Porque, ¿dónde se encontrará la semejanza con Dios? El espacio no tiene ninguna cualidad en común con la esencia de Dios. No hay suficiente libertad en la cumbre de la montaña; no hay suficiente gloria en el silencio del mar. Y sin embargo, la semejanza con Dios puede hallarse en el tiempo, que es la eternidad disfrazada.
“El arte de guardar el séptimo día es el arte de pintar en el telar del tiempo la misteriosa grandeza del clímax de la creación: así como él santificó el séptimo día, debemos santificarlo nosotros”.1
Con estas magníficas palabras describe el finado filósofo judío Abrahán Joshua Heschel la belleza del tiempo sagrado, tiempo santificado por Dios y celebrado en su compañía.
La mayoría del mundo cristiano actual ha perdido el sentido del tiempo sagrado. La idea total de guardar un período de tiempo para las relaciones especiales con Dios aparte de las actividades usuales de la semana, prácticamente ha desaparecido. Pero no era así en otras épocas. Muchas iglesias cristianas norteamericanas observaban el domingo bajo estrictas normas. Sinembargo, la mayoría de los cristianos actuales considerarían esas reglas puritanas como obsoletas, o sencillamente divertidas.
Incluso en las comunidades cristianas sabáticas, tales como la Iglesia Adventista del Séptimo Día, hay un pluralismo en desarrollo en cuanto a la forma en que debe observarse el sábado. A fines de la década de 1940, cuando yo era niño, las reglas para observar el sábado eran claras y definidas. Correr y jugar no era malo, pero no se permitían pelotas de ninguna clase en nuestros juegos, y todos los equipos deportivos estaban excluidos. Las caminatas eran bienvenidas, pero no la natación, aunque caminar con el agua hasta las rodillas era generalmente aceptable. Es asombroso pensar cuán comunes eran esas reglas, aun cuando nunca se escribieron.
Hoy, sin embargo, hay mucho menos acuerdo en cuanto a las reglas. Incluso en las comunidades cristianas sabáticas, la idea de un tiempo sagrado pasa por un mal momento. El pluralismo y la diversidad en la observancia del sábado nos advierten del peligro de que se pierda la santidad del sábado, que es un tiempo especial para pasar en comunión con Dios.
Si Heschel está en lo correcto, y Dios santificó un tiempo como recordativo de la creación, ¿qué vamos a hacer? ¿Cómo preservaremos la santidad del sábado en el mundo secular de hoy?
Las reglas no son suficientes
Puede ser tentador discutir el asunto de un nuevo énfasis sobre las reglas para la observancia del sábado. Pero por más tentador que nos parezca, nuestro argumento aquí es que no podemos cumplir la tarea de preservar la santidad del sábado desempolvando simplemente el viejo libro de reglas para restablecerlas. Sin embargo, antes de ver por qué ésta no es la respuesta, admitamos que sería una opción tentadora, pues hay ventajas cuando algo se reglamenta. Primero, las reglas nos dan seguridad. En un mundo complejo, muchas veces es confuso saber la mejor manera de santificar el sábado. Las reglas nos dan una pauta para saber lo que haremos. Las reglas eliminan la confusión y nos hacen sentir más cómodos.
Segundo, las reglas nos ayudan a preservar las instituciones y las actividades tales como la observancia del sábado. No puede haber un sentido de tiempo sagrado si no se diferencia entre el sábado y los demás días de la semana. Las reglas nos ayudan a establecer la diferencia, de modo que podamos preservar el carácter único del sábado.
Finalmente, las reglas nos ayudan a mantenernos unidos. Cuando no las hay, y cada uno hace simplemente lo que le parece bien, es difícil para una comunidad guardar el sábado juntos en adoración y comunión. “¿Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?” (Am. 3:3) Si no existen reglas aceptadas popularmente para preservar la comunidad, ¿cómo podemos hacer que ésta observe el sábado?
Si consideramos estas ventajas, el viejo libro de reglas nos resulta muy útil. Pero hay una razón para rechazar este enfoque como la metodología básica para preservar la santidad del sábado en un mundo secular. Esa razón es Jesús. Usted sabe que cuando él estuvo en esta tierra se opuso a las reglas relativas al sábado. Consideremos brevemente lo que hizo.
Los encuentros de Jesús con los fariseos
Con respecto a las actividades de los discípulos de Jesús en el día sábado, note primero al encuentro que tuvo él con uno de los partidos que conformaban los dirigentes judíos: los fariseos.
“Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas. Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito? Pero él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban? También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, no el hombre por causa del día de reposo. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Mar. 2:23-28).
La historia es una maravilla en su sencillez. En primer término, están la declaración expresa la actividad de los discípulos. Mientras caminaban por los trigales, los discípulos arrancaban las espigas y presumiblemente las frotaban y comían el grano. Pero los fariseos objetaron: “¿Por qué hacen tus discípulos lo que no es lícito en el día de reposo”? Note que el asunto básico acerca del sábado aquí tiene que ver con las reglas. Jesús responde con una historia sacada de sus propias tradiciones. ¿Que no habían escuchado la historia que dice que cuando David tuvo hambre él y los que le acompañaban comieron los panes de la proposición del santuario, alimento que sólo los sacerdotes podían comer legalmente? Luego Jesús concluye con un dicho acerca del sábado: “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo”.
Los eruditos evangélicos llaman a este tipo de historias que terminan con un dicho de Jesús, una historia de pronunciamiento. El tema principal de ellas es un dicho de Jesús que viene a ser una ingeniosa culminación de la controversia. En un sentido, toda la historia conduce a esa ingeniosa culminación.
Por lo general se cree que a la iglesia le interesaban las historias de pronunciamientos, y que por lo mismo, preservó durante mucho tiempo los dichos e historias de Jesús, los cuales fueron transmitidos durante algún tiempo oralmente dado que eran especialmente útiles a la iglesia en sus conflictos. Estos dichos de Jesús ayudaron a la iglesia a resolver difíciles problemas y constituyeron valiosos recursos de defensa de sus acciones ante sus acusadores.
No cabe duda de que esta historia se amolda a dicha situación general. Y que la iglesia se vio reflejada en la experiencia de los discípulos, acusada por sus oponentes y vindicada por las palabras de Jesús. La iglesia, en esencia, fueron los discípulos que estuvieron con Jesús.
Comprendida de esta manera, no hallamos nada en la historia que pudiera indicar o un cambio en el día que se debe guardar como sábado o un punto final de la observancia del sábado en la iglesia primitiva. La disputa entre los discípulos y los fariseos tenía que ver con la forma en que debía observarse el sábado. Lo que se discutía no era cuál día se debía observar o si se debía observar el sábado o no; sino más bien, una pregunta en cuanto a la forma en que debía observarse el día de reposo. El mismo hecho de que fueran precisamente los discípulos de Jesús los acusados, hace que esta historia sea particularmente útil para la iglesia. Pero la historia se repite. Los discípulos, aquellos que le siguieron, fueron acusados una vez más de una observancia impropia del sábado, pero encontraron plena vindicación en esta historia.
La Mishnah y la observancia del sábado
Los dichos de Jesús aparentemente rechazan esa forma totalitaria de enfocar la observancia del sábado, por la ruta de la imposición de reglas. Es imposible para nosotros saber exactamente lo que los fariseos enseñaban en cuanto a la observancia del sábado, porque las tradiciones orales que ellos establecieron no se escribieron sino hasta alrededor del año 200 d.C., en una obra llamada Mishnah. Indudablemente la Mishnah registra las tradiciones orales que datan de mucho tiempo atrás. Sabemos que los rabinos fariseos del primer siglo a.C. aceptaron un cuerpo completo de tradiciones orales, que construyan un cerco alrededor de la ley haciendo que las reglas adicionales impidieran incluso aproximarse a la violación de la ley. Pero jamás podremos estar seguros de cuáles de esas reglas específicas registradas en la Mishnah datan realmente del primer siglo. Podemos, sin embargo, tener una idea general de la forma que pueden haber tenido las tradiciones orales, y que Jesús parece haber rechazado.
