La niñez en peligro

Una afligida madre compartía conmigo sus preocupaciones por su hijito de apenas 6 años. El niño se mostraba muy agresivo con ella, con su hermanita y con sus compañeros en la escuela. Una de sus frases favoritas era: “Te voy a matar.” También le preocupaba a esa madre que el pequeño le preguntara con frecuencia:

— ¿Cuándo voy a tener músculos grandes y mucha fuerza?

— ¿Para qué? — le preguntaba la madre.

— Para castigar duramente a mis hijos cuando sea grande — contestaba.

La preocupación de aquella madre era justa, y era necesario hacer algo con urgencia. Esa pequeña vida comenzaba a crecer y perfilarse como un peligro social muy serio.

Pero, ¿qué en cuanto a las causas? Tras una breve indagación descubrimos que el niño era víctima del maltrato en el hogar. La violencia verbal y física eran el pan de cada día para ese pequeño ser.

Este, desafortunadamente, no es un caso aislado. Los periódicos nos despiertan a una cruda realidad cotidiana al relatar crueles abusos perpetrados contra algún indefenso niño. Lamentablemente, esto no ocurre de vez en cuando; lo que ocurre es que estos tristes casos sólo de vez en cuando llegan al conocimiento de las autoridades o de los medios de información. La dramática realidad es que en el mundo de hoy, el así llamado civilizado, el de las luces, los niños son cotidianamente víctimas del maltrato emocional y físico. Y todavía peor, del abuso sexual de parte de sus propios padres o de alguna persona significativa para ellos.

La realidad

La American Medical Association, informa que más de un millón de niños son maltratados anualmente en Estados Unidos, y que entre 2,500 y 5,000 mueren por esa causa. The New York Times informaba en 1988 que sólo en Nueva York, cerca de 100,000 niños fueron maltratados ese año.[1] En una encuesta realizada en Corea, en 1986, se encontró que el 66.2 % de los niños era objeto de maltrato físico.[2] Por su parte, Sariola y Uutela[3] encontraron en Finlandia que en una muestra de 400 alumnos de una población compuesta de 9,000 personas, el 72% contestó que eran objeto de algún tipo de la así llamada “violencia menor”, y un 8% de maltrato severo.

Por lo que respecta a Costa Rica, la Suiza Centroamericana, sólo en el Hospital Nacional del Niño se reciben 10 casos semanales de niños maltratados, y el 65% de éstos son niños o niñas de quienes se ha abusado sexualmente. Gutiérrez[4] afirma que 9 de cada 10 casos no son informados a las autoridades. En Chile[5], donde también existe este fenómeno, en un panel presentado sobre violencia intrafamiliar, no se dieron datos al respecto; sólo se informó que el 60% de los menores delincuentes provienen de hogares donde son severamente maltratados.

En Guatemala[6], en un estudio realizado en la Guardería Betania, de un total de 250 niños, en 69 casos (28%) se detectó maltrato físico. En Barquisimeto, Venezuela, en 1994, sólo en el PANMAL (Programa para el Niño Maltratado) de dicha ciudad, se dio a conocer que en un solo mes ocurrieron 136 casos de maltrato a menores. Y como acota Peralta,[7] “las estadísticas en nuestro país no reflejan fehacientemente el número de casos ocurridos, en vista de que, por cada niño atendido en un hospital, se calculan cien casos no denunciados”.

Al medir la magnitud del abuso sexual y físico en la República Dominicana, investigaciones realizadas por Burgo y García,[8] revelan que de cada 100 estudiantes universitarios, 33% fueron víctimas de experiencias sexuales antes de los 18 años. Por lo que respecta a Perú, el Diario de la República[9] informa que más de 5,000 casos de abuso sexual fueron informados el año pasado en Lima.

De acuerdo con el informe de la UNICEF[10] de 1990, en Bolivia, entre 3,000 y 5,000 niños vivían en la calle y unos 100,000 trabajaban en ellas. En Colombia, según informes proporcionados en 1988, de una población de 28 millones, 4,5 millones de niños menores de 15 años vivían en extrema pobreza.

