“El triple acto divino de descansar durante el sábado, de bendecir y de santificar ese día en el Edén implica que su institución funciona como señal de pacto eterno entre Dios y sus criaturas”.
Nacido en San Lorenzo, Río Grande del Sur, Rep. Del Brasil, el pastor Alberto R. Timm terminó la carrera de Teología en 1981, en el Instituto Adventista de Ensino (actual Unasp), en San Pablo, donde también obtuvo una maestría en la misma área de estudios, en 1988. Sus actividades ministeriales comenzaron al siguiente año de diplomarse en Teología, en Ijuí, Río Grande del Sur, como pastor de distrito. Desde 1986 hasta 1989, actuó como profesor de Teología Histórica y director del Centro de Investigación White en la Unasp, campus Ingeniero Coelho, San Pablo. Posteriormente, cursó sus estudios de posgrado en la Universidad Andrews, donde obtuvo el doctorado en Teología en 1995, con énfasis en Estudios Adventistas y Teología Sistemática. La tesis que defendió en aquella oportunidad fue, posteriormente, publicada en inglés, español y portugués: El Santuario y los tres mensajes angélicos, 1844-1863: Factores integradores en el desarrollo de las doctrinas adventistas. Entre 2006 y 2007 fue coordinador de posgrado en Teología, rector del Seminario Adventista Latinoamericano de Teología (SALT) y coordinador de Espíritu de Profecía para la División Sudamericana. Actualmente, ejerce la función de director asociado del Patrimonio White, y miembro de la Comisión de Investigación Bíblica de la Asociación General.
El Dr. Timm está casado con la profesora Mary L. Timm, asistente del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General. La pareja tiene tres hijos: Suellen, William y Shelley. En esta entrevista, desde su oficina en los Estados Unidos, compartió sus reflexiones acerca de la importancia del sábado como día bendecido y santificado por Dios.
¿En qué términos describe la amplitud del significado y de la importancia del descanso sabático?
En primer lugar, el sábado es el tema de una de las doctrinas distintivas de la Iglesia Adventista y, de acuerdo con Elena de White, “será la gran piedra de toque de la lealtad” a Dios en el desenlace del gran conflicto entre el bien y el mal. En segundo lugar, diría que el sábado puede ser comparado con un diamante multifacético, que llega semanalmente a to‐ dos los seres humanos en todas las regiones del mundo. Desde la perspectiva físico‐mental, el descanso en sábado con‐ tribuye a renovar las energías gastadas en la carrera desenfrenada del mundo en el que vivimos. En su famoso artículo titulado “The Secrets of Long Life” [“Los secretos de una vida longeva”], publicado en la revista National Geographic de noviembre de 2005, Dan Buettner afirmó que los adventistas “guardan el día de descanso en sábado, socializando con otros miembros de la iglesia y disfrutando de un santuario en el tiempo, que ayuda a aliviar el estrés”. Desde la perspectiva espiritual, el sábado es mucho más que un mero feriado semanal. De hecho, es un Santuario en el tiempo, disponible para que todos los seres humanos, indistintamente, puedan tener un encuentro especial con Dios. De acuerdo con Elena de White, “el sábado es un broche de oro que une a Dios y a su pueblo”. Es, también, un día de socialización espiritual dedica‐ do a la familia y a las personas necesitadas.
¿Cuál es el impacto que causaron, a la doctrina del sábado, por los diferentes métodos de interpretación de la Biblia que existen hoy?
