Según el Diccionario de la lengua española (RAE), la identidad es el “conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”. Es decir, la identidad de un individuo, o de un grupo, se define por aquello que lo diferencia de los demás. Difícilmente tomaríamos conciencia de nuestra identidad particular a menos que entremos en contacto con otro grupo que sea diferente. La identidad se fortalece cuando las diferencias se ven resaltadas. Si una organización es criticada o atacada, las diferencias se vuelven evidentes; los ataques exteriores provocan la defensa propia y, así, se destaca y resalta la identidad propia. En definitiva, la identidad tiene que ver con los límites: aquello que nos diferencia de los demás, más allá de lo cual no estamos dispuestos a ceder o avanzar.

 Sin embargo, en nuestro mundo posmoderno relativista, que tiende a la masificación, existe poca tensión exterior, y las líneas o los límites de la identidad pueden parecer difusos. Eso puede atentar contra nuestra identidad distintiva, como adventistas del séptimo día. Las siguientes sugerencias pueden ayudar a renovar y mantener nuestra identidad adventista distintiva, en el ámbito personal:

 1. Tener una base teológica y filosófica firme. En el centro de nuestra identidad religiosa se encuentran nuestras doctrinas y creencias. Se trata de fundamentos no negociables que debemos resguardar cuidadosamente. A menos que conozcamos y entendamos las bases bíblicas de nuestra identidad como iglesia, será difícil mantener un fuerte sentido de identidad confesional. A partir de esas doctrinas y creencias, se establecen también los principios fundamentales que dan forma al estilo de vida de sus miembros. Si bien la aplicación delos principios puede variar según el tiempo y el lugar, es importante tener en claro y respetar los principios bíblicos que forman la base de su identidad.

 2. La identidad es más que solamente la base. Habiendo establecido la importancia de la base teológica, es necesario comprender que la identidad de la iglesia es más que solamente las doctrinas y los principios. Existen otras piezas importantes en el edificio, luego del fundamento, como las paredes o el techo. Así también, la identidad de una iglesia se ve fortalecida por su historia eclesiástica. Además, el propósito percibido de una iglesia tiene un impacto importante, como también lo tienen los personajes y las figuras destacados dentro de la iglesia, tanto del pasado como del presente. Una identidad saludable consiste en una iglesia o congregación que, siendo leal a sí misma, entiende sus fundamentos doctrinales, y respeta y aprende de su historia.

 3. Mantener una apertura equilibrada. Todo edificio tiene puertas y ventanas. Así también, nuestra identidad necesariamente tiene puntos de contacto e interacción con el exterior. Levantar demasiados muros de separación y aislamiento puede llevar a un fundamentalismo enfermizo, cuya mentalidad obcecada buscará una “iglesia pura” con una sola clase de creyentes, y cerrará las puertas al crecimiento y el cumplimiento de la misión. Es importante entender y fomentar la unidad en la diversidad, especialmente cuando se trata de una organización mundial como la Iglesia Adventista. Si los fundamentos de la identidad de la confesión han sido bien colocados, comprendidos y respetados, no peligrarán; a partir de allí, será posible enriquecer el resto del edificio con las diferentes realidades geográficas, étnicas y culturales de sus miembros.

 Existe, también, una complicación en este sentido. En una sociedad tan cambiante como la nuestra, se produce tensión entre la iglesia y la sociedad en la que está inmersa; especialmente para una iglesia que desea mantenerse relevante y en contacto con la sociedad, y sin embargo permanecer fiel y firme a sus convicciones y su misión inamovibles. Sin embargo, las tres sugerencias mencionadas proveen lo siguiente: primero, un fundamento teológico y filosófico firme, establecido sobre la Palabra de Dios. Segundo, un reconocimiento y respeto por otros aspectos de la identidad que pueden llevar a un sentido de misión y propósito plenos y saludables. Por último, habiendo entendido los aspectos inamovibles de la identidad, debemos aprender, como miembros, a aceptar las diferencias que no atentan contra las bases, y mantenernos abiertos a una interacción saludable con la sociedad, a fin de permanecer relevantes en un mundo tan cambiante.

Sobre el autor: editor asociado de Ministerio Adventista.