Y México no se queda atrás. Sólo en la ciudad de Reynosa, Tamaulipas, se reciben 40 denuncias mensuales de maltrato que ponen en peligro la vida del niño.[11] En Chihuahua, el DIF estatal reveló en 1986, que 20 de cada 100 padres maltrataban a sus vástagos.[12] Sólo en el Distrito Federal se informaron en 1991 9,577 denuncias de maltrato a menores.[13] Durante el primer semestre de 1992, de acuerdo con Guzmán,[14] se informó que 65,055 niños fueron víctimas de abuso y maltrato. A esto añadamos los más de 10 millones de menores entre ocho y 17 años de edad que se ven obligados a trabajar para contribuir al magro presupuesto familiar. En el estado de Nuevo León, el DIF estatal informa que de 1994 a 1995 el número de niños maltratados se incrementó de 922 a 1,335[15] (recordemos que estos son únicamente los casos que fueron informados y en los que intervino la autoridad).

Se estima que en Latinoamérica, según la VII Conferencia Iberoamericana de la Juventud, reunida en Punta del Este, Uruguay, en 1994, más de 40 millones de niños viven marginados, en el desamparo y la pobreza extrema.[16] Según informes publicados en 1993 por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, la Cultura y la Educación (UNICEF), cada año mueren en Latinoamérica 800 mil niños.[17] Según el doctor Rodrigo Crespo Toral, director general del Instituto Interamericano del Niño, en Latinoamérica viven cerca de cinco millones de niños abandonados, sin contar unos 20 a 25 millones que viven en estado de semiabandono.[18]

Ya se trate de maltrato emocional o físico, abuso sexual o explotación laboral, las víctimas más comunes son los niños. Ellos constituyen el sector más vulnerable de nues­tra sociedad. Ante esta sombría realidad, bien podemos decir que el futuro del niño está hipotecado. Su futuro es incierto. Su desarrollo está seriamente amenazado.

No es posible permanecer indiferentes ante el maltrato, la ignorancia, la pobreza, la enfermedad y la muerte prematura que son el flagelo de la niñez. Mucho menos pueden permanecer indiferentes la iglesia y los pastores que recibieron del Señor la comisión de cuidar a los corderitos.

Historia

Si bien el maltrato infantil ha sido identificado como un problema social de la segunda parte de este siglo, lamentablemente no es algo nuevo. El problema es casi tan viejo como este mundo. Belsky[19] afirma que sus raíces pueden remontarse hasta el tiempo de la antigua Roma, hasta los escritos de Aristóteles, y aun antes.

Doscientos años después de Cristo, un famoso médico de Éfeso llamado Soranus, en su libro sobre ginecología, recomendaba ciertos cuidados que debían darse a los recién nacidos. Sin embargo, bajo ciertas circunstancias, recomendaba el infanticidio.[20] Séneca, Platón y Aristóteles, aprobaban la muerte de niños recién nacidos que tuvieran algún defecto.[21] La práctica del infanticidio fue común tanto en Grecia como en Egipto y persistió en algunos países europeos hasta ya bien entrado el siglo XIX. En la antigüedad los niños deformes, débiles, enfermizos o mentalmente retardados, no tenían derecho a vivir. En el Oriente se practicaba la castración que convertía a los niños en eunucos. La mutilación fue otra práctica a la que fueron sometidos muchos niños tanto en China como en otros países del Oriente.[22] Para el año 900 de la Era Cristiana, un médico persa que trabajaba en los harenes de Bagdad, afirmaba que la así llamada “hernia infantil, no era otra cosa que golpes que las madres propinaban a sus hijos”.[23] Fue común desde los tiempos de los cananeos hasta mediados del siglo XVII en el Medio Oriente enterrar niños recién nacidos en los fundamentos de edificios o puentes. Por increíble que parezca, esta horrible costumbre se practicó también en Europa. Los espartanos tenían la costumbre de hacer examinar a los recién nacidos por los ancianos dirigentes de la ciudad. Los niños defectuosos o débiles eran arrojados del monte Taggelus a un despeñadero. Los padres escandinavos tenían derecho de vida o muerte sobre sus hijos recién nacidos. Si el padre extendía los brazos y aceptaba al recién nacido, podía ser alimentado y bautizado; si no, el niño podía ser abandonado o muerto. Según Wemer, esta práctica no fue exclusiva de los tiempos antiguos, prevaleció hasta 1731 en Suecia, y hasta 1850 en Noruega y Dinamarca.[24]

