¿Podrían estar paralizadas algunas iglesias adventistas, e incluso muriendo, por desconocer las características de una iglesia saludable? La respuesta, desgraciadamente es “Sí”. Pero eso no necesita suceder. Hoy se sabe que las ocho cualidades “mágicas” de las iglesias que crecen son: un liderazgo que capacita, un ministerio basado en los dones, una espiritualidad contagiosa, estructuras funcionales, cultos inspiradores, grupos familiares, una evangelización orientada hacia las necesidades de la gente y relaciones memorables.
Esas características las reveló una investigación practicada por el Instituto para el Desarrollo Natural de la Iglesia, de Alemania. El proyecto, desarrollado entre 1994 y 1996 sobre la base de criterios científicos, incluyó mil iglesias de 32 países, y dio como resultado uno de los libros más importantes de los últimos años acerca de este tema. En síntesis, la investigación reveló que donde existe una interacción de esas ocho cualidades, la iglesia crece de manera natural. Las iglesias con un índice mínimo de calidad de 65 en todos los ocho valores, tienen un 99,4 por ciento de posibilidades de crecer.
Además, el estudio proporciona la base estadística para lo que Christian Schwarz clasifica como un nuevo paradigma en el crecimiento de la iglesia: el enfoque “natural” o “biótico”. “La palabra biótico implica nada menos que un nuevo descubrimiento de las leyes de la vida (bíos, en griego) —escribe el autor—. La meta consiste en dejar florecer el crecimiento automático implantado por Dios, en lugar de desperdiciar energía con programas humanos”.
Cita como típico ejemplo del enfoque “biótico” Mateo 6:28, donde Jesús invita a sus oyentes a considerar (ver, observar, estudiar, aprender, investigar, analizar) cómo crecen “los lirios del campo”. El énfasis, en este caso, no está en la belleza de los lirios sino en la forma como crecen.
El estudio del instituto alemán está ganando adeptos en muchos países. En el Brasil, por ejemplo, según el pastor Walter Fickinghaus, gerente de la editora evangélica Esperanza, se vendieron cerca de ocho mil ejemplares del libro en tres años. En la Universidad Andrews el Dr. Erich Baumgartner es uno de los adeptos más convencidos del enfoque biótico. Se organizó un estudio denominado Seeds 99 (Simientes 99) en tomo de los principios de este libro.
La obra, naturalmente, es conocida y usada por algunos pastores adventistas, pero parece no haber recibido la atención que merece. El pastor Ramildo Bezerra dos Santos, responsable del sector de producción de materiales del departamento de Ministerio Personal de la División Sudamericana, dice que los conceptos del libro son buenos, pero reconoce que se lo ha promovido sólo parcialmente. Otro pastor criticó el hecho de que el estudio viniera de Alemania, que no es precisamente un ejemplo de crecimiento de iglesia. Pero ese tipo de argumento es lo mismo que decir “¿Puede venir algo bueno de Nazaret?” Sabemos que sí.
Pues bien, el estudio reveló que esas ocho cualidades dan resultados. Pero, ¿serán “adventistas”? Al analizarlas una por una en este artículo intentaremos demostrar que sí, y al mismo tiempo daremos algunas sugerencias en cuanto a cómo ponerlas en práctica.
Un liderazgo que capacita
“El liderazgo es influencia: nada más y nada menos”, define John Maxwell. Tiene razón, pero es necesario añadir que el verdadero líder no sólo atrae seguidores sino que también sabe motivar equipos para que formen otros líderes. La tarea del líder cristiano consiste en hacer discípulos (Mat. 28:19) y “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efe. 4:12). El líder cristiano comparte el poder (Núm. 27:20). Es bueno recordar que en los tiempos bíblicos un discípulo (mathetés, en griego) era un estudiante que se asociaba a un maestro para aprender de su pensamiento y su vida.
Desgraciadamente, hay “líderes” que permanecen en el cargo durante diez o quince años y no preparan sucesores, no forman equipos ni delegan tareas ni responsabilidades. Tienden a controlar todo y asegurar todo el poder para sí mismos, olvidándose de que sólo la semilla que se esparce tiene la oportunidad de reproducirse y multiplicarse.
Por otro lado, muchos pastores reclaman porque tienen distritos con muchas iglesias. Se sienten sobrecargados y sueñan con distritos de una o dos iglesias. Eso pone en evidencia una falta de visión de lo que debe ser la obra del pastor. ¿Será que el ideal es un pastor para cada iglesia?
