Un paradigma bíblico de seis pasos 

“Pastor, mi esposa ha resultado positiva en la prueba para detectar el virus HIV. ¿Puedo divorciarme de ella y volver a casarme para tener una vida normal, sin la constante amenaza de contraer el SIDA? 

“Pastor, soy soltera. No puedo encontrar un esposo cristiano apropiado. Pero deseo tener un hijo. ¿Sería moralmente correcto someterme a la inseminación artificial?” 

“Pastor, mi abuelo de 85 años de edad ha muerto cerebralmente. Ha estado en coma durante los últimos cinco años y ya no tenemos dinero para pagar el hospital. ¿Sería correcto que desconectáramos todos los aparatos que lo mantienen artificialmente vivo? 

Los pastores confrontan cada día más y más problemas éticos. ¿Cómo deberían manejar estas cuestiones, especialmente cuando no existe una clara respuesta bíblica? La Biblia, además de mostrar el camino que conduce a la salvación a través de la fe en Jesucristo, también contiene los principios necesarios para guiarnos en nuestra vida diaria (véase el Salmo 119:105). Pero, ¿cómo podemos descubrir esos principios? 

En busca de un modelo 

Últimamente he estado analizando la Escritura en busca de una estrategia que ayude a resolver complejos dilemas relacionados con el estilo de vida. Mi investigación me ha conducido a un fascinante estudio de los problemas morales que afrontaron los primeros cristianos. Tenemos uno de esos casos en Hechos 15 que registra un asunto delicado y apremiante: ¿Se les debe exigir a los gentiles convertidos al cristianismo que se circunciden “conforme al rito de Moisés”? (Hech. 15:1). Esto era, sin lugar a duda, un gran problema ético para la iglesia cristiana primitiva del primer siglo. Cierto, era un problema de carácter costumbrista, y una tradición, un requerimiento ritualista que los fieles hebreos habían practicado durante los últimos 2000 años como una señal especial de que pertenecían al pueblo escogido de Dios. Sin embargo, el asunto tenía también repercusiones éticas y de conducta que eran importantes para los creyentes cristianos en general. 

Hechos 15: una norma para tomar decisiones morales 

Los pasos dados por el concilio de la iglesia cristiana del primer siglo que luchó con este problema, nos da un patrón normativo para hacer decisiones morales. La fuerza y adaptabilidad de este patrón se fundan en los principios básicos de la fe cristiana: 

1. El concilio de la iglesia fue conducido bajo la dirección del Espíritu Santo. Los creyentes declararon: “Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros” (vers. 28). 

2. El concilio basó sus deliberaciones y decisiones en la Escritura, más que en el simple razonamiento humano. Los creyentes actuaron teniendo en cuenta el fundamento de la Palabra de Dios. Por ejemplo, uno de los dirigentes declaró que “esto está de acuerdo con lo que escribieron los profetas” (vers. 15. Versión Dios habla hoy). De este modo, una estrategia basada en la revelación divina se convierte en una norma fundamental para los cristianos que buscan el apoyo firme de sus métodos de toma de decisiones y su enfoque ético sobre la Palabra revelada de Dios. 

3. El concilio incluyó a los líderes a quienes Jesús les había encargado la tarea de guiar y hacer avanzar a la iglesia. La iglesia primitiva reconocía que su liderazgo había recibido la comisión de predicar el evangelio y de preservar y proteger a la iglesia. Pedro, Santiago, Juan y Pablo tenían a su cargo la evangelización, la enseñanza y la obra de hacer discípulos. Siendo que ellos estaban autorizados por Jesús, y trabajaban bajo su dirección, los procedimientos del concilio de Jerusalén pueden verse como una estrategia representativa que pueden utilizar apropiadamente todos los creyentes de las subsiguientes generaciones. 

