Sobre el autor: Ph.D., es director del Departamento de Asuntos Públicos y Libertad Religiosa de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día.
John Graz: Usted ha dedicado su vida a buscar una mejor relación entre judíos y cristianos. ¿No es ésta una misión imposible?
Jacques Doukhan: Yo siento una carga particular por las relaciones judeocristianas. Si es una misión imposible, no lo sé. Es, ciertamente, un desafío por muchas razones: a causa de la dolorosa y vergonzosa historia ocurrida entre ellos; a causa de muchísimos prejuicios e ignorancia; y lo peor de todo, a causa de tanta indiferencia de ambos lados. El hecho de que haya dedicado mi vida a este esfuerzo, sin embargo, implica mi creencia de que vale la pena hacer el esfuerzo. Existe siempre la esperanza de que no sea una “misión imposible”.
Es también mi profunda convicción que, hasta cierto grado, la naturaleza y el destino, tanto del judaísmo como del cristianismo, defienden de la calidad de sus relaciones. Es significativo que ambos hayan construido puentes de relación mutua. Es posible, por lo tanto, que a través de estas relaciones, judíos y cristianos hayan aprendido, no sólo a amarse y respetarse unos a otros, sino también a descubrir recíprocamente algo importante con respecto a su propia identidad. Esto no sólo es relevante por razones históricas y psicológicas, sino más bien por la vital cuestión de la salvación. Yo supongo que la principal razón por la cual he dedicado mi vida a promover estas relaciones no es meramente teológica o académica. Para mí, es un asunto existencial. He llevado la tensión judeocristiana en mi propia carne.
J.G: Usted creció en una familia judía, pero usted y su padre aceptaron a Jesús como su Mesías. Esto significa que personalmente experimentó en su vida las tensiones producidas entre estas dos fuertes identidades. ¿Es posible ser judío y cristiano a la vez?
JD: Mi padre estaba a punto de ser rabino, cuando una serie de dramáticas circunstancias nos confrontaron con la posibilidad de que Jesús fuera el Mesías. Para él, y para mí, este descubrimiento fue traumático. Fue un choque para toda nuestra familia y la comunidad judía sefardita de nuestro pequeño pueblo de Constantine (Argelia). Mi madre nunca lo aceptó. Ella se opuso tenazmente y luchó contra él duramente. Muchos miembros de la familia de ambos lados intervinieron. Varios amigos y rabinos vinieron y hablaron con nosotros. No fue una elección fácil. Mi padre luchó largamente, porque permanecía fiel a su identidad judía. Todavía asistía a la sinagoga y a las festividades judías. Mi padre siempre se consideró judío. Es en ese contexto que me puse en contacto con el mensaje cristiano. Fue a través de mi padre, y con mi padre -a través de sus grandes dudas y sufrimientos-, que aprendí a descubrir la figura de Jesús, el Mesías. Como mi padre, nunca abandoné mis raíces. Me sumergí en la tradición judía, y mi padre insistió en mantenerme dentro de los valores judíos el estudio intenso de las Escrituras hebreas, la importancia de la ética, la reverencia por el sábado, la afirmación de la vida, etc. Como niño judío, asistí a las escuelas hebreas desde la edad de cinco años. Pero anhelaba ir más allá, así que estudié intensamente el idioma hebreo y la literatura rabínica, e incluso la literatura judía moderna, en la Universidad de Estrasburgo, donde obtuve un doctorado en hebreo y estudios judíos, bajo la dirección del filósofo judío André Neher. Incluso asistí a una Yeshiva (Institución escolástica especializada) durante varios años. Anhelaba aprender tanto como pudiera para asegurarme que estaba haciendo las decisiones correctas. En el lapso de esta peregrinación espiritual, no sólo aprendí de mi padre, sino también comprendí la apasionada lucha de mi madre.
De modo que su pregunta, “¿es posible ser judío y cristiano a la vez?”, me siento tentado a responderla con un sí inicial. Recuerde que los primeros cristianos fueron judíos, y para ellos las dos identidades no se excluían mutuamente. Jesús, Pablo, Pedro y Juan nunca renunciaron a sus raíces judías. Hasta donde tiene que ver con el contenido -los valores, la verdad, por así decirlo- sí, es posible ser judío y cristiano al mismo tiempo. Incluso hasta podría considerarse como un valioso activo, por difícil que sea. Hay un proverbio en la lengua Yiddish: “Shwer zu sein hayid” (“Es difícil ser judío”), pero lo es más ser judío-cristiano. Y ésa es la razón por la cual se nos dificulta, y hasta cierto grado, de un modo insufrible, reconocer y abrazar los valores y la verdad de un pueblo que resulta ser opresor de los judíos.
