Cómo símbolo del crecimiento evangélico de la década iniciada en 1970, la antigua Unión Incaica abarcaba tres países: Perú, Ecuador y Bolivia. El progreso de la Iglesia Adventista en esa región ha alcanzado un nivel de intensidad tan grande, especialmente en el quinquenio de 1985 a 1990, que resultó imposible mantener una sola unidad administrativa para atender a la gran cantidad de personas que se añadieron a las iglesias y las congregaciones, sin hablar de las instituciones. Por eso, en 1995 fue necesario dividir esa Unión, y surgieron entonces las uniones Peruana, Boliviana y Ecuatoriana.

     El actual presidente de la Unión Peruana es el pastor Melchor Ferreyra, que ya se desempeñó como director de distrito, director de Jóvenes, evangelista, presidente de campo y secretario de la misma Unión Peruana. De su matrimonio con Veridiana Ferreyra nacieron tres hijos. Durante el Concilio Ministerial que se desarrolló en julio del año pasado en la capital peruana, el pastor Ferreyra habló con el Ministerio acerca de los triunfos, los sueños y los proyectos de la Unión que él preside.

     Ministerio: ¿Cuántos campos, iglesias y miembros tiene la Unión Peruana?

     Pastor Ferreyra: La Unión Peruana tiene 1.900 iglesias y 2.000 congregaciones distribuidas en ocho campos: dos asociaciones y seis misiones. En el último congreso dividimos la Misión Peruana del Norte. Era el campo más grande de la Unión, con 100.000 miembros. Al formar dos campos, uno quedó con 60.000 miembros, y el otro con 40.000.

    Ministerio: ¿Cómo evalúa usted el actual ritmo de crecimiento de la iglesia en el Perú?

    Pastor Ferreyra: La obra avanza con rapidez y determinación en todos los campos. El ritmo de crecimiento sigue siendo fuerte. En 1999 experimentamos una verdadera explosión evangélica: bautizamos 50.595 personas. Hasta mediados del año 2000 ya habíamos bautizado casi 40.000 personas. Llegamos a fin de año con más de 49.000 nuevos conversos, gracias al programa “Impacto 2000”. Calculamos que para fin del año 2001 tendremos alrededor de 50.500 nuevos miembros. Eso es perfectamente posible. Si cada campo llega a un promedio de 8.000, tendremos un total de 64.000.

     Ministerio: ¿Es fácil llevar a la gente al bautismo en esa región?

     Pastor Ferreyra: Realmente no es fácil; es una tarea ardua. No se trata sólo de invitar a la gente para que se bautice y acepte la invitación. La razón por la que todo ese crecimiento fue posible es el énfasis que le damos a los Grupos pequeños. No hablamos de los Grupos pequeños como un método de evangelización entre muchos otros. Hablamos de los Grupos pequeños como un estilo de vida. Un método es algo opcional; la iglesia lo puede aplicar un año para descartarlo al siguiente, puede decidir usarlo o no, según su conveniencia. Pero si los Grupos pequeños se convierten en un estilo de vida para la iglesia, o si ella lo entiende así, el grupo crecerá de tal manera que se multiplicará en otros Grupos pequeños. Nadie puede detener ese proceso. Otra cosa interesante con respecto a los Grupos pequeños es la disminución del índice de apostasías. Antes teníamos hasta un 40 %. Hoy, después de poner en marcha los Grupos pequeños, no llegamos al 15 %. Los Grupos pequeños mantienen a la gente dentro de la estructura de la iglesia. Es más fácil mantenerla en los Grupos pequeños, debido al clima de amistad que se desarrolla y, a partir de allí, integrarlos en el grupo mayor. Este crecimiento nos causa una bendita crisis. Sucede que si bautizamos a 50.000 personas, necesitamos lugares para atenderlas. Necesitamos construir capillas y templos.

     Ministerio: ¿Qué medidas se han tomado para hacer frente a esta “bendita crisis”?

     Pastor Ferreyra: Bien; estamos resolviendo el problema de dos maneras. La primera es la construcción de capillas y templos, dentro de lo posible. Pero también hemos avanzado en otra dirección, o sea, usamos al máximo los templos que ya tenemos. Razonamos de la siguiente manera: ¿Por qué tenemos que mantener un templo, gastando dinero para pagar agua, energía eléctrica, impuestos municipales, cuidador y otras cosas más, con el fin de que sirva sólo dos días por semana? Entonces decidimos abrir las iglesias más veces. Tenemos, por ejemplo, tres programas de cultos sabáticos en tumos diferentes. En vez de una o dos reuniones nocturnas por semana, aprovechamos otras noches. De esa manera atendemos a la gran cantidad de miembros que tienen algunas iglesias, sin gastar grandes sumas de dinero en construcciones y aprovechando los edificios que ya existen.

     Ministerio: ¿Cuán viable es la evangelización pública en su país?

