista del Séptimo Día” es un nombre que está tan íntimamente ligado a la creación, que las creencias que lleva implícitas son inherentes al gran conflicto entre Dios y Satanás. En el contexto de esa batalla cósmica, la ampliamente difundida creencia en la evolución es uno de los puntos fuertes del enemigo. Con referencia al pasado, Dios es despojado de su poder creador. Con referencia al futuro, Satanás, a través de sus agentes, contiende por el culto supremo que sólo el Creador merece. Por lo tanto, nosotros como adventistas, necesitamos considerar más cuidadosamente nuestro presente y nuestras creencias, dentro del marco de nuestra misión ante el mundo. Creemos que el mensaje que se nos ha encomendado proclamar, “constituye el mayor baluarte contra el avance de la teoría de la evolución”.[2]

En este contexto es, por lo tanto, no sólo apropiado sino urgente que analicemos la pregunta: “¿Qué o quién es un adventista?”

Un adventista es alguien que tiene creencias “no negociables” relacionadas con la creación. Que acepta una creación reciente, literal y ex-nihilo, que percibe las implicaciones teológicas de negar la creación bíblica, y que proclama al mundo que Dios es el Creador de todas las cosas.

I. Alguien que tiene creencias “no negociables” relacionadas con la creación.

Aunque prácticamente todas nuestras creencias tienen conexión teológica con la verdad de la creación, aquí haremos referencia sólo a unas cuantas de ellas. Comenzaremos con las que son fundamentales respecto de nuestra denominación.

El advenimiento. Etimológicamente la palabra “adventista” describe a un creyente que espera el advenimiento. Pero no se trata de cualquier advenimiento. De acuerdo con las Escrituras, Aquel cuyo advenimiento esperamos (Tito 2:13) no es otro que el Creador del mundo, en quien “fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles…” (Col. 1:16).[3]

La protología y la escatología están tan estrechamente ligadas que la segunda depende de la primera. Bíblicamente hablando, los adventistas no tendrían derecho a esperar que el advenimiento que ellos aguardan marque el fin de todo cuanto existe en el mundo, a menos que Aquel que viene sea el Creador del mundo. Y no sólo eso, sino que la aniquilación de los malvados al cierre de la historia se basará en el principio de que el Creador de la vida se reserva el derecho de retirarla de todos aquellos a quienes juzga indignos de poseerla eternamente (Sal. 102:25-27). Además, como adventistas estamos en lo correcto al conectar la segunda venida con la iniciación de un nuevo orden de cosas en el universo, puesto que Aquel que viene ha dado muestras suficientes de que puede originar una creación buena en gran manera (Gén. 1:31).

Es precisamente basados en la anterior verdad bíblica que los adventistas del séptimo día creen que la redención de la humanidad se cristalizará no mediante el mejoramiento del mundo actual sino a través de la creación de otro nuevo. Eso explica por qué nuestra esperanza es omniabarcante.

Estamos esperando el regreso del Creador. El Redentor es el Creador. Por lo tanto puede prometer, “he aquí yo hago nuevas todas las cosas” y nosotros, por nuestra parte, podemos tener plena confianza en que sus palabras son “fieles y verdaderas” (Apoc. 21:5).

El sábado. La creación es la demostración visible y tangible de quién es Dios. Es la evidencia más grande de su poder, su grandeza, y aun de su naturaleza divina (Rom. 1:19-20) y, aparte de la redención, es la más grande demostración de su amor. Aún más, la creación provee el fundamento para la obra salvadora divina en el sentido en que la segunda venida no hubiera sido realidad sin la primera. Creación y redención van juntas. Un adventista del séptimo día es un creyente que cada semana de su vida celebra esos dos magnos eventos. Celebra, en primer lugar, la creación de sí mismo(a), de sus congéneres, de todo ser viviente, y del planeta donde vive. En segundo lugar, los adventistas celebran cada sábado su redención del pecado y su liberación de todo yugo, la cual incluye “la liberación de su servidumbre a otras personas”.[4] El sábado es el símbolo perfecto de ambas.

La santificación del sábado es una exaltación tan poderosa de Dios como Señor de la vida, que Elena de White ha dicho: “Si el sábado se hubiera santificado siempre, jamás habría habido ateos ni idólatras”.[5] Por el sólo hecho de santificar el sábado, aun sin ninguna proclamación adicional, cada creyente adventista estaría exaltando a Dios y dando testimonio de que él hizo el mundo en seis días y descansó en el séptimo. El creyente testifica así también acerca del amor de Dios por la humanidad desde la creación, al darle a sus criaturas cada semana un día para el descanso y el compañerismo especial (Mar. 2:27). Al adorar a Dios en el sábado, cada adventista del séptimo día declara su convicción de que Dios es el originador de toda vida existente y no algún proceso evolutivo.

Jesucristo. En el nombre de nuestra denominación, el término “adventista”, lejos de significar la exaltación de una doctrina, implica la exaltación de una Persona: Jesucristo. Esperamos su regreso. Es la persona la que le da relevancia tanto al suceso como a la creencia, y no al revés. Un adventista es alguien que cree que Jesucristo fue el agente activo en la creación de Dios (Juan 1:1-2; Col. 1:16; Heb. 1:1-2) y que él es Sustentador de su creación (Col. 1:17; Heb. 1:3). Cree, además, como se anotó arriba, que él es al mismo tiempo Creador y Redentor, lo cual es muy importante, porque en la formación de cada criatura dentro del proceso de la redención, Jesucristo ejerce el mismo poder creativo evidenciado en la creación del mundo (Efe. 4:20-24; 2:15; Col. 3:9-10). Cada criatura nacida de nuevo en el reino de Dios es renovada a la imagen y por el poder de su Creador.

Y lo mismo que con el advenimiento, así ocurre con la observancia del sábado para un adventista. El día cobra importancia por la Persona a quien adora y con quien tiene comunión durante sus 24 horas. El domingo no encierra el mismo significado como día de culto para los adventistas porque ha sido designado para tal propósito por un ser creado. El sábado, por contraste, ha sido apartado por el Creador. Además, la observancia perseverante del sábado semana tras semana, da testimonio de la constancia y permanencia del poder sustentador del Creador.

Sola Scriptura. Los adventistas del séptimo día apoyan plenamente el principio de Sola Scriptura, la Biblia como su propio intérprete y la Biblia como la base de todas las doctrinas.[6] La Biblia encama la revelación de Dios a la humanidad en forma escrita, y tanto el estudio de lo que fue su creación original como el de la naturaleza en su estado actual necesitan ser interpretados a la luz de la revelación en las Escrituras.

