Actitudes y entidades por detrás del código.

    Es antigua la interpretación del significado del número 666 utilizando el método llamado gematría.[1] Muchos cristianos están convencidos de la coherencia de esta “exégesis”. Además, varios protestantes históricos, desde los primeros reformadores, relacionaron a la entidad revelada por medio de las metáforas del anticristo y de la bestia con el Papado en su trayectoria perseguidora durante la Edad Media y al fin de los tiempos. Lo identificaron como el que pretende ser “vicario del Hijo de Dios”.[2]

    Sin embargo, surgen muchas preguntas ante esta interpretación. Primero, la palabra traducida como “calcular” es el verbo griego psephizo, que significa “contar” y “calcular”, pero también “descubrir”, “interpretar” y “venir a conocer”.[3] Por otro lado, se han señalado otros nombres y títulos como sumando 666 por medio de la gematría. Se añade el hecho de que no hay nada parecido en toda la Biblia, ni en Daniel ni en los otros profetas. Sus metáforas o símbolos no dependen de un cálculo numérico que parta de un nombre o un título. Cuando relatan visiones, los profetas bíblicos no usan códigos secretos, sino símbolos y metáforas, todos extraídos del contexto bíblico. Finalmente, la aplicación del número a una única entidad en la historia ignora que el 666 es mencionado en relación con la bestia en su fase posterior a la cura de la herida mortal, que es algo todavía futuro. Es importante destacar también que el número es de la bestia como un todo y no de una de sus cabezas, aquella herida en 1798.

    Ante estas consideraciones, diferentes autores han debatido en busca del verdadero significado del 666.[4] El objetivo de este artículo es discutir el tema con más atención en el contexto bíblico. La propuesta es ver el relato acerca de la imagen de la bestia y del número 666 (Apoc. 13:11-18) como parte de un contexto mayor en el cual debe tenerse en cuenta el capítulo 14, así como la primera parte del capítulo 13. Al mismo tiempo, también se buscan en el contexto bíblico las referencias de esta visión de Juan. En este sentido, la pregunta es: ¿Qué textos de las Escrituras se ven reflejados en esta visión y cómo nos ayudan a entender lo que el apóstol tenía en mente con el número 666?

Contexto en el Apocalipsis

    Lo más natural en la interpretación de la imagen de la bestia es verla como una aliada de la primera bestia y del dragón, formando la trinidad del mal. Estos símbolos representan a enemigos del pueblo del Pacto, los cuales lo persiguen en diferentes fases de la historia. En el tiempo de Cristo, el Imperio Romano era el poder opresor de los judíos, y Jesús fue crucificado a mano de soldados romanos (cf. Apoc. 12:4; 2:9, 10,13). Durante la Edad Media, los cristianos fueron perseguidos por 1.260 años por una entidad representada en estos mismos símbolos (12:6, 14; 13:5, 7). Y está prevista la intolerancia y la persecución por parte de estos poderes y sus aliados en el tiempo del fin (12:17; 13:11-18).

    Aun así, si nos detenemos en Apocalipsis 12 y 13 para considerar los símbolos allí descritos, podremos tener apenas un contexto parcial de las visiones, y enfrentaremos dificultades al lidiar con el número 666. Ante los desafíos, la tendencia es sacar el símbolo de su contexto e ir por fuera del texto bíblico en busca de significados posibles. Es importante enfatizar que este es un método impreciso. Los símbolos bíblicos solo encuentran su interpretación correcta dentro del contexto bíblico.

    La propuesta, entonces, es extender la perícopa de estudio hasta Apocalipsis 14:12 con motivo de las claras conexiones entre los dos capítulos. El capítulo 13 dice que la “marca” de la bestia es colocada sobre la “mano” y la “frente” de las personas (13:16); el 14 comienza con la visión de los 144.000, que tienen el nombre de Cristo y de “su Padre” sobre su “frente” (14:1). En el capítulo 13, la segunda bestia impone la “marca de la bestia”; el tercer mensaje, en el capítulo 14, advierte contra la “marca de la bestia”, en una clara continuación del tema. Además, es preciso notar la conexión entre Apocalipsis 13 y el Pentateuco. El capítulo 13 dice que la Tierra y sus habitantes “adoran” a la bestia y al dragón (vers. 4, 8, 12,15); el 14 trae el llamado del primer ángel para adorar “a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”, en una alusión a Génesis 1 y 2 y Éxodo 20. Finalmente, el capítulo 13 usa las palabras “aliento” (pneuma) e “imagen” (eikon) para describir la resurrección de la bestia, y en esto también se hace alusión al relato de la Creación, cuando se sopla pneuma (aliento de vida) para hacer a Adán a “imagen” y “semejanza” de Dios (Gén. 2:7; 1:27, 31). Así, las visiones de Apocalipsis 13 y 14 están vinculadas entre sí y hacen referencia al relato de la Creación en Génesis 1 y 2, y a Éxodo 20.

