Hace años, cuando inicié mi ministerio, tuve la oportunidad de conocer a muchas personas maduras, equilibradas y comprometidas con Cristo y con su Palabra. Cada uno de ellos marcó positivamente mi vida con el ejemplo, la fidelidad al evangelio, el amor a la iglesia y la pasión por la misión. Hoy estoy agradecido a Dios por haberlos conocido.

Por otro lado, también conocí a personas que seguían una religión extremista, regulada solamente por comportamientos. Parecía que estos cristianos no habían experimentado el gozo de la salvación en Cristo. Me imagino que, tal vez, muchos de ellos eran sinceros, pero vivían maniatados en una “camisa de fuerza” religiosa, obsesionados por las restricciones relacionadas con la alimentación, el vestido, la música y la recreación. Estos creyentes estaban más preocupados por el esfuerzo de sus manos que por el fruto del Espíritu.

Aunque todos estos elementos son parte de la vida, el problema radica en la creencia de que el comportamiento nos puede llevar a una vida sin pecado, es decir, a una realidad de perfección moral similar a la de Adán antes de la Caída. Como la salvación por obras es imposible de lograr, los perfeccionistas terminan por cansarse y abandonarlo todo, en apostasía declarada o en el penoso fraccionamiento de su propio “movimiento”.

Hoy, el énfasis parece estar en el polo opuesto. Muchos “predicadores” usan las redes sociales para comunicar que la iglesia necesita estar menos institucionalizada, sin reglas y sin tradición, como si toda tradición fuera negativa. Además, afirman que todo se reduce al amor y ya no hace falta predicar sobre el renunciamiento, la confesión de los pecados, la santidad, el compromiso con un movimiento profético. Para ellos, estas son doctrinas de “hombres”.

Parece que los progresistas son completamente diferentes de los perfeccionistas. Sin embargo, solo parece; tienen muchos puntos en común y solo cambian de polo. Ten en cuenta algunas similitudes:

1. Ambos desprecian a los dirigentes y las instituciones. Generalmente, no están de acuerdo con el liderazgo de la iglesia; y esto, no con un espíritu que genere reflexión, ajuste o crecimiento, sino en rebelión y acusaciones apresuradas.

2. Ambos pierden su cristianismo cuando se los contradice. Cada vez que la iglesia se opone a estos movimientos se equivoca, y es blanco de severos ataques. El argumento utilizado es: la iglesia no ama y no ha sido fiel a sus principios.

3. Ambos son obsesivos. Los perfeccionistas enfatizan la santidad sin Cristo y los progresistas enfatizan el cristianismo sin santidad.

4. Ambos toman una posición radical sobre los eventos finales. Para los perfeccionistas, todo tiene que ver con el fin y debemos dejar las ciudades aun sin cumplir la misión que Cristo nos dejó. Para los progresistas, toda escatología les parece “alarmismo”; lo que importa es el aquí y el ahora.

5. Ambos tienen discursos polarizados respecto de la Ley. Para los perfeccionistas, la Ley lo es todo y Cristo es algo así como un accesorio. Para los progresistas, Cristo es la nueva hermenéutica y la Ley debe ser descartada.

6. Ambos se polarizan en cuanto a la interpretación bíblica. Para los perfeccionistas, todo es literal. Para los progresistas, la Biblia debe ser reescrita, ya que está desactualizada.

Ante todo esto, ¿cuál debe ser nuestra actitud? ¿Cómo liderar la iglesia en tiempos tan complejos? Creo que el consejo de Pablo debe ser el vector de nuestra misión, de nuestro trato y de nuestros valores: “Sino, siguiendo la verdad en el amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, Cristo” (Efe. 4:15). Las verdades bíblicas como el Día de Reposo, el Santuario, el estilo de vida, el mensaje de salud, el matrimonio entre hombre y mujer, etc., deben ir acompañadas de amor, y el amor no excluye la verdad bíblica. Ambos forman parte de la naturaleza de Dios. Excluirlos significa incurrir en la herejía del perfeccionismo o en la apostasía del progresismo. Que Dios nos dé sabiduría para discernir y tratar con estos polos peligrosos.

Sobre el autor: secretario ministerial para la Iglesia Adventista en América del Sur.