¿Qué podemos aprender del modo en que los primeros adventistas estudiaban la Biblia?
L os principios hermenéuticos son fundamentales para la lectura y la interpretación de la Biblia. En este sentido, la visión teológica y misiológica del movimiento adventista surgió en el contexto de una hermenéutica bien específica: las reglas de interpretación bíblica de Miller sentaron las bases hermenéuticas de la teología de la Iglesia Adventista.
Durante sus doce años como deísta, Miller creyó que la Biblia estaba llena de “inconsistencias”.[1] Después de una serie de experiencias que cambiaron el rumbo de su vida, como su participación en la guerra de 1812 y la muerte de su padre en ese mismo año,[2] Miller decidió volver a las Escrituras y “darles la oportunidad de respetarlas”.[3] Así, determinó armonizar las así llamadas “contradicciones” de las Escrituras… o continuar siendo deísta. Esta búsqueda de armonía en la Biblia llevó a Miller a adoptar una visión racionalista del método hermenéutico.[4] Después de dos años de estudio en los que trató de armonizar el texto bíblico, Miller afirmó: “La Biblia era para mí ahora un nuevo libro. En verdad, era una fiesta para la razón: todo lo que me parecía oscuro, místico o poco claro en sus enseñanzas se había disipado de mi mente ante la clara luz que irradiaba de sus páginas sagradas”.[5]
El Baconianismo, o método inductivo, se había convertido en el clásico método científico de ese entonces.[6] En el contexto de este método “científico”, Miller adoptó el principio hermenéutico que hizo posible la sincronización de las diferentes profecías en un sistema coherente.[7] De esta manera, una de las mayores presuposiciones hermenéuticas de Miller fue el concepto de que la Biblia es un todo coherente, en el que todas las partes pueden ser armonizadas.[8] Él afirma: “La Biblia es un sistema de verdades reveladas, proporcionadas de manera clara y simple”.[9]
Estos dos principios básicos, de que la Escritura interpreta la Escritura y la armonización de los pasajes bíblicos (que, en realidad, están basados en la presuposición de que la Biblia es un sistema coherente) también tienen su lugar prominente en sus famosas “reglas de interpretación”. Por ejemplo, la cuarta y la quinta regla expresan: “4) Para comprender la doctrina, reúna todos los pasajes que hablan del tema que desea conocer, deje que cada palabra tenga su propia influencia, y si se puede elaborar una teoría sin contradicciones, no podrá equivocarse. 5) Las Escrituras deben ser su propio expositor, dado que es una regla que se desprende de las mismas Escrituras”.[10]
Estos principios están basados en la presuposición hermenéutica de que la Biblia es un sistema armonioso. Dado que las Escrituras tienen un único Autor, no existe conflicto entre el mensaje de toda la Biblia como sistema y cualquier pasaje en particular; en otras palabras, el todo, como clave hermenéutica, no amenaza la interpretación de las partes. En su conclusión acerca de los principios hermenéuticos de Miller, Rasmussen afirma que “la mayor presuposición” de la hermenéutica de Miller “es que la Biblia contiene una presentación sistemática de las palabras de Dios para el hombre, y que es una colección de verdades armoniosas”.[11] Miller mismo lo explicó de esta manera: “No ha existido un libro escrito que tenga una mejor interconexión y armonía que la Biblia”.[12]
Los pioneros y la hermenéutica
Las reglas de interpretación de Miller tuvieron un profundo impacto en los principios hermenéuticos de los primeros adventistas.[13] Así, por ejemplo, Jaime White adoptó una aproximación sistemática al estudio de la Biblia, afirmando que es necesario “recopilar las diferentes porciones de ella”[14] para poder comprender completamente el significado de una palabra, sentencia o doctrina. De acuerdo con él, “la Escritura debe explicar la Escritura, y entonces se podrá ver la armonía a lo largo del todo”.[15] Esta aproximación a la Biblia como un todo sistemático permitió a Jaime White ver en la teología adventista “un sistema conectado de verdades, el más bello en todas sus partes que la mente del hombre haya contemplado alguna vez”.[16]
