Navegaba solo en el océano cuando una repentina tormenta lo sacó de su derrotero y hundió su barco. Con grandes dificultades llegó a una isla solitaria, que no aparecía en el mapa. Después de un día entero, y sin tener a la vista ninguna posibilidad de ser rescatado, construyó un refugio. Días más tarde se amargó.
¿Por qué permite Dios que esto ocurra? ¿Por qué a mí? ¿Voy a morir de hambre aquí?
Un día, después de haber salido de cacería en busca de algo para comer, el hombre retomó a su choza, sólo para encontrar que había sido consumida por el fuego y se había desvanecido en una columna de humo. Cayó sobre sus rodillas y gritó: “¡Dios! ¿Por qué a mí? ¿Cómo puedo aprender a confiar en ti cuando me ocurren cosas como ésta?”
Más o menos una hora más tarde, levantó los ojos y, para su sorpresa, vio un barco que venía a rescatarlo. Cuando preguntó cómo lo habían encontrado, dijeron: “Vimos su señal de humo”.
Una historia cómica, pero trágica. Abandonado en una isla solitaria, tenía todo lo que necesitaba para enviar una señal. Pero al no darse cuenta de esta posibilidad, por poco pierde la oportunidad de ser rescatado.
¿Será posible que nosotros seamos como este hombre, que tenemos el potencial y el poder más explosivos a nuestro alcance, y sin embargo no lo estemos utilizando? Me refiero a la oración, un poder abundante pero utilizado sólo a medias.
Peter Wagner sugiere que “mucho más que antes, algunos de los pastores más notables en cuanto a crecimiento de iglesias están afirmando la importancia de la oración, no en forma simplemente retórica, sino en la acción, para el crecimiento de sus iglesias”.[1]
Cuando se le da prioridad a la oración la iglesia crece.
Oración y ministerio
Si usted duda de la importancia y poder de la oración en la iglesia hoy, considere la historia de Éxodo 17:8-16 acerca de la guerra entre Israel y Amalee, dirigida por Moisés y Josué en Refidim. Aquí tenemos un vivido recordatorio visual de la relación entre el ministerio y la oración. Josué salió al combate con las tropas escogidas, mientras que Moisés, tomando a Aarón y Hur, subió a la cresta de una colina que dominaba el campo de batalla. Cuando Josué entró a la lucha, Moisés elevó sus manos hacia el cielo y oró.
Y, sin embargo, a medida que el día transcurre y Moisés, cansado, baja los brazos, algo extraordinario ocurre: ¡Josué estaba ganando mientras Moisés oraba con las manos en alto, pero cuando Moisés descansa sus cansados brazos y cesa de orar, Josué y sus hombres comienzan a retroceder y huyen en busca de protección!
Los tres hombres que están en lo alto de la colina pronto se dan cuenta que las manos de Moisés deben elevarse en oración hasta que la batalla sea ganada, pues de otra manera se perderá. Toman una gran piedra, la ponen debajo de él para que pueda sentarse cómodamente, Aarón y Hur toman cada uno un brazo de Moisés y los mantienen en alto hasta que Amalee es derrotado.
Dios no está limitado de recursos para ganar batallas, por supuesto. Pero ¿no será que dos batallas de la misma importancia estaban librándose ese día? Josué debía librar la batalla al frente de las líneas de combate, mientras que Moisés, Aarón y Hur debían luchar en la retaguardia. Josué necesitaba a Moisés y éste a aquél.
Aunque la conexión entre la oración y el ministerio es clara, ¿podría la falta de comprensión de esa conexión ser una razón por la que ciertos programas fallan? ¿Será que los dirigentes de la iglesia no están tomando la oración suficientemente en serio? ¿No será que muchas veces estamos tan ocupados en nuestro trabajo que terminamos olvidando cuán desesperadamente necesitamos gente detrás de la escena, sosteniendo tanto al liderazgo como a los laicos en oración?
Dos dimensiones de la oración
A veces nos sentimos tentados a pensar que la oración es la forma fácil de salir adelante. Pensemos de nuevo. La oración es un duro trabajo. Tiene dos dimensiones: inspiración y transpiración. Note que la oración le requirió tanto esfuerzo a Moisés, que tuvo que detenerse un momento para descansar. ¿Cuándo fue la última vez que trató de orar intensamente durante varias horas? ¡No lo hacemos porque es un trabajo muy pesado! Moisés oró todo el día. No extraña que necesitara un par de amigos que estuvieran a su lado y lo sostuvieran.
A un pastor cuya congregación estaba experimentando un crecimiento fenomenal, se le preguntó el secreto. ‘’La oración está detrás de todo”, dijo. “Cuando trabajamos, nosotros trabajamos; pero cuando oramos, trabaja Dios”.