4. El concilio sostuvo que sus decisiones tenían implicaciones para todos los creyentes. Las decisiones, obviamente, no se circunscribían sólo a aquellos que estaban originalmente involucrados en el debate del problema. “Las decisiones del concilio general, amplias y de vasto alcance, llevaron confianza a las filas de los creyentes gentiles, y la causa de Dios prosperó” Es evidente que todos aceptaron la decisión del concilio porque divulgaron el decreto “por las ciudades” (Hech. 16:4).1 

5. El concilio comprendió la seriedad del problema. El problema no sólo era de carácter doctrinal, filosófico y teológico. También era un problema ético y una cuestión de significación moral. La circuncisión se había decretado “conforme la tradición de Moisés” (Hech. 15:1 Nueva Biblia Española). La palabra que se traduce como “tradición” es ethos, de la cual se deriva la palabra “ética”. Por tanto el asunto tenía que ver con el estilo de vida y la conducta éticamente correcta que era esencial para la comunidad. 

6. Era la primera vez que un concilio trataba un grave problema de conducta que afectaba la vida y el futuro de la iglesia. Aun cuando ya se habían suscitado antes otros problemas, ninguno había sido de la magnitud y significado de éste. Como dice un erudito, este problema era “la mayor crisis que la joven iglesia tenía que afrontar, si no la mayor crisis que la iglesia ha afrontado en su historia”.2 

En suma, Hechos 15 revela un paradigma para la toma de decisiones; original, dirigido por el Espíritu Santo, basado en la Biblia, comisionado por Cristo, universalmente aplicable y éticamente orientado. Los seis principios presentan un modelo válido y divinamente inspirado para el pastor y la comunidad cristiana, el indicado para resolver cualquier problema ético que tengan que afrontar. Juan Calvino estaba en lo correcto cuando dijo: “Aquí están prescritos por Dios una forma y un orden para cuando se reúne un sínodo, a fin de tratar cualquier controversia que no pueda decidirse de ninguna otra manera”?3 

Una estrategia de seis pasos 

Un análisis de Hechos 15 nos muestra que el concilio de Jerusalén dio varios pasos mientras trataba de resolver el difícil problema de la circuncisión. 

Primer paso: el debate. Para comenzar, hubo una seria discusión del problema entre todos aquellos que se veían afectados por él. Lucas dice que tuvieron “una discusión y contienda no pequeña” (vers. 2). Cuando no se llegó a ninguna conclusión a pesar del debate inicial, se decidió buscar un consejo más maduro entre los líderes cristianos y otros creyentes de Jerusalén. Así, “se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión” (vers. 2). 

Segundo paso: La delegación. Se reunió un grupo representativo de miembros de iglesia para tratar el asunto. En primer lugar estaban los misioneros, Pablo y Bernabé, que luchaban en el frente de batalla haciendo evangelismo, tanto entre los judíos como entre los gentiles, y que tenían experiencia de primera mano para tratar los problemas que habían localizado en el campo. En segundo lugar estaban varios miembros regulares de la iglesia, algunos de los cuales, al parecer, habían sido afectados por el problema (véase el vers. 2; Gál. 2:1-5). En tercer lugar, estaban presentes los que habían provocado el problema de la circuncisión y promovían la continuación de esta práctica. En cuarto lugar estaban los dirigentes, los apóstoles, como Pedro y Juan, para asesorar y dirigir a la iglesia en otras partes del campo. En quinto lugar estaban los administradores de la iglesia, los que dirigían todos los asuntos relacionados con ella desde Jerusalén (véase Hechos 15:2, 4, 6, 22, 23) y promovían una sana enseñanza. En sexto lugar estaban los teólogos, como Santiago y Pablo, cuyo enfoque bíblico era claramente necesario para ayudar a la iglesia a llegar a una conclusión en esta cuestión. 

Tercer paso: las deliberaciones. Esta delegación representativa de misioneros, pastores, administradores, teólogos y miembros de iglesia, que estaban tanto en contra como a favor del asunto que los ocupaba, se sumergieron en una discusión abierta y de gran alcance. Los pasos precisos dados en las deliberaciones nos proveen un excelente modelo para conducir discusiones relacionadas con problemas delicados. Estos pasos pueden describirse como sigue: 

Testimonios personales. Primero, en vez de ir directamente al asunto que era causa de contención, y que había creado la necesidad de convocar el concilio de Jerusalén, Pablo y Bernabé comenzaron dando su testimonio personal: “refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos” (vers. 4). Aun cuando éste comprendía una descripción de diversos aspectos del problema en cuestión. La actitud de acción de gracias y alabanzas a Dios ayudó a poner el marco apropiado de la adoración y el tono espiritual para el concilio. 