Tanto la creación como otros temas relacionados con los orígenes, están fuera del alcance de la investigación científica dado que son singulares. No pueden ser repetidos en una situación controlada (como en un laboratorio, por ejemplo) a fin de ser probados como lo requiere la metodología científica. Además, no hubo ningún testigo humano presente. Los únicos testigos fueron personajes divinos y seres celestiales. Esta es precisamente la razón por la cual la revelación dada por Dios es indispensable si hemos de alcanzar una mejor comprensión de la creación. No podemos comprenderla sólo a partir de los conocimientos obtenidos de la ciencia, sin la ayuda de la historia bíblica. Con relación a este punto, Elena de White escribe lo siguiente:

“Me ha sido mostrado que sin la historia bíblica, la geología no puede probar nada. Reliquias encontradas en la tierra dan evidencia de un estado de cosas que difiere del presente en muchos aspectos. Pero el tiempo de su existencia, y por cuánto tiempo han estado estas cosas en la tierra, ha de ser entendido sólo a través de la historia bíblica. Puede ser inocente conjeturar más allá de la historia bíblica, si nuestras suposiciones no contradicen los hechos encontrados en las Sagradas Escrituras. Pero cuando los hombres abandonan la Palabra de Dios concerniente a la historia de la creación y buscan dar razón de las obras creativas de Dios sobre la base de principios naturales, se encuentran en un ilimitado océano de incertidumbre”.[7]

Fe. Un adventista es un creyente que acepta por fe los hechos y la historia de la creación. Ejerce fe, no porque no haya evidencias con las cuales sustentar sus convicciones. De hecho, una de sus convicciones es que, “Dios nunca nos pide que creamos, sin darnos suficiente evidencia sobre la cual basar nuestra fe”.[8] Para un adventista, el testimonio de la naturaleza misma acerca de su origen sobrenatural es convincente (Rom. 1:19-20) y, como tal, apela a su razón. Al mismo tiempo, sin embargo, un adventista es alguien que acepta que no es posible para las mentes finitas comprender plenamente las obras del infinito,[9] mucho menos la creación tan única en carácter.

La revelación de Dios, que da razón del origen de todas las cosas, es comprendida y aceptada sólo por fe. Es por fe que “entendemos haber sido constituido el universo por la Palabra de Dios, de modo que lo que se ve, fue hecho de lo que no se veía” (Heb. 11:3). Tal fe tiene un fundamento firme, la Palabra de Dios, la cual es confiable porque se funda en su carácter, y él es un Creador fiel (1 Ped. 4:19). Su fidelidad se hace patente en la estabilidad de las leyes que rigen su creación.

II. Alguien que acepta una creación reciente, literal y ex nihilo

Una creación reciente. Un adventista es alguien que cree que todas las formas de vida fueron creadas por Dios, pero no se detiene allí. Cree que si Dios es aceptado como Creador, la forma como creó, cuándo, qué, y cuánto tiempo hace, son cuestiones importantes.[10] Un adventista percibe que éstas son preguntas interrelacionadas que dan testimonio del carácter y del poder de un Creador personal.

La Biblia afirma que la creación quedó concluida desde el mismo principio; asegura que “sus obras estaban acabadas desde la creación del mundo”, lo cual queda demostrado en el hecho de que en el séptimo día Dios reposó de todas sus obras (Heb. 4:3, 4; cf. Gén. 2:1-3). Pero esto no es todo, la información bíblica acerca de la creación indica que ésta fue un milagro portentoso efectuado en un período muy corto (véase, por ejemplo, Gén. 1:3, cf. 2 Cor. 4:6a; Gén. 1:6, 7, 9, 24, 26-27, etc; Sal. 33:8-9). La creación fue un milagro portentoso efectuado en corto tiempo. Alguien ha señalado que si le inyectamos largos períodos a cualquiera de los milagros divinos (a los de Jesús, por ejemplo), lo echamos a perder y deja entonces de ser un milagro.[11]

Pero las Sagradas Escrituras no sólo indican que el milagro de la creación fue realizado en un período breve. A través de sus listas genealógicas y de generaciones rastreadas hasta el primer ser humano, Adán, la Biblia insinúa insistentemente que la creación fue efectuada no hace mucho tiempo, en contraste con las afirmaciones de la ciencia evolucionista. Así que un adventista es un creyente que acepta la historia de una creación reciente basado en la credibilidad de la revelación de Dios en las Escrituras. Tal creyente también encuentra fundamentación en la credibilidad de la revelación reciente de Dios a través de las visiones de Elena de White,[12] quien insistentemente enfatiza que la creación ocurrió hace no más de seis mil años.

A fin de atenuar la enorme discrepancia existente entre la Biblia y la ciencia con relación a la edad de la tierra, en años recientes algunos científicos adventistas han sugerido (la idea misma puede no ser tan nueva) que si bien la vida en la tierra es muy joven, el planeta mismo es muy antiguo, tan antiguo como la datación radiométrica lo afirma. La sugerencia guía hacia una interpretación del Génesis de acuerdo con la cual la tierra fue creada “en el principio” (Gén. 1:1), en un pasado muy distante; mientras que la organización de los elementos y la creación de la vida sobre el planeta, tuvo lugar hace sólo entre seis y diez mil años. Quiero enfatizar el hecho de que las cosas pueden haber ocurrido de esa manera. Sin embargo, surgen algunas preguntas (y son sólo preguntas, no posiciones terminantes), y éstas debieran ser confrontadas.

Primero, Génesis 1:1-2 declara que cuando Dios creó la tierra ésta estaba “desordenada y vacía”, mientras que Isaías 45:18 establece, acerca de la creación de la tierra por parte de Dios, que él “no la creó en vano, para que fuese habitada la creó” (cf. vers. 12). La pregunta entonces es, ¿por qué habría de estar vacía la tierra durante unos 4,550 millones de años de acuerdo con la datación evolucionista de las rocas, y habitada sólo por unos seis mil años, si Dios “no la creó en vano”, sino “para que fuese habitada la creó”?

La insinuación de Génesis 1, de acuerdo con la lectura tradicional del texto, de que Dios creó la tierra (vers. 1) y más bien pronto, en armonía con su plan de que el planeta estuviera habitado, llevó a cabo la creación de la vida incluyendo al ser humano (Gén. 1:26-27), parece ser más consistente con su manera de proceder tal como se la describe en el resto de la Biblia, que la opción de dejar su propósito expreso inconcluso por millones y millones de años. Una declaración de Elena de White, a la cual podemos encontrarle alguna aplicación sobre este punto, es aquélla de que, a semejanza de las estrellas en la vasta órbita de su derrotero señalado, los propósitos de Dios no conocen premura, pero tampoco demora.[13]

En segundo lugar, siendo que la ciencia, que usualmente trabaja con presuposiciones evolucionistas, data los fósiles dependiendo de las rocas o de los estratos en los cuales se encuentran, la pregunta es, ¿cuán fuertes, consistentes y defendibles son las bases o los argumentos sobre los cuales los adventistas del séptimo día han de aceptar la edad de las rocas según la ciencia y rechazar, simultáneamente, la edad que la misma ciencia asigna a los fósiles contenidos en ellas (y por ende la vida)? ¿Hay alguna evidencia bíblica que apoye dichos argumentos?

