Jesús se arriesgó demasiado en la creación cuando le dio a la humanidad la libertad de elegir. Ese riesgo, por supuesto, significaba que podíamos elegir la esclavitud del pecado, en vez de la libertad. Desafortunadamente, hicimos una decisión equivocada, y una consecuencia todavía vigente de nuestra rebelión es nuestra disposición, incluso ansiedad, a imponer nuestros puntos de vista personales a las mentes y vidas de otras personas.

            La intolerancia es horrible en cualquier lugar, y particularmente en el ámbito de las creencias y prácticas religiosas. Si mis convicciones son tan débiles que necesito recurrir a la compulsión o valerme de la fuerza de la ley para lograr la adhesión de los demás, entonces son más diabólicas que divinas. Además, toda aceptación externa forzada nunca logra los verdaderos objetivos de las creencias atesoradas por sus promotores.

            Los pastores adventistas del séptimo día, dada la antigua posición de nuestra denominación de valorar y promover la libertad religiosa, se enfrentan continuamente al desafío de hacer que un “valor antiguo” sea relevante y significativo para los actuales miembros. Después de todo, es difícil emocionar a la gente con el peligro de una inminente persecución, toda vez que nuestros miembros viven un estilo de vida muy cómodo que no prevé “tiempos difíciles” para el inmediato futuro.

            A raíz de recientes conversaciones con Clifford Goldstein y Richard Fenn (colegas especialistas en libertad religiosa), me permito compartir algunos enfoques prácticos que nosotros como pastores podemos poner en práctica, mientras nos esforzamos por lograr que las discusiones acerca de la libertad religiosa sean relevantes y realistas para nuestras congregaciones.

            La libertad debería ser un valor esencial para todos los cristianos. Conocer a Jesús significa experimentar la libertad. Satanás esclaviza. Jesús liberta. De todos los pueblos, los creyentes adventistas deberíamos exaltar la realidad de la libertad en Cristo y proclamar este bien a todos aquellos con quienes nos asociamos o a quienes queremos evangelizar.

            La gente buena puede disentir. No es posible ni necesario estar de acuerdo completamente en todos los asuntos del sector público. Los creyentes conservadores política o socialmente verán ciertos asuntos en forma bastante diferente a los creyentes liberales, y nosotros debemos convenir siempre que eso es aceptable.

            La información liberta. Al proveer información actualizada de lo que ocurre local, nacional e internacionalmente, incrementaremos, no sólo su conocimiento, sino también su compromiso con la libertad religiosa para todos los pueblos en todas partes.

            Los pastores deben instruir. Debemos presentar ante la mente de los miembros, en una forma consistente, una interpretación de los eventos mundiales dentro del contexto del gran conflicto entre Cristo y Satanás. Muchos de los acontecimientos sociales y políticos no se ven dentro del marco más amplio de su significado profético.

            Enseñe a discernir. No todos los rumores son reales. De hecho, la mayoría de ellos son falsos. Los pastores deberían cultivar un saludable escepticismo cuando escuchan aseveraciones anónimas, no documentadas, de que “ellos” están haciendo cosas oscuras y turbias. También deberíamos ayudar a nuestros miembros a amar la verdad, a rechazar las conjeturas perversas y a “probar todas las cosas” antes de subir al carro triunfal del tráfico de rumores.

            Defienda a otros, incluso a quienes son diferentes. Tanto por nuestros actos como de viva voz, deberíamos externar nuestro compromiso con el concepto de que la libertad religiosa es para todos. Si mis vecinos bautistas, católicos, musulmanes, budistas, hindúes, judíos, shintoístas, zoroastristas, Testigos de Jehová, etc., no son libres, tampoco yo lo soy. Una persona no tendría por qué adorar, parecerse, vestirse, o vivir como yo para que decida defender firmemente sus libertades.

            Impulse y organice la participación de la comunidad. Hágase amigo de los gobernantes electos y de los líderes de la comunidad en su área ahora, de modo que cuando surja la necesidad o la oportunidad, estén dispuestos escuchar sus opiniones sobre asuntos de derechos religiosos. Además, no olvide que, mediante sus hechos y acciones, puede distanciarse de aquellos que tratan de imponer sus puntos de vista sobre nuestra sociedad.

            Atrévase a ser un promotor de la libertad religiosa. Tome la iniciativa de ir a los empleadores de los miembros de su iglesia que podrían estar afrontando desafíos en su lugar de trabajo. Si usted está un poquito nervioso con la idea de encontrarse en el frente de batalla por la libertad religiosa, no se preocupe. El Director del Departamento de Asuntos Públicos y Libertad Religiosa de su unión o división le ofrecerá apoyo profesional.

            Tenga cuidado con los subsidios que da el gobierno para la operación de las instituciones religiosas. La realidad de los gobiernos, incluso de aquellos bien intencionados, es que intentarán tomar el control parcial o total de aquello que apoyan. Además, recuerde la regla de oro al manejar este asunto. ¿Queremos en verdad que nuestros impuestos paguen los gastos de las instituciones religiosas de nuestros prójimos? ¿Quieren nuestros prójimos que sus impuestos paguen el programa bastante denominacional de nuestras escuelas?

            Practique lo que predica. No basta vivir simplemente en libertad y defenderla para bien de todos. Predique la libertad religiosa con entusiasmo y con mucha frecuencia, porque ese mensaje llega al mismo corazón del evangelio.

            Lea, promueva y patrocine la revista Liberty. Inste a sus miembros, no sólo a patrocinar subscripciones para dirigentes juiciosos de su comunidad, sino también a subscribirse y leer Liberty personalmente.

            Si sigue estas sugerencias cumplirá un objetivo importante del ministerio de Jesús: ¡proclamar libertad a los cautivos!