JG: Yo supongo que cuando un judío escucha la palabra “Jesús”, no piensa en la persona de Jesús, sino en lo que los “cristianos” hicieron: masacre de judíos y campos de concentración. En otras palabras, ¿hay alguna esperanza de reconciliación después de Auschwitz?
JD: Usted sencillamente ha tocado la cuerda más sensible. El presidente Bill Clinton dijo una vez: “Es difícil disociar el mensaje del mensajero”. Debido a la vergonzosa y dolorosa historia que acaba de evocar, el nombre de Jesús se ha asociado en la conciencia judía con el recuerdo de las masacres, discriminaciones y rechazos durante 2,000 años; la sistemática “enseñanza de contención”, todos alcanzaron su clímax en Auschwitz. Muchos cristianos todavía no comprenden la naturaleza de esa conexión; y, conscientemente o no, siguen alimentando sus mentalidades con el viejo veneno: enseñando y predicando las maldiciones contra los judíos, a quienes acusan del más horrible crimen de la humanidad, deicidio: matar a Dios.
Mientras tanto, existe la teología de la sustitución, que niega a los judíos y a Israel el derecho, incluso, a ser Israel, pues el verdadero “Israel”, es otro pueblo. (Esta teoría ha sido denunciada como un “holocausto espiritual”.) Esto, sumado a toda clase de extrañas ideas que los cristianos tienen acerca de los judíos: el mito del complot judío, la asociación de los judíos con el engaño y el dinero, etc. Me estoy refiriendo aquí a la antigua bestia llamada “antisemitismo”.
Usted me preguntó si hay esperanza de reconciliación después de Auschwitz. Mientras los cristianos, sean los que fueren, sin importar la comunidad a la cual pertenezcan, no comprendan y reconozcan su responsabilidad en Auschwitz; mientras sigan alimentando el fuego y empujando en la misma dirección; mientras conserven en su corazón ideas y sentimientos antisemíticos, no hay esperanza de reconciliación. Con Auschwitz, la historia judeocristiana llegó al punto muerto: no hay posibilidad de retomo. Después de Auschwitz, ya no es decente pensar, actuar o sentir, en las formas que produjeron Auschwitz. Esperar una reconciliación después de Auschwitz, significaría albergar la esperanza de una “conversión” genuina de parte de los cristianos. Mientras los cristianos no tomen este pecado del antisemitismo seriamente; mientras no estén dispuestos a dar un giro de 180 grados, arrepentirse, y reconocer las raíces judías que tienen, no hay esperanza de reconciliación. Como resultado, podemos hasta decir que no hay esperanza de ninguna reconciliación, y me refiero aquí a la reconciliación cristiana con el Dios de Israel mismo.
La relación entre las dos conexiones es tal, que un teólogo cristiano ha ido tan lejos como para denunciar el antisemitismo como un pecado contra el Espíritu Santo; es decir, un pecado imperdonable. Puede ser que esto suene exagerado para muchos que no han llegado a comprender la espantosa naturaleza de este pecado y sus implicaciones, y eso se debe sencillamente a que se han acostumbrado demasiado a él.
JG: En uno de sus libros, usted explica cuán difícil es que un judío que cree en Jesús sea aceptado como tal por sus compatriotas. ¿Qué en cuanto a los cristianos? ¿Es fácil para un judío llegar a ser miembro de la familia cristiana? ¿Se siente usted bien aceptado entre nosotros?
JD: Es cierto que durante los últimos años a algunos judíos, que se identifican como cristianos, se les ha negado su solicitud de ciudadanía del Estado de Israel. Pero éste no ha sido siempre el caso; y algunos expertos políticos piensan que esta ley puede cambiar en el cercano futuro. También debo añadir que, de acuerdo con la ley judía (Halakhah), un judío sigue siéndolo, no importa lo que haga, incluso si se identifica como cristiano. Irónicamente, los nazis probaron la veracidad de esta observación. El antisemita Drumond acostumbraba a decir: “Cuando un judío se hace cristiano, tenemos un cristiano más, pero no un judío menos”.
Hasta donde sé -y usted me hizo una pregunta personal- debo decir que, a pesar de su desaprobación, mi familia y mis amigos judíos nunca me rechazaron como judío. Ellos me consideraron un poquito marginado, pero me respetaron, incluso cuando se sentían airados contra mí en algunas ocasiones.