Tercero, la sugerencia en consideración implica una discontinuidad entre Génesis 1:1 y Génesis 1:2 tal como lo proponen los defensores de la Teoría de la Brecha. ¿Estamos conscientes de todo lo que implica la aceptación de la misma, aunque ésta sea pasiva? ¿No es acaso tal aceptación el resultado de una aproximación concordista abarcante entre la Biblia y la ciencia?[14] El punto es que estamos siendo forzados a aceptar la brecha por la ciencia, no por la Biblia. “Una cosa es segura”, escribe el reconocido autor evangélico Clark Pinnock, acerca de los cristianos evangélicos que están luchando por entender el texto bíblico sobre la creación, y es que, “ellos no descubrieron [la información] acerca de una tierra antigua al leer el Génesis”.[15] Y, si estamos dispuestos a inyectar un largo período a Génesis 1:1 y Génesis 1:2, ¿por qué no aceptamos otras sugerencias de la Teoría de la Brecha, por ejemplo, en cuanto a lo que pudo haber ocasionado la desolación de la tierra durante ese período?[16]

Cuarto, ¿cómo interpretaremos el versículo 2? ¿Lo consideramos una unidad de pensamiento con el versículo 1, o con el versículo 3? En cualquiera de los casos tenemos problemas. En el primero, afrontamos el problema teológico de tener al Espíritu Santo de Dios moviéndose sobre las aguas por millones y millones de años sin ningún resultado, lo cual no es, en ninguna manera, típico de la actividad o intervención del Espíritu Santo en los asuntos de este mundo. Cuando el Espíritu interviene, algo ocurre, hay un cambio de condición, se efectúa una renovación. Tal como lo expresó el salmista: “Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra” (Sal. 104:30).[17]

En el segundo de los casos afrontamos un problema gramatical. El versículo 2 contiene tres cláusulas sustantivas cuya función fundamental en el hebreo es dar expresión a algo fijo, reflejar un estado; su función no es señalar progresión o secuencia en la acción, algo que llega a ser.[18] Así que el texto no nos permitirá concluir que el Espíritu Santo estuvo cerniéndose sobre las aguas durante los millones de años transcurridos desde el “principio”, sino que entró en acción únicamente al comienzo de la semana de la creación iniciada hace sólo unos pocos miles de años. No hay ninguna indicación textual que nos haga pensar de otro modo.

Seis días literales. Los adventistas del séptimo día necesitan estar al tanto de que varias teorías creacionistas han sido propuestas en el pasado, todas ellas como fruto del esfuerzo por armonizar el relato bíblico con los largos períodos que todos los modelos evolucionistas proponen.[19] Un adventista es alguien que no estará dispuesto a aceptar que los actos de la creación le fueron simplemente revelados por Dios a Moisés en un período de seis días a fin de que los transmitiera por escrito, pero que los actos mismos son demasiado maravillosos para haber sido realizados en seis días literales. Esto es lo que sugiere la “Teoría de la Creación revelada en Seis Días”, también conocida como “Teoría de la Visión”.[20]

Una creación en seis días literales es importante en el marco del gran conflicto de los siglos. En el curso del mismo, los mayores esfuerzos de Satanás se centran en inducir a la humanidad a rebelarse contra Dios y a desobedecer su ley. Para lograrlo, él tiene que atacar el derecho de Dios a gobernar el universo, y a emitir una ley y demandar obediencia a ella. Eso explica por qué sus más insidiosos ataques son dirigidos particularmente contra el cuarto mandamiento. Tal es el mandamiento que señala claramente a Dios como Creador del cielo y de la tierra[21] y demanda la observancia del sábado, todo sobre la base de que “en seis días el Eterno hizo el cielo, la tierra y el mar, y todo lo que contienen, y reposó en el séptimo día” (Exo. 20:11, NRV90).

Únicamente la doctrina de una creación en seis días de 24 horas literales les provee a los adventistas del séptimo día las bases tanto para la observancia del sábado como para su nombre denominacional. Aún más, se ha señalado que no existe explicación astronómica para el ciclo cronológico conocido como semana, como la hay para el día, el mes y el año. La semana de siete días es, aparentemente, un arreglo caprichoso. Sin embargo, una creación original en seis días literales, les provee a los adventistas del séptimo día la explicación satisfactoria para el origen del ciclo semanal. Que Dios exija a los seres humanos que se rijan por una semana de seis días literales de trabajo en memoria de períodos de tiempo largos e indefinidos es totalmente incongruente con el método que él utiliza para relacionarse con sus criaturas.[22]

Creación ex-nihilo. El adventista del séptimo día es un creyente que acepta una creación ex-nihilo (de la nada), porque armoniza tanto con la omnipotencia del Creador, como con el testimonio de su Palabra escrita. Para un adventista “la creación bíblica es verdadera creación”[23] en el sentido más estricto de la palabra. Aunque algunos de los términos usados en el relato no denotan más que la idea de formar o construir, la creación descrita en el Antiguo Testamento, “es más que manufactura o arreglo artístico apropiándose de material existente”, y los pasajes neotestamentarios “no dan lugar a material preexistente”.[24] El autor de una creación tal es, pues, “no sólo un arquitecto o constructor que trabaja con lo que está a la mano”;[25] antes bien, “así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios” (Isa. 44:6). Dios antecede a toda materia. Él es la Primera Causa’ de todo lo existente.

