El poder del Espíritu Santo supera a todas las fuerzas que existen en el mundo y que se oponen al evangelio. Llena de ese poder, la última generación de creyentes experimentará un nuevo Pentecostés. Millares se convertirán.

     El mundo occidental secularizado implica un gran desafío para la evangelización. En la actualidad los métodos tradicionales generalmente producen magros resultados. Cada vez es más difícil atraer grandes multitudes para oír el mensaje del evangelio. Los que funcionaron alguna vez ya no son eficaces. Esta situación nos enfrenta a serios problemas, entre los cuales uno de los más importantes es éste: ¿Cómo podemos alcanzar la mente secularizada con nuestro mensaje?

    El desafío del secularismo no es privativo de nuestro tiempo ni de nuestra cultura, como muchos de entre nosotros lo creemos. El primer siglo de nuestra era presentó características sorprendentemente parecidas a la cultura secular y humanista de la actualidad. Es tranquilizador poder observar que muchas sociedades contemporáneas son muy similares a la cultura en la cual la iglesia cristiana primitiva tuvo mucho éxito en la proclamación del evangelio.

     En su libro Caesar and Christ [César y Cristo], Will Durant afirma que en el primer siglo floreció la prostitución, el aborto era común y la homosexualidad era evidente. Esa sociedad estaba obsesionada con el deseo de placer físico. Séneca, filósofo romano, dice que la gente de sus días “vomitaba lo que comía y comía lo que vomitaba”. En los teatros repletos se deificaban a los actores y las actrices favoritos de las multitudes. Las estrellas del escenario se convirtieron en los ídolos de la sociedad. Cantantes y bailarines, por millares, entretenían a las multitudes. Las carreras de caballos y otras justas deportivas embrutecían a las masas.

     La población romana, en general, consideraba la vida humana con asombrosa indiferencia. Cuando Tito dedicó el templo, como parte de la ceremonia repitió las secuencias de una importante batalla, en la cual algunos soldados murieron de verdad, nada más que para entretener a la multitud. Las posesiones materiales se convirtieron en los dioses de mucha gente. A pesar de eso, incluso en ese mundo hedonista, materialista, humanista y secularizado, el evangelio de Cristo hizo profundas incursiones gracias al poder del Espíritu Santo.

LOS HECHOS DEL ESPÍRITU

     El libro de los Hechos es una vivida crónica acerca de la penetración del Espíritu en la sociedad secularizada. En Hechos 1:8, Jesús prometió: “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta lo último de la tierra”.

     En Hechos 2:41 la Escritura describe los efectos de la predicación llena del Espíritu, que satisfacía las necesidades de los corazones secularizados. Tres mil se bautizaron en un solo día. “Así que los que recibieron la palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas”. En Hechos 4:4 el relato bíblico nos recuerda que “muchos de los que habían oído, creyeron; y el número de los hombres era como de cinco mil”. Hechos 6 se refiere al rápido crecimiento de la iglesia y a su reorganización para facilitar ese crecimiento. “Muchos de los sacerdotes obedecieron a la fe” (vers. 7).

     Hechos 8 pone de manifiesto el crecimiento transcultural de la iglesia. Felipe, lleno del Espíritu Santo, tocó el corazón de un eunuco etíope, y Dios abrió así las puertas del continente africano. En Hechos 10 y 11 ese crecimiento transcultural prosigue cuando Pedro se pone en contacto con Cornelio. Y, casi al mismo tiempo, otra puerta se abrió al evangelio en Roma. Hechos 20 nos dice que los discípulos fueron impelidos por el Espíritu de tal modo que enseñaban “públicamente y por las casas” (vers. 20). Caían las barreras que se oponían al evangelio, y se diseminó de ciudad en ciudad, de país en país, de continente en continente.

LA CLAVE DEL ÉXITO

     Un breve examen de los factores que contribuyeron a diseminar el evangelio nos permite ver las razones de su increíble éxito. Los mismos discípulos fueron inducidos a experimentar un verdadero arrepentimiento, un reavivamiento espiritual y la reforma correspondiente. Tenían un solo propósito y un único objetivo: conquistar personas para Cristo. Y estaban constantemente alertas a la necesidad de la oración intercesora.

