Los ministros como escritores
Amos John Traver, teólogo luterano, pronunció hace poco un discurso en Hamma Divinity School, en Springfieid, Ohio, en el cual declaró: “La situación actual exige que la iglesia adiestre a sus ministros en el arte de escribir como en el arte de hablar en público”. Este colegio, que es el seminario teológico que ofrece estudios avanzados a los alumnos del Colegio de Wittenberg, es la única institución luterana que ofrece preparación para los ministros en el arte de escribir. Algunas denominaciones no tienen ni siquiera un colegio que ofrezca un curso tal de instrucción. ¿Qué estamos haciendo en nuestros propios colegios para instruir a nuestros predicadores en el difícil pero productivo arte de escribir?
“Escribir ha sido siempre un factor importante para dar testimonio a favor del cristianismo”, declara el Dr. Traver. “El cristianismo es una religión histórica. Los hechos han sido conservados mediante los escritos sagrados. Y los dirigentes del pensamiento cristiano en todas las épocas han difundido su influencia por medio de sus escritos”.
Este teólogo luterano no cree que el ministro debe escribir solamente por amor al arte. Más bien, el ministro debe concebir sus escritos como un medio de dar testimonio a favor del cristianismo. “Debemos tomar como guía a san Pablo, quien al escribir a la iglesia de Corinto, dijo: ‘Porque no os escribimos otras cosas de las que leéis, o también entendéis, y espero que hasta el fin las entenderéis’ (2 Cor. 1:13).
Únicamente aquellos ministros de nuestro medio que hayan intentado escribir como una forma de dar testimonio para Cristo, conocen cuán satisfactorio y valioso es el fruto de tales esfuerzos para ganar almas. Un predicador adventista que escriba para El Ministerio Adventista, o cualquier otra revista, multiplica, expande la influencia de su testimonio para Cristo, de un modo ilimitado.
Algunos de nuestros colegios han dado atención a este asunto. Y si el lector es alumno de un colegio donde se ofrece tal instrucción, debe aprovechar esa oportunidad. Pero en verdad, mucho más podría hacerse para enseñar a nuestros futuros predicadores las técnicas del arte de escribir para la salvación de las almas.
Nuestros ministros que están actualmente sirviendo en el campo de labor y que no han recibido los beneficios de una preparación en el área del periodismo, no necesitan sentirse incapacitados para tomar la pluma. Muchos de nuestros ministros podrían escribir aceptablemente si ejercitaran el don que tienen en sí. Si tienen algo valioso que decir hermanos, díganlo, escríbanlo para nuestras revistas con el fin de que sea publicado. (Pero estemos seguros de que tenemos algo que decir. Esto es fundamental en todos los escritos.)
La mensajera de Dios, cuya pluma favorecida ha ganado a millares de almas para Cristo, escribió: “El Señor pide los servicios de las plumas consagradas. Los artículos publicados en nuestros periódicos deben estar llenos de pensamientos prácticos, elevadores y ennoblecedores que ayudarán, enseñarán y fortalecerán las mentes de los que los lean” (Counsels to Writers and Editors, pág. 19).
Es cierto, también, que algunos no tienen la capacidad para escribir en nuestros periódicos, como lo indica la siguiente declaración:
“Algunos de los escritores de los sermones que han aparecido en ____ no han estado trabajando con uno o dos talentos, sino que han estado manejando los cinco que no les han sido entregados. Hacen un mal trabajo. El Maestro conocía sus habilidades y no les dio más de lo que podían usar con mayor beneficio, para que en el día de ajuste de cuentas, no necesitara exigirles más de lo que eran capaces de cumplir. No deben lamentarse innecesariamente porque no puedan glorificar a Dios por los talentos que él jamás les ha encomendado” (Ibíd., pág. 86).
Pero mis hermanos, muchos de nosotros podríamos escribir aceptablemente si sólo tratáramos de hacerlo. Lo menos que puede hacerse es preparar informes de la obra de la iglesia local para los boletines de la Unión o simples relatos de las actividades adventistas para la prensa pública. Hay abundantes oportunidades en la iglesia para los buenos escritores que tienen algo que decir. Hay una necesidad de jóvenes que se especialicen en este ramo del testimonio cristiano. Todos debemos percatamos del lugar que ocupan los escritos en la obra del ministro adventista.
En la siguiente cita la hermana White nos dice:
“Que los ministros consideren parte de su deber enviar artículos cortos con incidentes a nuestros periódicos. Será como un alimento para aquellos que están trabajando en lugares aislados o en países extranjeros y en las islas del mar, escuchar por este medio de sus amigos con los cuales se han asociado. Estos relatos pueden ser para los lectores como una fiesta de amor, porque los escritores han estado alimentándose del pan que ha descendido del cielo” (Ibíd., pág. 18).
