Es muy común hablar de “comunicación y misión”, las dos palabras, una seguida de la otra. Pero podemos decir, también, que “la comunicación es misión”. Sí, porque la comunicación no es un concepto separado de misión en el aspecto espiritual. La Biblia expone claramente la unidad entre las dos. El cumplimiento de la misión de predicar el evangelio a todas las personas está íntimamente ligado con la comunicación estratégica. Y hay, al menos, tres razones básicas para ello:

    El evangelio es enseñanza viva en la comunicación relacional. En Hebreos 4:12, el escritor declara que “la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos”. Es decir, la Biblia y sus enseñanzas poseen validez perenne, y eso está totalmente relacionado con la comunicación. La comunicación es, desde un punto de vista, la práctica de la relación entre personas en un intercambio constante de mensajes relevantes, tanto para quien transmite como para quien recibe. Esta es la comunicación en el aspecto relacional. Y ese mensaje, por lo tanto, tiene que ser vivo, porque es lo que Dios enseña. No es algo muerto, obsoleto, superado. Hace la diferencia en la vida de las personas. Por eso, ¡la comunicación es misión!

    El evangelio es accesible a todos los públicos en la comunicación estratégica. Hay una idea muy importante cuando se piensa en comunicación estratégica: la relevancia del mensaje para diferentes públicos. No todos piensan de la misma forma, ni se comportan de igual modo o asimilan el mensaje de la misma manera. Para diferentes públicos, nada más inteligente que diferentes enfoques de un mismo mensaje. Esto hace que el evangelio sea accesible a mucha gente, con cosmovisiones bien distintas. Así, tenemos la comunicación estratégica: la habilidad de expresar un mensaje de manera que un niño de siete años entienda, y un adulto no religioso, también. El mismo mensaje, con diferentes enfoques. También en este caso, ¡la comunicación es misión!

    El evangelio es el poder transformador de Dios en la vida humana. Pablo afirmó: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Rom. 1:16). El evangelio es el poder de transformación espiritual porque no establece solo una comunicación en un nivel básico. Piense en la comunicación estratégica en tres dimensiones. La primera de ellas es el nivel de información. Comunicar es informar. Pero ¡es más que eso! En los tiempos en que vivimos, donde la experiencia del usuario con el mensaje es más concreta y completa, comunicar es, también, formar. Es establecer una manera distinta en que la gente pueda pensar sobre un tema determinado.

    La comunicación, sin embargo, es aún más que informar y formar. Dios usa la comunicación estratégica, pensada, organizada, para transformar la vida de las personas. Un video, un sitio web, una publicación en una red social, un texto impreso o digital, una revista, un folleto, una transmisión en vivo, todos estos productos de comunicación son importantes. Sin embargo, solo tienen valor espiritual si significan la predicación del evangelio que cambia efectivamente la perspectiva de las personas y las coloca en dependencia de Dios.

    No nos engañemos. La comunicación es predicar el evangelio. Las dos ideas son indisociables y están completamente vinculadas. Los planes, las tecnologías, los equipos, las estructuras y los profesionales solo tienen sentido si todos estos esfuerzos resultan en una comunicación aplicada a la misión. Por eso, sin ningún temor, ante este escenario, podemos afirmar, con toda certeza, que ¡comunicación es misión!

Sobre el autor: Asesor de comunicación para la Iglesia Adventista en América del Sur.