     El Espíritu Santo amplió la manera de pensar de los discípulos, capacitándolos para aprovechar las posibilidades de la evangelización transcultural. Predicaron la Palabra en ambientes públicos y privados, y su ministerio iba acompañado de señales sobrenaturales, maravillas y milagros. Creían que Dios los había llamado para proclamar su mensaje en todo lugar y que ningún poder, ni de la Tierra ni del infierno, los podría detener. El ministerio que llevaron a cabo estaba lleno del Espíritu Santo.

En LA ACTUALIDAD

     Sin el auxilio del Espíritu Santo nuestros intentos de ganar nuevos conversos serán infructuosos. Pero, mientras oramos, damos testimonio y servimos bajo su dirección, necesitamos entender el contexto intelectual de la gente a la que queremos ganar para Cristo. Necesitamos en- tender algunas de las hipótesis sub- yacentes que saturan el mundo secular, antes de tratar de cambiarlo. Sin duda, la evolución de Darwin, y los conceptos que se derivan de ella, han impregnado todos los aspectos de la vida actual. Esas teorías han desempeñado un papel importante en la formación de muchos de los contornos de la mentalidad secularizada moderna.

     La visión evolucionista rechaza de plano la idea de que hemos sido creados por un Dios infinito, personal y amoroso. Una comprensión confusa acerca de los orígenes induce al ser humano a navegar en aguas sombrías cuando trata de encontrarle significado a la vida. Esa visión nos dice que somos sólo animales evolucionados y que, por lo tanto, no valemos mucho. En una sociedad saturada de ideas evolucionistas no es sorprendente que la estima propia de tanta gente esté en un nivel tan bajo. ¿Cómo puede tener algún significado la existencia humana si sólo estamos aquí por pura casualidad?

     ¿Tiene el adventismo algún mensaje para los millones que han bebido de esa cosmovisión? Claro que sí. Los adventistas creemos que el mundo fue creado por Dios. Entendemos que el orden y la planificación del universo indican la existencia de un Creador. Creemos que la casualidad es incapaz de explicar la complejidad del universo. Además, que la vida personal e inteligente que se manifiesta en este planeta no podría haber sido producida por algo carente de inteligencia e impersonal. Por lo tanto, creemos que este mundo fue hecho por un Dios que es, él mismo, el ideal de la inteligencia, la esencia del amor y un grandioso arquitecto; un Dios que, aun siendo infinito, sigue siendo personal.

     ¿Qué dicen acerca de estos hechos los hombres y las mujeres desanimados y sin esperanza? Todo esto nos dice que valemos algo, puesto que fuimos creados por ese Dios. La fe cristiana no es sólo un sistema de valores éticos y una filosofía moral. Es el mensaje de un Creador amoroso que le da un gran valor a los seres que creó. Les asignó tanto valor que, cuando pecaron, no soportó la idea de perderlos. Los rescató, dándose así mismo en un sacrificio de amor en la cruz del Calvario. Éste es un mensaje universal que satisface las necesidades actuales con importancia creciente.

     Además de eso, con nuestra inspiradora doctrina de la segunda venida de Cristo, llena de esperanza, ¡podemos decir en alta voz, a un mundo desesperado, que hay esperanza! Cristo viene pronto para poner fin a la tristeza, el sufrimiento, las enfermedades y el pecado. Pronto la muerte se rendirá frente a un nuevo amanecer. El mensaje adventista no sólo tiene importancia para una sociedad agraria del siglo XIX. Satisface las necesidades del mundo moderno. Responde a las preguntas básicas de la vida: “¿Quién soy?” “¿De dónde vine?” “¿Adonde voy?”, y dice: “Fuiste creado por Dios”. “Fuiste redimido por Cristo”. “Tu destino final es vivir para siempre con Dios en el cielo”.

MANERAS DE ABORDAR

     ¿Cuáles son, entonces, algunas de las maneras mediante las cuales podemos abordar la mentalidad secularizada de hoy?

     Para comenzar, debemos recordar que sólo la gente gana a otra gente. Las personas de mentalidad secularizada no podrán ser ganadas por programas, sino por otras personas que se relacionen con ellas. Los seres humanos reaccionan positivamente frente a la bondad. La genuina amistad rompe prejuicios. No lograremos ganar gente para Cristo discutiendo con ella. Todo ser humano tiene necesidades que lo llevan a buscar alguna fuente de ayuda. Mejor salud, menos estrés, un matrimonio feliz, perdón y liberación del sentimiento de culpa, amistad y satisfacción profesional son algunas de las necesidades comunes a todos nosotros.

