En la Iglesia Adventista hay básicamente tres tipos de reuniones regulares durante las horas del sábado: la Escuela Sabática, el culto divino y la reunión de jóvenes. Generalmente las dos primeras tienen lugar durante la mañana. La tercera se desarrolla por la tarde.

            Es interesante notar que, en algunas de nuestras iglesias, grandes o pequeñas, durante la tarde del sábado hay varias actividades que ocupan a los miembros: comisiones, ensayos del coro, conjuntos musicales, estudios bíblicos, bautismos, visitas a los enfermos, cursos o seminarios de entrenamiento, distribución de folletos, visitas a familiares, amigos y a otras iglesias, recitales, además del descanso personal.

            Todas las actividades sabáticas son buenas y útiles para el desarrollo de nuestros hermanos. Pero muchas veces me pregunto: ¿Cuál de los tres encuentros sabáticos es el más importante?: ¿La Escuela Sabática, el culto divino o la reunión de jóvenes? ¿Será ésta sólo para ellos?

            No me interpreten mal: lo que quiero decir es que las tres reuniones del sábado deberían ser de igual importancia en lo que a participación se refiere. Ninguna de ellas es igual en su estructura; cada cual es diferente. Tal vez, en muchos casos (sin darnos cuenta), creemos que la reunión de los jóvenes es de segunda categoría. No lo decimos, pero lo evidenciamos con nuestras actitudes.

Apoyo decisivo

            Nos gusta hacer lo que consideramos importante. Por más humilde que parezca nuestro trabajo, nos gusta creer que es valioso y que contribuye al éxito global de la iglesia o la empresa.

            ¿Cuál es el mensaje que transmitimos cuando nos ausentamos del encuentro de los jóvenes? ¿Cómo se sienten sus líderes al ver tan pocos asistentes? ¿Por qué, con cierta frecuencia, lo suspendemos en favor de otros programas?

            Nos gusta asistir a una iglesia que está llena de gente. Eso transmite una sensación de importancia y celebración. Bien, usted puede pensar que ir la iglesia no es cuestión de gusto personal sino un deber para con Dios. Es verdad, pero es importante que logremos que los jóvenes le tomen el gusto a la adoración. El Señor desea que lo adoremos por el placer de hacerlo, y no por obligación, deber o decreto.

            Cuando yo, como pastor, ocupo la hora del encuentro de los jóvenes para atender asuntos “más importantes”, con mi actitud estoy diciendo que el programa de los jóvenes carece de importancia. Y a los jóvenes no les gusta estar en lugares que no tienen importancia. Desean que veamos cómo crecen, como se esfuerzan y cómo pueden desarrollar programas atractivos. Esperan una iglesia repleta de hermanos que participan de sus actividades. El éxito de sus emprendimientos depende de la cantidad de gente que participa de las reuniones que promueven.

            Cuando surja la necesidad de desarrollar un programa especial durante la tarde del sábado, debería insertársela en el encuentro de los jóvenes. No deberíamos dar este anuncio: “Hoy no tendremos el encuentro de los jóvenes”, sino: “Durante el encuentro de los jóvenes tendremos tal actividad (bautismo, conferencia, seminario, etc.)”. Y no se trata sólo de un asunto de semántica.

La práctica del amor

            Los jóvenes desean participar. Es responsabilidad de los pastores enseñarles, inspirarlos, motivarlos y aconsejarlos. El primer objetivo del ministerio en favor de los jóvenes consiste en “salvar del pecado y guiar en el servicio”. Es necesario que la iglesia apoye más a los jóvenes. Recordemos que nuestro primer campo misionero es el hogar.

            Elena de White dice: “Se ha perdido mucho para la causa de Dios como consecuencia de la falta de atención a los jóvenes. Los ministros del evangelio deberían establecer una relación feliz con los jóvenes de sus congregaciones. Muchos no quieren relacionarse con los jóvenes, pero en el cielo eso se considera un descuido del deber, un pecado contra los seres por los cuales Cristo murió. Los jóvenes son el objeto de los ataques especiales de Satanás, y la manifestación de bondad, cortesía, y tierna simpatía y amor muchas veces obrará para la salvación de los que están tentados por el enemigo. El amor de Jesús conquistará el corazón de los jóvenes, y cuando ganamos su confianza oirán nuestras palabras y aceptarán nuestros consejos. Debemos unirlos a nuestro corazón con las cuerdas del amor, y entonces podremos instruirlos para trabajar en la causa de Dios” (Review and Herald, 24 de marzo de 1891).

            La referencia a los ministros no se limita a los pastores; implica a los ancianos también.

            “Con el fin de que la obra pueda avanzar en todos los ramos, Dios pide vigor, celo y valor juveniles. Él ha escogido a los jóvenes para que ayuden en el progreso de su causa. El hacer planes con mente clara y ejecutarlos con mano valerosa requiere energía fresca y no estropeada. Los jóvenes están invitados a dar a Dios la fuerza de su juventud, para que, por el ejercicio de sus poderes, por reflexión aguda y acción vigorosa le tributen gloria e impartan salvación a sus semejantes” (Mensajes para los jóvenes, p. 14).

El ejemplo de los pioneros

            Los pioneros del movimiento adventista eran jóvenes. Dios los bendijo y le dio prosperidad a su obra. Hoy, en pleno siglo XXI, necesitamos apoyar más a nuestros jóvenes. Aunque como iglesia hayamos experimentado muchos triunfos en este sentido, frente a la inminente venida de Cristo debemos ajustar nuestro sistema para que todo funcione armónicamente. No los dejemos solos en el ejercicio del liderazgo o de las tareas que les confiamos. Necesitamos que más pastores y dirigentes abracen de corazón el ministerio en favor de los jóvenes.

            Bailey Gillespie escribió lo siguiente: “Ocurre con mucha frecuencia que la iglesia es esencialmente una estructura que tiende hacia la orfandad. No actúa como padre de sus miembros a través de la vida, sino que los convierte en huérfanos cuando más necesitan de estabilidad (Ministerio adventista, septiembre-octubre de 1977, p. 16, edic. brasileña).

            No entiendo la razón por la cual una reunión tan vital para la vida de los jóvenes en nuestras iglesias está declinando paulatinamente en muchos lugares. No entiendo las actitudes de algunos que, aunque dicen que aman a los jóvenes, no les dan participación en la misión de la iglesia. No entiendo algunas demostraciones de indiferencia con respecto a este asunto, aunque tengamos respaldo teológico o filosófico para ello.

            Mi mayor deseo es ver crecer más rápidamente a la iglesia y que se fortalezca en unidad, con la participación de la juventud, y se aliste para el encuentro con Cristo Jesús.

Sobre el autor: Director de Jóvenes Adventistas de la Asociación Argentina Central, con sede en Córdoba, Rep. Argentina.