Consejos para prevenirse del agotamiento y disfrutar de salud y bienestar

El ministerio pastoral puede ser desgastante hasta incluso para los más talentosos y activos líderes de la iglesia.[1] Los pastores están insatisfechos con el ministerio por una amplia gama de razones. Tal vez, nosotros mismos estemos luchando con las dificultades del ministerio pastoral. Como Derek Tidball observa: “Aunque muchos verdaderamente consideren el ministerio satisfactorio, es necesario encarar la verdad de que muchos no tienen esa percepción”.[2] Aunque hay pastores que estén saliendo del ministerio por causa de variadas angustias, uno de los principales factores por detrás de ese apartamiento es el desequilibrio en su vida. Simplificando, ellos se están agotando rápidamente. Habiendo servido como pastor de distrito, digo por experiencia propia que somos responsables por nuestro propio bienestar. Crear hábitos saludables ayudará a protegernos del burnout, y nos capacitará para servir a Dios por un largo plazo en el ministerio en la iglesia.

Burnout pastoral

Las tasas de burnout entre pastores están aumentando. Roy Oswald, en su libro Clergy Self-Care: Finding a Balance For Effective Ministry, relata: “Aproximadamente el 20% de los ministros con quienes trabajé en seminarios alcanzó una puntuación extremadamente alta en la medición de burnout pastoral. Entre los ministros con largos períodos de ministerio (diez años o más), el número salta al 50%”.[3] Christine Maslach define burnout como “estado de agotamiento físico, emocional y mental marcado por el extremo cansancio físico, fatiga crónica, sentimientos de desamparo y desesperanza, y por el desarrollo de un autoconcepto negativo, y de actitudes negativas en relación con el trabajo, la vida y las otras personas”.[4]

En sus variadas formas, el burnout puede ser clasificado como una condición grave, pero puede ser evitado si tomamos las debidas precauciones. La receta para ser víctima de agotamiento es extremadamente simple. Como pastores, somos excesivamente celosos, estamos sobrecargados, y sobremanera ansiosos por agradar a las masas. Nos olvidamos de dedicar tiempo al ocio y a la reflexión. Ignoramos los pedidos de pausa de nuestro organismo. Frecuentemente, nuestras congregaciones toman nuestra renuncia al descanso como algo natural, normal y deseable. ¿El resultado? El burnout podrá ocurrir en cualquier momento. Para evitarlo, nosotros, como pastores, debemos ser proactivos en la búsqueda de una vida plena.

Este artículo busca ofrecer sugerencias de cómo podemos crear hábitos saludables y promover el equilibrio, para protegernos del burnout pastoral. Vamos a abordar cuatro hábitos cruciales, relativos al agotamiento emocional y físico, al agotamiento de las relaciones y el espiritual.

Hábitos emocionales

Entendiendo que la vocación pastoral exige una amplia interacción humana y la capacidad de evaluar las emociones de los demás, los ministros necesitan un rígido control sobre su propia condición emocional. Médicos y consejeros de salud mental son constantemente instruidos para que mantengan distancia emocional del sufrimiento humano. “No es saludable estar en una montaña rusa emocional todos los días con sus pacientes y sus clientes”. Este consejo no es, necesariamente, la mejor manera de lidiar con el estrés emocional en el ministerio. Controlar las emociones al escuchar el sufrimiento y el dolor de las ovejas del rebaño continúa siendo casi imposible para los pastores. Esconder las emociones desagradables debajo de la alfombra tampoco nos ayudará. Debe haber un modo mejor para administrar estas situaciones.

Un recurso para monitorear las emociones puede ser escribir los sentimientos en un diario. En mi graduación en el seminario, recibí de mi esposa una agenda nueva con tapas de cuero. Agradecí por el gesto, pero en esa época no había pensado en utilizar aquel regalo para registrar mis sentimientos. Con el tiempo, escribir en mi diario se transformó en agua curativa para mi alma, especialmente durante períodos difíciles de mi vida. En ese diario, revelé mis luchas a Dios, y también lo alabé por su fidelidad y su misericordia eternas.