Basado en esta creencia, un adventista no puede aceptar las explicaciones alternativas acerca de los orígenes ofrecidas por las perspectivas evolucionistas, aunque sean teístas.[26] Más bien, percibe que la creación bíblica y tales explicaciones son mutuamente excluyentes desde la perspectiva de una lectura literal de los pasajes sobre la creación. “Evolución” significa “modificación”, mientras que “creación” significa “origen”. Tal como Benjamín Warfield lo expresó una vez, en el sentido absoluto de los términos, “usted no puede originar modificando, usted no puede modificar originando”.[27] Por lo tanto, lo que venga por “evolución” no puede surgir por “creación”, y lo “creado” es, en definitiva, “no evolucionado”.[28] Esto es particularmente cierto al aplicarlo al origen de la vida en nuestro planeta.[29]

Un adventista es un creyente que por fe entiende que el mundo fue formado al mandato de Dios, “de modo que lo que se ve, fue hecho de lo que no se veía” (Heb. 11:3). Se ha sugerido en algunos círculos adventistas que Dios no creó ex-nihilo en el sentido estricto del término; que un texto como Hebreos 11:3 implica que lo que Dios hizo en la creación fue convertir la energía, un elemento no visible, en materia visible. Sin embargo, la pregunta es, ¿por qué la insistencia de reducir la creación a transformación?[30] ¿Por qué insistir en hacer a Dios un Creador que crea solamente a partir de elementos preexistentes? ¿No es esto limitar a Dios? En términos bíblicos, sólo Dios es eterno. Ni aun la energía es eterna en sí misma pues Dios creó ta panta (absolutamente todas las cosas, sean éstas visibles o invisibles [Col. 1:16]; Efe. 3:9; Apoc. 4:11; cf. Juan 1:3). Y es él quien vivifica todas las cosas (Neh. 9:6).

Un adventista acepta la verdad bíblica de una creación de la nada porque el Dios en el cual cree es un Dios que puede aun llamar “las cosas que no son, como si fuesen” (Rom. 4:17; cf. 1 Cor. 1:28). Como Elena de White ha escrito: “La teoría de que Dios no creó la materia cuando sacó al mundo a la existencia, no tiene fundamento. Al tomar el mundo, Dios no se valió de materia preexistente. Por el contrario, todas las cosas, materiales o espirituales, comparecieron ante el Señor Jehová a la orden de su voz y fueron creadas para el propósito de él… por el aliento de su boca”.[31]

III. Alguien que percibe las implicaciones teológicas de negar la creación bíblica

Un cristiano adventista percibirá las serias implicaciones que la negación de la creación bíblica, aceptada en cualquiera de sus formas, tendrá sobre su teología. Ilustraremos este punto al notar, aunque sea en parte, el impacto de tal negación sobre algunas creencias de los adventistas.

El carácter de Dios: su bondad. Es cierto que la concepción que un creyente tenga de Dios afectará su percepción de la creación; pero lo opuesto también es cierto: su concepción de la creación hará un impacto sobre su percepción de Dios. Por eso es tan importante que un cristiano adventista del séptimo día tenga apreciaciones correctas en cuanto a la creación. Tales apreciaciones tienen implicaciones sobre su teología.[32]

Para un materialista que se aferra a la eternidad de la materia, Dios es una contingencia y no una necesidad. Para la concepción de un idealista de los fenómenos naturales como el reflejo de “mente” (Dios), Mente es idéntico con la creación, con el universo. Para los creyentes en un origen evolutivo de la vida que quieren retener su fe en Dios, “la evolución es la manifestación de la obra de Dios en la naturaleza”.[33] Por lo general, en el marco de dicha creencia, la creatividad y confiabilidad atribuidas a los mecanismos naturales es de tal magnitud, que todo el proceso evolutivo podría haber operado sin Dios, o Dios tendría que haber dependido de algo ajeno a su persona.

Pero un problema en el punto de vista según el cual la evolución es el método de trabajo de Dios en el mundo, es que compelerá al pensador consistente a percibir a Dios como un Dios finito, que da pasitos.[34] Sin embargo, eliminar la necesidad de un Dios infinito y todopoderoso, es una implicación teológica de la evolución extremadamente seria.[35] La demanda que Dios hace a que se le adore y reverencie por encima de las deidades paganas se basa en el hecho de que él es el único Dios creador, y por lo tanto, el único verdadero Dios que no puede ser comparado con ningún otro (Isa. 40:25-26; Jer. 10:10-16).

La divinidad de Dios se hace pues evidente en su capacidad de originar de novo. Esto es una verdad muy importante en el contexto de la gran controversia entre Cristo y Satanás. Este último nunca será capaz de crear en el sentido absoluto del término porque no es Dios (aunque quiso serlo); es sólo una criatura. Él puede “crear” sólo a partir de lo que Dios ha hecho, pero no de la nada, lo cual sigue siendo un derecho exclusivo del Todopoderoso. Por lo tanto, su gran poder es percibido a través de la obra de sus manos (Rom 1:20).

La pregunta es, ¿pueden la naturaleza y el carácter de un Dios que usa la evolución (con su lucha por la supervivencia debido a la escasez de recursos) como su método para crear, ser reconciliados con el retrato bíblico de un Dios que está constantemente preocupado por su creación y proveyendo para ella?[36]

Redención. Un adventista del séptimo día entiende que si la creación es de algún modo negada, la evolución queda afirmada como la alternativa para explicar el origen de la vida y otras creencias relacionadas con el tema. Y esto no es nuevo. Para numerosos teólogos, desde Darwin, la teoría evolucionista ha ofrecido la esperanza de una redescripción realista de la doctrina tradicional[37] incluyendo la caída, el pecado, y la expiación. Tal redescripción ha procurado que la doctrina cristiana armonice con la teoría de la evolución. No obstante, el hecho es que el Darwinismo “ha empeorado el problema’’.[38]

Esto es aún más evidente en la evolución teísta, la cual transfiere la responsabilidad por el pecado del hombre a Dios, y al hacerlo, altera las bases doctrinales de la necesidad de la expiación. Así, la pregunta, en palabras de Hedley Brooke es, si el hombre no ha caído, sino que ha estado elevándose constantemente, “¿qué queda del plan de la redención?”[39] Un adventista es un creyente consciente de que dentro del esquema evolutivo, tal como alguien que favorece esa cosmovisión ha dicho: “no hay lugar para un primer ser humano ni para un pecado original”;[40] consciente de que en el marco evolucionista la caída es negada,[41] o su importancia neutralizada,[42] o es reinterpretada como un ascenso[43] dentro de la continuidad siempre progresiva del proceso evolutivo; que en este marco conceptual, la imperfección y el mal se toman “concomitantes con un mundo que está ‘llegando a ser’”.[44] Así, la caída debida al primer pecado humano deja de proveer la base para la necesidad humana de salvación, lo cual de por sí representa un fuerte impacto inicial contra la enseñanza bíblica sobre el plan de la redención.[45]

Si la evolución está en lo cierto, y no el relato bíblico de la creación, entonces nunca hubo caída y por lo tanto, no existe conexión de causa a efecto entre el pecado y la muerte, lo  cual a su vez implica que no se necesita un Redentor[46] para salvar a la humanidad de la muerte.[47] Entonces, los defectos de los seres humanos, lejos de ser el resultado de la caída, son simplemente rasgos de ancestros animales que serán superados con el transcurso del tiempo, suponiendo que el proceso de la evolución puede actuar como un salvador, haciendo así innecesario el sacrificio de Cristo.