Para Russel Burril, profesor de la Universidad Andrews, la respuesta es un rotundo “No”. Serio defensor del ministerio de los laicos, revela que la Iglesia Adventista no tenía pastores fijos en las primeras décadas de su historia. Su papel principal no era cuidar del rebaño, sino fundar iglesias y capacitar a los miembros para la obra. A lo largo del siglo XX eso cambió en los Estados Unidos; el resultado fue lamentable para el crecimiento de la iglesia, y ahora varias asociaciones están intentando revertir la situación.
Si recorrieron el camino del “profesionalismo” ministerial y comprobaron que no da resultados, ¿para qué repetir el error? La solución no está en reducir el número de iglesias que debe atender un pastor, sino en cambiar el enfoque de la obra pastoral: de “niñero” a alguien que capacita.
Elena de White se refirió repetidas veces al liderazgo que capacita: “La mayor ayuda que pueda darse a nuestro pueblo consiste en enseñarle a trabajar para Dios, y a confiar en él, y no en los ministros”, escribió. Según ella, los pastores deberían dedicar “mas tiempo a enseñar que a predicar”. El mejor trabajo que podemos hacer es “enseñar y educar”. “Cada iglesia debería ser una escuela práctica de obreros cristianos”.
¿Cómo puede usted desarrollar esta característica en su iglesia?
Adopte y ponga en práctica una teología inclinada hacia el ministerio de todos los creyentes. “En el Nuevo Testamento la iglesia no tenía sacerdocio: ella era el sacerdocio” observa Burril. Hay una diferencia de funciones entre los clérigos y los laicos ciertamente, pero su condición, su nivel, son los mismos.
Trate de preparar la mayor cantidad posible de líderes laicos, y déles participación en la misión de la iglesia.
Apoye, motive y controle el desarrollo de nuevos líderes. (Si es posible, cree una escuela de formación continua de líderes.)
Fomente el trabajo en equipos, y déles autonomía.
Espere grandes cosas de los miembros, porque la gente tiende a comportarse de acuerdo con las expectativas.
Un ministerio basado en los dones
El buen sentido nos dice que la gente hace mejor lo que conoce y aprecia. En la iglesia los miembros deberían trabajar de acuerdo con sus dones espirituales. Eso es bíblico y lógico. A pesar de esto, la mayor parte de las iglesias sigue trabajando sobre la base de antiguas listas de cargos.
Cada fin de año se repite el ritual: la comisión de nombramientos trata de llenar los puestos, los miembros discuten si les gusta o no les gusta determinado cargo. Después, durante el año, muchos se sienten frustrados en el desempeño de sus funciones, ¡cuando hacen algo! Seamos honestos: la comisión es una idea democrática, pero la época de “la comisión que distribuye cargos” ya pasó. ¿Será que la gente cambia de dones cada año?
El ministerio basado en los dones no desprecia las necesidades de la iglesia, pero por encima de todo toma nota de los talentos y los dones que Dios puso en la iglesia. Una de las principales palabras griegas del Nuevo Testamento que se traduce por dones es járisma” (plural, jarísmata) que significa “don generoso” o “don de gracia”. Ignorar o restarle valor a esos dones equivale a despreciar al que los da, que en este caso es el Señor.
La Iglesia Adventista cree oficialmente en los dones espirituales, pero es posible que en la práctica no se esté fomentando la expresión de todos ellos, especialmente los que tienen que ver con acciones milagrosas. De alguna manera institucionalizamos el don de profecía en el Centro White, y el don de sanidad por medio de nuestra red de instituciones de salud. También comparte esta opinión el Dr. Erich Baumgartner. Peo hay espacio para las dos cosas: el don institucionalizado y el don personalizado, histórico y actual.
Los dones “son preciosos en sus debidos lugares”, afirma Elena de White. “Largo tiempo ha esperado Dios que el espíritu de servicio se posesione de la iglesia entera, de suerte que cada miembro trabaje por él según su capacidad”. Es necesario pedir y usar los dones porque, en caso contrario, se convierten en “débiles”, y la iglesia también se debilita. En efecto, “la mayor causa de nuestra debilidad espiritual como pueblo es la falta de fe real en los dones espirituales”.
