“Necesitamos hombre que acepten la pobreza de su alma, y quienes diligentemente busquen ser dotados del Espíritu Santo”. – Elena de White.

            Dios pide a los ministros que acepten su verdad, y lleven en su nombre, el más solemne mensaje jamás dado al mundo, de levantar el estandarte de las verdades de la Biblia, y ejemplificar sus preceptos en su vida diaria. Tal conducta inducirá a creer a muchos que se han atrincherado detrás del parapeto de la infidelidad. La influencia del carácter verdaderamente cristiano del ministro es como los radiantes rayos de sol que penetran los rincones más remotos de los oscuros lugares a los que se les permita entrar. La luz que emana del ejemplo del ministro verdaderamente cristiano no debe ser vacilante e incierta como la chispa de un meteoro, sino debe tener la calma y continua brillante de las estrellas celestiales.

            Judas ejemplifica a los ministros que quizá amen a Cristo, pero se aferran a sus indeseables rasgos de carácter. En Cristo él observaba un carácter que era puro, inofensivo e inmaculado, y su corazón fue atraído a amar a su Maestro. Pero la luz del carácter de Cristo que lo iluminó, trajo consigo la responsabilidad de ceder todo rasgo natural o adquirido que no estaba en armonía con el carácter de Cristo. en esto Judas no pudo pasar la prueba. El amor al mundo estaba arraigado en su corazón, y no dejó su amor por lo mundanal, ni rindió su ambición a Cristo. Él nunca llegó al punto de rendirse totalmente a Jesús. Sintió que podía retener su propio juicio y su opinión. A pesar de haber aceptado el puesto de ser ministro de Cristo, sin embargo, nunca se sometió al molde divino de Cristo. Se aferró a sus rasgos indeseables de carácter y cedió a sus propios hábitos pecaminosos y, en vez de llegar a ser puro y semejante a Cristo, llegó a ser egoísta y codicioso.

CONSAGRACIÓN

            Lo que necesitamos en este tiempo peligroso es un pastorado convertido. Necesitamos hombres que aceptan la pobreza de su alma, y quienes diligentemente busquen ser dotados del Espíritu Santo. Una preparación de corazón necesario para que Dios nos dé su bendición, pero esta obra del corazón no ha sido realizada. Oh ¿cuándo se despertará el pastorado a las solmenes responsabilidades que le han sido encomendadas, y rogará fervientemente el poder celestial? Es el Espíritu Santo quien dará agudeza y poder a discurso del ministro, o su predicación estará carente de la justicia de Cristo como lo estuvo la ofrenda de Caín. Se me ha presentado a ministros, antes de ser convertidos, con una trayectoria y carácter muy difícil, incorregible, inflexible y terco, y, sin embargo, cada uno de estos rasgos de carácter transformado, era lo que necesitaba la obra de Dios. No queremos matar eso, se necesitan a fin de poder llenar puestos de confianza en la obra del Señor. Debe haber una transformación del carácter. La levadura debe trabajar en el corazón humano, hasta que toda acción esté en conformidad con la voluntad de Dios y sean santificados; entonces llegan a ser los más valiosos. Son justamente esta clase de individuos los que Dios puede usar en los diferentes ramos de la obra.

            No son siempre los hombres quienes mejor se adaptan a la administración exitosa de una iglesia. Si hay mujeres fieles que tienen una piedad profunda y una devoción más sincera que los hombres, ellas pueden ciertamente con sus oraciones y su obra hacer más que aquellos hombres con vidas y corazones no consagrados.

SACRIFCIO PROPIO

            No todos los predicadores se han entregado completamente a la obra de Dios, como se les requiere que hagan. Muchos sienten que la suerte del ministro es difícil porque tiene que estar separados de sus familias. Ellos se olvidan de que antes era mucho más difícil que ahora. En una época había solo unos pocos amigos de la causa. Se olvidan de aquellos a quienes Dios les impuso la carga de la obra en el pasado.