En la primera mitad del siglo veinte, hasta la década de 1960, nuestra sociedad se negaba a admitir que el síndrome del niño maltratado fuera un problema social, más bien se creía que era un raro problema familiar. El hogar se consideraba como el lugar más seguro para los niños. Los padres, se pensaba, eran las figuras más cariñosas e incapaces de lastimar a sus hijos. Sin embargo, en la década de 1960, un grupo de médicos encabezados por el Dr. Hcnry Kempe, despertaron al mundo a una dramática realidad al afirmar que los niños norteamericanos eran cruelmente maltratados por sus progenitores. En ese tiempo se acuñó la frase “síndrome del niño maltratado”.

Hoy no podemos negar que el maltrato al niño es un grave problema social que afecta a muchos hogares de todos los países, culturas y clases sociales.

Ya sea por razones religiosas (sacrificios), como método de control natal, o por razones políticas (sacrificios políticos), la historia denuncia que los niños del mundo han estado expuestos al infanticidio, la mutilación, el abandono, el castigo, el hambre, la desnutrición o el trabajo forzado, por parte de sus padres o tutores, a lo largo de todos los siglos y culturas.

Consecuencias

Cuando consideramos los terribles resultados del maltrato infantil, en sus diferentes modalidades, así como también el enorme costo económico y social que conlleva, la reacción natural de todo corazón sensible es hacer algo y pronto, pues de otro modo miles de niños se añadirán cada año a las estadísticas que revelan un panorama inhumano y trágico.

Los efectos del maltrato son múltiples. Van más allá de la víctima inocente y de su familia y se extienden a la sociedad en general. Pero, obviamente, quienes más sufren los terribles efectos son los niños, quienes responden de diversas maneras. Algunos de ellos se volverán muy pasivos, otros agresivos; algunos más desarrollarán conductas delictivas; otros presentarán desórdenes en su desarrollo. Algunos nunca aprenderán a jugar, ni a confiar en los demás, y otros, desafortunadamente, morirán.

Los expertos señalan como los efectos más notorios del maltrato, las siguientes conductas:

1. Baja autoestima

2. Ansiedad

3. Aislamiento

4. Depresión

5. Falta de confianza

6. Conductas auto-destructivas

7. Abuso de sustancias tóxicas

8. Conductas delictivas

9. Repetición del ciclo de violencia.

Kashani[25] afirma que los niños que fueron objeto de violencia, o que fueron expuestos a episodios de violencia, ya sea conyugal o de otro tipo en el hogar, presentarán problemas serios en su personalidad. El maltrato no sólo afecta la integridad física del niño, sino también varias facetas de su vida. A corto plazo, sólo afecta su integridad física, pero a largo plazo, puede producir desórdenes psicosomáticos como insomnio, depresión, trastornos mentales, demora en su desarrollo intelectual, problemas neurológicos y de lenguaje, limitaciones en su desarrollo psico-social y problemas de aprendizaje y de conducta. Algunos, incluso, presentarán tendencias suicidas.[26]

