Entre los dones del Espíritu Santo se encuentra el de profecía. Y, de acuerdo con el Apocalipsis (12:17; 19:10), es una característica de la iglesia remanente. Como adventistas del séptimo día aceptamos el hecho de que este don se ha manifestado por medio del ministerio de Elena de White. Como mensajera del Señor, sus escritos son una fuente permanente de verdad, y le proporcionan consuelo, orientación, instrucción y corrección a la iglesia. Además, ensalzan la Biblia como la norma por medio de la cual se debe probar toda enseñanza y experiencia. De acuerdo con lo que ella misma escribió, “debemos recibir la Palabra de Dios como la autoridad suprema” (Testimonies,t. 6, p. 402). Y más aún: “Los testimonios no deben desvalorizar la Palabra de Dios, sino exaltarla, y atraer los ánimos hacia ella, para que pueda impresionar a todos con la maravillosa sencillez de la verdad” (Ibíd.,t. 4, p. 224).

            En los últimos años los ataques más violentos se han dirigido contra este aspecto del adventismo. Por ignorancia o mala fe, los críticos no economizan sus acusaciones torcidas o falsas acerca del ministerio profético de Elena de White y la actitud de la Iglesia Adventista hacia ella. No sólo eso, si parafraseamos el discurso de Pablo a los ancianos de Éfeso (Hech. 20:29, 30), podemos afirmar que las dificultades no son sólo externas. Tal vez al sucumbir a las presiones de afuera, algunos militantes de las filas denominacionales alimentan sus dudas respecto de este asunto y las exponen, situación acerca de la cual ya se nos advirtió: “El último engaño de Satanás consistirá en convertir el ministerio del Espíritu de Dios en algo ineficaz. “Sin profecía el pueblo se desenfrena” (Prov. 29:18). Satanás trabajará ingeniosamente, con métodos distintos e instrumentos diferentes, para desarraigar la confianza del pueblo remanente de Dios en el testimonio verdadero” (Mensajes selectos,t. 2, p. 89).

            Luchar en defensa de la verdad bíblica es un deber sagrado de todo siervo de Dios. Pero, a menos que encuentre una respuesta a sus interrogantes, no podrá hacer frente con éxito a las críticas y las acusaciones de los que no tienen fe en los escritos inspirados. Necesitamos estar comprometidos con el origen divino del ministerio profético de Elena de White, y estar preparados para enseñar el respecto.

            Cuando analizamos ese ministerio y sus críticos —según el Dr. Alberto Timm—, tenemos que evitar concentrarnos “en aspectos periféricos”. En lugar de eso, debemos conocer la esencia de su mensaje y concentrarnos en él. Necesitamos comprender los grandes temas de ese mensaje y vivir de acuerdo con ellos.