En los Salmos tenemos una visión de la verdadera persona de David, que expresaba todas sus emociones. Cuando el salmista escribía sus sentimientos y los leía, su alma era restaurada y él reconocía muchos de sus problemas emocionales. Esos salmos servían como oraciones de confesión, de triunfo, de desesperación y de clamor. Date a ti mismo la oportunidad de sentir y asumir cada emoción, y entregársela a Dios para la restauración y la curación.

En segundo lugar, la risa tiene una posición central como hábito emocional valioso; y se la recomiendo a cualquier ministro. Hay una razón por la que a las personas les gusta mirar comedias o programas de televisión, o pasan horas asistiendo a un espectáculo humorístico. Les gusta divertirse y disfrutar de una buena carcajada. Necesitamos aprender a reírnos de nosotros mismos, de nuestros fracasos y de las circunstancias de nuestra vida, y a no tomarnos, a nosotros mismos y a todo lo que nos rodea, con tanta seriedad.

Las emociones fueron dadas por Dios. Nosotros las experimentamos por alguna razón. Podemos aprender a controlarlas, así como a no reír cuando el momento no es el oportuno. Al equilibrar nuestros sentimientos no solo nos sentimos más confortables, sino también nos aproximamos a nuestro Creador, en la medida en que experimentamos todas las gamas de emociones que él planificó para nosotros.

Hábitos físicos

Dios nos dio el cuerpo, y espera que lo cuidemos. En 1 Corintios 3:16 y 17, el apóstol Pablo dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”. Como vemos claramente, al Señor le importa profundamente su Creación; por eso, debemos cuidarnos a nosotros mismos. Aquí presentamos tres pasos simples para ayudarnos a hacerlo:

1) Tenga una alimentación adecuada: Las personas esperan que los pastores coman todo lo que les sirven en sus casas. No es elegante ser “exigente”. Y ahí comienza el problema. A veces, lo que nos ofrecen puede no ser la opción más saludable, pero no tenemos una alternativa mejor. Podemos tener en nuestro plato alimentos fritos, bebidas con alta concentración de azúcares, dulces con combinaciones perjudiciales para la salud… Sin embargo, en muchas ocasiones tenemos una elección. Cuando estoy en un restaurante, intento seleccionar alimentos más saludables y evitar los postres. La dieta es un aspecto tratado con bastante negligencia en la vida pastoral; pero recuerda que nuestros hábitos alimenticios pueden impactar positiva o negativamente en nuestro nivel de energía, humor, autoimagen y bienestar general.

Lo que elegimos como alimento es muy importante. En primer lugar, porque necesitamos cuidar bien del cuerpo que Dios nos dio. Por lo tanto, debemos tener una dieta equilibrada. ¿Se acuerda de lo que aprendió en la escuela primaria? Los maestros nos enseñaron a comer los cuatros grupos básicos de alimentos: productos derivados de la leche, proteínas, frutas, vegetales y granos. Una dieta equilibrada nos brinda la energía que necesitamos para realizar la obra del Señor y preservar la salud.

En segundo lugar, estamos dando ejemplo a los miembros de la iglesia y a nuestros familiares. Uno de los elementos que constituyen el fruto del Espíritu Santo es el dominio propio, que involucra el aprendizaje del arte de cuidar de uno mismo.

No es difícil engordar. Una gran cantidad de calorías puede ser consumida en un instante. Mostremos a los miembros de la iglesia que podemos ejercer autocontrol en nuestra dieta.

2) Haga ejercicios regularmente: Además de la alimentación saludable, nuestro cuerpo necesita ejercicios físicos regulares. Muchas veces los pastores son impelidos a un estilo de vida sedentario. Con excepción del tiempo en que estamos de pie para predicar, frecuentemente estamos sentados, sea en el auto, en la biblioteca o en la casa de los miembros de nuestras iglesias. Entendiendo que tenemos flexibilidad para determinar nuestra agenda diaria, intente encajar el ejercicio físico en el calendario semanal. Solamente anotarse en un gimnasio no es garantía de que vamos a ejercitarnos con regularidad ni que practicaremos algún ejercicio.