Los dones espirituales aparecen principalmente en cuatro pasajes: Romanos 12, 1 Corintios 12 (dos veces), Efesios 4 y 1 Pedro 4. Ninguna lista se repite. Esto sugiere que no son exhaustivas: no mencionan todos los dones posibles, sino sólo los que sirven para ilustrar acerca de los dones que puede recibir la iglesia. Hoy Pablo podría agregar cantores, escritores y presentadores de programas de televisión, por ejemplo.
¿Cómo trabajar tomando en cuenta los dones espirituales?
Reconozca que hay muchos dones, pero todos proceden de la misma fuente, a saber, el Espíritu Santo (1 Cor. 12:4). “La iglesia manifiesta unidad en su totalidad, pero no uniformidad en sus diferentes partes”.
Enseñe los dones. “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales”, escribió Pablo (1 Cor. 12:1).
Convenza a la iglesia de que los dones no se dan para el enriquecimiento del creyente, ni para adornar a la iglesia, sino para que el cuerpo de Cristo crezca (1 Cor. 12:7; 14:5, 12).
Ponga en claro que todos los miembros se necesitan mutuamente, porque nadie tiene todos los dones (1 Cor. 12:14-21), del mismo modo que ninguno de los dones se le da a todas las personas.
Demuestre que los dones se deben ejercer en un ambiente de “orden” (1 Cor. 14:33, 40).
Ayude a sus miembros a descubrir sus dones. Todo cristiano tiene algún don, porque el Espíritu Santo se presenta a “cada uno” (1 Cor. 12:11). Sugiérales estos pasos: ore, haga pruebas y cuestionarios, explore las posibilidades, experimente tantos dones como podría tener, analice sus sentimientos, evalúe los resultados. Promueva el uso de los dones, para que se desarrollen (1 Tim. 1:14; 1 Ped. 4:10).
Una espiritualidad contagiosa
A Dios no le gustan las iglesias tibias (Apoc. 3:15), tampoco las frías. La iglesia necesita “fuego” para crecer. “La doctrina sola no tiene sentido —dice Schwarz—, ni lleva al crecimiento”. Se necesita una verdadera relación con Cristo (Juan 15:1- 8).
Sería un error que la Iglesia Adventista abandonara su preocupación por la pureza de las doctrinas, pero también es un error no buscar una experiencia más profunda. La verdad es amor, así como la doctrina es revelación. Ambas van juntas.
Si pertenecemos a Cristo, tendremos hambre y sed de él. “Deseamos vehementemente ser semejantes a él, respirar su Espíritu, hacer su voluntad y agradarle en todo”, dice Elena de White. En ese caso, orar no será una obligación, sino un placer y una fuente de fortaleza. Tendremos comunión con Dios y esperaremos grandes cosas de él.
¿Cómo desarrollar una intensa espiritualidad en la iglesia?
Presente a Dios como Alguien que se interesa en la gente.
Conduzca a la iglesia para que sienta a Dios como una Persona real, y promueva el amor supremo a él.
Planifique seminarios y cursos acerca de la oración.
Cree encuentros y redes de oración.
Desarrolle un estilo de culto con más participación de los miembros.
Libere a su iglesia de modo que llegue a ser un poquito más “carismática”. Después de todo, la modalidad de las iglesias del Nuevo Testamento y de la Iglesia Adventista en sus comienzos era claramente “carismática”, aunque adaptada a los tiempos modernos.
Estructuras funcionales
La iglesia debería ser un organismo vivo y dinámico. No obstante, muchas iglesias están muertas y detenidas: víctimas del tradicionalismo. George Knight —que usa una clasificación del sociólogo David Moberg— dice que las iglesias pasan por cinco etapas: organización incipiente, organización formal, máxima eficiencia, institucionalización y desintegración.
Muchos creen que la Iglesia Adventista de los Estados Unidos está ya en la cuarta etapa, y que corre el riesgo de entrar en la quinta. En Sudamérica es probable que se encuentre entre la tercera y la cuarta.
Es obvio que las instituciones son necesarias, pero es igualmente evidente que la institucionalización es peligrosa y nefasta porque le succiona la vitalidad a la iglesia. Las instituciones pueden absorber las fuerzas y los recursos que se deberían emplear en la evangelización. La burocracia crece y paraliza el cuerpo. La maquinaria se convierte en un fin en sí mismo. Los programas llegan a ser más importantes que la gente. Las doctrinas se fosilizan. La adoración pasa a ser liturgia.