Participación inclusiva. En segundo lugar, se les permitió a quienes promovían la circuncisión que presentaran sus puntos de vista. Estos creyentes, que habían sido judíos, dijeron: “Es necesario circuncidar a los creyentes que no son judíos, y mandarles que cumplan la ley de Moisés” (vers. 5. Versión Dios habla hoy). De este modo, la asamblea demostró que era justa y de mente amplia. Estaba dispuesta a escuchar atentamente a todos. 

Una amplia discusión. En tercer lugar, después que los creyentes hubieron presentado su caso, “se reunieron entonces los apóstoles y los ancianos para estudiar este asunto” (vers. 6. Versión Dios habla hoy). No tomaron una decisión apresurada y prematura sobre el tema, sino que hubo “mucha discusión” (vers. 7) del problema. 

Consideraciones teológicas. El cuarto punto señala que después de una extensa consulta, “Pedro se levantó” (vers. 7), y comenzó a compartir con los demás su experiencia personal y su testimonio. Destacó varios aspectos del carácter de Dios, resaltando el hecho de que Dios desea ofrecer salvación a todos estos pueblos: “Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen” (vers. 7). Este Dios, que es todo sabiduría, había revelado su generosidad concediendo el Espíritu Santo a los gentiles, “lo mismo que a nosotros” (vers. 8), “purificando por la fe sus corazones” (vers. 9). De este modo, al enfocar su atención en el carácter de un Dios omnisciente, benevolente y supremamente justo, que salva y santifica, Pedro puso un sólido fundamento teológico sobre el cual considerar un perturbador problema moral. 

Después, el apóstol subrayó la preocupación e interés de Dios por su pueblo. Cuestionó el hecho de que algunos desearan promover la circuncisión, y añadió: “¿Por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” (vers. 10). Pedro, dado su interés en el bienestar espiritual y psicológico de los creyentes, recomendó que no se colocara sobre ellos una carga innecesaria. Este énfasis dirigido específicamente a cierto grupo fue crucial en todas las deliberaciones relacionadas con este problema. 

Finalmente, Pedro enfocó su atención en Cristo como Salvador y Señor. Reconociendo que la salvación no se alcanza mediante las obras, afirmó: “Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (vers. 11). La alusión de Pedro a Jesús como “Señor” es significativa, porque los cristianos son llamados a someter voluntariamente su vida entera a su amo, Jesucristo, permitiéndole que dirija su conducta y su estilo de vida en todos los sentidos. En otras palabras, Pedro señaló que Jesús es tanto el Salvador del pecado como el Señor de la vida. Así, por medio de un enfoque equilibrado en Jesús, el apóstol dio al concilio un sólido fundamento cristológico, a partir del cual examinar un complicado dilema ético. 

Reconocimiento de la providencia. El quinto contempla que una vez que el concilio estableció un marco centrado en Dios, para tomar la decisión, dejó que pasara el tiempo hasta que pudieran reconocer la dirección providencial de Dios en la obra de llevar el evangelio a los no judíos. “Todos se callaron y escucharon mientras Bernabé y Pablo hablaban de las señales y milagros que Dios había hecho por medio de ellos entre los no judíos” (vers. 12. Versión Dios habla hoy). 

Validación escriturísticas. Sexto punto. Santiago y Juan, quienes parecen haber dirigido el concilio (véanse los vers. 13, 19; cf. Gal. 2:9), hablaron en favor de Pedro. Santiago indicó que la experiencia personal de Pedro era válida, porque estaba basada firmemente en las Escrituras. Dijo: “Esto está de acuerdo con lo que escribieron los profetas” (vers. 15. Dios habla hoy), y entonces citó Amos 9:11, 12. Santiago observó además, que la obra de llevar el evangelio a los gentiles era en cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. En otras palabras, el testimonio de Pedro podía considerarse como una guía digna de confianza porque estaba en armonía con la Palabra objetiva y escrita de Dios. 