    Con esta intertextualidad entre Apocalipsis 13 y 14 y Génesis 1 y 2 encontramos una importante pista para la interpretación del significado del número de la bestia, del cual se dice que es “número de hombre” (Apoc.13:18). El contraste entre el “número de hombre” (Apoc. 13:18) y el “sello de Dios” (7:2; 14:1) también se remonta a la Creación, cuando el Dios creador y el hombre criatura están juntos el día sábado (Gén. 2:1-3; Éxo.20:8-11). Jacques Doukhan declara que la tradición bíblica asocia el número seis con el hombre desde su creación, en el sexto día, y que eso está implicado en la frase “número de hombre” (Apoc. 13:18).[5]

Descanso y plenitud

    El relato del descanso de Dios en el ápice de su Creación (Gén. 2) llega rápidamente después de la información de que él creó al hombre a su imagen (1:26). Esto indica que el autor de Génesis considera el descanso de Dios en el séptimo día a la luz del tema de la creación del hombre a la “imagen de Dios” en el sexto día. El objetivo es enseñar que el hombre cultiva su semejanza con Dios al entrar con el Creador en el descanso del séptimo día. Gregori Beale afirma: “La humanidad fue creada en el sexto día, pero sin el séptimo día de descanso, Adán y Eva estarían incompletos e imperfectos”.[6]

    De hecho, al imaginarnos el séptimo día de la semana de la Creación, podemos ser testigos de la imagen y la semejanza entre Dios y el hombre a la luz del tema del descanso. Toda la naturaleza seguía su curso normal al entrar en el séptimo día. Sin embargo, Dios y el hombre pararon a fin de descansar y contemplar. La naturaleza es incapaz de parar y descansar porque no fue creada a la imagen De Dios.

    Sin embargo, con el pecado las personas se resisten a entrar en el descanso divino, por causa de la incredulidad y la desobediencia (Sal. 95:11; Heb. 3:11, 18,19). En ese caso, aquellos que se niegan a entrar en el séptimo día de descanso de Dios indican, así, que no se consideran parte de la imagen divina, sino parte de la naturaleza, que no altera su ritmo al entrar en el sábado. El autor de Hebreos utiliza el tema del descanso sabático en referencia al Santuario. ¿Qué es el sábado sino un santuario, en el que se entra o deja de entrar? Que la entrada en el descanso divino aproxima al hombre al Creador queda dicho por el autor de Hebreos: “Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas” (Heb. 4:10).

    Siguiendo este raciocinio, podemos decir que, en la semana de la Creación, avanzar del sexto día (el día del hombre) hacia el descanso del séptimo día (el día de Dios) es aceptar que fuimos creados a la imagen divina y que no vinimos a la existencia por nosotros mismos. La incredulidad referida en Hebreos consiste en no aceptar nuestro origen divino al no entrar en el descanso, referido con el lenguaje del sábado. Sin embargo, cuando el hombre entra en el descanso de Dios, él se identifica con el Creador y deja de ser parte de la naturaleza para ser parte del círculo de la Deidad, como criatura que refleja la “imagen” y “semejanza” de Dios, y alcanza la plenitud.

    En esta línea de pensamiento, Juan pudo haber empleado el número seis en Apocalipsis como una referencia al día de la creación del hombre, pero haciendo mención al hombre que se resiste a entrar en el descanso de Dios, permaneciendo así incompleto.

    La idea de lo incompleto referida por el número seis en Apocalipsis es bien clara. En el sexto sello, la sexta trompeta y la sexta plaga, el plan de salvación no se ha completado, y solo se consuma cuando se avanza al séptimo elemento. El “silencio” del sexto sello (Apoc. 8:1), las “grandes voces” celestiales de la séptima trompeta (11:15) y el “Hecho está” de la séptima plaga (16:17) indican el estado de plenitud al que llega la obra divina cuando se avanza del sexto al séptimo elemento. “El séptimo, en cada serie de Apocalipsis, retrata la consumación del reino de Cristo. Cada serie es incompleta sin el séptimo elemento”.[7]

La marca y el sello

    Juan afirma que el sello divino es colocado sobre los “siervos de nuestro Dios” (Apoc. 7:3; 14:1). La palabra “sello”, en estos versículos, se traduce del término griego sphragis, que indica un medio o instrumento de “autenticación”, “certificación”, “confirmación” y “reconocimiento”.[8] En este caso, el sello no es algo impuesto, sino apenas una forma de confirmar y certificar algo que es intrínseco, propio del carácter y la elección individuales. Los que son siervos de Dios lo son desde antes del sello (Apoc.7:3). Ellos han hecho su elección de servir al Señor y de adorarlo como Creador. Por eso tienen el “sello” o “nombre” divino en su frente (7:3; 14:1). El sello es algo que puede ser visto; es evidenciado en la actitud de los siervos de Dios al entrar en el descanso divino del séptimo día.