La iglesia necesita una estructura funcional, en todos los niveles y en todas las áreas, para poder crecer. Eso significa que algunos cambios pueden ser necesarios. Como dice Jesús: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos” (Luc. 5:37).
Tradicionalmente, la Iglesia Adventista ha condenado el tradicionalismo, que se opone a los cambios. Siempre estuvo abierta a ellos y a la perfección. Esta apertura incluye el aspecto doctrinal. La vida implica movimiento; la iglesia es dinámica. ¡Pero tenemos que estar en guardia!
Según Elena de White, la iglesia fue organizada para avanzar y evitar la confusión. El objetivo de la organización era facilitar la misión, no obstruirla. Pero con el tiempo la maquinaria se empezó a complicar, y ella vio la necesidad de “hacer un esfuerzo para simplificar la obra”, evitar la burocracia y la institucionalización. Advirtió que nadie debería cerrar por medio de la crítica el camino a los nuevos métodos.
¿Cómo valorar las estructuras funcionales?
Haga un estudio para averiguar en qué aspectos necesita cambiar su iglesia. Piense en los valores (¿quiénes somos o qué creemos?), en la visión (¿adónde queremos llegar?) o en las metas (¿qué queremos, realmente?).
Procure venderle a los hermanos los cambios necesarios. Hoy existen una cantidad de buenas fuentes que le pueden ayudar al pastor a llevar a cabo esas modificaciones.
Muestre a los miembros las diferencias que existen entre fundamentos y tradiciones, principios y reglas, esencias y formas.
Cree una estructura “permisiva”, en la que los equipos de trabajo se puedan formar libremente para desarrollar proyectos definidos.
Elimine todas las comisiones y reuniones que resulten inútiles y que no den frutos.
Guíe a su iglesia hasta que llegue a estar comprometida con la creatividad, la innovación, la calidad y la excelencia en todos los niveles.
Cree un ambiente de libertad y flexibilidad (consulte 2 Cor. 3:17).
Cultos inspiradores
El culto no necesita ser “aburrido”; puede ser a la vez santo y “ameno”. Se debe adorar a Dios “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). La experiencia de la adoración debe tocar la mente (la razón), el corazón (los afectos y las emociones), conduciendo al adorador a entender y sentir a Dios. Si el culto no pone al adorador en presencia de Dios, para beber del río divino de bendición y sanidad, deja de cumplir uno de sus propósitos fundamentales.
Elena de White valoraba el culto inspirador. Para ella “la actitud sin vida de los adoradores en la casa de Dios es una gran razón por la que el ministerio no es más productivo”. Consideraba que la música ejercía una gran influencia en favor del bien y que era una excelente herramienta en la obra de evangelización, y animó a los miembros a educar sus voces y a usar coros y conjuntos musicales, e instrumentos en el culto.
¿Cómo conseguir que los cultos sean inspiradores?
Haga una lista de diversos elementos que le permitan evaluar sus cultos.
Introdúzcale cambios adecuados al orden del culto. Si es necesario, cree un nuevo culto en un horario diferente.
Cree un estilo de culto con más participación, en contraste con el estilo de la mera presentación personal.
Descubra la manera de animar a los miembros a dedicar tiempo a la adoración no sólo los sábados sino en los días de la semana también.
Adopte un estilo de música más contemporáneo, tomando en cuenta su contexto cultural. Use instrumentos modernos.
Desarrolle cultos en los cuales los adoradores se sientan inspirados por la belleza, para que participen en el misterio divino.
Grupos pequeños o familiares
“Ciertamente la iglesia cristiana primitiva se organizó sobre la base de los grupos pequeños —dice Burrill—. No había pastores, tal como los conocemos hoy”. Si las grandes reuniones pudieron servir para la enseñanza y la evangelización, los grupos pequeños atendían las necesidades personales. Los pioneros adventistas permanentemente trataron de copiar este modelo.
“Aisladamente —dice Schwarz—, éste es el factor más importante en relación con el crecimiento de la iglesia”. No es casualidad que las “iglesias apostólicas” —nuevas y de éxito—, y las “megaiglesias” (iglesias muy grandes) usen los pequeños grupos como el elemento estructural de su ministerio. Esas iglesias celebran reuniones semanales en el templo, pero su ministerio se desarrolla cada día en las casas.