El maltrato no sólo repercute en la vida del niño. Siendo que la violencia engendra violencia, los maltratos recibidos en su niñez los repetirá como joven y como adulto en sus diferentes relaciones. Breando y Bernard descubrieron que los estudiantes expuestos a violencia intrafamiliar, tendían a ser violentos en sus relaciones de noviazgo. En un estudio realizado con 481 estudiantes universitarios, de 168 hombres que participaron, 15% maltrataban a sus novias. De éstos, un 77% fueron maltratados cuando niños. De las 293 mujeres que participaron, 21% habían mostrado actos violentos en su relación de noviazgo, y de este grupo 82% habían sido maltratadas en su hogar. De esta muestra, 74% de los hombres y el 77% de las mujeres repetían los mismos actos violentos que habían experimentado y observado en su niñez en el hogar.[27]

Van Hasselt[28] ha descubierto que los niños maltratados suelen desarrollar conductas antisociales y problemas de adicción a las drogas. Por su parte Belitz y Schacht[29] observaron que los jóvenes que han sido maltratados de niños son presa fácil de los cultos satánicos.

Prevención y ayuda

Siendo que los niños cristianos no son, desafortunadamente, inmunes al maltrato, las iglesias y los pastores en particular, deberían hacer esfuerzos decididos para prevenir este grave problema entre las familias de su congregación. También deberían diseñar programas para brindar ayuda tanto a las víctimas del maltrato como a los padres maltratadores.

Existen agencias públicas y privadas comprometidas en el estudio, la prevención y el remedio del maltrato a los niños. ¿Debería la Iglesia Adventista ser indiferente o conformarse con hacer tibios esfuerzos para ayudar en la solución de este gravísimo problema social? Al contrario, debería sumar su voz a la de aquellos hombres y mujeres que se esfuerzan para brindar a los niños un mejor porvenir.

¿Qué pueden hacer una iglesia y su pastor para ayudar? Primero que todo, reconocer que el problema es grave y complejo y que requiere el concurso de muchos para abordarlo. Los especialistas consideran que se necesita un trabajo multidisciplinar para encararlo. Y es aquí donde la iglesia tiene una dorada oportunidad.

Segundo, admitir que los miembros de su congregación no son inmunes a este problema. Tercero, entender que, tanto los padres maltratadores como los niños y menores maltratados, necesitan ayuda para su problema. Cuarto, reconocer que la iglesia es el refugio apropiado, tanto para los miembros como para los que no lo son, que necesitan ayuda.[30]

Quinto, tanto el pastor como la iglesia, deberían saber lo que la Biblia enseña respecto al maltrato y la violencia doméstica. Podría darse el caso, y de hecho se da en algunas familias que, debido a una inadecuada interpretación de la Biblia, algunos padres maltratan a sus hijos creyendo que así cumplen la voluntad de Dios.

Sexto, tanto el pastor como la iglesia, deberían saber cuáles familias están en riesgo de usar la violencia familiar como vehículo para arreglar frustraciones o desacuerdos. Existe una tipología que indica qué familias y niños corren ese riesgo. Por consiguiente, la mejor forma de prevenir el maltrato es brindar educación a las familias de alto riesgo.

Séptimo, usar el amor redentivo (no la disciplina punitiva) con aquellas familias donde la violencia es el pan de cada día. Establecer redes de apoyo para los padres y los niños de hogares violentos. Es necesario saber que muchos padres maltratan a sus vástagos, no porque sean malos, o anticristianos, ni porque quieran; sino porque existen factores personales, familiares, sociales que inducen a los padres a golpear a sus hijos, a veces, aun en contra de su propia voluntad.

Estos padres cristianos pueden sentirse sumamente culpables por golpear a sus hijos. Hasta pueden sentirse indignos, no sólo de desempeñar una responsabilidad en la iglesia, sino hasta de llamarse cristianos. Generalmente se sienten rechazados cuando otros creyentes se enteran de su conducta. Ante esta situación tienden a aislarse (lo que aumenta el riesgo de maltrato). “En nuestro trato con otros, pongámonos en su lugar. Comprendamos sus sentimientos, sus dificultades, sus chascos, sus gozos y sus pesares. Identifiquémonos con ellos; luego tratémoslos como quisiéramos que nos trataran a nosotros si cambiásemos de lugar con ellos.”[31]

Polansky[32] afirma que los grupos de apoyo en la iglesia, han probado ser un medio efectivo para ayudar a las familias donde se dan actos de maltrato. Por su parte, Caliso y Milner[33] subrayan el hecho de que las familias que han logrado romper el ciclo de violencia familiar, son aquellas que han contado con un grupo de amigos que les brindaron apoyo emocional y comprensión.