Las estadísticas continúan indicando cómo el ejercicio beneficia la calidad de nuestra vida en general. David Biebel y Harold Koenig afirman: “La actividad física regular reduce el riesgo de enfermedad arterial coronaria, accidente cerebrovascular y cáncer de colon. La actividad física regular reduce el riesgo de desarrollar diabetes tipo II o hipertensión arterial. […] La actividad física regular puede ayudar a reducir el estrés, y los sentimientos de depresión y ansiedad. La actividad física regular puede ayudar a aliviar o a prevenir el dolor de espalda”.[5] La lista podría ser muy extensa. No se sienta culpable ante los miembros de su iglesia porque va a un gimnasio. Organice su tiempo para hacer ejercicios regularmente. Eso le traerá felicidad y beneficiará a su iglesia también.

3) Descanse: Ser pastor no es un trabajo realizado en un horario comercial fijo, sino un llamado que no tiene escala definida. Cuando nuestras ovejas nos necesitan, debemos estar presentes. Muchos pastores son presionados por el tiempo. Después de cuidar de nuestros fieles, ¿hay tiempo para el descanso personal y para relajarse?

A pesar de todo lo que usted tiene para hacer cada semana, ¡separe un día libre! Salga, explore las bellezas naturales y conozca lugares turísticos. Juegue con sus hijos en un parque. Salga a nadar o lleve a su cónyuge a dar una caminata romántica por la playa (o por donde sea). Duerma la siesta siempre que sea posible. Lea el diario mientras disfruta de un vaso de jugo natural. Lleve a sus hijos a jugar con sus amigos. Saque su mente del trabajo y permita que su cuerpo se relaje mientras se dedica a su hobby favorito.

Cuando no descansamos lo suficiente, nuestro cuerpo nos alerta sobre que algo no está bien. Actuamos con irritación y somos faltos de delicadeza con otros. No nos gusta lo que estamos haciendo. En suma, el tiempo que estamos despiertos pasa a ser depresivo. Por lo tanto, necesitamos cuidar de nuestra salud física.

Hábitos relacionales

Existen variadas nociones sobre las amistades que los pastores pueden nutrir. Un grupo menor incentiva a los ministros a buscar amistades con los miembros de la iglesia. Por otro lado, una considerable cantidad de líderes con mayor experiencia insiste en decir que los pastores no deben de ninguna manera buscar ser amigos próximos de sus ovejas. Si los pastores no pueden buscar amistades dentro de los límites de sus congregaciones, ¿dónde deben dirigirse en busca de ese apoyo? ¡Todos, incluso los pastores, necesitan de un confidente!

Haga un amigo en el ministerio. Como Gary Kinnaman y Alfred Ells testifican, “la mayoría de las personas en el ministerio pastoral no tiene amistades íntimas y, consecuentemente, son preocupantemente solitarias y peligrosamente vulnerables”.[6] Por eso, parece natural que las relaciones sean exploradas por medio de la amistad con otros pastores.

Sin embargo, construir una amistad con un colega, lamentablemente, puede parecer difícil. Los pastores luchan con todos los tipos de inseguridades cuando se comparan con otros. Recuerdo que durante mi primer año de ministerio, recibí una invitación para ir a una cena de pastores. El clima del encuentro era sofocante y extraño. Se lanzaron libremente preguntas sobre números, del tipo: ¿Cuántos matrimonios tienes en tus iglesias? O ¿cuál es el porcentaje de las ofrendas que destinas al evangelismo? Parecía que la agenda de la noche era el juicio de los “competidores” presentes en el evento.

Lo que debemos admitir, especialmente como pastores, es que Dios bendice a cada persona de maneras diferentes. Debemos superar la mezquindad y parar con el territorialismo que dificulta nuestra eficiencia. Trabajamos para el mismo Empleador, cuyo nombre es Dios. Como una joya rara, existen pastores con quienes podemos dialogar más allá de los números. Eso puede exigir su propia iniciativa, pero verá que vale la pena el esfuerzo. Las amistades entre pastores son posibles, pero necesitamos amenizar nuestras inseguridades y asignar su valor a cosas que realmente importan.