Gerhard Ebeling sugiere que “la historia del cristianismo es la historia de la exposición de las Escrituras”. En otras palabras, detrás de todas las controversias cristianas siempre existieron tensiones hermenéuticas entre diferentes principios de interpretación, al igual que sobre la propia aplicación práctica de esos principios. Inclusive Bernard Ramm argumenta que son pocas las reglas establecidas por Agustín que él mismo no violara frecuentemente. Sin duda, la controversia entre el sábado y el domingo ilustra muy bien esa disputa hermenéutica. En mi libro El sábado en la Biblia, publicado por la ACES en 2010, intenté usar consistentemente los principios hermenéuticos protestantes de Sola Scriptura (exclusividad de las Escrituras) y de Tota Scriptura (totalidad de las Escrituras), sin imponer artificialmente al texto bíblico desarrollos históricos posteriores, como los defensores del domingo acostumbran hacer. La familiaridad con los diferentes métodos de interpretación bíblica es fundamental para la comprensión de las doctrinas bíblicas, incluyendo el propio sábado; los métodos pueden sustentar las doctrinas bíblicas, incluyendo el sábado, o pueden incluso distorsionarlas. Por ejemplo, el método alegórico termina destituyendo al sábado de su verdadero significado bíblico. Con su surgimiento en el período posapostólico, los textos bíblicos que confirman la observancia del sábado pasaron a ser releídos alegóricamente, de tal manera de dejar lugar para la emergente observancia del domingo. El método histórico-crítico considera el sábado como una antigua institución babilónica o cananea, incorporada posteriormente por los hebreos, no más pertinente para los cristianos modernos. El método dispensacionalista restringe el sábado a la así llamada “dispensación de la ley” (para el antiguo Israel), y considera la observancia de ese día como anticuada para la actual “dispensación de la iglesia” (para la iglesia cristiana). Por otra parte, el método posmoderno, que transfiere la autoridad del texto bíblico al lector, dejó la aceptación del sábado como una cuestión de mera elección individual.
Por contraste, un estudio adecuado acerca del sábado en la Biblia, que la reconozca como su propio intérprete, debe ser informado y controlado por los siguientes principios: 1) exclusividad de las Escrituras; 2) totalidad de las Escrituras; 3) desarrollo natural de los textos bíblicos; 4) interpretación literal del texto bíblico, excepto donde el simbolismo sea evidente; 5) rechazo de las falsas analogías; 6) reconocimiento del carácter normativo y universal de las enseñanzas bíblicas y de la conformidad personal a ellos.
En el campo del debate teológico, los eruditos argumentan que los días de la Creación relatada en el Génesis no fueron literales. En ese caso, ¿cómo consideraríamos el sábado?
Algunos intentan acomodar largas eras geológicas evolucionistas al relato de la Creación en el libro de Génesis. Otros intentan interpretar cada día de la Creación como si fuera mil años, buscando apoyo en 2 Pedro 3:8. Sea como fuere, ninguna de estas alternativas refleja el significa‐ do original del texto bíblico. El relato bíblico describe los seis primeros días de la Creación como conformados por “tarde y mañana” (Gén. 1:5, 8, 13, 19,23, 31); criterio que entendemos que es extensivo también al séptimo día (Gén. 2:2,3). Además de eso, el mismo descanso divino en el “séptimo día” solo sirve de ejemplo para el descanso humano si los días de la Creación son literales, como los conocemos hoy. Si Dios hubiera solo descansado en el “séptimo día” de la Creación, podría haber dudas con respecto a la institución edénica del sábado. Pero el triple acto divino, en el Edén, de descansar en sábado, de bendecir ese día y de santificarlo implica que su institución funciona como señal de alianza eterna entre Dios y sus criaturas (ver Éxo. 20:8-11; 31:13-17; Heb. 4:4-11). Asimismo, el libro de Isaías destaca la universalidad del sábado (Isa. 56:1-7), su alcance (58:12‐14) y su perpetuidad (66:22,23). Por lo tanto, también es un error restringir el sábado solo a los judíos.
¿Qué factores contribuyeron a la aceptación del domingo como día santo, en lugar del sábado?
Samuele Bacchiocchi afirma correctamente, en su tesis doctoral defendida en 1974 en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, que la adopción del domingo en lugar del sábado no ocurrió en la iglesia primitiva de Jerusalén en virtud de la autoridad apostólica, sino aproximadamente un siglo más tarde, en la iglesia de Roma. Una interacción de factores judíos, paganos y cristianos contribuyó al abandono del sábado y a la adopción de la observancia del domingo en su lugar. Entre esos factores, podemos destacar los siguientes: 1) el espíritu antijudío de los cristianos de fines del primer siglo, que no querían ser confundidos con los judíos que se oponían al dominio romano; 2) la fuerte influencia paganizante del Imperio Romano, en el que el culto al Sol invictus se había con‐ vertido en su primera religión universal; 3) el método alegórico de interpretación bíblica, que permitía igualar el culto al Sol invictus pagano con Cristo, “el Sol de justicia” de Malaquías 4:2; y 4) las leyes dominicales del emperador Constantino y de la propia Iglesia Romana, haciendo obligatoria la observancia del domingo.
La historia registra el cambio de calendarios. Sobre esta base, algunos argumentan que el sábado, o “séptimo día de la semana”, se perdió en medio de aquel.
