Colocar a la persona correcta en el lugar correcto, por el motivo correcto, con el método correcto, capacitada por el poder correcto es sinónimo de éxito.

La iglesia no existe plenamente sin el Espíritu Santo. Si Jesús es el mayor presente de Dios a la humanidad, el Espíritu Santo es el mayor presente de Cristo para la iglesia. Y los dones del Espíritu son una de las mayores expresiones del Espíritu Santo en cada congregación. Una iglesia sin el Espíritu Santo es casi una contradicción.

Después de haber dado su vida en la Cruz, de haber provisto la base legal para el cumplimiento de la promesa del Padre de enviar al Espíritu Santo (Hech. 2:33), el Salvador subió triunfalmente a las alturas y concedió, por medio del Espíritu Santo, “dones a los hombres” (Efe. 4:8; 1 Cor. 12:7, 11). Son esos dones que transforman a la iglesia en efectiva y relevante en cada contexto, y en cada período de la historia.

Esa visión de la actividad del Espíritu Santo en la dinámica de la iglesia es uno de los legados teológicos del apóstol Pablo. Al lado del apóstol Juan, que destaca a la persona del Espíritu Santo, y de Lucas, que enfatiza la actuación del mismo Espíritu, el apóstol Pablo es uno de los grandes nombres de la pneumatología del Nuevo Testamento. Para tener una idea de su contribución en esta área, basta mencionar que de las 379 veces que el término griego pneuma (e/Espíritu) aparece en el Nuevo Testamento, 146 están en las 13 cartas paulinas.

El apóstol Pablo presenta el concepto de los dones espirituales como herramientas para la edificación de la iglesia. Aunque ese tema no sea exclusivo de él (ver 1 Ped. 4:10, 11), el apóstol Pablo es su principal formulador. Él discute el asunto en tres pasajes centrales: Romanos 12:4 al 8; 1 Corintios 12 al 14; y Efesios 4:7 al 16. Para potencializar el uso de los dones en la iglesia hoy, es necesario entender su naturaleza y su función.

Conceptos y categorías

Muchas definiciones han sido dadas para los dones espirituales, la mayoría enfatizando su origen (Dios / Cristo), su distribución (Espíritu Santo) y su propósito (edificar a la iglesia). Por ejemplo, Peter Wagner declara que “un don espiritual es un atributo especial concedido por el Espíritu Santo a cada miembro del cuerpo de Cristo, de acuerdo con la gracia de Dios, para su uso en el contexto del cuerpo”.[1]

James Packer prefiere un enfoque cristológico: “A partir [de su ascensión al] cielo, Cristo utiliza a los cristianos como su boca, sus manos, sus pies y hasta su sonrisa. Es por medio de nosotros, su pueblo, que él habla y actúa, encuentra, ama y salva aquí y ahora en este mundo”.[2]

En el Nuevo Testamento, el término griego normalmente traducido como don es charisma (plural de charismata). Usado exclusivamente por el apóstol Pablo, charisma aparece 17 veces en el Nuevo Testamento.[3] Esa palabra prepaulina, derivada o de la raíz charis [gracia] o del verbo charizomai [dar graciosamente], significa “don generoso”, o “don de gracia”, en el sentido de que Dios, libre y soberanamente, concede gracias especiales a los creyentes. Los corintios usaban la palabra pneumatika, pero el apóstol

Pablo prefirió charisma o charismata, sin lugar a dudas para mostrar que el don viene gratuitamente de Dios y no es conquistado por merecimiento humano.

Algunos estudiosos hacen una distinción entre dones y talentos. Dwight Pentecost, por ejemplo, escribe que “cuando hablamos de los dones del Espíritu, no estamos hablando de talentos nativos con los que ciertos individuos han sido dotados desde su nacimiento natural”, sino de una “capacidad sobrenatural”.[4] Para Siegfried Schatzmann, hay una “clara ausencia de apoyo exegético para la ecuación de los carismas con los talentos naturales”.[5]

Otros autores, sin embargo, no ven gran diferencia entre ambos conceptos. Donald Carson sugiere que el apóstol “Pablo no se sentiría incómodo con [la idea] de que los dones espirituales sean hechos de una mezcla de los talentos naturales –que él considera incluso como siendo dones de Dios– y de una dotación específica energizada por el Espíritu Santo”.[6] Bruce Bugbee, para quien “los talentos naturales son dados en nuestro nacimiento físico”, mientras que “el don espiritual es dado en nuestro nacimiento espiritual”, reconoce que los talentos “pueden ser transformados por el Espíritu Santo y potenciados como dones espirituales”.[7]

