La consideración de los niños como personas conforma significativamente nuestro ministerio para ellos y sus familias 

Para la mayoría de los pastores los niños de la congregación no son más que una señal bienvenida y saludable. Las familias jóvenes traen energía, entusiasmo y crecimiento a la congregación. La mayoría de las iglesias invierte mucha energía para atraer familias con niños a la feligresía. Sin embargo, pocos pastores negarían que ministrar a los niños y sus familias representa un desafío que puede tensar al máximo los límites pastorales. 

Bajo algunas circunstancias difíciles no existe otro curso de acción responsable sino referir a una familia a quien tenga las calificaciones profesionales necesarias para darle ayuda. Pero también podemos vigorizar nuestra comprensión de los niños y sus familias y desarrollar habilidades para el ministerio que fortalecerán, tanto nuestras habilidades para manejar situaciones a medida que surjan, como para saber cuándo están por encima de nuestra capacidad. 

Comprender a los niños 

En un momento al parecer insignificante, quedó fija la visión que tenemos de los niños. “Cuidado, pastor, hay una persona detrás de usted”, fue todo lo que una madre dijo, mientras Ron se alistaba para plantar sus zapatos número 11 detrás de él sin mirar. Volviéndose con ánimos de pedir disculpas a la persona que había estado a punto de atropellar, Ron se sorprendió de no ver a nadie frente a él, por lo menos al nivel de sus ojos. Pero más de un metro más abajo, sin embargo, estaba una niñita sonriéndole. “Hay una persona detrás de usted”, es algo que hemos escuchado muchas veces desde que comenzamos a considerar las necesidades de los pequeñuelos en nuestra congregación. Todas las personas merecen ser tratadas con dignidad y respeto, merecen ser escuchadas y recibir atención cuando tienen problemas. Si consideramos a los niños como personas, nuestro ministerio se transformará para incluirlos a ellos y sus familias, y elevará la importancia de un ministerio tal. 

“Educa al niño para que se conduzca como debe hacerlo” es otra versión de Proverbios 22:6 que enfatiza la importancia de ser condescendiente con las diferencias -de género, temperamento, etapa de desarrollo, posición en la familia, y patrones de desarrollo- del niño. Muchas dificultades en el trato con los niños surgen de las expectativas irreales debidas a la falta de conocimiento del significado de estas diferencias. Los adultos, por ejemplo, que esperan que un niño de tres años comparta todo voluntariamente, que uno colérico acepte cambiar sus ideas fácilmente, que los niños y niñas que cursan la escuela primaria se gusten mutuamente o que aquellos que se están aproximando a la pubertad le cuenten todo a sus padres, se encaminan directamente a la frustración, si no a la confrontación. 

Los padres necesitan estar seguros de que sus niños son normales. La psicóloga adventista, Ruth Murdoch, responde con un guiño a ciertos padres preocupados porque su niño de tres años no avisa que necesita ir al baño: “La mayoría de los niños resuelven este problema cuando cumplen los 15. Si para entonces siguen teniendo problemas, tendremos que ir al fondo del asunto”. El comportamiento normal de los niños cubre un amplio espectro. La oportunidad de intercambiar experiencias con otros padres y de aprender con el consejo que puedan brindar otras familias educará, ayudará y dará mucha paz a los padres. 

La sensación de ser normales 

La sensación de normalidad de los padres puede verse afectada por alguna experiencia traumática que ellos tuvieron durante el crecimiento. Los pastores que confrontan intencionalmente sus asuntos personales y buscan toda la ayuda posible para crecer y madurar, tendrán una mejor comprensión de las preocupaciones que surjan en las familias de la congregación. También se encontrarán en una mejor posición para detectar comportamientos que necesitan evaluación profesional y animarán y ayudarán a las familias para que tengan acceso a todos los recursos disponibles. Por ejemplo, un niño que demuestra comportamientos sexuales más allá de su comprensión o experiencia; otro que de repente empieza a fracasar en la escuela; uno más que es víctima de todos los demás niños y finalmente uno que es excepcionalmente brillante que no tolera la rutina escolar, debieran llamar inmediatamente su atención. 