Es curioso observar que algunos críticos consideran que tantos cambios son problemáticos solo para los observadores del sábado, y no del domingo. Sin duda, la observancia del sábado a lo largo de los siglos, tanto en el período del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, evitó que el ciclo semanal fuera alterado. Si ese ciclo hubiera sido modificado a comienzos de la historia humana, Cristo podría haberlo corregido durante su ministerio terrenal; pero no lo hizo. Durante la era cristiana, el mismo ciclo semanal fue mantenido por los judíos, e incluso por los cristianos diseminados alrededor del mundo. Cuando el papa Gregorio XIII, aconsejado por los astrónomos, decretó en 1582 que el jueves 4 de octubre fuera seguido por el viernes 15 de octubre, no sucedió ninguna alteración en el ciclo semanal. A pesar de los cambios y los ajustes en los diferentes calendarios, algo es cierto: guardamos hoy el mismo sábado que Jesús guardó durante su ministerio terrenal y el que, entendemos, es el mismo instituido originalmente en la semana de la Creación.
La interpretación adventista del Apocalipsis prevé que el sábado será decisivo en la identificación del pueblo de Dios al final de la historia. ¿De qué manera el escenario actual del mundo favorece ese concepto?
El libro de Apocalipsis habla de una globalización de un falso sistema religioso (Apoc. 13) y de una predicación del evangelio eterno “a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6, 7), que concluirá en la polarización final de la humanidad entre los que guardan los Mandamientos de Dios (Apoc. 14:12), y los que adoran a la bestia y su imagen (Apoc. 14:9-11). Sin duda, la Iglesia Apostólica Romana ha demostrado, a lo largo de los siglos, su interés en conquistar la hegemonía religiosa mundial. Los diálogos ecuménicos de las últimas décadas comprueban que el objetivo de la Iglesia Católica es que todos los demás cristianos regresen a “la única iglesia de Cristo, que subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él”, según la “Declaración Dominus Iesus” del año 2000. Malachi Martin, en su famoso libro publicado originalmente bajo el título The Keys of This Blood: The Struggle for World Dominion Between Pope John Paulo II, Mikhail Gorbachev, and Capitalist West [Las llaves de esta sangre: la lucha por la supremacía mundial entre el papa Juan Pablo II, Mijaíl Gorbachov y el occidente capitalista], en 1990, demostró que el Vaticano está estratégicamente posicionado para liderar esa hegemonía cristiana global. Sin duda, el retorno a la Iglesia Católica incluye también una restauración de la observancia del domingo, como está claro en la Carta Apostólica Dies Domini de 1998. Renombrados historiadores reconocen el domingo como símbolo de la religión estadounidense y un componente de la así llamada “Alma norteamericana”. Las leyes dominicales comenzaron a aflorar en los Estados Unidos cuando los flujos migratorios que provenían del continente europeo terminaron trayendo la observancia del domingo más relajada de lo que los puritanos estaban acostumbrados. Elena de White afirma que la religión (incluyen‐ do la observancia del domingo) volverá a ser impuesta cuando los Estados Unidos enfrenten las siguientes situaciones: 1) grandes calamidades naturales; 2) un gran deterioro moral; y 3) una acentuada crisis financiera. Esa medida de imposición en el país será seguida por el resto del mundo; esto traerá, como consecuencia, una acérrima intolerancia en relación con los observadores del sábado. Creo que no estamos muy distantes de ese tiempo.
Es en este contexto que algunos estudiosos del tema quedan alterados por cada nuevo acontecimiento en el mundo, especialmente en el aspecto religioso. ¿Cuál es su consejo en este sentido?
El énfasis debe estar más en la preparación que en la preocupación, pues el futuro pertenece a Dios. En 1887, Elena de White escribió: “Viva la vida de fe día a día. No se ponga ansioso ni se preocupe por el tiempo de angustia, experimentando así un tiempo de angustia anticipado. No se quede pensando: ‘Temo no poder soportar el gran día de prueba’. Debe vivir el presente, el día de hoy. El mañana no le pertenece. Hoy ha de obtener la victoria sobre el yo. Hoy debe vivir una vida de oración. Hoy debe pelear la buena batalla de la fe. Hoy ha de creer que Dios lo bendice. Y al obtener la victoria sobre la oscuridad y la incredulidad, satisfará los requerimientos del Maestro y llegará a ser una bendición para los que lo rodean”. Sin duda, ese es un consejo excelente para enfrentarnos con seguridad a los eventos finales.