Elena de White también enfatizó la necesidad de una aproximación sistemática al estudio de la Biblia. Desde su punto de vista, las partes de la Biblia armonizan perfectamente en su sistema de verdades, como los eslabones de una cadena. En 1887, ella afirmó: “Vi que la Palabra de Dios, en conjunto, es una cadena perfecta, de la cual una porción se vincula con la otra y la explica”.[17] Ella concebía la Biblia de manera integral, donde las partes están perfectamente relacionadas entre sí: “El estudiante debería aprender a mirar la Biblia como un todo y a ver la relación de sus partes”.[18]
Basada en la presuposición hermenéutica de que la Biblia es un sistema armonioso de verdades, Elena de White también enfatizó la necesidad de comparar Escritura con Escritura, como procedimiento hermenéutico: “La Biblia es su propio exégeta. Un pasaje es la llave para abrir otros pasajes, y de esta manera la luz se derramará sobre el significado oculto de la Palabra. El verdadero significado de las Escrituras se hará evidente al comparar los distintos pasajes que tratan el mismo asunto, y al examinarlos desde todos sus ángulos”.[19]
Y, si bien Elena de White no elaboró una lista detallada de principios hermenéuticos, ella endosó enfáticamente los principios hermenéuticos de Miller.[20] En su resumen de las reglas de Miller, Elena de White enfatizó la armonía de la Biblia como sistema de verdad y la necesidad de recolectar todos los pasajes acerca de un tema determinado.
Ellet J. Waggoner, por otro lado, articuló en un editorial de la revista Signs of the Times la que es considerada “la primera presentación abarcadora de los principios hermenéuticos adventistas”.[21] En estos principios, se puede percibir con claridad la idea de que la Biblia es un sistema armonioso de verdades, en que las partes concuerdan perfectamente con el todo:
“2. La Biblia es un libro interconectado, coherente y armonioso. […] la perfecta armonía entre sus diferentes partes es una prueba de que provino de Dios. Como corolario de este principio, se podría decir que la Biblia no necesita ser ‘armonizada’. Intentarlo es una tarea inútil, ya que la Biblia ya está armonizada. Todo lo que tiene que hacer el estudiante es estudiar la armonía que ya existe. […]
“3. La Biblia debe interpretarse a sí misma.
“4. Una parte de la Biblia no puede ser totalmente comprendida cuando se la estudia aislada de su conexión con la Biblia o sin referencia al resto de ella. […] Si la Biblia es un todo interconectado, entonces todas las partes son necesarias para formar el todo. Este principio se aplica tanto a un libro de la Biblia como a un solo texto. No existe libro de la Biblia que no pueda ser iluminado por cualquier otro libro de la Biblia. Decir que dos libros de la Biblia no tienen conexión es casi equivalente a decir que la Biblia no fue totalmente inspirada por el mismo Espíritu”.[22]
Desde la perspectiva de Waggoner, la comprensión de la Biblia necesita una aproximación sistemática que tome en cuenta toda la Biblia, en su búsqueda de significado teológico. Estos principios hermenéuticos fueron seguidos por otros grandes teólogos de entre los pioneros como, por ejemplo, Urías Smith, uno de los más prolíficos autores adventistas de esos tiempos.[23]
En resumen, la Biblia como sistema armonioso de verdades fue la presuposición primordial básica de los pioneros adventistas. Al mismo tiempo, esta presuposición primordial los llevó a adoptar dos principios hermenéuticos clave: La Escritura interpreta la Escritura y la armonización de los pasajes bíblicos. Este principio hermenéutico presupone la existencia de un “sistema” (como principio de articulación del todo) en la Biblia. Y, dado que los primeros adventistas reconocieron la conexión vital entre las partes de las Escrituras, ellos consideraban que la tarea hermenéutica no estaba finalizada hasta que una palabra, un símbolo o un tema fuera estudiado a la luz de toda la Biblia.