Rinda cuentas a alguien. Billy Graham hacía un esfuerzo consciente para protegerse de situaciones comprometedoras y de comportamiento licencioso. Rendir cuentas a alguien es fundamental en el ministerio pastoral. Necesitamos personas que nos presenten preguntas difíciles y que hagan todo lo que es humanamente posible por impedirnos caer en pecado. El texto de Proverbios 18:24 destaca: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano”. Este tipo de amistad es muy raro, pero es posible. Para superar las tentaciones de la vida y del ministerio, necesitamos un amigo íntimo, un compañero a quien le tengamos que rendir cuentas. Debemos encontrar a alguien en quien podamos confiar y ante quien podamos abrir el corazón. Podemos desafiarnos uno al otro para llevar una vida santa. Este tipo de amistades se desarrolla con mucho tiempo y sacrificio, pero es fundamental para nuestra vida.

Hábitos espirituales

“Ejercitar las disciplinas espirituales nunca fue mi fuerte”. Tal vez usted se identifique con esta confesión. Durante el período de estudios en el seminario, la disculpa en que yo más confiaba era las famosas últimas palabras de un seminarista: “Cuando me transforme en pastor seré más determinado en relación con la nutrición de mi vida espiritual. No tengo tiempo ahora, pero tendré tiempo en el futuro”. Una vez que fui pastor, la situación no mejoró mucho. La sequedad espiritual no es única entre los pastores. Angie Best-Boss declara: “El cultivo del crecimiento espiritual personal tal vez sea una de las áreas tratadas con más negligencia en la vida de los pastores”.[7]

Es posible establecer una relación directa entre nuestra salud espiritual y nuestro grado de satisfacción en la vida. “Los pastores que se sienten satisfechos con su vida de oración y devoción tienden a sentirse, del mismo modo, satisfechos con su vida conyugal y familiar, con su ministerio, con el apoyo de la congregación, y con el respeto que le demuestran los líderes de la iglesia local y de la organización”.[8]

Cuando no me intereso por mi salud espiritual, me desanimo más fácilmente y soy cada vez menos optimista en relación con lo que Dios puede realizar. Los pastores crecen sobre la base del tiempo significativo dedicado al Señor. Usted debe estar en una continua relación con el Dios verdadero y vivo. No sea negligente con su alma ni con su cuerpo, por causa de las ocupaciones y las actividades del ministerio.

Sobre el autor: profesor en el Seminario Teológico Gordon-Conwell, Estados Unidos


Referencias

[1] Una versión más larga de este artículo fue publicada en Matthew D. Kim, 7 Lessons for New Pastors: Your First Year in Ministry (St. Louis, MO: Chalice Press, 2012), pp. 59-76. Usado con permiso.

[2] Derek Tidball, Skillful Shepherds: An Introduction to Pastoral Theology (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1986), p. 315.

[3] Roy M. Oswald, Clergy Self-Care: Finding a Balance for Effective Ministry (Nueva York: The Alban Institute, 1991), p. 3.

[4] Christine Maslach, “Burned-Out”, en Human Behavior, 1978, pp. 17-20.

[5] David B. Biebel y Harold G. Koenig, Simple Health: Easy and Inexpensive Things You Can Do to Improve Your Health (Lake Mary, FL: Siloam, 2005), p. 47.

[6] Gary D. Kinnaman y Alfred H. Ells, Leaders that Last: How Covenant Friendships Can Help Pastors Thrive (Grand Rapids, MI: Baker, 2003), p. 10.

[7] Angie Best-Boss, Surviving Your First Year as Pastor: What Seminary Couldn’t Teach You (Valley Forge, PA: Judson, 1999), p. 77.

[8] William E. Hulme, Milo L. Brekke y William C. Behrens, Pastors in Ministry: Guidelines for Seven Critical Issues (Minneapolis, MN: Augsburg, 1985), p. 45.