(En el número correspondiente a mayo- junio de 1949, el pastor W. E. Murray, director de la revista, publicó una nota editorial titulada):
¡ESCRIBA!
“Una de las tareas que nos incumbe como ministros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día es la de escribir artículos para la prensa denominacional. La palabra escrita siempre ha tenido mucho peso. Su influencia, en muchos casos, puede ser aún más duradera que la de la palabra hablada. Si nos detenemos a pensar en ello un momento, recordaremos que la palabra hablada tiene su efecto solamente en aquellas personas que la oyen en el momento de ser pronunciada, mientras que la palabra escrita tiene una influencia perenne en una persona tras otra a cuyas manos llega el impreso. La palabra escrita llega al cerebro por el nervio óptico, mientras que la palabra hablada penetra a través del oído. Se nos ha dicho que el nervio óptico es mucho mayor y más fuerte que cualquiera de los que corresponden a los demás sentidos. Los chinos dicen que un cuadro vale por diez mil palabras.
“Como ministros adventistas debemos reconocer que una parte importante de nuestro ministerio es escribir. El apóstol Pablo fue un gran escritor y hoy día tenemos la consolación, la instrucción y el consejo espiritual de sus enseñanzas escritas. Tenemos un buen número de publicaciones adventistas, y temo que algunos de nuestros ministros no se dan cuenta de la gran oportunidad que pierden al no escribir acerca de sus experiencias. Las experiencias de nuestros ministros serán motivo de inspiración y ánimo para nuestra feligresía en todo el mundo. El que escribe un artículo es semejante al comerciante que ofrece su mercancía a la venta. No todos compran, pero muchos lo hacen. En el grupo de los lectores, encontramos maravillosos ejemplos de personas inspiradas, instruidas y ayudadas. En alguna oración o frase alguien hallará motivo de inspiración. En algún pensamiento suyo alguien hallará la salvación. Lo que usted escriba levantará a alguien del valle del desaliento hasta las cumbres de la fe y la esperanza. Escribamos para nuestros periódicos. Ese es nuestro deber. Nos veremos retribuidos con un rico galardón”.
Esta invitación a escribir, para multiplicar la utilidad y la influencia del ministro y también para que la revista tuviera un cierto sabor e identidad locales, aun cuando nunca se deben perder de vista sus objetivos globales, se repitió varias veces a través de los nueve años de historia de la revista El ministerio Adventista. En la nota editorial que apareció en el primer número, el director decía: “Queremos que nuestros lectores nos ayuden a hacer valiosa esta revista para todo el territorio de habla española. Su contribución será muy apreciada. Coméntenos los mejores métodos que ha usado en la ganancia de almas. Envíenos bosquejos de sus mejores sermones. No prometemos publicar todo lo que se nos envíe, debido a la repetición de pensamientos y a la falta de espacio en la revista”.
Es evidente que sus esperanzas eran grandes, pero no parecen haber tenido mucho éxito. En los 52 números de esa primera etapa exclusivamente interamericana, se publicaron casi exclusivamente artículos traducidos del inglés, o escritos por los dirigentes de la División Interamericana, que eran norteamericanos. De hecho durante un breve período fungió como director asociado un pastor llamado, H. S. Mendez.
En la segunda etapa, a partir de enero de 1953, cuando comenzó a publicarse la revista con un nuevo formato de 23.75 cms x 16.25 cms, en colaboración con la División Sudamericana, parece haber tenido más éxito. Hubo, en general, más colaboración de los pastores locales. Parece que a fines de la década de 1960 y hasta mediados de la de 1970, hubo una conjunción de talentos en Sudamérica que produjo más artículos para Ministerio Adventista. Sin embargo, si tomamos al azar el año 1972, encontraremos que en el primero y segundo bimestres no apareció ningún artículo escrito por ningún interamericano o sudamericano. En el tercero aparecieron 3 artículos, en el cuarto 1, en el quinto 3 y en el sexto 2.
En la actualidad sentimos la insurgencia de una generación de talentos, seguramente porque ahora hay muchos obreros que han logrado alcanzar una excelente educación a nivel de posgrado. Seguramente ahora será cuestión de convocatoria. Debemos pedir, asignar, temas especiales, a esta nueva generación para que ayuden a Ministerio Adventista a alcanzar sus ideales. Esperamos mejores días en el viejo ideal de que los pastores interamericanos y sudamericanos escriban los artículos que ayuden a Ministerio Adventista a cumplir su propósito de ayudar a los pastores a avanzar unidos en espíritu y en verdad con sus compañeros en todo el mundo en el cumplimiento de la misión.