El testimonio del profeta Ezequiel sobre el Dios triunfo.

Los días del profeta Ezequiel eran semejantes a los nuestros. Había voces por todos lados, que expresaban dudas y exigían respuestas acerca de quién es Dios y cuáles son sus acciones. El libro de Ezequiel trae una de las revelaciones más bellas y esclarecedoras del Creador. El nombre “Ezequiel” significa “a quien Dios fortalecerá”. De la historia de Ezequiel hay pocas informaciones en la Biblia. Se sabe que su padre se llamaba Buzi, y que era sacerdote.[1] Ezequiel fue llevado en cautiverio a Babilonia en el segundo ataque a la ciudad de Jerusalén en 597 a.C., que corresponde al quinto año del cautiverio del rey Joaquim[2] (Eze. 1:1-3). Todo indica que, en ese año, Ezequiel comenzó su ministerio profético. En este sentido, Ezequiel fue contemporáneo de Daniel y Jeremías. Ezequiel ejerció sus funciones proféticas entre los cautivos de Judá, junto al río Quebar, al norte de Mesopotamia.[3]

El tema del libro incluye un acto de juicio divino sobre el pueblo de Judá: el exilio y la destrucción del Templo serían inevitables, como realmente sucedió (Eze. 1-33). A pesar de todo, su mensaje asegura también que Dios haría una obra en el corazón de Israel: habría un remanente fiel, y él traería una restauración final con el regreso de los hebreos a su tierra, la reconstrucción del Templo y el reinado del Mesías Príncipe (Eze. 34-48).

Allí, junto al río Quebar, Ezequiel tuvo “visiones de Dios” (Eze. 1:1). Él describe: “Vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi […] vino allí sobre él la mano de Jehová” (Eze. 1:3). Luego, aparece una descripción de cuatro querubines con sus respectivas ruedas (Eze. 1:4-25), seguido por una manifestación de “la gloria de Jehová” sentado sobre su trono, cargado por los querubines (Eze. 1:26-28).

Cristo, el revelador de Dios

En Ezequiel 1:26 al 28, el profeta tiene una visión de la gloria del Señor. Los aspectos más importantes de esta escena son: (1) en el trono estaba alguien sentado, una “semejanza que parecía de hombre sentado sobre él”; (2) la figura parecía “de bronce refulgente”, “como apariencia de fuego dentro de ella en derredor”, de la cintura para arriba; (3) y desde sus lomos para abajo, “parecía como fuego”, tenía resplandor alrededor; (4) el resplandor alrededor de la figura era como el del arcoíris; (5) es la “gloria del Señor”; (6) al ver esto, el profeta cayó y se postró sobre su rostro.

¿Quién era este ser? Para comprender mejor quién era, es necesario observar la frase usada: “semejanza que parecía de hombre” en relación con la revelación acerca de Dios, pues se relaciona con otros pasajes de la Biblia. En el pasaje de la lucha entre Jacob y el mensajero celestial en Génesis 32:22 al 31, el versículo 24 (NVI) dice que luchaba contra él un “hombre”, y en el versículo 30, Jacob dice: “He visto a Dios cara a cara, y todavía sigo con vida”. El ser llamado inicialmente “varón”, u “hombre”, es identificado con Dios mismo. Oseas aclara un poco más este texto de Génesis 32: “En el seno materno tomó por el calcañar a su hermano, y con su poder venció al ángel” (Oseas 12:3). Aquí, Dios es identificado como un “ángel”.[4] ¿Quién es este “ángel”, o “mensajero”? El profeta Malaquías responde, diciendo que, en el segundo templo, el de Zorobabel, habría de venir el “Ángel” o “Ángel del pacto”, el “Señor” (Mal. 3:1), que es el “Mesías”.[5]

En Daniel 7:13 al 14 se menciona “uno como un hijo de hombre”, término con el que más tarde Jesús se identificó en el Nuevo Testamento.[6] Otra vez, ahora en Daniel 10:1 al 9, el ser celestial es descrito como “un hombre” y, ni bien el profeta lo ve, se postra de manera semejante a lo que ocurrió con Ezequiel (Eze. 1:28-2:1-2) y Juan (Apoc. 1:17-20). En los pasajes mencionados, existe una semejanza:

1. Ezequiel 1:26 al 2:3. El profeta ve “la gloria de Dios”, cayó por tierra, oyó una voz, recibe una orden y el “Espíritu” entra en él.

2. Daniel 10:4 al 11 y 14. Existe una visión de un ser celestial, el profeta queda sin fuerzas, cayó con el rostro a tierra, es tocado, escucha una voz y recibe instrucciones con respecto al futuro.