    Por otro lado, el resto de la humanidad, que no adora al Creador ni se proclama a sí misma como parte de la creación a imagen y semejanza divina, recibe la “marca de la bestia” (Apoc. 13:17). La mayoría de las versiones bíblicas traduce este texto indicando que las personas reciben “la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” como si fuesen tres cosas semejantes. Sin embargo, el llamado Codex Alejandrino ofrece otra lectura.[9] Literalmente, esta versión dice que las personas reciben “la marca, que es el nombre de la bestia o el número de ese nombre” (Apoc.13:17, NVI). Esta traducción se ajusta mejor al contexto, al indicar que la “marca” es una forma de identificar a aquellos que han desarrollado en sí mismos el “nombre” o el “número” de la bestia. “Nombre” y “número” son indicadores del carácter de esas personas en su asociación con el dragón o la bestia, enemigos de Dios, los cuales no aceptan su origen como creación divina.

    La palabra griega usada para “marca” es káragma, que indica “marca o sello hecho por grabación, impresión, marcación”, en general para marcar animales o esclavos.[10] Mientras que el sello es una autenticación de algo voluntariamente aceptado, la marca es algo impuesto como resultado de conformidad o sumisión. Así, en el contexto de Apocalipsis 13 y 14, los “sellados” son aquellos que asumen su origen como “imagen” de Dios porque entran en su descanso y, actuando así, lo adoran como Creador (Apoc. 14:7). Los “marcados” son aquellos que no asumen ni cultivan su semejanza con Dios y, actuando así, no lo reconocen ni lo adoran como Creador.

El espíritu del anticristo

    La resistencia a adorar al Creador corresponde, por lo tanto, a resistir en avanzar de la condición humana de número seis y ascender al siete de la perfección. Sin embargo, la resistencia a ser criatura divina y a entrar en el descanso de Dios no es una actitud final. Aquellos que no admiten su afiliación con Dios van, necesariamente, a intentar ocupar el lugar de Dios, en el sentido de sustituirlo. De este modo, asumen el espíritu del anticristo, al desear colocarse en lugar de Dios.

    Siendo una Trinidad perfecta, Dios puede ser designado con la repetición triple del siete. Por otro lado, la trinidad satánica (dragón, bestia y falso profeta), al ser una falsificación imperfecta de la Deidad, sería designada con la repetición triple del seis, lo que indica una intensificación de lo incompleto.[11]

    En este caso, el número 666 puede indicar la tentativa repetida y frustrada por parte del diablo, de la bestia y del falso profeta de ser perfectos como Dios, asociado en el Apocalipsis al número siete. Este mismo intento es seguido por todos aquellos que no admiten su origen divino. Por eso, ellos tienen el “nombre” o el “número” de la bestia. Así, el número 666 puede ser visto como la “acumulación o repetición triple del número seis”, la negativa insistente en asumir la propia identidad como imagen divina.[12]

    El dragón, la serpiente antigua, fue el primero en realizar este embate. Él se negó a someterse a Dios como parte de su Creación y no lo glorificó como Señor. Poco después, deseó ocupar el lugar de Dios: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isa. 14:13, 14). “Semejanza” no indica aquí afinidad, sino competición y sustitución. Lucifer quería sentarse en el Santuario celestial, en lugar de Dios. Consecutivamente, le dijo a Eva “seréis como Dios” (Gén. 3:5), y así la llevó a imitarlo en su fracasada ofensiva.

    Cuando levantó la estatua de oro de sesenta codos de altura y seis de anchura (Dan. 3:1), Nabucodonosor estaba abocado al mismo intento de ocupar el lugar de Dios. El Señor había revelado que la cabeza de oro de la estatua del sueño representaba a Babilonia en su fase histórica (Dan. 2:38,39), y que al fin vendría el Reino de Dios (2:44). Sin embargo, con una estatua toda de oro, el rey quiso indicar que su reino cubriría toda la historia y no permitiría la llegada del Reino de Dios. En este aspecto, él exhibía el mismo espíritu o “nombre” del anticristo.