Su éxito pastoral en la ministración de los niños y sus familias será proporcional, en gran medida, a la calidad de las relaciones personales que usted haya establecido con ellos. La visita regular a los hogares de sus miembros no sólo fortalece las relaciones, sino también le permite observar los patrones de la interacción familiar en el hogar. Una relación cálida, de confianza, y el diálogo natural y abierto que usted haya establecido a través del tiempo, le capacitarán para ayudar a los niños y a sus familias en cualquier problema que afronten. 

El pastor como entrenador 

El terapeuta familiar y rabino Edwin Friedman habla del pastor como entrenador en su libro Generation to Generation: Family Process in Church and Synagogue [De generación en generación: Proceso familiar en la iglesia y la sinagoga] (1985). Por lo general, la preparación pastoral coloca su énfasis en la capacitación del pastor para oficiar en eventos familiares: tales como bodas, dedicación de niños, funerales, bautismos, graduaciones, etc. Sin embargo, Friedman señala que los pastores más exitosos son aquellos que han desarrollado una habilidad extraordinaria para entrar en la vida de las personas y actuar como entrenadores de las familias en las transiciones y crisis de la vida. 

Por lo tanto, más importante que predicar pulidos sermones desde el púlpito, es que los pastores conozcan a las familias que están dentro del círculo de su responsabilidad, y que establezcan fuertes relaciones de apertura y confianza con ellos. Son esas relaciones estrechas las que abren el camino para que el pastor entre en el sistema familiar en momentos de necesidad. Conexiones que ofrezcan aliento, esperanza y otras alternativas a las familias imaginativas; vínculos libres de ansiedades a fin de que los momentos difíciles se reestructuren y lleguen a ser oportunidades para crecer. 

No es posible enfatizar demasiado, sin embargo, que, cuando se sospecha que existe el abuso infantil, la responsabilidad moral y las leyes, al menos en muchos lugares, exigen que se informe a los-servicios de protección infantil. Este curso de acción es el más apropiado para dar esperanza de sanidad a las víctimas involucradas, así como la rehabilitación del abusador. La responsabilidad del pastor consiste en informar las evidencias del abuso y cooperar con las agencias gubernamentales, dar atención y apoyo pastoral a toda la familia, a medida que se sigue el proceso legal y a medida que el abusador recibe terapia y rehabilitación profesional. 

Adoptar una orientación hacía la necesidad 

Muchas veces nuestra respuesta ante los problemas de los niños no es más que una reacción. Tendemos a reaccionar ante el comportamiento para tratar de reformarlo de acuerdo con nuestras propias concepciones como adultos, sin mucha consideración por las razones de tal comportamiento. Debemos recordar que prácticamente cualquier comportamiento es el producto de una necesidad. En sus libros How to Really Love Your Child (1977) y How to Really Love Your Teenager (1981), el psicólogo infantil Ross Campbell arguye convincentemente que si pusiéramos más énfasis en la satisfacción de las necesidades que tiene el niño de amor, atención, toque afectuoso, alimentación espiritual, diálogo abierto, límites razonables, disciplina bondadosa pero firme, y cuidado físico de su salud, avanzaríamos mucho en la corrección de comportamientos equivocados y en la crianza de niños saludables en todo sentido. 

Un muchacho se vuelve de repente muy introvertido y da la impresión de evitar el contacto con sus compañeros de escuela. El maestro observa al muchacho, que por lo general era amigable, escurrirse de su asiento tan pronto suena la campana y escabullirse de la escuela saltando la cerca trasera del plantel. Consciente de tan extraño comportamiento, el pastor que ha adoptado un ministerio orientado a la necesidad, se preguntará primero qué le ocurre al muchacho. En este caso, una charla breve y cálida y un oído atento durante cinco minutos, abre el camino para que el niño revele la causa de su problema. Aparentemente el padre del niño es excesivamente económico, y compró a su hijo varios pares de pantalones en un baratillo. Desafortunadamente, eran acampanados, cuando todos los otros niños estaban usando pantalones rectos. Tan pronto como se cambiaron los pantalones, se restablecieron los patrones de comportamiento normal. 