Cuando llegamos al asunto de mi integración a la sociedad cristiana, esto se toma más complejo. Yo nunca he ocultado mi identidad judía; siempre lo he afirmado en mis conferencias, mis escritos y mis conversaciones privadas. Y este hecho es ampliamente reconocido en mi vida profesional: he elegido enseñar hebreo y estudios judíos; estoy involucrado en el diálogo judeocristiano, y soy miembro de la Sociedad de Estudios Judíos. Soy director del recién creado Instituto de Estudios Judeo- cristianos en la Universidad Andrews. Soy editor de dos revistas judeocristianas (Shabbat Shalom, y L’Olivier). Todo esto habla fuertemente de mi identidad judía.
Y sin embargo, el solo hecho de que me esté haciendo estas preguntas en estos términos, sugiere que, hasta cierto grado, he seguido siendo un extranjero. Así que mi respuesta a su pregunta debe ser ambivalente. Sí, me siento bien aceptado; siento que soy uno de ustedes. Y sin embargo, como judío en una sociedad cristiana, se me recuerda siempre, a cada paso de mi vida, el problema judeocristiano: “inocentes” chistes, declaraciones teológicamente demoledoras, sonrisas sugestivas, y también algunas desagradables experiencias, siempre lastiman la misma herida. Pero tengo muy buenos amigos, y usted es uno de ellos, con los cuales siento que es fácil ser yo mismo; cualquier cosa que eso pueda significar, y con quienes estas cuestiones se vuelven irrelevantes.
JG: Sus conferencias públicas alrededor del mundo son aclamadas y bien recibidas. El ochenta por ciento de los que asisten a las sesiones son judíos. ¿Cómo explica eso?
JD: He dado conferencias en todo el mundo, en muchas ciudades de Francia, Suiza, Canadá y, más recientemente, en Australia. Siempre me asombra el gran interés que muchos judíos, y también cristianos, tienen hoy en día en los asuntos que están en debate. Siempre es difícil explicar el éxito, especialmente si usted está involucrado personalmente en él. Pienso, sin embargo (hablando en términos humanos), que la asistencia de tantos judíos se debe, quizá, a mi trasfondo tanto académico como personal, mis estudios realizados en Jerusalén, mis escritos. La gente está intrigada.
También es cierto que mis presentaciones como profesor universitario me dan una imagen más neutral y, por lo tanto, menos dudosa. También pienso que muchos judíos asisten a mis conferencias precisamente a causa de los temas que elijo como ponencias, porque discuto asuntos que nos incumben tanto a ellos como a mí. Y sin embargo, en mis conferencias no me dirijo sólo a los judíos, también hablo a los cristianos. Y como los temas están interrelacionados, he descubierto que el medio más efectivo de comunicarme con este grupo es conectándolo con el otro.
Mis temas tratan asuntos relacionados con las tensiones entre judíos y cristianos, y confronto las dos partes. Hablar sólo a los judíos sería ofensivo para los demás, y siempre sería sospechoso. Al mismo tiempo, este método no es una estrategia astuta para atraer a los judíos. Presento mis hallazgos y mi mensaje con honestidad y candor, pero también con pasión y profunda convicción. También lo hago en tal forma, que se sugieren nuevas perspectivas y frescas percepciones. Aunque soy respetuoso de tantas sensibilidades culturales y religiosas, presento candentes asuntos teológicos como la Torah, el sábado, el Mesías, el estado de los muertos; pero también toco aspectos humanos como el antisemitismo, el Holocausto, Israel, el diálogo interconfesional, etc.
Recuerdo que en una de mis conferencias una estudiante del doctorado, católico-romana que asistió, quedó como abismada. Ella nunca había oído lo que yo decía, y deseaba escuchar más. También recuerdo a un joven israelí que estaba confundido por mis explicaciones, y preguntó por alguna literatura a través de la cual pudiera analizar los temas más detenidamente. También estaba una dama judía polaca, superviviente de Auschwitz, que se conmovió hasta las lágrimas, con quien tuve una larga conversación. También viene a mi memoria una dama presbiteriana que estaba sorprendida y “chasqueada” porque mis conferencias no habían sido debidamente anunciadas en las asociaciones judeocristianas.
JG: ¿Cómo reacciona la comunidad judía ante sus conferencias?