     Según un estudio llevado a cabo por una institución religiosa de los Estados Unidos, la gente secularizada tiene cuatro actitudes negativas básicas con respecto a la iglesia.

     En primer lugar, afirman que la iglesia es muy materialista. Se convirtió en un gran negocio, en el cual el dinero es más importante que el amor. Las iglesias se parecen mucho a las sociedades anónimas (a las multinacionales, diríamos aquí).

     En segundo lugar, la iglesia, para la gente de mentalidad secularizada, se ha vuelto demasiado poderosa. Según ellos, trata de controlar el pensamiento, conculcar la libertad de expresión y manipular la mente de la gente diciéndole cómo debe vivir.

     En tercer lugar, la iglesia es hipócrita. Las palabras y las acciones no concuerdan —dicen estas personas. Se parece más a un club social, y ellos no quieren ser socios de ese club.

     Finalmente, y en cuarto lugar, creen que la iglesia carece de importancia, porque no acompañó el progreso del mundo; se quedó atrás. En cualquier actividad religiosa lo que sienten es indiferencia y tedio.

     Es interesante notar, a la vez, que el mismo estudio indica que mucha gente secularizada consideraría la posibilidad de frecuentar una iglesia si pudiera discutir abiertamente sus dudas con respecto a la religión, si pudiera encontrar una iglesia que estuviera seriamente preocupada por trabajar en favor del mejoramiento de la sociedad, o que tuviera algún tipo de proclamación espiritual que satisficiere sus necesidades íntimas, y les ofreciese un programa de educación religiosa sólido, capaz de implantar valores morales en sus hijos.

LOS MÉTODOS DE CRISTO

     Cuando Jesús hablaba a la gente, trataba de encontrarla donde estaba. Comenzaba el contacto atendiendo sus necesidades reales. El Evangelio de Juan es, ciertamente, un catálogo de los casos en los cuales Jesús aparece satisfaciendo las necesidades espirituales y de todo tipo de la gente. En Juan 1:38 se nos dice que notó que dos hombres lo seguían, y les preguntó: “¿Qué buscáis?” Aún hoy él hace a cada individuo esa misma pregunta: “¿Qué estás buscando?” “Cuál es tu necesidad más imperiosa?” “¿Con qué estás tratando de llenar tu vida?”

     De ese modo veía la gran necesidad de la gente y se disponía a satisfacerla. En las bodas de Caná (Juan 2), por ejemplo, el anfitrión enfrentó una situación socialmente embarazosa cuando le faltó el vino. Jesús resolvió el problema convirtiendo el agua en vino. En Juan 3, Nicodemo lo buscó impulsado por sus profundas necesidades espirituales. La religión formal no satisfacía su corazón, y Jesús satisfizo sus anhelos mostrándole la necesidad de un nuevo nacimiento espiritual.

     La mujer junto al pozo (Juan 4) tenía necesidades emocionales y espirituales definidas. El hombre que estaba junto al estanque de Betesda y la multitud hambrienta, en Juan 5 y 6, tenían necesidades físicas de salud y alimentación. Jesús las satisfizo, y así disipó temores y derribó prejuicios. Cayeron las barreras de la oposición, y los corazones y las mentes se abrieron al evangelio.

     La iglesia es el pueblo de Dios equipado para servir y satisfacer necesidades en todas partes en el nombre de Jesús. Cuando los miembros de la iglesia miran fuera de sí mismos, y alcanzan a hombres y mujeres, amigos, vecinos y compañeros de trabajo en esta sociedad secularizada, los corazones realmente se ablandan. La sensibilidad manifestada hacia los anhelos, las heridas del corazón y las preocupaciones de los demás producirá resultados positivos. La sincera demostración de interés por los demás es un método de evangelización divinamente inspirado. Siempre que se lo utilice habrá una explosión de interés en la verdad bíblica.

     Cuando buscamos puertas de oportunidad que se abran para compartir lo que Jesús significa para nosotros, el poder del evangelio tocará mentes y corazones. Si entendemos que la mente secularizada busca algo real, en oposición a lo artificial, se sentirá atraída por el cristianismo auténtico demostrado en la vida de los creyentes. Nadie puede discutir lo que Cristo hizo por nosotros personalmente. Si él cambia nuestra vida, lo genuino de esa experiencia tocará corazones. Compartir el evangelio de Cristo, amorosa y saludablemente, desarma los espíritus, gana corazones, transforma vidas. La cruz es el argumento más fuerte en favor del cristianismo.