Octavo, ofrecer seminarios de orientación tanto a padres actuales como futuros. Las clases de aconsejamiento marital son de gran ayuda para los futuros padres, ya que les ayudan a cumplir con eficacia la difícil tarea de la paternidad. Muchos padres golpean a sus hijos, no porque quieran sino porque ignoran las etapas de desarrollo del niño. Algunos pueden sentirse frustrados y tentados a maltratar a sus hijos, sólo por el hecho de que el niño no satisface sus expectativas (reales o irreales). Esperan de sus vástagos conductas para las cuales todavía no están preparados.

“A veces los padres hablan con irritación, y de esa manera excitan la ira en sus hijos, y son a veces exigentes e inquietos. Los pobres niños participan del mismo espíritu…a veces todo parece ir mal. Hay intranquilidad en el ambiente, y todos pasan momentos desdichados. Los padres echan la culpa a los pobres niños, y piensan que son desobedientes, e indisciplinados, los peores niños del mundo, cuando la causa de las dificultades reside en ellos mismos”.[34]

Noveno, los padres y las madres deberían entender lo que la Biblia dice con respecto a cada ser humano (grandes o chicos, hombres o mujeres):

♦Cada niño pertenece a Dios. “Herencia (don) de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre” (Sal. 127:3).

♦Cada niño es sumamente valioso a los ojos de Dios, “porque a mis ojos fuiste de gran estima, eres honorable y yo te amé” (Isa. 43:4). Debemos recordar que cada ser humano es un acto del amor divino. Que Dios hizo al hombre y a la mujer a su propia imagen. Por lo tanto cada padre debería considerar a su hijo o su hija como una creación de Dios. “Una religión que induce a los hombres a tener en poca estima a los seres humanos, a quienes Cristo consideró de tanto valor que dio su vida por ellos; una religión que nos haga indiferentes a las necesidades, los sufrimientos o los derechos humanos, es una religión espuria”.[35]

♦La paternidad (y la maternidad) deben cumplirse en armonía con la voluntad de Dios. “Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos” (Efe. 6:4). Los padres tenemos en Dios el modelo para tratar, educar y corregir a nuestros hijos.

♦Los padres hemos sido puestos para representar a Dios, mientras nuestros hijos son pequeños. “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen” (Sal. 103:13). Anderson y Gucmsey,[36] afirman que los padres deben relacionarse con sus hijos en la misma forma en que Dios se relaciona con su pueblo. Por su parte Elena G. de White dice que “los padres deben considerar que están en el lugar de Dios para sus hijos”.[37]

Los niños ocuparon un lugar especial en el ministerio de Jesús. El mismo lugar deberían ocupar en la vida de cada ministro y de cada iglesia. Deberíamos tener especial compasión para aquellos niños que son maltratados en sus hogares. “Algunos niños… han recibido como legado rasgos de carácter poco promisorios, y por eso tienen mayor necesidad de simpatía y amor”.[38]

Décimo, los pastores deben informarse adecuadamente acerca de la naturaleza del problema, los aspectos legales que involucran el maltrato, y las agencias que brindan ayuda en casos de violencia familiar. De esta forma los pastores y las iglesias serán canales de la gracia de Dios para eliminar los efectos del pecado.