Wagner da una ilustración de este concepto: “Bob Logan es conocido por todos los líderes religiosos en el país, y muchos lo consideran el experto número uno en el establecimiento de iglesias de la actualidad. El mismo es un experimentado organizador de iglesias, una de las cuales creció hasta tener 1,200 miembros, a la vez que creaba muchas otras iglesias nuevas al mismo tiempo. Ahora se dedica tiempo completo a investigar, consultar, enseñar y supervisar el crecimiento de iglesias. Cuando habla a los líderes de la iglesia, hace un bosquejo de las ‘siete cosas más importantes que he aprendido acerca del establecimiento de iglesias’. El número uno es la oración. Dice: ‘Yo estoy de acuerdo con E. M. Bound, quien dijo, ‘la oración no es la preparación para la batalla, es la batalla misma’”.[2]
No tenemos que buscar demasiado en la Biblia y en la historia humana para encontrar ejemplos de personas que se conectaron con la oración de poder.
Daniel oró y fue rescatado del foso de los leones.
Dios escucha y contesta las oraciones. Cuando pastores, iglesias, líderes y miembros deciden dedicarse intensamente a la oración, podemos esperar que ésta haga un impacto en las personas a favor de Jesucristo.
El poder de la oración
Jesús ciertamente nos dejó un modelo que nos enseña que debemos recurrir al poder de la oración. Jesús fue un hombre de oración. Hubo ocasiones en que oró solo, y a veces con otros. Jesús también animó y enseñó a sus seguidores a orar (Luc. 11). En Mateo 6:5 Jesús supone que su pueblo orará: “Y cuando ores…” La oración es un nexo vital en nuestras relaciones con Jesús.
Consideremos la importancia que Pablo coloca sobre esta práctica cuando escribió a Timoteo: “Exhorto, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres… Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador” (1 Tim. 2:1, 3). Cuando el joven Timoteo entra al ministerio, Pablo quiere estar seguro de que comprende la importancia de la oración, tema que se reitera una y otra vez en las Escrituras.
Cuando Jesús purificó el templo, citó al profeta Isaías (56:7) en cuanto al verdadero propósito de la casa de su Padre: “Porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos” (Mat. 21:13). Esta es todavía la voluntad de Dios y su deseo para la iglesia de hoy: que sea un centro de oración, no sólo para la congregación, sino para la comunidad.
La iglesia local y la oración
¿Cómo puede la iglesia local aprovechar ese poder de la oración y hacer un impacto por Jesucristo en la comunidad? Terry Teykl escribe en cuanto a la actitud de muchas iglesias locales con respecto a un lugar especial para la oración: “Es interesante que dediquemos millones de pesos para construir santuarios y centros de vida familiar y sin embargo gastemos tan poco para crear lugares de oración en esos edificios. Planeamos elaboradas estructuras con todo en mente, jóvenes, niños, solteros, personas discapacitadas, y sin embargo no proveemos un espacio para que sea el centro de oración, ya sea ocasional o ininterrumpida. Tenemos cuartos para archivo de música y ropería, pero no tenemos lugar para la oración. Tenemos una sala para la novia, pero no tenemos ninguna para esperar la venida del Novio glorioso. Tenemos un cuarto para recreación juvenil, pero ninguno donde re-crearnos mediante la oración. Decimos que la gente puede orar en el santuario, pero por razones de seguridad, es mejor que esté cerrado con llave. Además, poner a funcionar el sistema de aire acondicionado sería demasiado costoso. Tenemos cuartos para todo y para todos, pero no tenemos ningún lugar donde buscar Su rostro”.[3]
¿Recuerda usted la experiencia de los seguidores de Jesús? Con las últimas instrucciones de su Maestro todavía resonando en sus oídos, retomaron a Jerusalén, fueron al aposento alto, y oraron. No harían nada hasta que se hubieran purificado mediante la oración. “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hech. 1:14). Nada de predicación o enseñanza. Nada de organización o entrenamiento. Ningún informe ni presupuesto financiero. Nada de fijarse blancos u objetivos. Únicamente oración.
Un centro de oración
¿Por qué no tenemos hoy en día un “aposento alto” en cada iglesia? Teykl sugiere varias ventajas que se detienen al establecer un ministerio tal:
- Un centro de oración hace posible la programación de la oración en una forma sistemática. ¿No será que no oramos porque no lo programamos? Nuestras vidas se ocupan tanto, que por lo general la oración queda atrapada en medio de todo. Programamos tiempo para la adoración, para las reuniones de la junta, sociales, comidas informales, y recolección. ¿Por qué no programar la oración?
- Un centro de oración provee un lugar para promover el acuerdo en la oración. ¿Recuerda la promesa de Jesús? “Otra vez os digo, que, si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en ios cielos” (Mat. 18:19). Cada uno puede ahora pedir lo mismo a Dios: la salvación de su comunidad. Usted puede presentar sistemáticamente a los guerreros de la oración, la visión de un reavivamiento en toda la ciudad, para empaparla en la oración. Mapas, cuadros, y globos pueden ayudar a motivar visualmente la oración. La gente que ora quiere saber por qué orar, de modo que hacer un cuarto de oración que contenga información pertinente y práctica es muy útil.
- Un centro de oración es un gran lugar para registrar los hechos de Dios en la vida de la iglesia. La Biblia nos invita a entrar “por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza” (Sal. 100:4). “¿Quién expresará las poderosas obras de Jehová?” (Sal. 106:2). Podemos recordar mejor los actos de Dios y proclamarlos si los escribimos.
