Una declaración adoptada en el Concilio Anual de la Asociación General en San José, Costa Rica, del 1 al 9 de octubre de 1996 

La epidemia global del SIDA ejerce un impacto profundo sobre la misión mundial evangélica de la iglesia adventista del séptimo día. Los dirigentes de la iglesia son llamados a responder mediante iniciativas en el ámbito de la educación, la prevención y el servicio a la comunidad y a través de actos personales de benevolencia hacia las personas y familias implicadas en la crisis. El SIDA no respeta límites nacionales, feligresía, sexo, estado civil, educación o posición económica en la vida. En muchos países está diezmando a la población y reclamando la vida incluso de miembros adventistas. Todas las personas, especialmente los jóvenes que crecen ahora en una era de laxitud moral necesitan que se les enseñen los principios bíblicos con relación a la sexualidad y el propósito divino de que la iglesia debe proveer a los miembros información verosímil, presentada en su propio lenguaje acorde con su propia cultura. Se llama a la iglesia a constituirse en una voz tanto profética como misericordiosa: los labios y manos de Dios al llevar el ministerio de Cristo a la comunidad. 

Nuestros esfuerzos para extender la misión global de la iglesia a todas las razas y pueblos, trae a la feligresía a muchos que fueron infectados por el virus del SIDA antes de unirse a la iglesia, o que fueron infectados por familiares portadores del virus. La epidemia es de tal magnitud que ninguna familia quedará finalmente sin ser afectada. Muchos reciben la infección independientemente de alguna acción de su parte. Pronunciar juicio en estos casos es claramente inapropiado, porque se desconoce con seguridad la fuente de la infección. Muchos han experimentado vergüenza, temor y agonía, cuando alguno de sus familiares sufre y muere de SIDA, sintiéndose muchas veces competidos a guardar el secreto con respecto a su dolorosa situación. Así como Cristo vino a ofrecer sanidad a un mundo sufriente, así también los cristianos adventistas fueron comisionados por Dios para cuidar en forma compasiva a quienes se ven afectados por el virus del SIDA. Los miembros pueden cuidar y prestar servicios a tales enfermos, tanto en el hogar como en las instituciones de salud, si se les instruye en la forma apropiada para hacerlo. 

La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce que tiene la responsabilidad cristiana de responder a la crisis global con respecto a la enfermedad del SIDA y sus efectos devastadores sobre la humanidad en múltiples formas, que incluyen: 

1. Hacer extensivas las enseñanzas y ministerio de curación de Cristo, quien sin prejuicio alguno sirvió a todos los necesitados, esforzándose para reducir el riesgo de que las personas contraigan el SIDA y prestando sus servicios en forma compasiva y sin juzgar a todas las personas afectadas cuando un miembro de la familia contrae la enfermedad. 

2. Designar una persona en cada asociación/misión, juntamente con el personal y recursos financieros que puedan destinarse para responder a los desafíos del SIDA a través de iniciativas apropiadas y esfuerzos cooperativos con otras entidades de la comunidad o del país en cuestión. 

3. Desarrollar y administrar programas de educación con respecto al SIDA, usando cuando sea apropiado el material (HIV/AIDS Guide)1. Los programas deberán adaptarse al contexto de las necesidades culturales y lingüísticas y estar dirigido a los: 

a. Pastores: a través de cursos de educación continua y reuniones ministeriales, designadas para habilitar a los pastores para tratar con miembros afectados por la crisis del SIDA. Los pastores necesitan información en cuanto a prevención, un ministerio compasivo y funciones eclesiales prácticas, tales como la conducción de un servicio fúnebre en favor de una persona que falleció por esta causa. 

b. Maestros: educación continua e instrucción durante su desempeño, con énfasis en comunicar valores espirituales y el desarrollo de habilidades entre los jóvenes para que puedan enfrentar las presiones sexuales. 

c. Miembros de la iglesia: a través de sermones, lecciones de Escuela Sabática, asesoría premarital y actividades de fortalecimiento del matrimonio, seminarios con respecto al SIDA y aspectos curriculares que provean información sobre la sexualidad en general y el SIDA en particular. 

d. Comunidades: al reconocer la oportunidad para testificar por Cristo y servir a la comunidad en general, proveyendo proyectos misioneros apropiados y participando en esfuerzos cooperativos. 

4. Proteger y fortalecer el matrimonio al: 

a. Poner en alto el ideal de la abstinencia con respecto a la actividad sexual premarital. 

b. Apoyar el requisito de la prueba (HIV) para ambos futuros cónyuges, como parte de la preparación que la iglesia aconseja para el matrimonio. 

c. Poner en alto el ideal de Dios en cuanto a la fidelidad en el matrimonio. 

d. Recomendar medidas protectoras contra enfermedades transmitidas sexualmente, incluyendo el HIV. 

5. Transmitir intencionalmente valores cristianos a la nueva generación, reconociendo que los valores sexuales de cada individuo se establecen en la juventud. Debe darse prioridad a la comunicación de información exacta, un foro para la discusión abierta y énfasis en la dimensión moral de las decisiones con respecto a la sexualidad.