     He visto cómo el Espíritu Santo ha quebrantado los más duros corazones humanistas por medio de la simple presentación del plan de salvación. Una actitud polémica conduce al debate. Los argumentos intelectuales encuentran resistencia en la mente escéptica. El mensaje de la gracia de Dios ablanda los corazones.

DIVERSIDAD DE MÉTODOS

     No hay una sola forma de aproximación evangélica destinada a alcanzar a toda la gente. Cada individuo reacciona mejor ante una aproximación diferente y especial. Los secularizados creen que la Biblia carece de sustancia intelectual, y no confían en su mensaje. Por eso, presentar algunas de las grandes profecías de la Biblia como evidencia de que se puede confiar en ella puede ayudar.

     Las profecías de Daniel han sido especialmente designadas por Dios para despertar la confianza en la verdad bíblica. Las profecías del Antiguo Testamento, que presentan a Jesús como el Mesías, son muy convincentes. Su nacimiento en Belén (Miq. 5:2), el nacimiento virginal (Isa. 7:14), su consideración por la condición humana (Isa. 42:3), como asimismo los sucesos relacionados con la crucifixión señalados en Zacarías 13, el Salmo 22 y otros pasajes despiertan gran confianza entre la gente secularizada, induciéndola a entender que Jesús es algo más que un hombre notable, más que un filósofo, más que el creador de un sistema de ética; es, en realidad, el Hijo de Dios.

     La comprensión de algunas de las profecías que se refieren al surgimiento y la caída de los imperios, tal como las presenta el Antiguo Testamento, es una evidencia convincente para algunas mentes secularizadas. Profecías como la del rey persa, Ciro, mencionado 150 años antes de su nacimiento (Isa. 44:28; 45:1, 2), o la destrucción de Tiro y Sidón (Eze. 26:1-4, 19-21) y la degradación de Egipto (Eze. 19:1-9) despiertan confianza en las Escrituras como un documento divinamente inspirado.

     Mucha gente cree que la evolución es un hecho real. Para ellos, los creyentes en las Escrituras niegan hechos así llamados científicos. Es casi imposible que alguien acepte una idea previamente rechazada como falsa. Esas personas razonan de la siguiente manera: “Si el relato del Génesis es falso, ¿cómo puedo confiar en cualquier otra porción de las Escrituras? Si la raza humana está evolucionando para alcanzar los más altos niveles del progreso, ¿para qué necesito un Salvador? ¿Qué produce la religión, además de neurosis y sentimientos de culpa?”

     Podemos abordar a gente con esta mentalidad desde una perspectiva científica. La evolución no es un hecho comprobado sino una hipótesis especulativa que alguien llenó con su propio conjunto de contradicciones y problemas. A veces la gente secularizada tiene que hacer frente a la idea de que la evolución es teoría, y no un hecho. Además, se necesita tanta fe para ser evolucionista como para ser creacionista. Entonces comienzan a pensar seriamente acerca del carácter poco viable de los conceptos que habían estado defendiendo hasta hora.

CONCLUSIÓN

     El deseo de Dios es que conquistemos a hombres y mujeres perdidos. Quiere salvarlos. Y el poder del Espíritu Santo es superior a todas las fuerzas que hay en el mundo y que se oponen al evangelio. Llena de ese poder, equipada con las armas espirituales de la oración, la Palabra y un genuino amor por hombres y mujeres, la última generación de creyentes experimentará en estos días un nuevo Pentecostés, en medida más abundante.

     Millares se convertirán. La luz del evangelio iluminará los rincones oscuros de la Tierra. Los bastiones caerán. La verdad llegará a los más remotos lugares. Algunos de los corazones más duros se abrirán al mensaje de Cristo. Miles de voces proclamarán el evangelio eterno.

     Por la palabra y la vida del pueblo de Dios, por medio de la página impresa, la radio, la televisión y los más modernos recursos electrónicos, será diseminada la Palabra de Dios. La obra del Señor en la Tierra terminará de manera gloriosa.

Sobre el autor: Director y orador del programa de televisión Escrito Está, en Simi Valley, California, Estados Unidos.