Aproximación teológica de los pioneros
Es claro que Miller utilizó una aproximación sistemática al texto bíblico.[24] Y, si bien los primeros adventistas trabajaron dentro del contexto del principio de Sola Scriptura, ellos no utilizaron las herramientas modernas de la teología bíblica como disciplina teológica. En este sentido, John Paulien sostiene: “Cuando examinamos la obra de nuestros pioneros adventistas, descubrimos rápidamente que, con la posible excepción de J. N. Andrews, la exégesis tal como la hemos descrito aquí fue escasamente realizada por ellos, si es que llegaron a utilizarla”.[25]
Por otro lado, los primeros adventistas consideraban la Biblia como un sistema armonioso de verdades; algo que los llevó a desarrollar una aproximación “sistemática” a la teología. Ellos entendían que su teología era un sistema armonioso de doctrinas interrelacionadas, con el Santuario celestial como “centro”.
Varios de los pioneros adventistas reconocieron la centralidad teológica del Santuario celestial. José Bates, por ejemplo, vio una “cadena perfecta y armoniosa” de verdades en el Santuario.[26] Jaime White declaró que el Santuario “ha sido y sigue siendo el gran pilar de la fe adventista”.[27] Urías Smith sostenía que el Santuario es “el gran núcleo alrededor del que se agrupa la gloriosa constelación de la verdad presente”.[28] Y John N. Andrews afirmó que el Santuario es el “gran centro doctrinal” del sistema adventista, dado que “se conecta inseparablemente con todos los puntos de su fe, y presenta el tema como un gran todo”.[29] Elena de White resume esta comprensión generalizada entre los pioneros acerca del Santuario: “El asunto del Santuario fue la clave que aclaró el misterio del desengaño de 1844. Reveló todo un sistema de verdades, que formaban un conjunto armonioso”.[30]
De esta manera, Denis Fortin sostiene que la doctrina del Santuario fue “el centro teológico de los pioneros adventistas, y se convirtió en el principio articulador de todas las otras doctrinas”.[31] Esta aproximación de los pioneros buscó encontrar la lógica interna de las Escrituras en su totalidad, y requirió una aproximación sistemática que no solo usó la síntesis o la articulación de textos bíblicos, sino también de enseñanzas, nociones e ideas como metodología principal.
En resumen, la aproximación de los pioneros adventistas a la Biblia como sistema, el uso de la síntesis como metodología que busca integrar las partes en un todo armonioso y el descubrimiento de un “centro” alrededor del cual giran todas las verdades bíblicas, son elementos que señalan que ellos tuvieron una aproximación sistemática a la tarea teológica.[32]
Sobre el autor: director de la revista Ministerio, edición de la ACES
Referencias
[1] William Miller, Apology and Defense (Boston: Himes, 1845), p. 3.
[2] See Sylvester Bliss, Memoirs of William Miller (Boston: Himes, 1853), pp. 28-55.
[3] Miller, Apology and Defense, p. 5.
[4] David L. Rowe, Thunder and Trumpets: Millerite and Dissenting Religion in Upstate New York, 1800-1850 (Chico, CA: Scholars Press, 1985), p. 10.
[5] Bliss, Memoirs of William Miller, p. 76.
[6] Theodore Dwight Bozeman, Protestans in an Age of Science: The Baconian Ideal and Antebellum America Religious Thought (Chapel Hill, NC: The University of North Carolina Press, 1977), p. xv.
[7] Estos principios hermenéuticos eran muy similares a los que adoptó Isaac Newton en su estudio de las profecías bíblicas: ver Frank E. Manuel, The Religion of Isaac Newton (Oxford: Clarendon Press, 1974), p. 98.