     Pastor Ferreyra: En verdad, no descartamos ningún método de evangelización. Lo que hacemos en la práctica es una combinación de métodos. Porque los Grupos pequeños, al atraer a gente interesada en el mensaje del evangelio, no terminan allí su trabajo. Cada Grupo pequeño lleva a sus interesados a una gran campaña de evangelización. Esa campaña puede durar una semana o quince días, enfocada hacia la toma de decisiones. Después de todo, los interesados ya recibieron todos los estudios bíblicos en el Grupo pequeño que frecuentan. Entonces, para nosotros, lo que se llama campaña de evangelización pública no dura treinta días o más. Es una campaña corta de proclamación y decisión. Cuando ocurre, la preparación ya está hecha y duró mucho más tiempo. Empieza en noviembre y termina en marzo. Esa es la fase de siembra. La cosecha comienza con Semana Santa y se extiende hasta junio. Entonces empezamos otra etapa corta de siembra que va hasta noviembre.

     Ministerio: ¿Se trata de un ciclo ininterrumpido?

     Pastor Ferreyra: Exactamente. Es un ciclo permanente. Por lo general, cuando alguien habla de una campaña de evangelización pública, de acuerdo con los moldes tradicionales, se refiere a algo que comienza en un momento determinado y termina tres meses después. Eso es un evento; no es un proceso. Esa idea de comienzo y fin se refiere a una dimensión menor con respecto a una obra mayor, a un proceso que abarca todo el programa de la iglesia. Comenzamos en noviembre y no paramos. Es una campaña multinacional. Soñamos con el día cuando alcance dimensiones continentales.

     Ministerio: ¿En qué medida participa la iglesia en todo esto?

    Pastor Ferreyra: La participación de los laicos es sencillamente fantástica. Tenemos hermanos que son extraordinarios en la dedicación de su tiempo y sus talentos a la misión. Es gente que deja de lado sus negocios, profesiones y familia para atender y cuidar la obra, y lo hace con fidelidad y responsabilidad. Se levantan temprano, tienen el culto de familia, pasan el día trabajando, pero también encuentran tiempo para evangelizar. Y lo hacen muy bien. Son miles los laicos fervorosos y dedicados a la obra del Señor.

     Ministerio: ¿Hay un programa permanente de entrenamiento para ellos?

     Pastor Ferreyra: En la Unión Peruana hay cuatro palabras clave con respecto a la misión y el desarrollo de los laicos: reclutar, entrenar, inspirar y equipar. Eso quiere decir que convocamos a la gente y la concientizamos con respecto a su lugar en la misión de Cristo, la capacitamos debidamente, inspiramos a los reclutados y les proporcionamos el material que necesitan para trabajar. Y entonces hacen la obra.

     Ministerio: ¿Qué estrategia se elaboró para el proyecto “Impacto 2000” y cuáles fueron sus resultados?

    Pastor Ferreyra: “Impacto 2000” comenzó, en realidad, en julio de 1999. Primero se establecieron tres grandes grupos de trabajo: el estratégico, el de programa y el de apoyo logístico. Este último estuvo especialmente empeñado en la transmisión de programas por radio y televisión vía satélite. El grupo de programa comenzó a trabajar en julio de 1999. Su tarea consistió en motivar a las iglesias y organizarías en Grupos pequeños. Creíamos que mientras más Grupos pequeños hubiera, mayores serían los resultados que animarían a las iglesias y a los mismos grupos. Entonces dividimos el país en lo que se dio en llamar Grupos Metropolitanos de Misión Global.

     Ministerio: ¿Qué eran esos grupos y cómo funcionaban?

     Pastor Ferreyra: Eran sencillamente lugares con más de un distrito pastoral. En cada uno de ellos ubicamos a un coordinador: un pastor de experiencia seleccionado entre los del lugar. Ese pastor era el líder del programa. Trabajábamos por medio de él con la mira de organizar las fuerzas misioneras. Pusimos en marcha el plan “b + b = d”, o sea, bautismo más Biblia igual a un discípulo. No queríamos limitarnos a ganar miembros de iglesia; queríamos formar discípulos. Con ese programa de centros metropolitanos abarcamos 38 ciudades. En 1999 cosechamos bautismos como fruto de este proyecto. Pero la fase intensiva comenzó en enero de 2000. Nos pusimos en contacto con la Asociación del Gran Nueva York, de los Estados Unidos, y de allá recibimos 36 pastores hispanos para predicar en un número igual de lugares diferentes. También recibimos la ayuda de pastores sudamericanos, y llegamos a un total de 64 lugares que fueron atendidos. El núcleo de la campaña fue el estadio de la Universidad de San Marcos, en Lima. El predicador allí fue el pastor Alejandro Bullón. Ese estadio tiene capacidad para 60.000 personas. En ese entonces teníamos 40.000 miembros en Lima. Si cada uno llevaba dos interesados tendríamos 120.000 personas en el estadio, lo que era imposible. Por eso, era necesario trabajar vía satélite. Entonces, aunque nuestro proyecto sólo tenía como meta el Perú, ADSAT envió la señal a diversas partes del mundo. Durante el primer sábado celebramos un bautismo, lo que se repitió en el último sábado de la campaña. Se bautizaron en total 27.100 personas.

