Cómo la pornografía aleja a los hombres del propósito divino para la sexualidad.

Con el aumento del uso y las facilidades de Internet, se ha hecho cada vez más cómodo y discreto el acceso a materiales dañinos para la vida cristiana, tales como la pornografía. Se estima que, por mucho, la industria de las películas pornográficas es la mayor del ramo cinematográfico. Solamente en Estados Unidos, se producen anualmente cerca de once mil títulos, casi veinte veces el número de películas lanzadas de todos los otros géneros sumados.[1]

 Estadísticas presentadas por el proyecto “Just 1 Click Away”, liderado por Josh Mc- Dowell, indican que el 25 % de las búsquedas realizadas en la Red son sobre pornografía, y en su mayoría, quien va detrás de ese tipo de contenido son los varones.[2] Específicamente en el contexto cristiano, las encuestas indican que el 50 % de los hombres y el 20 % de las mujeres relacionados con la iglesia en Estados Unidos eran adictos a contenido erótico. Entre los pastores, el 54 % había visto pornografía en los últimos 12 meses, y el 30 % en los últimos 30 días.[3]

  La casi omnipresente pornografía se ha transformado en más que una distracción y una distorsión de la intención de Dios para la sexualidad humana. De hecho, se trata de un veneno que envicia y que sofoca poco a poco, y siempre cobra su precio. ¡Un precio demasiado alto!

 Pero, al final de cuentas, ¿qué lleva a los hombres, en general, a buscar este tipo de material? ¿Por qué está alcanzando también a los pastores? El asunto es complejo, e involucra no solamente factores psicológicos, sino también cuestiones neurofisiológicas, de acuerdo con lo que muy bien argumenta William M. Struthers, en su libro Wired for Intimacy: How Pornography Hijacks the Male Brain.[4]

 Luke Gilkerson, en el artículo “Four Reasons Men Like Porn”, afirma que para muchos varones la pornografía se transformó en una herramienta que los ayuda a enfrentar sus desafíos y luchas.[5] A partir de la argumentación de Gilkerson, me gustaría compartir contigo algunas consideraciones.

La pornografía es fácil, pero las relaciones son difíciles

 Las relaciones para el pastor siempre son difíciles, pues exigen mucho de él. Como líder, siempre tiene que preocuparse por lo que está sucediendo a su alrededor. En medio de esa continua tensión, la pornografía le ofrece un sentimiento de libertad, en el que se ve libre de los riesgos de la intimidad expuesta y de las preocupaciones. En ese momento, el pastor no tiene que pensar en cualquier otra persona, sino exclusivamente en él.

 Además de esto, los contenidos eróticos presentan un mundo de fantasía, en el que los pastores no son obligados a conocer a nadie, no necesitan de romances y no deben sacrificarse a sí mismos para el beneficio de los otros. La pornografía, además, proporciona el placer de una enorme gama de mujeres virtuales, que atienden a todos sus caprichos sin la complicación de las relaciones reales.

 Esta inmersión cibernética puede dar la idea de alivio, y es en ese punto que radica el peligro: creer que la tensión de las relaciones cotidianas puede ser aliviada mediante la pornografía. Ese razonamiento es pecaminoso, y equivocado, pues el aparente “relajamiento” es momentáneo, y viene acompañado consecuentemente por el miedo, el distanciamiento conyugal y las mentiras para esconder el vicio. Lo que ocurre es apenas una ruptura puntual de la tensión, que instantes después vuelve a sentirse aún más profundamente. Por lo tanto, eso no es un alivio duradero, sino un anestésico temporal.

 La Biblia afirma que la vida plena se obtiene solamente como resultado de la comunión con Cristo (Juan 15:1-11; 16:16- 24; Rom. 15:13). Cualquier otra fuente de bienestar o alivio no es más que una ilusión. Como pastores, necesitamos entender que nuestra alegría debe residir en cumplir con la voluntad de Dios, y que hay placer en seguir sus planes y su voluntad. En Mateo 11:28, Jesús invita a todos los que están cansados y sobrecargados a que vayan a él. ¡Nuestro supremo Pastor puede aliviar las cargas del trabajo ministerial!

 Por lo tanto, invierte en tu vida devocional y en el culto familiar. Si fuera necesario, busca ayuda especializada o a alguien de tu absoluta confianza que se transforme en tu confidente; un amigo para compartir tus cargas y, de esa manera, aliviar tu tensión, sin que tengas que usar la pornografía para eso.

La pornografía es relajante, pero la vida es estresante

 En la vida las cosas no salen bien. Las expectativas se frustran. Las personas nos decepcionan. Ocurren tragedias. Nos enfermamos. Hay malentendidos. Lloramos. Sentimos miedo e inseguridad en relación con el futuro. Existen temas delicados y que no sabemos cómo solucionar. De hecho, ¡la vida estresa!

 Por otro lado, la traicionera ilusión de la pornografía ofrece un mundo muy confortable, en el que nada sale mal. Se trata de un ambiente en que se sabe que se va a encontrar exactamente lo que le fue prometido.

 La pornografía, de hecho, es una fuga que no soluciona lo que causa el estrés. Consumir este tipo de material nunca será una experiencia emocional o fisiológicamente neutra. Quien busca refugiarse en ese vicio acaba expuesto a la manipulación del diablo. La Biblia es contundente al afirmar que Dios es nuestro verdadero refugio y nuestra real fortaleza (Sal. 46; 59: 16, 17; 61:1-3; 62:5-8; 91; 142).