La autoridad de las Escrituras.

Como se insinuó arriba, un adventista del séptimo día es alguien cuya vida, en todas las áreas, es gobernada por el principio de Sola Scriptura, Esta es un área crucial para un adventista porque la validez de sus creencias depende de la autoridad y la confiabilidad de la Biblia. Es igualmente importante porque “el asunto de la autoridad bíblica (no de la metodología científica) provee el contexto apropiado para la comprensión de la actual controversia entre el creacionismo y la teoría de la evolución”.[48]

Las conclusiones a las que arribó la ciencia moderna, forjadas usualmente bajo premisas evolutivas, pueden afectar profundamente la actitud de un adventista hacia la Biblia, así como su comprensión de la misma. Por ejemplo, la aceptación de una conexión entre el hombre moderno y los homínidos que le hayan precedido, requiere que el relato de Génesis 2 concerniente a la creación del hombre del polvo de la tierra sea tomado como metafórica o simbólica[49] o que, con el tiempo, se abandone toda confianza en la credibilidad de la Biblia.

El siguiente razonamiento hecho por Edward J. Carnell ilustra el punto. Él dice que puesto que la ortodoxia ha renunciado a la interpretación literal de los días del relato de la creación “por respeto a la geología”, [ésta] no renunciaría a ningún principio si abandonara la creencia en una creación reciente “por respeto a la paleontología”.[50] Y sin embargo, eso es precisamente lo que, no sólo cristianos evangélicos[51], sino hasta algunos creyentes adventistas, están haciendo, tal como se ilustra al comienzo de este escrito.

Un adventista que se aferra a la autoridad de las Escrituras estará al tanto del peligro de medir la información bíblica a través de modelos, evidencias y hechos científicos, en vez de que éstos sean evaluados por la Biblia. Estará consciente de que empezar a hacerlo es tomar, en palabras de Conrad Hyers, una carretera cuesta abajo. Es, en otras palabras, un proceso que una vez iniciado, es muy difícil de detener completamente, a riesgo de renunciar a todo.[52] Así se explica por qué un erudito evangélico como Paul K. Jewett puede afirmar que la mayoría de los cristianos no “supondrían que la creación de la tierra tal como la conocemos consistió en una serie de eventos instantáneos: creación por simple fíat.[53]

Por contraste, un adventista es alguien que acepta el testimonio de las Escrituras al describir a un Dios todopoderoso (Gén. 17:1; Luc. 18:27; Apoc. 15:3) que “se tomó seis días para hacer nuestro mundo cuando pudo haberlo llamado a la existencia en sólo uno”.[54] Por otro lado, es afortunado que las pretensiones de la filosofía evolucionista reflejada en muchas áreas de la ciencia, así como su verdadero carácter científico, han sido a menudo puestos en duda y en tiempos más recientes elocuentemente desafiados por creacionistas científicos[55] y otros estudiosos,[56] como también por adventistas del séptimo día interesados en las ciencias.[57]

La doctrina del hombre. Para un adventista, la negación de la enseñanza bíblica acerca de la creación de la humanidad y la consiguiente aceptación de la teoría evolucionista sobre el tópico, acarrea implicaciones serias.

El teólogo Emilio Brunner reconoce, aunque sin rechazar la evolución, que es Darwin, no Copérnico, Galileo o Newton, quien de veras inquieta al hombre moderno con respecto a las demandas de la Biblia, y esto debido al impacto de la evolución sobre la antropología bíblica.[58] La apreciación de Brunner es acertada. Si el relato del Edén es considerado como mítico y equivocado, no es entonces difícil aceptar que ancestros animales son el verdadero origen de la raza humana. Pero un adventista del séptimo día es alguien convencido de que una lectura literal del relato del Génesis enseña que los cuerpos de Adán y Eva fueron el resultado de la intervención directa de Dios, y no el producto de un largo proceso de desarrollo a partir de animales que les antecedieron.[59]

Génesis 2:7, interpretado literalmente, declara que después que Dios hubo formado al hombre del polvo de la tierra sopló en su nariz el aliento de vida, y entonces el hombre llegó a ser un alma viviente (heb. nephesh haya).[60] El texto hace una descripción que sugiere que no pudieron haber transcurrido largos períodos de tiempo entre la formación del hombre del polvo de la tierra y la infusión del aliento de vida en sus narices. El contexto indica que la frase “y el hombre llegó a ser un ser viviente*’ no da cabida a la existencia de una forma de vida prehumana para el cuerpo de Adán.[61] En otras palabras, el hecho de que el hombre llegó a ser un ente o criatura viviente indica que Adán no era antes un ser viviente hasta que llegó a serlo por el poder creativo del aliento divino.[62]

Para un cristiano adventista del séptimo día el testimonio de Jesucristo en este respecto es de crucial importancia. Cristo aceptó el relato del Génesis como confiable. Mateo 19:4, (NRV 90) registra sus palabras con respecto a la creación de la humanidad, declarando que “al principio el Creador los hizo hombre y mujer”. Si la creación especial de los seres humanos es negada y el desarrollo evolutivo del hombre aceptado en su lugar, una implicación muy seria sería que Jesús es un testigo falso; es decir, un mentiroso. Muy por el contrario, el testimonio del Salvador y Creador es absolutamente confiable. Él es el Testigo fiel y verdadero (Apoc. 1:5; 3:14), y su testimonio confirma la verdad de que hay algo muy especial con respecto a la creación de la humanidad.[63]

Además, el rechazo de la validez histórica del relato de la creación de los seres humanos y de su caída, es una oposición directa a la enseñanza bíblica con respecto a la responsabilidad moral de la humanidad (Gén. 2:15-17) y a su deber de rendir cuentas (Gén. 3:8-13). La creencia alternativa implica que el hombre no cayó históricamente. Antes bien, Adán fue “creado en un estado ya caído en sus ancestros pre-humanos. Un adventista entiende que con este enfoque del origen de la vida humana, que presume la existencia de la muerte en el mundo antes de la caída de Adán, la responsabilidad por el pecado recae sobre el Creador y no sobre las criaturas. Esta es una implicación muy significativa para la teología adventista y, en general, para la teología cristiana.[64]

Escatología. La escatología es muy importante para los adventistas. Ellos conforman un pueblo orientado hacia el futuro. Son un pueblo de esperanza. Si la explicación evolucionista para el origen y desarrollo de los seres humanos y de la vida en general con su constante lucha por la supervivencia es aceptada en lugar de la narrativa bíblica de la creación, ¿qué consecuencias siguen para la escatología bíblica y para la esperanza de un adventista en cuanto a la vida eterna? ¿Podría tener la seguridad de la realidad de una tierra nueva donde el dolor, la lucha por la supervivencia, y la muerte estarán por siempre ausentes?[65]

La escatología es inherente al gran conflicto de los siglos. Porque Satanás ha tenido éxito en convencer a la mayoría de los habitantes de este mundo que la evolución es un hecho y que Dios no es el Creador, es que la esperanza de la humanidad por el inicio de un nuevo orden mundial se basa en expectativas diferentes a la segunda venida de Cristo. Un adventista es alguien que, habiendo percibido este hecho, muestra constantemente su voluntad de presentar a Dios como Creador, y es para él un privilegio exaltarlo como el Restaurador de la deplorable condición en la que se encuentra este planeta. Al hacerlo, un adventista señala hacia la segunda venida de Cristo como el punto concluyente y de cambio de la historia de la tierra.

