Hace poco asistí a tres inspiradores concilios ministeriales que representaban a nueve uniones y campos locales en África e Interamérica. En total asistieron a este evento unos 1,500 ministros adventistas con sus esposas. En los tres lugares se planteó, de una forma u otra, una pregunta, una cuestión que plantea presuposiciones subyacentes y respuestas anheladas. La misma, tiene importantes implicaciones para esta publicación, incluso si no se hiciera en lugares como Kenia, Zimbabue o Colombia. Sucintamente la pregunta dice: “¿Ministry es la voz oficial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día?”

 La pregunta es significativa desde varios puntos de vista. Debo admitir que para mí, equivocada o correcta, es omnipresente. Después de todo, nuestra oficina editorial está localizada en las oficinas generales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, y como tal, esta revista, a todas luces, es representativa, mucho más que el pensamiento de cualquier persona, lugar, o tiempo. Además, Ministry tiene una historia ilustre y definitiva con relación a nuestra iglesia y sus ministros. Junto con estas realidades, cualquier medio de comunicación que tiene como objetivo a los líderes intelectuales de una organización dada, obviamente necesita reflejar responsable y justamente el punto de vista de esa organización. Nosotros definitivamente tratamos de preservar el contenido de cada artículo de la revista acorde con esta realidad.

 Ninguna persona seria podría negar, sin embargo, que Ministry, con el propósito de tener algún valor sustantivo para la iglesia, tiene que desempeñar una parte más amplia que la simple reiteración de las posiciones oficiales de la organización. De hecho, si la revista sirviera simplemente para este propósito, por su propia naturaleza tendría un contenido más o menos estéril.

 El acta original de fundación de Ministry -y significativamente, toda su historia subsecuente- demanda un carácter y propósito más amplios. Al tener como objetivo a los líderes intelectuales de la iglesia, la revista debe esforzarse, no sólo por ser consistente con las creencias denominacionales, sino también para estar en el filo del pensamiento y el estudio. Debe servir de canal por el cual el mejor pensamiento y estudio de la Iglesia Adventista del Séptimo Día se pueda amalgamar y luego exponer responsablemente ante un público lector mundial. Y puesto que la revista abarca más de un rol, y éstos están, por naturaleza, en tensión unos con otros, es casi inevitable que surjan preguntas en algunas mentes si su tratamiento es exactamente como debiera ser. Permítaseme explicar lo que quiero decir desde un punto de vista histórico.

 En un fascinante artículo escrito por Bert Haloviak se tocan algunos de los aspectos controversiales de la historia de la revista. Al hacerlo, se arroja luz sobre los roles potencialmente conflictivos de Ministry, por un lado como vocero de la voz colectiva de la iglesia, y por el otro, como articulador sensato de las posiciones recientes que algunos podrían considerar arriesgadas y preocupantes en la vida de la iglesia.

 Bert señala cómo L. E. Froom, primer director de la revista Ministry, manejó las posiciones teológicas tradicionales pero cuestionables de la iglesia. El octavo número de agosto de 1928 de la revista declaró su preferencia por la versión dada por la Revised Standard Versión de Apocalipsis 22:14, por encima de la KJV, dando origen a un debate que duró toda una década. Más significativa que esta controversia fue la que rodeó la pregunta “¿Establecer un credo o no?”, como respuesta Froom expresó una posición considerablemente diferente de la de algunos de sus hermanos.

 Es probable que debido a dicha posición editorial, la revista fue alineada más estrechamente con el liderazgo administrativo de la iglesia, cuando C. H. Watson sucedió a A. G. Daniells, como secretario de la Asociación Ministerial, y el vicepresidente de la Asociación General, I. H. Evans llegó a ser, como secretario de la Asociación, coeditor de Ministry junto con L. E. Froom. En armonía con estos ajustes, se declaró que la obra de la Asociación Ministerial debía hacerse en estrecha relación con el personal ejecutivo de la Asociación General.

 Esta historia abre nuestros ojos a la tensión que existe hasta hoy entre declarar fielmente la posición oficial de la iglesia y exponer con fidelidad algunas posiciones o perspectivas que son debatibles e incluso desafiantes. También nos dice que el hecho de que Ministry se involucre en tales discusiones no es novedad.

 Por encima de todo, mientras nosotros tratamos de mantener la humildad, la prudencia, la delicadeza y la integridad disciplinada en la oficina editorial, ruego que nuestros lectores de todas partes se abran a una oración y estudio más profundos, con el propósito, no sólo de conservar la verdad, sino con la perspectiva de encontrar lo que aún falta por descubrir.

 Por sobre todo, deseo que Ministry cumpla, en su integridad, con todos los roles que Dios le ha señalado, no importa cuán contradictorios puedan en algún momento, parecer.