 Quien busca refugio en la pornografía se asemeja a alguien con mucha sed que intenta saciar bebiendo agua del mar. El “relax” ofrecido, en realidad, es un alto factor de estrés. Hombres que caen en este vicio dejan de ser amantes de sus esposas, y pasan a tener fantasías con mujeres que nunca tendrán en la realidad. Como consecuencia, esa ruptura del vínculo emocional fragiliza el matrimonio y promueve un ambiente sofocante. El hipotético alivio se transforma en una carga pesada y con consecuencias desastrosas.

La pornografía es emocionante, pero la vida es monótona

 El tedio es uno de los frutos de una cultura del entretenimiento que siempre busca algo más. Hay hambre generalizada por distracción. Exactamente en ese punto surge la pornografía, ofreciendo un mundo de excitación sexual para mentes aburridas.

 La vida puede salir de la apatía si se descubre la emoción de conocer a Dios y obedecerlo (Mat. 13:44; 2 Cor. 8:1, 2; Fil. 1:3, 4; Col. 1:9-14; 1 Ped. 1:3-9; 3 Juan 3, 4). Hacer la voluntad del Señor y vencer las tentaciones también proporciona entusiasmo, confianza, y quiebra la monotonía.

La pornografía hace que los hombres se sientan poderosos, pero en la vida real los hace sentirse impotentes

 La pornografía ofrece a los varones una falsa sensación de poder, que alimenta todas sus fantasías con mujeres que nunca dicen “No”. No existen aquí barreras sociales entre un hombre y la mujer de sus sueños. Las mujeres bonitas son “fáciles”, y no son más que trofeos coleccionables. Las películas potencian la idea de la dominación masculina, que permite que los hombres se llenen de fantasías de un mundo en que a las mujeres les gusta ser tratadas como objetos.

 Todos nosotros pasamos por alguna situación en que nos sentimos menospreciados, tratados sin importancia o en la que nos faltan al respeto. Sin embargo, en momentos así, jamás se debería recurrir a la pornografía como solución para elevar la autoestima o la valoración personal. Para Dios somos importantes. Cristo comparte su gloria con cada ser humano, porque él vive en nosotros (Juan 17:20-24; Rom. 2:6-10; Col. 1:24-29).

 Humanizar a las personas que están “exhibiéndose” sexualmente ha sido de gran ayuda para quienes están luchando contra la pornografía. Cada actor o actriz forma parte de una familia, tiene padres y hermanos. Algunos de ellos son padres que luchan contra la vergüenza que arrojan sobre sus hijos. Son personas, y no meramente objetos. Relatos de actores y actrices del mundo pornográfico presentan con regularidad el hecho de que para conseguir desempeñar su papel tenían que estar bajo el efecto del alcohol o las drogas.

Aquellos que descubrieron la satisfacción de la salvación en Jesús y se liberaron de esa prisión relatan sus experiencias pasadas con tristeza y vergüenza.[6]

 No hay nada en toda la creación con mayor valor que los seres humanos. No hay un mensaje más central en el evangelio que la muerte y la resurrección de Jesús. La relación entre marido y mujer es un símbolo de la relación entre Cristo y su iglesia. La sexualidad está intrínsecamente relacionada con el matrimonio. Su única expresión correcta ocurre dentro de esa unión, que representa el grado de intimidad que Cristo espera en su relación con su pueblo.

 En última instancia, la pornografía es una violación del evangelio. La pureza de la relación sexual apunta hacia el amor inmaculado que el Salvador tiene por su iglesia. Cualquier camino diferente mancilla la pureza y lo sublime que Dios desea compartir con el ser humano.

 Tim Challies, en su artículo “Why Viewing Porn Mocks the Gospel?”, concluye sus reflexiones con una pregunta profunda e importante: “¿Amas la pornografía lo suficiente como para perder tu salvación por causa de ella?”[7] Si algún día te sientes tentado a acceder a algo que no deberías, recuerda esa cuestión. No permitas que la pornografía deshonre el ministerio que recibiste del Señor y que ella te robe el elemento más importante de la vida: tu salvación.

Sobre el autor: líder de Comunicación para la Iglesia Adventista en Sudamérica.


Referencias

[1] Ralph Frammolino y P. J. Huffstutter, “The Actress, the Producer, & Their Porn Revolution”,Los Angeles Times Magazine, 6/1/2002.

[2] “Sexo na internet: uma epidemia”, <https:// goo.gl/aDZpik>.

[3] Renato Cardoso y Cristiane Cardoso, Casamento Blindado (Thomas Nelson Brasil, 2012), p. 27.

[4] William M. Struthers, Wired for Intimacy: How Pornography Hijacks the Male Brain (Downers Grove, IL: IVP Books), capítulo 4, “Your brain on porn”.

[5] Luke Gilkerson, “Four Reasons Men Like Porn”, <https://goo.gl/d8vDFf>.

[6] Shelley Lubben, “Porn as a Driver of Demand for Prostitution & Sex Trafficking”, <https://goo.gl/ Bo7Kvv>.

[7] Tim Challies, “Why Viewing Porn Mocks the Gospel?”, <https://goo.gl/ayRLTF>.