            Eran solo unos pocos entonces quienes recibieron la verdad como resultado de mucho trabajo. Los siervos escogidos de Dios lloraron y oraron para tener un claro entendimiento de la verdad, y sufrieron privaciones y mucho sacrificio para poder llevarla a otros. Paso a paso ellos siguieron mientras la providencia de Dios abría el camino. Ellos no buscaron su propia conveniencia o se acobardaron ante las dificultades. Por medio de estos hombres, Dios preparó el camino e hizo clara la verdad para que cada mente honesta la pudiera comprender. Todo se ha sido facilitando para el ministro que desde entonces ha abrazado la verdad, sin embargo, algunos han fallado n tomar la carga del trabajo. Buscan una mejor suerte, un puesto con menos sacrificios. Esta tierra no es el lugar de descanso para el cristiano, mucho menos para el ministro escogido de Dios. Se olvidan que Cristo dejó sus riquezas y su gloria en el cielo, y vino a la tierra a morir, y que él nos ha ordenado amarnos los unos a los otros como él nos amó. Se olvidan de aquellos que no fueron dignos de este mundo, que rondaban en pieles de ovejas y cabras, y fueron afligidos y atormentados.

            Que los ministros que sienten que están sufriendo penurias visiten el taller del apóstol Pablo. Aunque quebrantado de salud, él trabajaba durante el día sirviendo en la causa de Dios, y luego trabajaba asiduamente una buena parte de la noche, y frecuentemente toda la noche, para hacer provisión para sus necesidades y las de otros.

            Moisés fue dirigido por Dios para obtener una experiencia en prodigar cuidad, en ser considerado, en tener una tierna solicitud hacia el rebaño, de tal manera que pudiese, como un fiel pastor, estar listo para cuando Dios lo llamara a hacerse cargo de su pueblo. Una experiencia semejante es esencial para quienes se enlistan en la gran obra de la predicación de la verdad.

            Para poder llevar a las almas a la fuente de vida, el predicador mismo debe beber primero de esa fuente. Debe ver el infinito sacrificio hecho por el Hijo de Dios para salvar al hombre caído, y su propia alma debe estar imbuida con ese espíritu de amor que no muere. Si Dios nos escoge para hacer un trabajo difícil y peligroso, es el plan de Dios que los sigamos con mansedumbre y suplicarle que nos fortalezca.

            Debemos aprender la lección de la experiencia de algunos ministros, que comparativamente no han sufrido nada de dificultades y pruebas, sin embrago, se ven a sí mismos como mártires. Todavía tiene que aprender a aceptar con agradecimiento la manera en que Dios escoge, recordando al Autor de nuestra salvación. El trabajo del ministro de ser realizado con presteza, energía, y con un celo mayor que el que se usa para los negocios, siendo que la labor es mucho más sagrada, y los resultados, más trascendentales.

COMPASIÓN

            Hermano A, usted necesita trabajar con la máxima diligencia para controlar el yo y desarrollar un carácter en armonía con los principios de la Palabra de Dios. Necesita educarse y entrenarse para poder llegar a ser un pastor de éxito. Usted necesita cultivar un buen temperamento –rasgos de carácter tales como bondad, alegría, vivacidad, generosidad, piedad, cortesía y comprensión-. Debe vencer ese espíritu malhumorado, intolerante, cerrado, censurador y arrogante. Si usted está conectado con la obra de Dios necesita batallar fuertemente consigo mismo y conformar su carácter al del divino Modelo.

            ¡Qué hermosa reverencia demostró Jesús hacia la vida humana en la misión de su vida! Él se presentó ante la gente no como un rey exigiendo atención, reverencia y servicio, sino como alguien que deseaba servir, para levantar a la humanidad. Él dijo que no había venido para ser servido, sino para servir.

            Estoy segura de que la gran lección del perdón debe ser aprendida perfectamente por todos nosotros, y debemos practicar las gracias cristianas. Doquiera que Jesús vio a un ser humano, vio en él a alguien que necesitaba simpatía humana. Muchos de nosotros estamos dispuestos a servir a ciertas personas, a quienes honramos, pero a otros, a quienes Cristo nos haría una bendición si no fuera porque somos tan indiferentes, tal faltos de bondad y egoísta, los pasamos como indignos de nuestra atención. Nosotros no los ayudamos, aunque es nuestro deber hacerlo y sobrellevar su rudeza, mientras buscamos cultivar en ellos los rasgos de carácter opuestos.

ACTITUD POSITIVA

            La conversación juguetona, bromista y mundana pertenece al mundo. Los cristianos que tienen la paz de Dios en sus corazones, serán joviales y alegres sin caer en la liviandad o frivolidad. Mientras velan en oración, tendrán una serenidad y paz que los elevará por encima de todo lo superfluo.

            No se necesita mayor audiencia de que una persona está muy lejos de Jesús, y está descuidando la oración secreta y la piedad personal, que el hecho de que exprese dudas y descreimiento porque está en un ambiente desfavorable. Tales personas no tienen la religión pura, verdadera, inmaculada de Cristo. Tienen un objeto espurio que el proceso de refinación consumirá completamente como escoria.