3. Apocalipsis 1:9 al 20. El apóstol Juan tiene una experiencia semejante a los dos primeros: escucha una voz, ve un ser celestial, se postra en tierra, el ser lo toca, le habla y, finalmente, le da una orden. A medida que avanzan los capítulos 2 y 3, este ser es identificado como Jesucristo glorificado.

La expresión “gloria del Señor” es relevante para este estudio. Aparece diez veces en Ezequiel (1:28; 3:12, 23; 10:4, 18; 11:23; 43:4, 5; 44:4); otra expresión parecida se encuentra cinco veces: “la gloria del Dios de Israel” (8:4; 9:3; 10:19; 11:22; 43:2). Y en Ezequiel 10:18 y 19, las dos expresiones son utilizadas como sinónimas,[7] para referirse al ser que el profeta vio en el valle del río Quebar (8:4). Estas expresiones indican que (1) la palabra “gloria” es un nombre/título dado a aquel que está sentado en el Trono; (2) la forma posesiva, o genitiva,[8] indica que la referencia no es al Padre, pues de otra forma se usaría explícitamente “Jehová”; (3) aun cuando no sea el Padre, se menciona que “la gloria del Señor” también es Jehová, es decir, pertenece a la Deidad, como se percibe en este versículo: “Y la gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín, sobre el cual había estado, al umbral de la casa; y llamó Jehová al varón vestido de lino, que tenía a su cintura el tintero de escribano” (Eze. 9:3, [énfasis añadido]).

En el Evangelio de Juan, hay una referencia a Jesucristo y a su encarnación que elucida esta relación. Se dice que Cristo manifiesta su “gloria”, “gloria como del unigénito del Padre” (Juan 1:14). En el capítulo 1:18, el apóstol Juan dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.

De esta manera, se puede afirmar que “la gloria del Señor” es el Cristo divino pre encarnado. En el plan de Dios, Cristo se manifestó a los profetas y a los hombres en semejanza humana, porque él es la revelación de la Deidad en lenguaje humano,[9] como bien dijo el teólogo Gerard van Groningen:

“Se le recordó [a Ezequiel] la realeza soberana de aquel que hablaba como Dios y ejercía dominio divino y que, además de eso, estaba ‘velado en apariencia de hombre’. De esa manera, se expresa la interrelación entre lo divino y lo humano. Estos tres hechos (realeza, divinidad en apariencia de carne y la interrelación entre lo divino y lo humano) son integrales al concepto mesiánico”.[10]

El Espíritu, el intérprete

La palabra “espíritu”[11] tiene varios significados en la Biblia. El Dicionário Vine[12] presenta el concepto veterotestamentario de “espíritu”. Esta es una síntesis de la definición: significa “respiración, aire para respirar o aire que es respirado”; la “palabra es utilizada con énfasis en la cualidad invisible, intangible y pasajera del aire”; “viento”; “el viento representa dirección”; “describe el elemento de vida en el hombre, su ‘espíritu natural’”, o “aliento de vida”; “es usado para aludir a la mentalidad, la disposición o el ‘humor’ del hombre, ánimo, espíritu voluntario, alegría”; “Espíritu de Dios, la tercera persona de la Deidad”; “los seres inmateriales (ángeles) del cielo”; “también se usa para mencionar aquello que habilita al hombre a hacer un determinado trabajo o que representa la esencia de una cualidad humana” como, por ejemplo, “espíritu de sabiduría” (Deut. 34:9).

Después que Ezequiel recibiera la visión del Cristo divino pre encarnado, el profeta dice que alguien le habló. ¿De quién era esa voz? En el libro de Ezequiel, se registran las acciones del “Espíritu” como una persona:

1. “Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo. Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba. Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día” (Eze. 2:1-3). Este pasaje menciona que el Espíritu habla, hace afirmar sobre los pies al profeta, y entra en él. En otros textos, tales como Ezequiel 3:12 al 15; 8:1 al 5; 11:1 y 5, las acciones son similares.

2. “Me levantó, pues, el Espíritu, y me tomó; y fui en amargura, en la indignación de mi espíritu, pero la mano de Jehová era fuerte sobre mí” (Eze. 3:14). Se mencionan otros verbos como “levantar” y “tomar” (Eze. 3: 12, 22-24; 8:1-5; 11:1, 24; 37:1-2).

3. “La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos […]. Me dijo entonces: ‘Profetiza sobre estos huesos’” (Eze. 37:1-4). El uso de verbos para la acción del Espíritu es similar.

Estos verbos indican la acción de un ser con personalidad, no la de una energía, fuerza o virtud.

¿Qué “Espíritu” es este? Ezequiel 11:5 y 37:1 dicen: “Espíritu de Jehová”; en el capítulo 11:29, “Espíritu de Dios”; y Ezequiel 36:26 al 27 y 37:14 y 29, “mi Espíritu”. El Espíritu que actúa en la revelación de la “gloria del Señor” es el Espíritu de Jehová Dios, con frecuencia identificado como Espíritu Santo.

