Estaba tan fascinado con la Nueva Era que fui de universidad en universidad en Rumania, celebrando seminarios sobre la supuesta esperanza que puede encontrarse en ese movimiento. Pero, personalmente, estaba lejos de estar satisfecho. Luego encontré a Jesús. El gozo llenó todo mi ser. Mientras reflexiono en la fuerza que la Nueva Era tenía en mí y en los muchos obstáculos, fracasos, y tristezas que obstaculizaban mi aceptación del evangelio, estoy agradecido por las bendiciones que inevitablemente acompañaron a mi aceptación de Jesús.

Una sinopsis histórica

 En la actualidad, la Nueva Era es un término común en el vocabulario religioso. Desde la década de los setentas el movimiento comenzó a ganar el reconocimiento público, a medida que centenares de gurúes orientales, filósofos occidentales, científicos, estrellas de cine, escritores y políticos se volvían a la Nueva Era para encontrar realización espiritual. Estos hombres y mujeres proclamaban el amanecer de una nueva era en la historia, una era en la cual toda la humanidad alcanzará finalmente la etapa de iluminación espiritual a través de una conversión mundial a una religión sincrética, mística, y humanista.

 Todo esto no es enteramente nuevo. Recientes raíces del movimiento pueden trazarse a la insurgencia del espiritismo en la segunda mitad del siglo diecinueve, cuando, bajo la influencia de Helena T. Blavatsky, Annie Bessant, George Steiner y Alice Bailey, la filosofía mística de la India y el ocultismo medieval fueron reconciliados y defendidos como la única alternativa para lo que ellos concluían que era el cristianismo muerto. Pero no fue sino hasta un siglo más tarde que esta “nueva era” antiguamente concebida alcanzaba su cénit después de una larga y oscura adolescencia pasada en las sombras de dos guerras mundiales.

 El cénit se produjo en la estela de la contra cultura de la década de 1960. El rechazo de los valores morales tradicionales, la denuncia de la sociedad materialista, la reconsideración de muchos de los patrones de pensamiento occidentales, “la era del LSD”, junto con la explosión del arte psicodélico y la crisis de Vietnam, estuvieron entre los factores más importantes que contribuyeron al lanzamiento de este “otro evangelio”.

 Este “evangelio” decía esencialmente al mundo que la felicidad última y eterna es la dependencia de una expansión mística que debe producirse en un sagrado potencial interior que está escondido en cada ser humano. Cuando este potencial se desarrolla apropiadamente, el individuo encontrará la identidad con el principio divino que gobierna este universo, y, al hacerlo, llegará a ser parte del orden cósmico inicial.

 Hasta el arribo de este quasi evangelio, los cristianos habían considerado a la triunfante secularización de la sociedad occidental postmodema, la política anti-cristiana, las ideologías filosóficas y el creciente fundamentalismo de la religión tradicional como su principal oponente. Pero ahora ya no es lo mismo. Los cristianos tienen un nuevo frente: una nueva religión omniabarcante que trasciende todas las fronteras religiosas, sociales, culturales o políticas, y que no tiene un libro-fuente sagrado, no tiene un dirigente terrenal, ni oficinas centrales visibles. Esta nueva religión es, al parecer, una caótica red de miles de organizaciones, grupos, y clubes, que proclaman el advenimiento de una Nueva Era. Y como muchos filósofos de la Nueva Era se sienten libres para incluir la Biblia y las enseñanzas de Jesús, el movimiento es, quizá, el más sutil y poderoso destructor de la singularidad de la fe cristiana. En realidad algunos autores cristianos la han llamado “versión espiritual del SIDA”.

 A la luz de todo esto, no fue más que normal que se empezara a desarrollar una apología anti- Nueva Era en la comunidad cristiana, con los evangélicos al frente de la batalla. El libro The Hidden Dangers of the Rainbow, de Constance Cumbey fue responsable, en gran medida, por la acuñación del término la Nueva Era. Este libro, y otros que le siguieron, crearon una fobia sensacionalista con respecto a una conspiración mundial secreta que con el tiempo establecería un gobierno mundial e impondría sobre cada ser humano las pretensiones de la religión satánica. La detallada comparación que hace Cumbey entre el Movimiento de la Nueva Era y el Tercer Reich de Hitler, y varias percepciones proféticas originales presentadas con centenares de referencias, daban credibilidad a su libro. Aunque en años recientes el libro ha sido reevaluado críticamente por muchos eruditos bíblicos conservadores, muchos cristianos todavía viven bajo el temor de que hay algún gran mal escondido en movimiento.

La Biblia y el Movimiento de la Nueva Era

 Dicho lo anterior, necesitamos volvernos a lo que la Biblia dice acerca del Movimiento de la Nueva Era. Sin ninguna duda, el movimiento es una amenaza para la fe cristiana (considere Col. 2:8, 18-23); cumple parcialmente la predicción bíblica de que en el tiempo del fin resurgirán las religiones falsas y los falsos mesías (Mat. 24:5, 23-26); etc.) y sus presuposiciones espirituales preparan las mentes de muchos con filosofías básicas que podrían dirigirlos con el tiempo a aceptar “los engaños” de los últimos días (Apoc. 13:13, 14; 16:14; 2 Tes. 2:9-12). El impacto mundial del Movimiento estorba la predicación del evangelio como ha ocurrido con los otros pseudoevangelios en el pasado (Gál. 1:6-8; 2 Juan 7-11; etc.).

 Para hacer frente a estos desafíos necesitamos asimos firmemente del mensaje digno de confianza de la Biblia como ha sido enseñado… y refutar a aquellos que se oponen a él (véase también Tito 1:9; 1 Tim. 1:1-3; 4:1; 6:20; 2 Tim. 1:13; etc.).

 Pero ¿cómo podemos hacer esto? ¿Cómo podemos oponemos a la obra del movimiento de la Nueva Era y alcanzar a quienes están atrapados por él? Organizaciones, como Spiritual Counterfeit Project y Christian Research Institute, son, probablemente, las principales instituciones que están contraatacando a los grupos de la Nueva Era.