    La bestia, al imitar al dragón, hace el mismo embate. Ella pretende ser semejante a Dios, en el sentido de estar en su lugar. De ahí el pretendido título de “Vicario del Hijo de Dios”. Por eso, acerca de ella se pregunta: “¿Quién como la bestia?” (Apoc.13:4), como si ella fuese superior a todos, incluido Dios. Cuando Juan dijo que los impíos tienen la “marca” de la bestia, está diciendo que ellos tienen su mismo carácter; es decir, comparten con ella y con el dragón el deseo de querer ocupar el lugar de Dios, intentando ser “semejantes” a él, en el sentido de competencia y sustitución.

    En esta línea, Beatrice S. Neall afirma que “el número 666 representa la negativa humana de ascender al siete, de dar gloria a Dios como Creador y Redentor”. Este número “representa al hombre ejerciendo la soberanía en lugar de Dios, el hombre conformado a imagen de la bestia en lugar de a la imagen de Dios”.[13]

Conclusión

    El nombre y el número de la bestia, por lo tanto, no son exclusivos de ella. Ella los obtuvo al identificarse con el propio Satanás en su campaña de intentar ser semejante a Dios. La finalidad de la bestia es imponer ese “nombre” y “número” a toda la humanidad. El dragón llevó a Eva a desear ser “semejante” a Dios, en el sentido de competencia y sustitución. Al compartir el embate del dragón, la primera mujer perdió su identidad con el Creador y se volvió la primera persona en demostrar un carácter asociado al nombre y al número de la bestia. Aun así, después tuvo la oportunidad de arrepentirse.

    El 666, en esta perspectiva, no apunta a una entidad única, sino a una actitud de incredulidad y rebeldía compartida por el dragón, la bestia, el falso profeta, y por todos aquellos que no reciben el sello de Dios, por no entrar en su descanso, con todas las implicaciones asociadas a esto.

    La realización suprema del ser humano no consiste en negar al Creador e intentar sustituirlo, sino en avanzar del número seis (número de hombre) hacia la plenitud del siete (el número divino). Entrar en el descanso de Dios es asumir nuestra identidad como hijos creados a imagen y semejanza divinas. Todos aquellos que cultivan esa identidad reciben el sello del Dios vivo, preparándose para estar con el Cordero sobre el monte Sion.

Sobre el autor: Coordinador de posgrado en la Facultad de Teología de la UNASP, EC, Brasil.


Referencias

[1] Ranko Stefanovic, Revelation of Jesus Christ: Commentary on the book of Revelation (Berrien Springs, Michigan: Andrews University Press, 2009), p. 425. La aplicación del número 666 al pretendido título papal “Vicarius Filii Dei” fue originalmente propuesta por Andreas Helwig (1572-1643), en su obra Antichristus Romanus, publicada en 1602.

[2] Ver Robert O. Smith, More Desired than Our Owne Salvation: The roots of Christian Zionism (Nueva York: Oxford University Press, 2013), p. xxxv; Carl P. E. Springer, Luther’s Aesop (Kirksville, Missouri: Truman State University Press, 2011), p. 168. Antony C. Thiselton, 1 and 2 Thessalonians Through the Centuries (Malden, Massachusetts: Wiley-Blackwell, 2011), e-book.

[3] Timothy Friberg, Barbara Friberg y Neva F. Miller, Analytical Lexicon of the Greek New Testament (Victoria, British Columbia: Trafford Publishing, 2005).

[4] Ver Beatrice S. Neall, The Concept of Character in the Apocalypse with Implications for Character Education (Washington, DC: University Press of America, 1983); G. K. Beale, The Book of Revelation (Grand Rapids, Michigan: Eerd-mans, 2013); y Craig R. Koester, Revelation (New Haven: Yale University Press, 2014).

[5] Jacques Doukhan, Secrets of Revelation: The Apocalypse through Hebrew eyes (Hagerstown, Maryland: Review and Herald, 2002), p. 118.

[6] Beale, The Book of Revelation, p. 724.

[7] Beale, The Book of Revelation, p. 722.

[8] Friberg, Analytical Lexicon of the Greek New Testament.

[9] Cf. Stefanovic, Revelation of Jesus Christ, p.425.

[10] Friberg, Analytical Lexicon of the Greek New Testament.

[11] Beale, The Book of Revelation, p. 722.

[12] Alan F. Johnson, Revelation (Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 1981), p. 535.

[13] Neall, The Concept of Character in the Apocalypse, p. 154.