Sistemas familiares conscientes 

Alguien ha dicho que no existen individuos, sino sólo piezas familiares. Todas estas “piezas” están conectadas en red en un sistema. Existen nexos relaciónales entre cada persona y los demás miembros de la familia. Los movimientos de cada individuo tienen repercusiones sobre todos los otros en la red familiar. Muchas veces son los jóvenes los que están menos capacitados para ajustarse apropiadamente a los cambios o conflictos que afronta en su sistema relacional íntimo. También tienden a ser menos sofisticados que los adultos para encubrir los conflictos que se producen en el hogar. Actúan en función del dolor y el estrés que sienten. Los comportamientos y actitudes de los niños sirven, muchas veces, como un barómetro para detectar el funcionamiento interior de la familia como un todo, e indican a su vez la influencia que el sistema familiar tiene sobre sus miembros como individuos. 

Una vez escuchamos a Dennis Guemsey, profesor de sociología familiar en el Seminario Fuller, contar la experiencia que tuvo como pastor juvenil cuando hizo amistad con un joven que tenía problemas con la ley. 

Deseaba más que cualquier otra cosa que el joven comenzara de nuevo, lo animó a cuidar su cuerpo, le compró ropa nueva, lo ayudó a buscar un empleo por horas, y lo introdujo en el círculo juvenil de la iglesia y en su propia familia. Dennis estaba tan orgulloso de los progresos que había visto en el joven, que comenzó a contar su historia como un testimonio del poder de Dios. Pero una noche sonó el teléfono. Era la policía que le anunciaba que tenía detenido a su joven amigo. En la comandancia de policía, donde vio al joven en quien había invertido tanto, los ojos de Guemsey reflejaron la pregunta que tenía en su corazón: ¿por qué? “Tú no comprendes”, murmuró el joven, levantando ligeramente la cabeza; “tú no vives donde yo vivo”. 

La noción de que una cadena de estrechas relaciones se mueve constantemente hacia la homeostasis, es vital para la teoría del sistema familiar. Es decir, buscan la quietud, el “estado de reposo”. De manera similar, las familias parecen operar bajo un sistema de leyes no escritas que buscan el equilibrio emocional, y la sensación de ser normales. Muchas veces los niños asumen roles o funciones familiares difíciles y estresantes, que alteran la vida, para ayudar a sus familias a alcanzar y mantener este equilibrio: por ejemplo, el rol de héroes, que pone sobre sus hombros la responsabilidad de mantener la integridad del sistema y preservar su imagen positiva; la mascota que, convertida en el payaso de la familia, intenta distraerse de su dolor, y el chivo expiatorio, que carga sobre sí mismo las dificultades del sistema y logra un tipo de armonía entre otros porque la atención se ha desviado hacia su mal comportamiento. La observación de tales comportamientos en los niños exige una mirada más estrecha al funcionamiento relacional de la familia. Si bien el niño puede parecer como un paciente que necesita tratamiento, en realidad, el paciente es la familia misma. 

La hipótesis del sistema familiar, según el cual los comportamientos sintomáticos en los niños están ligados a los conflictos en las relaciones de sus padres, ha demostrado ser útil y debería considerarse al aconsejar a los niños y sus familias. Por ejemplo, una madre se preguntaba por qué sus hijos menores peleaban más cuando el padre estaba en casa que cuando estaba en su trabajo. En una entrevista posterior con ambos padres, les preguntamos acerca de sus relaciones maritales y descubrimos que no se comunicaban, que con frecuencia tenían conflictos, y que prácticamente no tenían vida privada como pareja. Cuando describieron el típico escenario de lucha entre sus hijos comprendieron que su sistema familiar predecía la acción: (1) la pelea enoja y llena de ira a papá; (2) papá administra la disciplina; (3) los niños apelan a la madre en busca de ayuda; (4) mamá se acerca a papá para discutir las necesidades de los niños; (5) los niños pelean frente al padre y la madre cuando están hablando. Ante esta situación, sugerimos a los padres mejorar intencional y visiblemente sus relaciones frente a sus hijos lo cual daría como resultado un mejor comportamiento por parte de los niños. 