     Ministerio: Se dice que uno de los aspectos destacados de esa campaña fue la participación femenina.

    Pastor Ferreyra: En verdad, la mayor parte de la iglesia peruana está constituida por mujeres. Por lo demás, la población en general tiene esa misma característica (seis mujeres por cada hombre). La iglesia está formada básicamente por jóvenes y mujeres, y refleja la realidad de la población del Perú. Por eso las mujeres desempeñaron un papel importante en el éxito del programa.

     Ministerio: ¿Hay un nuevo proyecto misionero en vista?

     Pastor Ferreyra: Continuamos trabajando con los grupos metropolitanos de Misión Global, dedicándonos a dos grandes ciudades por semestre, con la participación de todo el equipo de la Unión: predican los administradores y los directores de departamentos, y las secretarias dan estudios bíblicos, distribuyen publicaciones, ayudan en la recepción y apoyan la obra. En el año 2004 queremos repetir el programa de la Universidad de San Marcos.

     Ministerio: Por cierto, debe de haber desafíos por superar. ¿Podría mencionarlos?

     Pastor Ferreyra: Tenemos grandes desafíos. Uno de ellos es conseguir mejores edificios para atender a las personas que se bautizan. Eso significa construir más templos. En algún momento el plan que acabamos de describir será insuficiente. Otro desafío es la división de la Misión del Oriente Peruano. La misma Unión está creciendo; ya tenemos más de medio millón de miembros. Las instituciones también crecen, de modo que el mayor desafío es dividir la Unión.

     Ministerio: ¿Hay muchos lugares sin presencia adventista en el Perú?

     Pastor Ferreyra: La población del Perú tiene una característica sui generis. Crece velozmente y a veces nos sentimos frustrados porque no podemos igualar el crecimiento de la población. Hay todavía varias ciudades sin presencia adventista. Ayacucho, por ejemplo, es una ciudad muy católica, con una iglesia en cada esquina. Allí un hermano nos dio una estación de televisión. El Dr. Milton Alfonso está patrocinando la adquisición de cinco emisoras de radio para alcanzar otras ciudades. El Señor está abriendo puertas.

     Ministerio: ¿Qué importancia tiene ADRA en el Perú?

     Pastor Ferreyra: Las mayores actividades de ADRA en todo el mundo están concentradas aquí. Tiene 172 empleados, además de los líderes regionales. La oficina central administra cerca de 20 millones de dólares por año como ayuda externa confiada a la Iglesia Adventista para la ejecución de diversos proyectos como, por ejemplo, en el área agropecuaria, infraestructura básica para la comunidad, nutrición infantil, cuidados maternales, atención a los chicos de la calle; todo eso desprovisto de motivos proselitistas. Hay muchas necesidades, y ADRA está establecida donde estas son más intensas. La iglesia está trabajando para erradicar la extrema pobreza de algunos lugares y para desarrollar comunidades que no tienen recursos financieros, ni siquiera medios técnicos para aprovechar los productos de su propio suelo. ADRA llega con los recursos, los equipos, enseña a trabajar e instala su obra. La comunidad, una vez orientada, sigue haciendo lo que aprendió, y cosecha los buenos resultados, mientras ADRA va a ayudar a otra región necesitada. Pero, repito, nada de eso está condicionado a la aceptación de la fe adventista.

     Ministerio: ¿Cómo se imagina el futuro de la Iglesia Adventista en el Perú?

     Pastor Ferreyra: Aliento la expectativa de un futuro fantástico, con muchos desafíos y triunfos maravillosos. Entre esos triunfos veo la formación de dos uniones. Estoy soñando con eso, y estoy vendiendo mi sueño. Tenemos un proyecto que, esperamos, nos permita llegar al final del quinquenio con 700 mil nuevos conversos. En ese caso no alcanzará con una Unión: habrá que formar otra.

     Ministerio: ¿Sobre qué base filosófica funda usted su administración?

     Pastor Ferreyra: El pastor tiene que estar orientado hacia la misión de la iglesia, no sólo hacia su estructura. El administrador del campo o de la Unión debe tener la misma orientación. La estructura no puede ser algo que impida el crecimiento de la iglesia. Cuando eso sucede, la estructura no sirve. Somos administradores de la misión de la iglesia y necesitamos avanzar en esa dirección. Administrar la iglesia significa administrar la misión. Creo que el pastor debe tener una idea clara acerca de que su misión radica en algo muy importante: cómo obtener los recursos necesarios para alcanzar a la gente con la predicación del evangelio. Esa es la columna vertebral de la administración de la iglesia. El verdadero administrador no pierde esa visión.

Sobre el autor: Zinaldo A. Santos: Editor asociado de la Revista Adventista, edición brasileña, y director de Ministerio, edición brasileña.

Melchor Ferreyra: Presidente de la Unión Peruana.