El Espíritu de Dios en el libro de Ezequiel

Es necesario aclarar algunos aspectos relacionados con la expresión “la mano de Jehová”, que aparece siete veces en todo el libro (Eze. 1:3; 3:14, 22; 8:1; 33:22; 37:1; 40:1). Tres veces aparece como “vino allí la mano de Jehová sobre mí” (3:22; 37:1; 40:1). Y solamente aparecen una vez las siguientes expresiones: “vino allí sobre él la mano de Jehová” (1:3); “la mano de Jehová era fuerte sobre mí” (3:14); “se posó sobre mí la mano de Jehová el Señor” (8:1); y “la mano de Jehová había sido sobre mí” (33:22).

En primer lugar, por el contexto de cada pasaje, indican que son expresiones teológicas en el libro de Ezequiel, con referencia al hecho de que el profeta fue tomado en visiones de Dios, y que él, en ese momento, estaba recibiendo las revelaciones de la “palabra de Jehová”.[13] Además, “mano de Jehová” es uno de los nombres/títulos del Espíritu de Dios en el libro de Ezequiel. Tanto en Ezequiel 8:1 al 3, como en el capítulo 11:1 y 5, se equipara a “la mano de Jehová” con el Espíritu.

En segundo lugar, hay que señalar que “el Espíritu de Jehová” es diferente de “la gloria de Jehová”. Por ejemplo, mientras que el profeta ve a “la gloria de Jehová” en el cielo, el Espíritu de Jehová está a su lado, hablándole, poniéndolo en pie, levantándolo o cargándolo (Eze. 2:1-3; 3:12-15, 22-24).

Detalles sobre el Espíritu Santo

Existen otros contrastes entre el Espíritu Santo y Cristo en el libro de Ezequiel. Mientras que en el capítulo 8:1 al 4 el Espíritu de Jehová toma al profeta en visión, y tiene apariencia como de fuego, en el 1:26, 28 y 2:1 al 2 el Cristo pre encarnado tiene apariencia como de hombre, está sentado entre querubines, sobre un trono de zafiro. El Espíritu Santo, además, posee “forma/figura/apariencia/silueta”[14] y “lomos”. Fue así que el Espíritu Santo se reveló en comprensible lenguaje humano, siendo una persona divina.

Además, al Espíritu de Jehová también se lo llama “Jehová” (Dios) en Ezequiel 37:1 al 4: “La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová”. Ante la pregunta del Espíritu de Jehová, Ezequiel le responde bajo el nombre de “Señor Jehová”, en estos versículos.

En resumen, el libro de Ezequiel señala enfáticamente que el Espíritu de Jehová no es la misma persona que la “gloria del Señor”, el Cristo pre encarnado, ni Dios el Padre. De esta manera, el Espíritu Santo es una persona distinta de Cristo y del Padre pero es, al mismo tiempo, divino. En otras palabras, es la tercera persona de la Deidad.

El Padre, aquel que es revelado

En el libro de Ezequiel, Jehová, la persona del Padre, está oculta. Tenemos sus acciones en el libro, pero no su descripción en forma visible (como sucede en Daniel 7, el “Anciano de días” y en Apocalipsis 4 y 5, como “alguien sentado en el trono”) o incluso parcial, como en el ejemplo de Moisés (Éxo. 33). Los pasajes en que se encuentra al Padre actuando y enviando su mensaje al pueblo están diseminados a lo largo del libro. La expresión más usada para referirse a él es “Jehová Dios” (cerca de doscientas veces en todo el libro). Al considerar ese número, se debe tener en cuenta la forma posesiva que aparece al denominar a la persona de Cristo (“gloria de Jehová”, o “gloria del Dios de Israel”) y al Espíritu Santo (“Espíritu de Jehová” o “Espíritu del Dios de Israel”). Esta estructura sintáctica indica que tanto Cristo como el Espíritu Santo son de la misma naturaleza que Jehová, o pertenecen a él. En estas expresiones, el Padre está oculto y es revelado en las otras dos personas. De esta forma, aparecen las tres personas de la Deidad: (1) la “gloria de Jehová”, Cristo; (2) el “Espíritu de Jehová”, el Espíritu Santo; y (3) “Jehová Dios” o “Jehová el Señor”, el Padre.