Conclusión

La historia dice que los niños, en todos los tiempos y culturas, han sido objeto de maltrato físico y emocional y que han sido sacrificados por razones religiosas y políticas. Han sido mutilados por razones económicas y obligados a trabajar en condiciones insalubres. La situación actual de los niños no es mucho mejor que la que padecieron en la antigüedad. El maltrato sigue siendo una triste realidad. El robo y el tráfico de niños es un negocio multimillonario. El abuso sexual y la pornografía a que son sometidos es tolerado y hasta promovido en algunos lugares. El abandono a que son expuestos por padres irresponsables y el hambre que padecen diariamente los obligan a abandonar la escuela y dedicarse al robo, al “trabajo” callejero, al consumo y distribución de drogas.

Los niños no adventistas también merecen la atención de los pastores y de las iglesias. Ellos también merecen ser considerados en los planes de la iglesia. Los niños son muy caros a la vista de Dios. Jesús los ama en forma especial, por eso dijo: “De los tales es el reino de los ciclos” (Mar. 10:14).

¿Están las iglesias y los pastores listos para ayudar a los niños de su congregación que son maltratados? ¿Están las iglesias y los pastores listos para hacer esfuerzos decididos (no lánguidas iniciativas) para prevenir el maltrato de los demás niños del “mundo”?

En el más famoso de sus discursos, Martin Luther King, hijo, declaró: “tengo un sueño”. Ese sueño era erradicar la discriminación racial en su país. Soñaba con el día cuando niños blancos y negros pudieran, tomados de la mano, jugar, sin barrera ni impedimento.

Yo tengo un sueño: que la iglesia sea una agencia que deje oír el peso de su voz para prevenir, remediar y, de ser posible, eliminar el maltrato del niño.

Sobre el autor: Antonio Estrada M. Ph. D., se desempeña actualmente como profesor de la Maestría en Relaciones Familiares de la Universidad de Montemorelos, México.


Referencias:

[1] A. Fink y L. McCloskey, “Child Abuse and Neglect: Prevention Programs For-ward”, Child Abuse and Neglect, tomo 4, (1990), págs. 187-206.

[2] Byung Hoon Chun, Child Abuse in Korea, Child Welfare, tomo 18, número 2, (1989) marzo-abril, pág. 156.

[3] Heikki Sariola y Antti. Uutela, “The Prevalence and Context of Family Violence Against Children in Finland” Child Abuse and Neglect, tomo 16, (1992), págs. 823-832.

[4] María Luisa Gutiérrez Ch. “Prevención del maltrato contra la infancia: Experiencia costarricense. Citado por Luis Eduardo Primero y Rivas, ed. Memoria del 11 simposio Interdisciplinario e Internacional del maltrato a los niños y sus repercusiones educativas (México: Ficomi, 1992), pág. 17.

[5] “El maltrato a menores: Promulgadas leyes de violencia intrafamiliar” El Mercurio (Santiago de Chile, 24 de agosto de 1994), pág. 5.

[6] María Josefa González Hernández, Síndrome del Maltrato en niños de la Guardería Betania (Tesis no publicada, Guatemala, noviembre de 1986).

[7] Yayett Peralta, “Los niños maltratados: Un problema de salud pública” El Impulso (Barquisimeto, Venezuela, Sección D, 31 de julio de 1994), pág. 8.

[8] Zcleided Alma de Ruiz, El abuso al menor de y en la calle (Ponencia presentada en el IV Congreso Latinoamericano de Prevención al Maltrato, Porto Alegre, Brasil, mayo, 1993).

[9] Isabel Rojas, Diario de la República (Lima, Perú, 30 de enero de 1996), pág. 12.

[10] Arturo Loredo Abdalá, “Los niños de la calle y en la calle”, El niño Maltratado (México: Interamericana, MacGrawHill, 1994), pág. 84.

[11] Rebeca Lucio, “Niño Maltratado”, (El Mañana, Reinosa, Tamps., México, 23 de marzo, 1994).

[12] González Castro V. “Reveladores datos del DIF sobre los niños Maltratados” Novedades (Chihuahua, Chih., 14 de mayo de 1986).