Los autores adventistas en general ven los talentos y los dones como bendiciones celestiales relacionadas. James Zackrison, colocando el uso de los dones espirituales como “parte del cuadro más amplio del discipulado cristiano”, observa que, a veces, los dones apenas “realzan las habilidades naturales” y a veces son algo “totalmente diferente”.[8]

Elena de White utilizó ambas palabras en forma intercambiable, aunque resaltando el uso espiritual de los talentos. Desde la perspectiva de ella, el don es un flujo constante de la gracia: Dios nos da el talento y nosotros se lo devolvemos a Dios, que lo retorna purificado y multiplicado, de modo que el flujo de bendiciones pueda beneficiar al mayor número posible de personas.[9]

De hecho, no necesitamos colocar una barrera entre los dos conceptos. Profecía y compasión, por ejemplo, están en la misma categoría de dones. El talento colocado al servicio de Dios se transforma en un don. Lo que marca la diferencia es si vivimos para exaltarnos a nosotros mismos o para glorificar a Dios.

Existe, también, un debate sobre lo que el Espíritu Santo otorga a la iglesia: ¿actividades, ministerios o personas? Kenneth Berding argumenta que el concepto que conecta los pasajes que tratan de los dones espirituales es “ministerios” dados por el Espíritu Santo, y no habilidades especiales.[10]

William Atkinson escribe: “Aunque sea más simple ver los dones del Espíritu en [1 Corintios] 12:8 al 10 en términos de actividad, la superposición que existe entre esa lista y una similar en el final del capítulo indica que el Espíritu Santo también concede personas”.[11]

La cuestión tiene que ver con la mejor traducción del término pneumatikon, de género indeterminado, de 1 Corintios 12:1: ¿sería “dones espirituales”, “cosas espirituales” o “personas espirituales”? Literalmente, el apóstol Pablo dice: “Respecto de los espirituales [pneumatika], no quiero, hermanos, que sean ignorantes”. ¿Qué habrán entendido en aquel momento los lectores del apóstol Pablo?

Hay tres posibilidades: (1) mujeres espirituales (palabra femenina en la gramática griega), (2) dones espirituales (palabra neutra) y (3) personas espirituales (palabra masculina). El contexto favorece a entender personas espirituales.[12] En realidad, eso no marca mucha diferencia. El Espíritu Santo trabaja con las personas, habilitándolas para desarrollar al nivel máximo sus ministerios, papeles, funciones y tareas.

Vale mencionar, además, que los teólogos han realizado intentos de clasificar los dones bíblicos en tres (o más) conjuntos. Sin embargo, esos arreglos –a veces– parecen arbitrarios, aunque puedan tener valor didáctico. Si fuésemos a hacer cualquier categorización, una opción sería partir de 1 Corintios 12:4 al 6, donde el apóstol Pablo particularizó diferentes tipos de dones (charismata), pero mostró al mismo Espíritu; diferentes tipos de servicios (diakoniai), pero mostró al mismo Señor; y diferentes tipos de realizaciones (energemata), pero mostró al mismo Dios.

Este abordaje trinitario, consciente o inconsciente, tiene la ventaja de involucrar a todas las personas de la Deidad. “La santa Trinidad es el vínculo unificador de los dones del Espíritu, servicio a Cristo como Señor y actividades iniciadas por Dios”.[13]

Teoría en la práctica

Con base en los argumentos del apóstol Pablo, podemos sacar varias lecciones sobre el uso de los dones para la iglesia hoy. Voy a enumerar siete:

1. Conocer sobre los dones aumenta la posibilidad de su uso correcto. El apóstolPablo no quería que los corintios fuesenignorantes (literalmente, “sin conocimiento”,sin gnosis), sobre el tema (1 Cor. 12:1), aunqueeso estuviera ocurriendo. Hoy tambiéntenemos que estudiar sobre los dones.

2. El énfasis en la variedad de dones indica múltiples posibilidades. El hecho de que ninguna de las cuatro listas repita totalmente a las otras sugiere que ellas no enumeran todos los dones posibles, sino que son meramente ilustrativas o representativas. “El interés de Pablo en 1 Corintios 12:8 al 10 fue ofrecer una lista considerable de modo que ellos [los corintios] pararan de ser singulares en su propio énfasis”.[14] En nuestros días, el apóstol Pablo tal vez pudiera agregar cantantes, oradores de radio y de televisión, colportores y médicos, para mencionar apenas algunos.