[8] Jeff Crocombe, “ ‘A Feast of Reason’: The Roots of William Miller’s Biblical Interpretation and Its Influence on the Seventh-Day Adventist Church” (PhD. diss. , The University of Queensland, 2011), p. 2.
[9] Miller, Apology and Defense, p. 6.
[10] William Miller, “Mr Miller’s Letters Nº 5: The Bible Its Own Interpreter”, Signs of the Times (May 15, 1840), pp. 25, 26.
[11] Steen R. Rasmussen, “Roots of the Prophetic Hermeneutic of William Miller” (MA diss. , Andrews University, 1983), p. 100.
[12] Miller, Evidences from Scripture, p. 4.
[13] George R. Knight, A Search for Identity: The Development of Seventh-Day Adventist Beliefs, Adventist Heritage Series (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000), p. 11. Ver Alberto R. Timm, “Historical Background of Adventist Biblical Interpretation”, in Understanding Scripture: An Adventist Approach, ed. George W. Reid (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2006), p. 6.
[14] White, Life Incidents, pp. 150, 151.
[15] James White, “The Sabbath”, The Advent Review and Sabbath Herald (April 7, 1851), p. 62.
[16] White, Life Incidents, p. 267.
[17] Elena de White, Primeros escritos (Buenos Aires: ACES, 1962), p. 220. Ella repitió muchas veces este mismo concepto. Por ejemplo: “Investigaron eslabón tras eslabón de la preciosa cadena de la verdad, de modo que ahora se destaca en bella armonía, unida en perfecta cadena”. Elena de White, Testimonios para la iglesia (Mountain View, CA: Pacific Press, 1948), t. 2, p. 575.
[18] El evangelismo (Buenos Aires: ACES, 1994), p. 250.
[19] La educación cristiana (Buenos Aires: ACES, 1975), p. 48.
[20] “Notes of Travel”, The Advent Review and Sabbath Herald (November 25, 1884), p. 738.
[21] Crocombe, p. 178.
[22] E. J. Waggoner, “The Bible, Commentaries, and Tradition”, The Signs of the Times (January 6, 1887), p. 6.
[23] Ver, por ejemplo: Uriah Smith, “The Bible, and the Bible Alone”, The Advent Review and Sabbath Herald (March 19, 1857), p. 155.
[24] Zoltan Szalos-Farkas, The Rise and Development of SDA Spirituality: The Impact of the Charismatic Guidance of Ellen White (Cernica: Editura Institutului Teologic, 2005), pp. 106, 107.
[25] Jon Paulien, “Three Ways to Approach the Bible: Disciplinary Distinctions–Some Suggestions” (Berriens Springs, MI: Andrews University, 1997), p. 18.
[26] Joseph Bates, A Vindication of the Seventh-Day Sabbath, and the Commandments of God: With a Further History of God’s Peculiar People, from 1847 to 1848 (New Bedford: Press of Benjamin Lindsey,
1848), p. 90.
[27] James White, “Our Present Position”, Review and Herald (December 1850), p. 13.
[28] Uriah Smith, “Synopsis of the Present Truth. Nº 19”, Adventist Review and Sabbath Herald (March 25, 1858), p. 148.
[29] John N. Andrews, “The Sanctuary”, Adventist Review and Sabbath Herald (June 18, 1867), p. 12.
[30] White, El conflicto de los siglos, p. 423.
[31] Denis Fortin, “Nineteenth-Century Evangelicalism and Early Adventist Statements of Beliefs”, Andrews University Seminary Studies 36, Nº 1 (1998), p. 65. Ver también Alberto R. Timm, The Sanctuary and the Three Angels’ Messages: Integrating Factors in the Development of Seventh-day Adventist Doctrines, Adventist Theological Society Dissertation Series, vol. 5 (Berrien Springs, MI: Adventist Theological Society Publications, 1995).
[32] Knight, A Search for Identity, pp. 74, 75, 86.