Los conflictos y falta de satisfacciones en el matrimonio pueden dar como resultado que los niños sean atraídos, voluntaria o involuntariamente, hacia una forma triangular de relación marital. Del mismo modo que en la ilustración mencionada arriba, un niño puede tratar de cerrar la brecha entre sus padres actuando como unificador de ambos al presentarles sus preocupaciones y problemas para que ellos los resuelvan en pareja. Otro tipo de triangulación ocurre cuando un niño se convierte en un cónyuge sustituto, por ejemplo: uno de los cónyuges busca satisfacción emocional inapropiadamente en el niño en vez de buscarla en su cónyuge. Del mismo modo, un niño puede convertirse en un padre sustituto a causa de la ausencia física o emocional de uno de los padres. El padre que queda encuentra un socio paterno en el niño y, por asignación o incumplimiento, las irresponsabilidades paternas con respecto a sus hermanos, son asumidas por este niño. En cualquiera de estos dos tipos de triángulos, un niño cruza los límites generacionales y cambia su rol o su posición apropiada en el sistema familiar. Por tanto, cualquier esfuerzo que se haga para mejorar las relaciones matrimoniales y permitir al niño ser niño entre sus hermanos, fortalecerá los límites generacionales, ayudará en el proceso de diferenciación y restaurará un sistema familiar más saludable. 

El objetivo final 

El objetivo espiritual de la ministración a los niños y sus familias es fortalecer la unidad familiar como un centro para hacer discípulos. Desde el principio de nuestra obra como padres consideramos a nuestros hijos como si fueran pequeños incrédulos colocados bajo nuestro cuidado. El hecho de considerar a nuestros dos hijos como incrédulos cambió nuestra perspectiva hacia ellos considerablemente. 

Los estudios acerca de los niños (Schikedanz, J. A., Schikedanz, Hansen J., y Forsyth, Ph.D., 1993, en Understanding Children) muestran que hay principios ambientales particularmente críticos para el desarrollo saludable del niño. Estos principios incluyen la presencia de relaciones cálidas y positivas, algunas reglas básicas formadas por la familia para proteger las necesidades de todos, el diálogo abierto, y una atmósfera de amor en un ambiente en el que los niños puedan tomar sin demora las responsabilidades de prepararse para la vida adulta. Las familias que poseen estos rasgos tienen mayores probabilidades de producir hijos que adoptarán los valores espirituales de sus padres en su edad adulta, desarrollarán niveles mayores de madurez espiritual, y considerarán que las necesidades de los demás son tan importantes como las suyas propias. 

Los padres tienen que asegurarse de que este tipo de conducción familiar se practique en su medio. No necesitan un modelo perfecto. Ninguna familia pastoral puede presentar un modelo perfecto. Pero mucho más significativo es el hecho de que los pastores pueden dar la visión de una familia que se inclina hacia los ideales de Dios, mientras que al mismo tiempo abren una ventana para mostrar la forma en que las familias cristianas hallan perdón y reconciliación cuando no los alcanzan. Nuestra tarea es conducir a nuestros niños hacia el Salvador que hemos encontrado. 

Uno de los mayores desafíos de la vida es alcanzar un nivel de madurez, en el cual seamos responsablemente independientes, mientras que somos saludablemente interdependientes. Preparar a nuestros niños para ambas actitudes es responsabilidad de los padres. Los pastores que sirven a los niños y sus familias tratarán de capacitar a los padres para que formen a sus niños como individuos separados, capacitándolos para asumir las decisiones y responsabilidades apropiadas para su edad y nivel de madurez. Los niños necesitan tanto raíces como alas. 

Sobre el autor:  Karen y Ron Flowers, son directores del Departamento de Ministerios Familiares de la Asociación General.