[13] Gustavo A. Félix López y Patricia Meléndez Aviña, “El niño objeto de violencia: Estudio con padres de familia en un centro de psicopedagogía”, citado por Luis Eduardo Primero y Rivas, ed. El maltrato al niño y sus repercusiones educativas (México: Ficomi, 1992), pág. 104.

[14] Wilfredo Guzmán Guajardo, “Algunas formas de maltrato social en México”, citado por Arturo Loredo Abdalá en Maltrato al menor (México, Interamericana-McGraw Bill, 1994).

[15] María Luisa Medellín, “Piden reformas para proteger a los menores maltratados” (El Norte, Monterrey, N. L. México, 20 de marzo de 1994).

[16] “El futuro de los niños en riesgo” (El Comercio, Quito, Ecuador, 25 de abril de 1994).

[17] “Cada año mueren en Latinoamérica 800,000 niños” (El Financiero, México, D. F., 5 de noviembre de 1993).

[18] Héctor José Villanueva Cliff, “El maltrato al menor” (Conferencia dictada en el Congreso Iberoamericano sobre el menor maltratado, México, D. F., 1994).

[19] J. Bclsky, “Child Maltreatment: An Ecological Integration”, American Psycologist, tomo 35, (1980), págs.

320-335.

[20] Margarel Lynch, “Child Abuse Before Kempe: A Historical Literature Review”, Child Abuse and Neglect tomo 9, (1985), págs. 7-15.

[21] Edward Zigler y Nancy W. Hall, “Physical Child Abuse: Past, Present, and Future”, citado por Dante Ciccheti y Vicky Carlson Child Maltreatment (Cambridge: Cambridge University Press, 1991), pág. 40.

[22] Samuel Radbill, “Children in a World of Violence: A History of Child Abuse”, citado por Ray E. Helfer y Ruth S. Kempe en The Battered Child, 4a. edic. (Chicago: University of Chicago Press, 1986), págs. 3-22.

[23] Lynch, pág. 7.

[24] Zigler y Hall, pág. 40.

[25]  Javad H. Kashani, “Special Article: Family Violence, Impact on Children”, Journal of American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 31 (2), (1982), págs. 181-189.

[26] Suzanne K. Steinmetz, “Family Violence”, citado por Marvin B. Sussman y Suzanne K. Steimelz, eds. en Handbook of Marriage and the Family (New York: Plenum Press, 1988), págs. 725-765.

[27] .Id., pág. 753

[28]  Vincent Van Hasselt y otros, “Maltreatment in Psychiatric Hospitalized Diagnosed Adolescent Substance Abusers, Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 31 (5), (1992) págs. 868-873.

[29]  J. Belitz y A. Schacht, “Satanism as a Rcsponse to Abuse: The Dynamics and Treatment of Satanic Involvement in Male Youths Adolescence, Invierno, 27 (108), (1992) págs. 855-861.

[30] E. Nardquis, “A Pastoral Response to Domestic Violence”, Theology and News Notes, Octubre de 1986.

[31] Elena G. de While, El discurso maestro de Jesucristo (Mountain View, Calif.: Publicaciones Interamericanas, 1972), pág. 84.

[32] N. A. Polansky, el al, “The Psychological Ecology of Neglectful Mother”, Child Abuse and Neglect, tomo 9, (1985) págs. 265-275.

[33] John A. Caliso y Joel S. Milner “Childhood History of Abuse Screening”, Child Abuse and Neglect, tomo 16, (1992), págs. 647-659.

[34] Elena G. de White, Joyas de los testimonios, tomo 3 (Mountain View, Calif.: Publicaciones Interamericanas, 1953).

[35] Id., pág. 8

[36] Ray S. Andcrson y Dermis B. Guemsey, On Being Family (Grand Rapids: Williams B. Eerdman Publishing Co., 1985).

[37] 37. Elena G. de While, Conducción del niño (Mountain View, Calif.: Publicaciones Interamericanas, 1974), pág. 453.

[38] Ibid.