JD: Debo decir que la aceptación es ambivalente. Al principio, tienen reservas. Algunos se sienten furiosos; pero después de la primera conferencia y las conversaciones privadas, he descubierto que llegan a poner más atención y a escuchar con más interés. En Marsella, fui invitado, incluso, a hablar en la radio judía. No sólo fui entrevistado, también mi libro fue anunciado allí, y algunas de mis conferencias fueron difundidas. Un rabí compró varios casetes de mis conferencias acerca del “sábado y la esperanza”. En Melbourne, fui entrevistado en la estación de radio israelí, y pude hablar en hebreo sobre el tema que yo presentaba en mis conferencias. La conversación fue difundida en todo el país, donde viven muchos israelitas.
JG: Varias organizaciones cristianas están tratando de convertir a los judíos. La reacción de ellos es bastante fuerte contra ese intento. ¿Es posible compartir la esperanza de Jesús sin herir sus sensibilidades?
JD: Hoy, después del holocausto, y muchos siglos de esfuerzos cristianos por eliminar a los judíos de la escena de la historia, cualquier intento público de “convertir” al pueblo judío desatará violentas reacciones. Los cristianos que quieren compartir con los judíos “la esperanza de Jesús” deberían, por lo tanto, antes que nada cuestionarse cuáles son sus verdaderos motivos. ¿Por qué quieren “convertir” judíos? ¿Intentan transformarlos a su propia imagen, y borrar así su identidad judía?
De manera que, a su difícil pregunta, yo respondería sencillamente: sí, es posible para los cristianos compartir esta esperanza con los judíos. Pero como usted dice, debe hacerse sin poner en riesgo su identidad hebrea. La riqueza y belleza de su herencia judía debería ser respetada.
Otra pregunta que los cristianos deberían hacerse tiene que ver con el contenido de esta esperanza de la cual estamos hablando. ¿Estoy, en verdad, llevando a los judíos algo que los enriquecerá o empobrecerá? ¿Necesitan, en verdad, lo que estoy tratando de compartir con ellos? Esta pregunta puede causar perplejidad a algunos cristianos que difícilmente pueden ver otros valores y verdades fuera de los suyos y de su manera de pensar. Esta pregunta es importante, sin embargo, porque es un modo de probar si tenemos o no el enfoque correcto. A través de ella, el cristiano se ve competido a reubicarse, probar sus convicciones, para asegurarse de que su fe cristiana no es un mero barniz cultural; que es, en vendad, una experiencia rica, vital y profunda, que tiene características universales. En otras palabras, la conversión de los cristianos es esencial para la conversión de los judíos.
JG: ¿Tenemos que volvemos judíos para ser aceptados por los judíos?
JD: No, no es esto lo que quiero decir. Por supuesto, el apóstol Pablo sugiere ese enfoque: “Los griegos con los griegos y los judíos con los judíos”. Pero al decir eso, no implica que tenemos que cambiar nuestra identidad para poder alcanzar a los judíos. Un hombre no tiene que convertirse en mujer para poder alcanzar a las mujeres, y viceversa. Los griegos sabían que Pablo era judío. Él no podía ocultarlo. Pero al menos trataría de hablar su lengua y comprender su cultura y comenzar donde estaban, aun cuando eso significara referirse a un dios pagano, como ocurrió en Atenas. Pero, nuevamente, él no quiso hacerse pasar por griego; no se disfrazó como un noble griego. Siguió siendo judío, y comunicándose con el pueblo, mientras tomaba en cuenta su cultura y su contexto social.
JG: ¿Se refiere al principio “misiológico” de la contextualización?
JD: Sí. Pero con frecuencia se produce un poco de confusión cuando nos referimos a este principio: usted no puede ser, naturalmente, aquello que no es; de otra manera, se convierte en una comedia, muchas veces no muy bien actuada, y entonces el mensaje no procede, es recibido como una falacia. No será tomado en serio. He observado que rápidamente se desenmascara el juego, y el resultado es catastrófico. En cuanto a los judíos, la pretendida audiencia puede estar segura de haber detectado fácilmente el origen de la falsificación. Y, o se reirán de usted, o se llenarán de ira.
Esta actitud no tiene nada que ver con el principio de la contextualización, como lo ejemplificó el apóstol Pablo, por no mencionar el problema ético. Usted no puede dar testimonio en favor de la verdad, si usted mismo no es genuino. Esto es sencillamente sentido común. Sea usted mismo, pero no los fuerce a convertirse en una copia mecánica de usted. Respete sus diferencias, que sigan siendo judíos. Entonces, la verdadera comunicación funcionará, y usted será capaz de escuchar y recibir a cada uno de los demás.