Para los fariseos, la observancia apropiada del sábado estaba expresada a través de un sistema detallado de prohibiciones. Esto no significa que carecieran de un sincero aprecio por el sábado. Las prohibiciones tenían el propósito de preservar su santidad. Por ejemplo, La Mishnah clasifica 39 diferentes actividades ilegales en el día sábado.2 En nuestro incidente los discípulos de Jesús habrían violado cuando menos dos de éstas porque posiblemente habían trillado y aventado el trigo. Las reglas fueron concebidas en un grado tal que toda situación imaginable puede preverse. La Mishnah elabora reglas de cómo se debe observar el sábado, incluso en la situación específica en la que nuestra casa se esté quemando.3 Tal situación presentaba por lo menos un par de problemas para aquellos que adoptaban las reglas rabínicas. Apagar un fuego era ilegal en sábado, como lo era también trasladar cosas de un lugar a otro. Sin embargo, se hacían ciertas excepciones si la casa estaba ardiendo. Uno podía sacar la comida de la casa, pero sólo la porción del sábado para cada miembro de la familia. Ninguno podía sacar ropa de la casa en maletas o a brazadas, pero la persona podía ponerse tanta ropa como pudiera. Los rabinos diferían en cuanto a si la persona podía entrar en la casa que estaba incendiándose y ponerse de nuevo tanta ropa como pudiera. No se permitía apagar el fuego, pero un gentil podía hacerlo voluntariamente si quería; un buen judío podía permitir a un gentil que lo apagara. Sin embargo, un judío no podía pedir a un gentil semejante favor.
Todo esto puede parecer gracioso, pero debemos entender la positiva apreciación del sábado que motivaba dichas reglas. Al observarlas, los piadosos seguidores de Dios podían estar seguros de que ni siquiera se habían acercado a la posibilidad de violar el sábado.
El problema de establecer reglas
Sería un error pensar que los rabinos eran irrazonables con sus reglas. Con frecuencia ponían la necesidad humana por encima de la letra de la ley. La sanidad, por ejemplo, era permitida en sábado si la vida realmente peligraba. Si este enfoque de las reglas era motivado por una consideración positiva del sábado y su santidad, y hacía razonables excepciones, ¿qué tenía de malo?
Un problema era la continua necesidad de aumentar las reglas. Cada regla tiene su excepción, y si usted en verdad quiere explicar bien las cosas, entonces tiene que formular reglas que incluyan las excepciones, y reglas que comprendan las excepciones de las excepciones, y finalmente, las excepciones de las excepciones de las excepciones. Esta metodología conduce a la eterna necesidad de elaborar más y más reglas.
Segundo, este método conduce a un inevitable espíritu de crítica. Una vez que las reglas se han establecido, es sumamente difícil no juzgar a quienes las violan. En la historia que nos ocupa, al parecer los dirigentes religiosos de aquellos días estaban siempre al acecho para ver si Jesús y sus discípulos violarían las reglas.
Si bien este hecho sería suficiente para que Jesús rechazara todo el sistema de elaboración de reglas, el siguiente incidente, que se encuentra en la segunda parte de Marcos 3, aclara esto aún más. “Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tema seca una mano. Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle. Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban. Entonces mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana. Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle” (Mar. 3:1- 6).
La alternativa de Jesús
Note que Jesús toma la iniciativa de sanar a este hombre. Y lo hace en una forma muy abierta. Lo pone en el centro de la sinagoga. No hay nada secreto aquí. Y sin embargo, Jesús toma un caso que está tan distante de lo permitido por las reglas sabáticas. Las reglas permitían la sanidad en sábado si la vida estaba en peligro, pero difícilmente se podía decir que la vida de este hombre estuviera en peligro a causa de su mano seca. Posiblemente su mano se había secado desde hacía mucho tiempo. En este incidente de sanidad, como en aquél que tuvo lugar en el trigal, es evidente que Jesús tema el propósito de oponerse a las reglas y ofrecer una alternativa. ¿Cuál?
Jesús coloca las reglas lejos del centro del sábado, y se pone a sí mismo y a los seres humanos en el centro. El método de Jesús da prioridad al valor de las personas. Las necesidades humanas tienen prioridad sobre la observancia legalista de las reglas. Según el método de Jesús, el propósito real de la ley es suplir las necesidades y fortalecer la vida humana. Para él, toda la ley ha sido diseñada para los seres humanos, y ello se ve particularmente en el sábado. El sábado fue hecho por causa de la humanidad, no la humanidad por causa del sábado.
Esto se relaciona estrechamente con el señorío de Jesús sobre el sábado. Los eruditos han debatido durante años si la última parte del dicho de Jesús, “el Hijo del Hombre es Señor aun del sábado’’, significa que él es Señor del sábado, o si debería tomarse en un sentido más general. En arameo “hijo del hombre” simplemente significa un ser humano. ¿Está diciendo Jesús que el ser humano es señor del sábado? Esta declaración parecería adaptarse perfectamente a la primera parte del dicho registrado por Marcos; y sin embargo, parece claro en el evangelio que “Hijo del Hombre” pesa mucho más que sólo “ser humano”. Jesús es Señor del sábado, pero también es claro que como Señor del sábado, lo ofrece a los seres humanos para su beneficio, y les da libertad para observarlo. Jesús está en el mismo corazón del sábado en relación con los seres humanos. ¿Qué significa esto para nuestra observancia del sábado? Tres claras implicaciones vienen a nuestra mente.