            Tan pronto como Dios los prueba, y prueba su fe, ellos vacilan, inclinándose primero a un lado y luego al otro. No tienen el objeto genuino que Pablo poseía, quien podía gloriarse en la tribulación “sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom. 5:3-5).

            Tienen una religión circunstancial. Si todos a su alrededor son fuertes en fe y confianza en el éxito final del mensaje del tercer ángel, y no reciben ninguna influencia en contra, entonces, parecen tener alguna fe. Pero tan pronto como la causa parece sufrir alguna adversidad, y el trabajo avanza lentamente, y se necesita la ayuda de todos, estas pobres a1mas, aunque sean profesos ministros del evangelio, esperan que todo termine en la nada. Son un obstáculo en vez de una ayuda.

            Satanás trabajará a través de todos los medios que él pueda emplear para desanimar a los siervos activos del Señor. Si el pastor puede ser distraído de su responsabilidad, entonces el camino está libre para que los lobos esparzan y devoren las ovejas.

CONFIABILIDAD

            Los ministros de Jesucristo deben enseñar tanto a la iglesia como a los individuos el hecho de que una profesión de fe, incluso entre los adventistas del séptimo día, a menos que provenga de una devoción de lo profundo del corazón, no tiene poder para el bien. La luz religiosa debe brillar de la iglesia, y especialmente de los ministros, con rayos claros y continuos. No es para que se prenda en ocasiones especiales y luego se debilite, y titile, como si se fuera a apagar.

            El hermano C puede hablar de tal manera que interese a la congregación, y si esto fuera todo 1o que se necesita para ser un predicador de éxito, entonces cierta clase de hermanos y hermanas tendrían razón en su evaluación de é1. Pero no es un trabajador cabal, no es digno de confianza.

HUMILDAD

            Su peligro estará en desechar el consejo y en darse un valor más alto que el que Dios le otorga. Hay muchos que siempre están listos a adular y alabar al ministro que sabe hablar. El ministro joven está siempre en peligro de ser mimado y aplaudido para su propio daño, mientras que a la misma vez es deficiente en 1o fundamental que Dios requiere de todos los que profesan ser sus portavoces.

            Usted apenas ha entrado en la escuela de Cristo. Su capacitación para el trabajo es un asunto de toda la vida, una lucha mano a mano, diaria y ardua con los hábitos establecidos, las inclinaciones y las tendencias hereditarias. Exige un esfuerzo constante, presto y vigilante para velar y controlar el yo, para mantener prominentemente a Jesús y a1 yo escondido.

            ¿Cuánto tiempo le tomó a Moisés aprender la lección de la mansedumbre, y llegar a ser un general para guiar el ejército de Israel fuera de Egipto? El pasó por un período de larga disciplina. Durante cuarenta años cuidó ovejas en la tierra de Madián, aprendiendo a ser un buen pastor para el rebaño. En su puesto como pastor fue llamado para cuidar al débi1, para guiar al descarriado, para buscar al perdido. Este era un entrenamiento esencial para quien sería el líder de Israel; pues en el cuidado del rebaño del Señor sería llamado para alimentar al débil, instruir al descarriado, y para traer al perdido de vuelta al redil.

RESPONSABILIDAD

            Los ministros de la Palabra, y otros que ocupen puestos de responsabilidad, así como el cuerpo de la iglesia, necesitan este espíritu de humildad y contrición. El apóstol Pedro le escribe a los que laboran en el evangelio: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidad de ella, no por la fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no dominando las heredades del Señor, sino siendo dechados de la grey” (1 Ped. 5:2, 3).

            Ninguna parle de las responsabilidades del ministro debe ser descuidada. Debe predicar la Palabra, no las opiniones de los hombres. Debe trabajar con los individuos, visitar a las familias, no para hablar solo de las cosas comunes de la vida, sino cosas de valor eterno, orando con ellos, y enseñando con toda sencillez la verdad de Dios.

            La obra del ministro representada por las siete estrellas es un trabajo sublime y sagrado. Cuando él da cabida a la idea de que su trabajo es solo sermonear, pasa por alto, y es seguro que descuide, el trabajo que depende del pastor del rebano. Es su trabajo cuidar, supervisar el rebaño, y arreglar los asuntos de la iglesia de tal manera que todos tengan algo que hacer.