Un adventista es alguien que al fundamentar su esperanza en la Biblia, percibe la futura resurrección de los creyentes como casi una “representación” del escenario de la creación de Adán.[66] Por contraste, el teólogo Bernard Ramm destaca el hecho de que, de acuerdo con la ciencia, no hay esperanza para el mundo en el horizonte. Más bien, la perspectiva es que pronto la vida no será posible para la humanidad sobre la tierra, porque “los enormes factores destructivos en nuestra situación actual hacen sombría cualquier esperanza de progreso”.[67]

De la misma manera Jewett señala perceptivamente que si el cristiano hiciera descansar la afirmación teológica de la creación sobre el fundamento de las ciencias naturales, la consistencia le obligaría a abrazar una perspectiva también científica del fin del mundo. Según el mismo autor, tal perspectiva equivaldría a una escatología lúgubre más allá de toda imaginación, y envuelta en una oscuridad nihilista.[68]

Contrariamente, un adventista es un creyente que, aunque sabe que Dios se reserva el derecho de poner fin a lo que él ha creado, encuentra esperanza genuina en la enseñanza bíblica sobre la segunda venida literal del Señor y Creador, ocasión en la cual él efectuará una nueva creación al hacer “nuevas todas las cosas” (Apoc. 21:5; cf. Isa. 65:17).

Sobre el autor: Marco T Terreros, Ph.D., nació en Colombia, cursó estudios de Maestría en Ciencias de la Salud Pública en la Universidad de Loma Linda, y en Religión en la Universidad Andrews, donde obtuvo el doctorado en Teología Sistemática. Actualmente es profesor de Teología y director de Postgrado e Investigación en la Universidad de Colombia, en Medellín.


Referencias:

[1] Aunque tengo permiso para usar material de su carta en el apropiado contexto ideológico, el nombre de este creyente es mantenido en reserva para proteger su identidad personal.

[2] Seventh-day Adventists Believe, A Biblical Exposition of 27 Fundamental Doctrines (Washington, DC: Review and Herald Publishing Association, 1988), pág. 165.

[3] En este ensayo los pasajes bíblicos son tomados de la Versión Reina-Valera, revisión de 1960.

[4] Richard Rice, The Reign of God: An Introduction to Christian Theology From Seventh-day Adventists Perspective [El reino de Dios: una introducción a la teología cristiana desde una perspectiva adventista] (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1985), pág. 370.

[5] Elena G. de White, Patriarcas y profetas (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1955, pág. 349).

[6] Elena G. de White, Patriarcas y profetas (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1955, pág. 349).

[7] White, Spiritual Gifts (Wáshington, D.C.: Review and Herald Publishing Asso- ciation, 1945), tomo 3, pág. 93.

[8] White, Steps to Christ, pág., 73.

[9] Ibid.

[10] Clyde L. Webster, Jr. “El Génesis y la edad de la tierra: Qué nos dice la datación radiométrica”, Diálogo, tomo 5, No. 1 [1993], pág. 5.

[11] Marvin L. Lubenow, “Does a Proper Interpretation of Scripture Require a Recent Creation?” [“¿Requiere la Interpretación apropiada de las Escrituras una creación reciente?”] En Decade of Creation, ed. Henry M. Morris y Donald H Rohrer (San Diego, Ca.: Creation- Life Publishers, 1981), págs. 90-104.

[12] Henry M. Morris, el líder principal del creacionismo científico, observa que “los adventistas hasta cierto punto han permanecido sólidamente creacionistas debido a que su principal maestra/fundadora, Elena G. de White, enseñó creacionismo literal”. Henry M. Morris, History of Modern Creationism [Historia del creacionismo moderno] Santee, Ca.: Institute for Creation Research, 2a edic., 1993), pág. 92.

[13] White, El Deseado de todas las gentes (Mountain View, Ca.: Publicaciones Interamericanas,

1955), pág. 23.

[14] Sin pretender ignorar la validez de la ciencia cuando trabaja en armonía con la revelación, es importante a estas alturas tener en mente la penetrante declaración del filósofo de la ciencia, Langdon Gilkey, en cuanto a lo que ha venido ocurriendo en la historia reciente. Su tesis es que “el cambio más importante en la comprensión de la verdad religiosa en los últimos siglos, un cambio que aún domina nuestro pensamiento hoy, ha sido causado más por la obra de la ciencia que por ningún otro factor, religioso o cultural”. Langdon Gilkey, Religion and the Scientific Future: Reflections on Myth, Science, and Theology (La religión y el futuro científico: Reflexiones sobre mito, ciencia y teología] (New York: Harper and Row, 1970), pág. 4. Esta declaración implica que la ciencia ha tenido más influencia en el entendimiento de la verdad religiosa en la historia moderna que la Biblia.

[15] Clark Pinnock. “Climbing Out of a Swamp: The Evangelical Struggle to Understand the Creation Texts” [Emergiendo de un pantano: La lucha evangélica por entender los textos acerca de la creación], Interpretation, 43 (enero, 1989): 154.

[16] La Teoría de la Brecha propone, en resumen, que entre los eventos de Génesis 1:1 y los de Génesis 1:3 pasaron millones de años, y que la creación ocurrió en tres etapas: una preedénica cuando la tierra era perfecta y hermosa (Gén. 1:1); un período intermedio cuando, debido a una lucha cósmica entre las huestes divinas y las satánicas la tierra quedó desordenada y vacía (Gén. 1:2); y el período de la “reconstitución” descrito en Génesis l:3ff.

[17] Versión Reina-Valera, revisión de 1960.

[18] Véase Richard M. Davidson, “En el principio: cómo interpretar Génesis 1”, Diálogo, tomo 6, No. 3 [1994], pág. 11.