En Ezequiel 11:15 al 25, las tres personas de la Deidad están presentes de manera más explícita: “Di, por tanto: Así ha dicho Jehová el Señor: Yo os recogeré de los pueblos, y os congregaré de las tierras en las cuales estáis esparcidos, y os daré la tierra de Israel. Y volverán allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus abominaciones. Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios. Mas a aquellos cuyo corazón anda tras el deseo de sus idolatrías y de sus abominaciones, yo traigo su camino sobre sus propias cabezas, dice Jehová el Señor. Después alzaron los querubines sus alas, y las ruedas en pos de ellos; y la gloria del Dios de Israel estaba sobre ellos. Y la gloria de Jehová se elevó de en medio de la ciudad, y se puso sobre el monte que está al oriente de la ciudad. Luego me levantó el Espíritu y me volvió a llevar en visión del Espíritu de Dios a la tierra de los caldeos, a los cautivos. Y se fue de mí la visión que había visto. Y hablé a los cautivos todas las cosas que Jehová me había mostrado” [énfasis añadido].

¿Quién es el Dios revelado en el libro de Ezequiel? ¡El Dios triuno! Cada una de las personas de la Deidad, en su obra específica, revela a Dios ante la humanidad.

El Dios revelado por Ezequiel es el mismo Dios que ha “hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas” (Heb. 1:1). Muestra su amor, justicia y misericordia hacia su pueblo en el transcurso de la historia humana. Es el Dios que ama y corrige a aquellos que protege. Hace promesas y actúa a favor de su pueblo, trae redención y restauración, concediendo un nuevo corazón y la presencia constante del Santo Espíritu, para que sus hijos moren con él gracias a la persona de Cristo, en una tierra restaurada.

Conclusión

En este estudio, analizamos cómo Dios se reveló al profeta Ezequiel, de manera semejante a la que es mostrada en toda la Biblia. Dios se revela como triuno. Se encuentran en el libro las personas de Cristo, del Espíritu Santo y del Padre. Hay pasajes en que dos personas divinas están en la misma visión, y en otros, los tres se hacen presentes. Son seres distintos, con personalidades diferenciadas, que practican acciones de personas y poseen formas definidas.

Se encuentra en los escritos de Ezequiel la revelación de Dios el Padre en la persona y la obra del Cristo pre encarnado, con la acción conjunta de la persona del Espíritu Santo. En este tiempo, tan agitado por ideas y doctrinas que rechazan la Palabra de Dios, tiempos en que, como dijo el apóstol Pedro, “los ignorantes e inconstantes tergiversan, como lo hacen también con las demás Escrituras, para su propia perdición” (2 Ped. 3:16), el único fundamento seguro es el “así dice el Señor”. Estamos seguros cuando elaboramos nuestras conclusiones sobre la base de la autorevelación de Dios en las Escrituras, y no sobre conjeturas humanas.

Sobre el autor: Pastor en la Asociación Central Amazonas.


Referencias

[1] Humberto M. Rasi, ed., Comentario bíblico adventista del séptimo día (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), t. 4, p. 597.

[2] Ibíd., p. 598.

[3] Ibíd., p. 597.

[4] “Ángel” en hebreo y griego puede referirse a un ser celestial o a un mensajero. Ver. E. Vine, Merril F. Uncer y William White Jr., Dicionário Vine: O significado exegético e expositivo das palavras do Antigo Testamento e do Novo Testamento (Río de Janeiro: Casa Publicadora das Assembléias de Deus, 2005), pp. 40, 41.

[5] Para un estudio más detallado, ver Gerard van Groningen, Revelação messiânica no Velho Testamento (Campinas, SP: Luz Para o Caminho, 1995), pp. 846-849.

[6] George E. Ladd, Teologia do Novo Testamento (São Paulo: Exodus Editora, 1997), pp. 148, 149, 229-231.

[7] Bible Works (BW) (Big Fork, MT: Hermeneutika Computer Bible Research Software, 1998), 4.0 CD-Rom.

[8] Se trata de un constructo absoluto. Ver Allen P. Ross, Gramática do hebraico bíblico para iniciantes (São Paulo: Vida, 2005), pp. 102, 103.

[9] “Calvino escribió extensamente sobre la frase ‘a semejanza de hombre’. Él destaca especialmente que el profeta habló de Dios con respecto a su propia esencia, que es común al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. No obstante, agregó que la frase ‘en forma de hombre’ pertenece solo a Cristo”. Ver John Calvin, Commentaries on the Prophet Ezekiel, trad. Thomas Myers (Grand Rapids, MI: Baker, 1981), t. 2, p. 199, citado en Gerard van Groningen, Revelação messiânica no Velho Testamento, p. 678.

[10] Ibíd., p. 679.

[11] En hebreo, la palabra es ruaj y en griego es pneuma. Ver BW, 4.0.

[12] Vine, pp. 113, 114.

[13] Groningen, pp. 671 y CBASD, t. 4: pp. 604, 611 corroboran este pensamiento.

[14] R. Laird Harris, Gleason L. Archer, Jr., Bruce K. Waltke, Dicionário internacional de teologia do Antigo Testamento (São Paulo: Sociedade Religiosa Edições Vida Nova, 1998), p. 1.395.