¿Por qué no tener una pared especial cubierta con notas que nos recuerden los milagros de Dios? Podríamos tener libros que contuvieran un mes de oraciones contestadas. Esta clase de registro y de memorias producirá una sensación de alabanza y acción de gracias en los que oran. Muchos cristianos registran sus peticiones y las respuestas a sus oraciones. Una iglesia necesita su propio periódico para recordar y regocijarse por todo lo que Dios ha hecho.
- Los centros de oración dan una ventaja al evangelismo por la imagen que presentan a la comunidad. Cuando la oración se dirige a necesidades personales de los seres humanos que sufren, son tocados por la compasión de Jesús. Orar por alguien puede ser una increíble expresión de amor. La gente de la comunidad considerará a su iglesia como una iglesia que se interesa por los demás cuando escuchen hablar del centro de oración. Sus corazones serán bendecidos al saber que hay un lugar de oración para las familias en crisis, matrimonios con problemas, crisis financieras, y otras necesidades. El Espíritu Santo puede utilizar esta amorosa compasión para atraer a las personas a Cristo y a su iglesia.
- Los centros de oración proveen un lugar para que la gente practique la oración. Quizá el punto álgido en el ministerio de Jesús ocurrió cuando sus discípulos le pidieron: “Maestro, enséñanos a orar”. Cuando los alumnos hacen las preguntas correctas, el maestro es más feliz. Escuchan y aprenden el arte de la oración intercesora.
- Los centros de oración pueden tener un impacto integrador sobre su iglesia. Los amigos de Jesús estaban compuestos de apóstoles, mujeres, nuevos conversos, los hermanos del mismo Jesús, y otros santos. Ellos venían de diferentes senderos de la vida: pescadores, dirigentes religiosos, ex recaudadores de impuestos, soldados, los pobres. Tenían diverso grado de educación, nacionalidad, status social, y fondo socio-económico. Y, sin embargo, “estaban de acuerdo”.
La oración unifica. Tiene el poder de hacemos uno en Cristo. Un centro de oración trae a la iglesia nuevos conversos, santos maduros, nuevos miembros, y miembros maduros.
- Un cuarto de oración es un lugar donde la gente puede estar quieta y escuchar la voz de Dios. En nuestro mundo acelerado y altamente sofisticado, no es fácil encontrar tiempo para la reflexión y la soledad. Nuestros hogares están bombardeados con teléfonos, televisores y la vía rápida de la información. Pero échele una rápida mirada a la vida de Jesús. ¿Cuál era el secreto de su fortaleza? La oración. El se levantaba temprano por la mañana para poder hallar unos momentos para estar a solas con su Padre (Mar. 1:35- 37). A veces pasaba la noche entera en oración. Muchas veces se retiraba de las multitudes para poder encontrar un lugar tranquilo donde orar (Luc. 5:15,16).
Un cuarto de oración puede proveemos un refugio cómodo y tranquilo para buscar y hallar a Dios. “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”, dice el salmista (46:10). Cuando la gente ora, Dios habla y guía.
- Un centro de oración provee un lugar para prolongados períodos de oración. En el Segundo Libro de Crónicas 20, Israel se encuentra bajo un grave ataque. Josafat convoca a una reunión de oración. Escuchemos su oración. “Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos”. ¿Qué ocurrió después? “Y todo Judá estaba en pie delante de Jehová, con sus niños y sus mujeres y sus hijos” (2 Crón. 20:12, 13). ¿Cuánto tiempo estuvieron de pie delante del Señor? Nadie lo sabe con seguridad. Pero de esto sí podemos estar seguros: estuvieron delante de Jehová todo el tiempo que fue necesario. Estuvieron allí hasta que entendieron la voluntad del Señor claramente.
Tener un cuarto específicamente dedicado a la oración prolongada e ininterrumpida es un recordatorio tangible de nuestra necesidad de detenemos un poco y estar de pie ante el Señor. Consideremos lo que podría haber ocurrido si Josafat y su pueblo se hubieran lanzado desbocadamente a la batalla en vez de esperar de pie delante del Señor. ¿Qué habría ocurrido si se hubieran apresurado a hacer algo rápidamente por su propia cuenta? Pero lo que hicieron fue estar de pie juntos delante del Señor, y perseveraron hasta que llegó la respuesta. El resultado final fue que el enemigo huyó vapuleado e Israel prevaleció.[4]
¿Por qué no decidir establecer un centro de oración en su iglesia y “llevar todo a Dios en oración”? De otro modo, puede ser que su iglesia se encuentre como aquel pobre marinero náufrago en la isla desierta, desamparado e inútil, cuando todo lo que necesitaba para tener éxito estuvo allí todo el tiempo.
Sobre el autor: es pastor titular de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Ukiah, California.
Referencias:
[1] C. Peler Wagner, Cburches That Pray (Ventura, Cali. Regal Books, 1993), pág. 79.
[2] Id., pág. 80
[3] Terry Teykl, Making Room to Pray (College Station, Texas: Renewal Ministries, Inc., 1991), pág. 55.
[4] Id., págs. 56, 57.