[19] Estas, además de la Teoría de la Brecha, incluyen, la Teoría de las Edades Geológicas, que postula que los días de la creación no fueron literales sino períodos de tiempo muy largos; la Teoría de las Genealogías Abreviadas, que propone que si las genealogías de la Biblia omiten generaciones, como es el caso con algunas de ellas, tales omisiones podrían dar razón de todo el tiempo necesario para que la evolución ocurriera; y la Teoría del Génesis como relato artístico, en el cual el registro del Génesis es visto sólo como una pieza literaria cuya intención es transmitir verdad religiosa pero no realidad científica.

[20] Para una breve crítica de esta teoría véase a Gerhard F. Hasel, “Los Días de la creación en Génesis I: ¿son días literales o períodos figurados de tiempo?”, Ciencia de los orígenes 40-41 (enero-agosto, 1995): 5.

[21] White, Patriarcas y profetas, pág.

[22] Id, págs. 102-

[23] Geoffrey-W. Bromiley, “Creator” The International Standard Bible Encyclopedia (Grand Rapids: Eerdmans Publishing Company, 1992 ed.), tomo 1, págs. 802-803.

[24] Ibid.

[25] Ibid.

[26] Algunos autores ven en la evolución teísta una contradicción interna ya que evolución es naturalismo y teísmo es sobrenaturalismo. Los dos, puestos juntos en “evolución teísta”, significa entonces “naturalismo sobrenatural”. Randy L. Wysong, The Creation-Evolution Controversy [La controversia Creación-Evolución] (Lansing, Mích.: Inquiry Press, 1976), pág. 63.

[27] Benjamín Warfield, “Review of God’s Image in Man”, por James Orr [Reseña de la imagen de Dios en el hombre] The Princeton Theological Review 4 (1906): 557.

[28] Ibid. El juicio de Warfield es tan válido en este punto como cuando sigue adelante para afirmar que la “evolución no puede nunca, bajo ninguna circunstancia, originar un producto que sea específicamente nuevo: modificación es lo más que puede lograr; originar esta más allá de sus límites” (Ibid). Véase también John N. MÓbre, “Was Evolution Involved in the Process of Creation? No” [¿Estuvo la evolución envuelta en el proceso de la creación? “No”] en Ronald Youngblood, ed., The Genesis Debate: Persistent Questions About Creation and the Flood (Grand Rapids: Baker Book House, 1990), pág. 96.

[29] Véase Charles C. Ryrie, “The Bible and Evolution” [La Biblia y la Evolución] Bibliotheca Sacra 124 (enero-marzo, 1967): 68 passim.

[30] Elena G. de White afirma que la materia no posee poderes vitales ni produce nada por su propia energía inherente. White, Patriarcas y profetas, 106-107.

[31] White, Joyas de los testimonios, (Mountain View, Ca.: Publicaciones Interame- ricanas, págs, 1953), tomo 3, pág. 258.

[32] Tómese por ejemplo el concepto del origen del hombre, acerca del cual aun Karl Barth observó que por medio de “la idea del hombre como un animal dotado de razón, nosotros no somos guiados … a Dios”. Karl Barth, Church Dogmatics 111/2 (Londres: T.&.T. Clark, 1936), pág. 77.

[33] Richard Bube, “Biblical Evolutionism?” [¿Evolucionismo Bíblico?] Journal of the American Scientific Affiliation 23 (diciembre, 1971): 141.

[34] Gordon Wilson, Theistic Evolution [La evolución teísta] Athens, Al.: C.E.I. Publishing Co., 1972), pág. 31.

[35] Id., pág.

[36] Fred Van Dyke, “Theological Problem in Theistic Evolution” [Problemas teológicos en la evolución teísta], Journal of the American Scientific Affiliation 38 (marzo, 1986): 14.

[37] John Hedley Brooke, Science and Religion: Some Historical Perspectives [Ciencia y religión: Algunas perspectivas históricas] (Cambridge, MA: Cambridge University Press, 1991), pág. 313.

[38] Ibid.

[39] Ibid.

[40] Karl Schmitz-Moormann, “Evolution and Redemption: What is the Meaning of Christians Proclaiming Salvation in an Evolutionary World?” [Evolución y redención: ¿Qué significado tiene el hecho de que los cristianos proclamen la salvación en un mundo evolucionista?] Progress in Theology. News Letter of the John Templeton Foundations Center for Humility Theology 1 (junio, 1993): 7.

[41] Ibid. Véase también Norman P. Williams, The ideas of the Fall and of Original Sin: A Historical And Critical Study [Las ideas de la caída y del pecado original: Un estudio histórico y crítico] (Londres: Longmans, Green and Co., 1927), págs. 9-10.

[42] Davis A. Young, Creation and the Flood: An alternative to Flood Geology and Theistic Evolution [La creación y el diluvio: Una alternativa a la geología del diluvio y la evolución teísta] (Grand Rapids: Baker and Book House, 1977), pág. 166. Para mayor información sobre este tópico, véase Donald G. Bloesch, Essentials of Evangelical Theology [Esencia de la teología evangélica], tomo 1: God, Authority and Salvation (San Francisco: Harper & Row, 1978).

[43] Ver, por ejemplo, Calum M. Carmichael, “The Paradise Myth: Interpreting Without Jewish and Christian Spectacles” [El mito del paraíso: Interpretado sin los anteojos del judaismo y el cristianismo] en Paul Morris and Deborah Sawyer, eds. A Walk in the Garden: Biblical, Iconographical and Literary Images of Eden, JSOT Series (Sheffield, England: JSOT Press, 1992), págs. 47-63; John Polkinghome, Reason and Reality: The Relationship Between Science and Theology [Razón y realidad: La relación entre la ciencia y la teología] (Londres: SPCK, 1991), pág 99.

[44] Carmichael, 7.

[45] Pinnock observa que la historia de la redención comienza con el pecado de la humanidad y que la soteriología evangélica es dependiente de una caída literal del hombre (Pinnock, 151).

[46] John Rendle-Short, Man: Ape or Image: The Christian Dilemma [El hombre: Mono o imagen: El dilema cristiano], ed. (San Diego: MasterBook Publishers, 1984), pág. 152

[47] Sobre las implicaciones teológicas de afirmar la realidad de la muerte en el mundo antes de la caída del hombre, ver Marco T. Terreros, “Death Before the Sin of Adan. A Fundamental Concept in Theistic Evolution and Its Implications for Evangelical Theology” (Muerte antes del pecado de Adán: Un concepto fundamental en la evolución teísta y sus implicaciones para la teología evangélica] Ph D Dissertation, Andrews University. 1994

[48] Waters. pág. 150.