JG: ¿Qué se puede hacer para mejorar la relación entre judíos y cristianos?
JD: Hay tanto por hacer. Y esta obra, por supuesto, les interesa, así a judíos, como a cristianos. Esa es la razón por la cual tenemos la revista Shabbat Shalom. El título de la revista ya es sugestivo en sí mismo, pues hay todo un programa y filosofía detrás de él. Queremos promover una mejor comunicación entre cristianos y judíos. Esta comprensión tiene como objetivo la reconciliación judía, el shalom, la paz. Y fija este ideal en el ancla común del shabbat. Shabbat Shalom es una revista patrocinada por la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Los judíos y los adventistas del séptimo día ignoran el terreno común que comparten. Además del Shabbat (sábado), está el punto de vista total de la vida, las reglas dietéticas, la importancia de la Escritura, etc.
Los judíos y los adventistas del séptimo día deberían saber más acerca los unos de los otros. Esta es la razón por la cual Shabbat Shalom contiene entrevistas con rabinos y famosas personalidades judías, como el Premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel, así como cristianos, especialmente personalidades adventistas del séptimo día, como el Dr. B. B. Beach. Esta revista trata una variedad de temas, como el “sufrimiento”, el “sábado”, “la ley”, “la esperanza”, etc., desde una perspectiva judeocristiana. No sólo los judíos, sino también los cristianos, particularmente los adventistas del séptimo día deberían leer la revista y luego compartirla con un amigo cristiano o judío. Esta lectura común ayudará a crear un marco apropiado para mayores discusiones en el porvenir.
JG: ¿Podría usted sugerimos algunas pocas medidas para llevar a cabo esta empresa?
JD: Tengo por lo menos siete:
1. Trabaje en serio en el interior de su alma, su mente y sus labios, para purificarse de cualquier tipo de prejuicio antisemita. Hágase amigo de un judío.
2. Cree oportunidades para la interacción. Organice eventos culturales de interés judeocristiano en ocasiones especiales, como por ejemplo, las festividades judías, un viernes por la noche, un aniversario nacional (El día del holocausto). De vez en cuando, asista a eventos organizados por la comunidad judía. Sea miembro de una asociación judeocristiana.
3. Introduzca en su liturgia cantos e incluso lecturas de inspiración judía. Esto fortalecerá, de hecho, su comprensión y comunicación de su verdad. Invite a amigos judíos.
4. Evite el uso de cuadros de Jesús y de “cruces”. Estos símbolos los interpretan los judíos, con mucha frecuencia, como signos de idolatría. En cuanto a la cruz, la mente judía siempre la asocia con los dolorosos recuerdos de la opresión. Recuerde que la cruz, como remanente de la crucifixión, es lo que inspiró las cruzadas (derivadas de la palabra cruz) y la masacre de judíos. Además, el gusto cristiano tradicional por las cruces puede sugerir una preocupación mórbida por la muerte, que hiere la natural sensibilidad judía acerca de la afirmación de la vida.
5. Organice talleres en su comunidad para crear una conciencia de la existencia de los judíos (invite a especialistas: véase no. 7).
6. Promueva la revista Shabbat Sbalom. Léala, disfrútela, y compártala con sus amigos judíos y cristianos.
7. Llame a los servicios del recientemente creado Instituto de Estudios Judeocristianos de la Universidad Andrews. Muy pronto estarán al alcance de todos, talleres, libros, folletos y casetes.
JG: Dr. Doukhan, ¿cree usted que algún día un buen judío podrá mencionar el nombre de Jesús sin sentirse profundamente herido?
JD: Definitivamente sí. Y creo que el día ya llegó. Por supuesto, yo soy un ejemplo de ello, entre muchos otros. Paradójicamente, después del holocausto y la creación del Estado de Israel, más y más judíos son capaces de separar a Jesús del ofensivo y repugnante testimonio cristiano. Es interesante saber que más se ha escrito acerca de Jesús en hebreo en los últimos treinta años, que en los dieciocho siglos anteriores. Junto con los cristianos que comienzan a reconsiderar sus raíces judías, y aprenden a amar la ley del Dios de Israel, muchos judíos comienzan a darse cuenta de que Jesús forma parte de su herencia judía, y como tal, merece su atención. Sí, creo que hay razón para esperar que nuestra tarea no sea en realidad una “misión imposible”.
Sobre el autor: D.H.L., Jh.D., es director del Instituto de Estudios Judeocristianos en el Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día, Berrien Springs, Michigan.