1. Debe haber una entrega y un compromiso con Jesús. La observancia del sábado no puede reducirse a un asunto de reglas, puesto que un enfoque tal detraería del verdadero centro del sábado, Jesucristo. La forma como observamos el sábado debe fluir de nuestra relación con Jesús. El sábado es una invitación a dedicar un tiempo especial a él, y recibir la sanidad que él tomó la iniciativa de ofrecer por medio del sábado. En este sentido, es como una ocasión especial, como aquellas ocasiones especiales que celebramos en la vida, como los cumpleaños, aniversarios de bodas, etc. Cuando un esposo y una esposa quieren estar solos en su aniversario de bodas, es porque existe una relación única que comparten. El día de su matrimonio tiene significado a causa de esa relación. Nos extrañaría que un esposo tuviera una lista de reglas al respecto, que dijeran: “la próxima semana es mi aniversario, y voy a guardar todas estas reglas. Voy a comprarle una tarjeta a mi esposa, también le compraré flores, voy a hacer reservaciones en un restaurante, debo llevarla a comer”. Por otra parte, es por este tipo de actividades que los aniversarios son especiales. Sin embargo, no proceden de un libro de reglas, sino del corazón. Crecen a partir de una relación. La observancia del sábado también crece a partir de una relación con Dios, quien santificó el sábado.
2. La observancia apropiada del sábado involucra la mente. Debemos usar nuestra razón y nuestro pensamiento. Dios no nos ha dado una lista detallada de reglas. El mandamiento del sábado en Éxodo 20:8-11 provee ciertas pautas como, por ejemplo, no trabajar en ese día. Pero Dios nos invita a reflexionar en nuestra relación con él y pensar en todo lo que significa el sábado. Esto es parte de lo que significa amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente. Aunque es más fácil seguir reglas, que razonar sobre la base de una relación, Dios sabía que esto último conduciría al crecimiento espiritual.
3. El método de Jesús significa libertad. Si hemos de razonar a partir de nuestra relación con Dios, no llegaremos todos a las mismas conclusiones. Debe haber tolerancia para la diversidad en la observancia del sábado. Ello no significa necesariamente que todo es válido. Una comunidad debe tener ciertos Emites. Pero éstos deben basarse en las declaraciones específicas del mandamiento. Dentro de esas pautas generales hay lugar para la diversidad. Vivir con la diversidad nos ayudará a crecer en gracia y aprender a amarnos unos a otros.
Todo esto apunta a cierta ironía. Por un lado, todo el tiempo estamos tentados a pensar que si no hubiese reglas olvidaríamos fácilmente el sábado; pero por otro, el sábado mismo nos recuerda que el camino de las reglas simplemente no funciona, porque Jesús se valió del sábado para atacar todo el sistema de reglas existente en sus días.
Esto no significa que prevalecerán la lasitud y despreocupación por la observancia del sábado. Significa, más bien, que la comunidad que sigue el método de Jesús será una comunidad definida que piensa en el significado substancial del sábado. Será una comunidad que reflexiona unida en la mejor forma de observar el sábado, de modo tal que contribuya tanto a una mejor comprensión de su significado, como al beneficio de las personas a quienes Dios les concedió el sábado como un don. De este modo, los integrantes de la comunidad harán planes en forma unida para encontrar formas positivas de actualizar el significado del sábado en sus vidas. Es este pensamiento, esta reflexión y planeación de los miembros de la comunidad, siempre con el material escriturario sobre el sábado en mente, que hará que la comunidad sea seria en cuanto a la santidad del sábado. Y si en verdad mantenemos a Jesús en el centro, este hecho preservará la verdadera santidad del sábado que lo que una abrumadora cantidad de reglas nunca pudo ni podrá hacer.
Nota: Algunas porciones de este artículo frieron adaptadas del artículo “Jesus’s Way With the Sabbath”, de John Brunt en Festival of the Sabbath, editado por Roy Branson, copyright 1985, Takoma Park, Maryland, Association of Adventist Forums.
Sobre el autor: El Dr. John Brunt es el Vicepresidente de asuntos académicos en el Colegio de Walla Walla, College Place, Washington.