[49] E C Lucas, “Some Scientific Issues Related to the Understanding of Génesis 1-3”, [Algunos asuntos científicos relacionados con la comprensión de Génesis 1-3] Themelios 12 (enero, 1987): 50.

[50] Edward John Camell. The Case for Orthodox Theology [El caso en favor de la teología ortodoxa] (Philadelphia: Westminster Press. 1959), pág. 95.

[51] Por ejemplo, en su libro The Meaning of Creation: Genesis and Modern Science [El significado de la creación: Génesis y la ciencia moderna] (Atlanta, Georgia: John Knox Press, 1984), pág. 86, Conrad Hyers declara que “el peso de la evidencia científica es demasiado grande, y los argumentos científicos demasiado persuasivos, para que uno se aferre por más tiempo al creacionismo de los días literales”. Hyers procede luego a mostrar que no sólo él sino también Ramm, así como “un gran número de escritores evangélicos”, han adoptado una aproximación similar a la Biblia en un intento por evitar el literalismo del “Fiat Solamente” de los fundamentalistas “y dar lugar a los resultados más establecidos de la ciencia moderna” (Id., 97).

[52] Id., 85.

[53] Paul K. Jewett, God, Creation and Revelation: A NeoEvangelical Theology [Dios, Creación y Revelación: Una teología Neo-Evangélica] (Grand Rapids: Eerdmans, 1991), págs. 479-480.

[54] Ibid.

[55] White, Letter 7a, 1878, Ellen G. White Research Center, Andrews University, Bcrrien Springs, MI.

[56] E. G. Henry M. Morris, ed., Scientific Creationism [El creacionismo científico]. Véase además. Idem, Studies in the Bible and Science, or, Christ and Creation (Philadelphia: Presbyterian and Reformed Publishing, Co., 1966): Henry M. Morris and Gary E. Parker, What Is Creation Science? (San Diego, Ca : Master Book Publishers, 1982), Henry M. Morris, The Biblical Basis for Modern Science, para mayor información sobre los creacionistas científicos modernos más prominentes véase John C. Whitcomb y D B. DeYoung, The Moon: Its Creation. Form, and Significance (Winona Lake, IN: BMH. 1978), págs 166-169.

[57] E G., Robert H Brown, “Radiometric Age and the Tradicional Hebrew-Chnstian View of Time”, Origins 4 (1977) págs. 68-75; ídem, “Geo and Cosmic Chronology”, Origins 8 (1981): págs 20-45; idem, “How Solid is a Radioisotope Age of a Rock?” Origins 10 (1983): págs 93-95; Arthur V. Chadwick, “Precambrian Pollen in the Grand Canyon – A Reexamination”, Origins 8 (1981): págs. 7-12, Robert H Brown y Harold G Coffin, “Literature Reviews: Burgess Shale Reexamined”, Origins 17 (1990): págs 33-37, Man de Groot, “Cosmology and Genesis: The Road to Harmony and the Need for Cosmological Altematives” Origins 19 (1992): págs 8-32; George T. Javor “A New Attempt to Understand the Origin of Life. The Theory of Surface-Metabolism”, Origins 16 (1989): págs. 40-44; Ariel A. Roth, “Those Gaps in the Sedimentary Layers”, Origins 15 (1988): págs. 75-92; ídem, “Life in the Deep Rocks, and the Deep Fossil Record”, Origins 19 (1992): págs. 93-104; G. E. Snow and G. T. Javor, “Oxigen and Evolution”, Origins 2 (1975): págs. 59-63; Clyde L. Webster, “The Implications of the Oklo. Phenomenon on the Constancy of Radiometric Decay Rates”, Origins 17 (1990); págs. 86-92; “Proceedings of the International Conferences on Creationism, 1986”, tomo 1, “Basic and Educational Sessions”, tomo 2, “Technical Symposium Sessions and Additional Topics”, ed. Robert E. Walsh (Pittsburg, PA: 362 Ashland Ave., 1986) y Proceedings of the International Conferences on Creationism, 1990, tomo 1, “General Sessions”, tomo 2, “Technical Symposium Sessions and Additional Topics”, ed. Robert E. Walsh (Pittsburg, PA: 362 Ashland Ave., 1990), Harold Coffin, Origin by Design (Washington, D. C.: Review and Herald Publishing Association, 1983); véase también Leo R. Van Dolson, ed., Our Real Roots: Scientific Support for Creationism (Washington, D. C.: Review and Herald Publishing Association, 1979).

[58] Emil Brunner, The Christian Doctrine of Creation and Redemption [La doctrina Cristiana de la creación y la redención], trad. Olive Wyon (Philadelphia, PA: Westminster Press, 1952), pág. 79.

[59] John C. Whitcomb, Jr., The Early Earth [La tierra primitiva) (Grand Rapids: Baker Book House, 1972), pág. 103.

[60] Nephesh Haya se traduce mejor como “criatura viviente” o “ser viviente” (como en la Reina-Valera).

[61] Whitcomb, 105.

[62] Ibid. Nótese que, de acuerdo con la evolución teísta, la dimensión física del hombre, la forma prehumana a la que Dios le infundió un alma, debe necesariamente haber sido un ser viviente, el teólogo Millard J. Erickson observa que “este postulado de la evolución teísta contradice la declaración de Génesis 2:7 que el hombre llegó a ser un ser viviente cuando Dios lo formó e infundió en su ser el aliento de vida”. Erickson, 483 (el énfasis es de Erickson).

[63] Francis A. Schaeffer, Genesis in Space and Time: The Flow of Biblical History [Génesis en el espacio y el tiempo: El flujo de la historia bíblica] (Downers Grove; IL.: InterVarsity Press, 1972), pág. 33.

[64] Véase Nigel M. de S. Cameron, Evolution and the Authority of the Bible [La evolución y la autoridad de la Biblia] (Greenwood, SC.: Attic Press, 1983), págs. 46-71.

[65] Por ejemplo, Gertrude Himmelfarb señala a William H. White, un cristiano que no pudo seguir teniendo fe en una inmortalidad que “perpetuaría durante toda la eternidad los incontables millones de formas bárbaras, medio bestiales que deben de haber habitado la tierra antes de la evolución final del hombre. White renunció a la inmortalidad”. Gertrude Himmelfarb, Darwin and the Danwinian Revolution [Darwin y la revolución Darwiniana] (Garden City, NY: Doubleday & Company, 1959), pág. 369.

[66] Lubenow, 95.

[67]  Bemard Ramm, Offense to Reason: A Theology of Sin [Ofensa a la razón: Una teología del pecado] (San Francisco, CA: Harper and Row, 1985), pág. 123.

[68] Jewett, God, Creation and Revelation, pág. 477.