Fue una noche angustiante. No pude dormir, confuso en mis pensamientos. Cuando amaneció, estaba decidido. Solo faltaba actuar. Luego de vestirme, verifiqué si la credencial ministerial estaba entre mis documentos y me dirigí a la sede administrativa de la iglesia en mi región. Sin explicación, tiré mi credencial sobre la mesa del presidente del Campo, pidiéndole que me desvinculara del ministerio. Amaba mi trabajo, era mi vida, pero no podía continuar siendo hipócrita, predicando lo que no vivía. “¡No quiero permanecer más en el ministerio!”, exclamé. Él quiso saber por qué. Le conté entonces acerca del dilema que estaba viviendo. Yo era consejero familiar, predicaba frecuentemente sobre la familia y realizaba encuentros de matrimonios. Sin embargo, mi relación conyugal estaba estancada. Mi vida matrimonial no tenía progreso. Lo que es peor aún, tampoco veía cambios en las familias de mis iglesias.
Después de conversar, el presidente no aceptó mi credencial y dijo que creía que Dios mostraría una solución. ¡Qué bueno que no aceptó! Poco tiempo después, tuve un sueño que cambió radicalmente mi ministerio y salvó mi matrimonio. Soñé que estaba volviendo de la Universidad
Andrews, en los Estados Unidos, y en el aeropuerto un amigo me preguntó de dónde estaba viniendo y cuánto tiempo había estado allí. El sueño fue tan real que pensé: “La solución puede estar ahí”.
Le conté a mi esposa y la desafié a realizar este sueño. Al principio, su respuesta fue negativa. Sin embargo, después de orar pidiendo orientación divina, ella estuvo de acuerdo. ¡Fue grande mi sorpresa cuando vi la lista que preparó con todo lo que necesitábamos hacer, incluyendo la venta de nuestras pertenencias! A comienzos de 1998 llegamos a la Universidad Andrews, en medio de un riguroso invierno. Ese fue nuestro punto de inflexión.
Allí Dios nos mostró que necesitábamos depender totalmente de él y conocernos íntimamente a nosotros mismos. Aquel era un contexto diferente. El Señor utilizó situaciones cruciales para producir en nosotros la percepción de que la mayoría de los problemas que enfrentábamos no tenía nada que ver con nuestro matrimonio, sino con nuestras historias de vida. Por lo tanto, romper los lazos no era la solución. El problema no estaba en el matrimonio, sino en nosotros. Cuando discutíamos sobre nuestro matrimonio, siempre enfatizábamos el comportamiento, no la necesidad de cambio de pensamiento, que resulta en cambio de comportamiento.
Nuestro matrimonio era, en cierto sentido, legalista. Teníamos una lista de cosas que nos habíamos propuesto hacer. Cuando no hacíamos una de estas cosas, reaccionábamos llevando la situación al plano personal. La gran lucha era: “Tengo derechos y tú no los estás supliendo”. El problema es que cuando llevamos las situaciones al plano personal, el instinto de defensa aparece y perdemos la razón. Cuando reaccionamos, mostramos que estamos presos del pasado, envueltos en pensamientos mentirosos y enfermizos que necesitamos cambiar por pensamientos verdaderos y saludables. La psicóloga Svitlana Samoylenko escribió: “ ‘Sean niños en cuanto a la malicia, pero adultos en su modo de pensar’ (1 Cor. 14:20, NVI). Aquí podemos observar, sin lugar a duda, la idea de que somos responsables por aquello que pensamos. ¡No somos víctimas de nuestros pensamientos y de nuestras emociones, sino dueños de ellos! La elección de pensar es tuya, y solo tú puedes hacer esa elección” (Emoções: Eu Tenho Escolha?, p. 29).
La transformación ocurrió cuando trabajamos nuestras historias, cuando las creencias irreales dieron lugar a las creencias verdaderas. Entonces vino el cambio en nuestras acciones y todo pasó a tener sentido.
Querido pastor, no renuncies a tu matrimonio. Lucha intensamente, identifica tus pensamientos insalubres y permite que Dios los cambie por una autopercepción basada en la verdad, pues el resultado recompensará todo el esfuerzo. Así, lo que está “más allá de lo que se ve” tendrá sentido en tu vida y en tu ministerio.
Sobre el autor: Doctor en Ministerio y líder del Ministerio de Familia de la Iglesia Adventista en el Sur de Brasil.