3. Lo ideal es que cada uno trabaje de acuerdo con su habilidad y pasión. Forzar a alguien a hacer lo que no sabe o no le gusta hacer es una tortura espiritual. La persona equivocada en el lugar equivocado, por la razón equivocada, con el método equivocado es garantía de fracaso. Sin embargo, eso no significa que la persona solo pueda actuar si tiene una enorme preparación.

4. El amor es el criterio para regular el uso de los dones. Tener todos los dones y cualidades sin amor es igual a cero. Sinel amor, el don se transforma en un falso carisma, porque el Espíritu que capacita es el Espíritu del amor. ¿Preferirías tener una iglesia sin muchos dones o sin amor?

5. El don pierde la legitimidad si rompe la unidad o ignora la diversidad. La analogía con el cuerpo ya era conocida, pero el apóstol Pablo la hizo efectiva en el contexto de la iglesia. El objetivo de los dones es la cooperación, no la competición; la unidad, no la desunión; el crecimiento, no la desintegración. Sin embargo, el apóstol reconoció el valor de la diversidad. Él destacó tres elementos: unidad, diversidad y madurez. Todos son esenciales para el funcionamiento saludable de la iglesia.

6. Los dones que tienen mayor visibilidad no son más importantes que los menos destacados. Los cristianos con menos dones no son miembros de segunda clase (1 Cor. 12:12). Ellos son indispensables.

7. Solo el don que construye es bueno para la iglesia. Al apóstol Pablo le gustaba la palabra edificar (oikodomen), que significa construir. Los dones, servicios o ministerios deben actuar para obtener resultados positivos. “Los dones no son juguetes para nuestra propia diversión, sino instrumentos para la edificación”.[15] Ellos no tienen como objetivo el éxito de la persona, sino el bien común (1 Cor. 12:7). La finalidad es bendecir a la comunidad. Por eso, todo debe ser hecho con orden (taxin), sin caos (1 Cor. 14:26-40), cuando cada elemento se encaje con el proyecto original.

¿Has usado tus dones para la edificación de la iglesia y para glorificar a Dios?

Sobre el autor: Jefe de Redacción de la Casa Publicadora Brasileña.


Referencias

[1] C. Peter Wagner, Your Spiritual Gifts Can Help Your Church Grow, ed. rev. (Ventura, CA: Regal, 1994), p. 34.

[2] J. I. Packer, Keep in Step with the Spirit: Finding Fullness in Our Walk with God, ed. rev. (Grand Rapids, MI: Baker, 2005), pp. 70, 71.

[3] Otras palabras usadas para “don”: charis, dorea, doma, dorema, doron, dosis y pneumatikon.

[4] Dwight J. Pentecost, The Divine Comforter: The Person and Work of the Holy Spirit (Grand Rapids, MI: Kregel, 1998), pp. 165, 166.

[5] Siegfried S. Schatzmann, A Pauline Theology of Charismata (Peabody, MA: Hendrickson, 1987), p. 73.

[6] D. I. Carson, Showing the Spirit: A Theological Exposition of 1 Corinthians 12-14 (Grand Rapids, MI: Baker, 2000), p. 37.

[7] Bruce Bugbee, What You Do Best in the Body of Christ (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1995), pp. 62, 63.

[8] James W. Zackrison, Practical Spiritual Gifts (Boise, ID: Pacific Press, 1996), pp. 11, 15.

[9] Un pasaje clásico y representativo de Elena de White sobre el asunto se encuentra en Palabras de vida del gran Maestro (Buenos Aires: ACES, 1971), p. 263.

[10] Kenneth Berding, “Confusing Word and Concept in ‘Spiritual Gifts’: Have We Forgotten James Barr’s Exhortations?”, Journal of the Evangelical Theological Society 43 (2000), pp. 39, 46. Para él, el concepto de habilidades especiales está presente solo en 1 Corintios 12:8 al 10 (p. 39).

[11] William P. Atkinson, “1 Corinthians”, en A Biblical Theology of the Holy Spirit, ed. Trevor J. Burke y Keith Warrington (Eugene, OR: Cascade, 2014), p. 154.

[12] W. Larry Richards, 1 Corinthians (Nampa, ID: Pacific Press, 1997), pp. 210, 211.

[13] Anthony C. Thiselton, A Shorter Guide to the Holy Spirit: Bible, Doctrine, Experience (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2016), p. 29. Para otra posibilidad, ver George E. Rice, “Dones espirituales”, en Tratado de teología adventista del séptimo día (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009), p. 690.

[14] Gordon D. Fee, The First Epistle to the Corinthians (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1987), p. 585.

[15] Warren W. Wiersbe, Comentario Bíblico Expositivo: Novo Testamento (Santo André, SP: Geográfica, 2006), t. 2, p. 47.