Cuarto paso: la decisión. Al final de las discusiones y las deliberaciones, Santiago, una vez más, tomó la palabra para formular una resolución. Comenzó diciendo: “Considero, por lo tanto, que no se les debe imponer cargas innecesarias a aquellos que, no siendo judíos, dejan sus antiguas creencias para seguir a Dios” (Hech. 15:19. Dios habla hoy). El apóstol, bajo la dirección del Espíritu Santo (vers. 28), recomendó que el concilio, “les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre” (vers. 20). Que esta lista de requerimientos éticos está evidentemente basada en la Palabra de Dios, puede verse por el siguiente comentario de Santiago: “Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (vers. 21). La conjunción “porque” es una traducción del griego “gar, que se usa principalmente para explicar la razón de ser de algo. En otras palabras, Juan estaba basando su consejo en “la ley de Moisés” (vers 21). Podemos hallar pruebas adicionales de esta confianza en las Escrituras en el versículo 29, donde el concilio reordenó estas prohibiciones., colocándolas en el mismo orden en que aparecen en Levítico 17 y 18. De este modo, es claro que si bien los nuevos conversos eran bienvenidos a la comunión cristiana, debían adherirse a ciertas normas éticas de la Biblia. 

Quinto paso: la comunicación de la decisión. Una vez que se registró la conclusión basada en la Biblia, “pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: A Judas, que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos” (Hech. 15:22). Se pidió a dos respetables dirigentes, Silas y Judas Barsabás, que acompañaran a Pablo y Bernabé mientras entregaban la decisión escrita del concilio (véanse los vers. 22-29), y “ellos hablarán personalmente con ustedes para explicarles todo esto” (vers. 27. Dios habla hoy) que se ha decidido. En vista de que el tema de la circuncisión había sido un grave problema en Antioquía, el concilio de Jerusalén quería, obviamente, que esta decisión tuviera una amplia circulación “entre los gentiles que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia” (vers. 23). Sin embargo, la decisión escrita se llevó primero a Antioquía, donde “reuniendo a la congregación, entregaron la carta” (vers. 30). Fue bien recibida, porque “habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación” (vers. 31). Pablo continuó más tarde diseminando ampliamente estas normas éticas claramente articuladas “al pasar por las ciudades” (Hech. 16:4) en sus viajes misioneros. 

Sexto paso: el desarrollo. Al parecer, los dirigentes que entregaron la información acerca de las decisiones del concilio no simplemente entregaron la carta y se fueron. Silas y Judas Barsabás permanecieron “algún tiempo allí” (vers. 33) “y como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras” (vers. 32). También Pablo y Bernabé “continuaron en Antioquía, enseñando la Palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos” (vers. 35). Más tarde, mientras Pablo daba a conocer las normas establecidas por el concilio, les instaba a “que las guardasen” (Hech. 16:4). “Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día” (vers. 5). Es evidente, por tanto, que estos dirigentes, además de dar a conocer las decisiones del concilio, dedicaban tiempo a alentar y desarrollar la fe de los creyentes. 

Desafío para la iglesia 

No obstante que el concilio de Jerusalén se reunió hace 2000 años, el enfoque que adoptaron todavía es relevante para nosotros. Además, siendo que este modelo para la toma de decisiones fue divinamente dirigido, es absolutamente confiable como un sistema aceptable y digno de ser considerado por la iglesia cristiana contemporánea. 

Si bien no creemos que éste sea el único método para que los pastores y las iglesias hagan frente a los problemas éticos contemporáneos, sirve como un modelo inspirado para evaluar urgentes problemas de este tipo tanto en la iglesia local como corporativamente. 

Sobre el autor: Es profesor asociado de religión en el Southern College, Collegedale, Tennessee.