Elena de White definió la importancia de los grupos familiares de un modo que no deja lugar a dudas: “La formación de pequeños grupos como base del esfuerzo cristiano me ha sido presentada por Uno que no puede errar”. Es decir, ¡se trata de un método divino!
¿Cómo puede usted evaluar este aspecto en su iglesia?
Incluya en su agenda el tema de los grupos pequeños, y concientice a los miembros acerca de este asunto mediante la enseñanza.
Estructure la vida de la iglesia en torno de los grupos familiares, y no permita que pasen a ser sólo una actividad más.
Desarrolle un programa para la formación de líderes nuevos y la multiplicación de los grupos pequeños mediante la división de las distintas células.
Instale una red integrada por “apoyadores” dentro de cada uno de esos grupos pequeños.
Permita que esos pequeños grupos cumplan plenamente sus objetivos sociales y espirituales, sin imponerles un programa de evangelización.
Una evangelización orientada hacia las necesidades
El evangelio es importante por sí mismo, pero eso no le resulta obvio a la mente secularizada. Las cosas espirituales “se han de discernir espiritualmente” (1 Cor. 2:14). Por lo tanto, la mejor manera de alcanzar a la gente consiste en intentar satisfacer sus necesidades allí donde está, en su nivel.
Un clásico pasaje de Elena de White dice que el método de Cristo es el único que alcanzará el verdadero éxito. El (1) se mezclaba con los hombres, deseándoles el bien; (2) les mostraba simpatía y se interesaba en ellos, (3) atendía sus necesidades; (4) se ganaba su confianza; (5) los invitaba a seguirlo. ¿Cómo evaluar la obra evangélica orientada hacia las necesidades de la gente?
Dé cursos en beneficio de la comunidad algo así como: “Cómo alcanzar el éxito en el matrimonio” o “Cómo lograr la felicidad”.
Desarrolle programas para liberar de sus ataduras a los que han caído en las garras del vicio.
Amplíe los programas orientados a atender a los pobres y a los que han sido heridos emocionalmente.
Desarrolle en la comunidad la sensación de que “forman parte de ella” por medio de la actividad de los grupos pequeños.
Cree oportunidades para que la gente se sienta útil.
Predique sermones que contengan enseñanzas prácticas, que combinen la verdad con la vida.
Desarrolle una mentalidad especial en la iglesia, que le permita a los miembros comprender la actitud de los que todavía no son adventistas.
Anime a los miembros a evangelizar su vecindario: el lugar donde pueden ejercer influencia y donde se pueden relacionar con la gente.
Use el lenguaje de la gente que desea alcanzar.
Relaciones amistosas
En el mundo actual, caracterizado por la movilidad y la superficialidad, la gente tiene una gran necesidad de relaciones amistosas. La iglesia es el instrumento ideal para satisfacer esa necesidad, porque los verdaderos discípulos de Cristo se aman los unos a los otros (Juan 13:35).
Según Elena de White, es “por medio de las relaciones sociales como el cristianismo se pone en contacto con el mundo”. “El más poderoso argumento en favor del evangelio es un cristiano amable y amante”. Ese argumento es irrefutable. Si los cristianos fueran más corteses y bondadosos, “habría cien conversiones a la verdad donde ahora hay sólo una”. Dios está buscando canales para llevarle a la gente el aceite del amor y la alegría.
¿Cómo puede usted evaluar las- relaciones amistosas en su iglesia?
Cree una comunidad abierta tanto para los miembros como para las visitas.
Organice momentos de sociabilidad en la iglesia por medio de almuerzos y juegos, por ejemplo.
Promueva el buen humor, y aumente las risas y las sonrisas en la iglesia.
Promueva una actitud de aceptación y optimismo.
Reconozca y valorice el potencial de la gente.
Predique sermones y desarrolle seminarios acerca del fruto del Espíritu.
Podemos terminar diciendo que estas ocho características cualitativas son verdaderamente “adventistas”, porque son bíblicas, están en sintonía con el pensamiento de autores adventistas, especialmente de Elena de White, y le ayudan a la iglesia a cumplir su misión. Si se las pone en práctica, el crecimiento de la iglesia es seguro en un 99 por ciento. Si hacemos nuestra parte, el Señor hará la suya, de una manera natural.
Sobre el autor: Redactor de la Casa Publicadora Brasileña.