La importancia del culto familiar para el enriquecimiento de la espiritualidad del pastor

    En el año 2015 entrevisté a 92 pastores, de los cuales 23 eran pastores deiglesias saludables y en crecimiento (considerando un aumento de un 3% en el número de miembros, de bautismos y de asistencia), y 69 eran pastores de iglesias estancadas o en declive.[1]

    Las entrevistas revelaron ciertas características comunes entre los pastores de las iglesias en crecimiento. Aunque cada característica fuese importante individualmente, lo que hacía la diferencia en el liderazgo de estos ministros era la fuerza combinada de todas estas. Ellos mencionaron que el fundamento para un ministerio pastoral sólido radica en la relación diaria y continua con Cristo. Un pastor dijo: “Tengo que permitir que mi corazón sea vivificado por el dulce fuego del Espíritu antes de dedicarme al resto de las actividades del día”. Otro enfatizó: “Necesito sentir la fuerte presencia de Dios en mi vida, para poder compartir a Jesús con los demás”.

    Cuando les preguntaba cuánto tiempo pasaban diariamente con Dios, los pastores respondían que dedicaban aproximadamente una hora para la oración, la lectura de la Biblia y la alabanza al Señor. Además, muchos dijeron que dedicaban una hora más para interceder por sus iglesias, sus miembros y sus comunidades. Ellos también participaban de actividades como ayunos, retiros espirituales, cultos familiares, grupos de oración y Grupos pequeños. Estos ministros se esforzaban por crecer en su relación con Cristo y motivaban a sus congregaciones a hacer lo mismo. Admitían que no podían llevar a las personas a la Fuente de la vida si primero no bebían de su agua.

    Por otro lado, las entrevistas revelaron que los pastores de las iglesias que estaban en declive pasaban, diariamente, menos de media hora con Dios. Ellos sentían que las responsabilidades y exigencias de la labor pastoral limitaban el tiempo de comunión con el Señor y, a su vez, enfatizaban la necesidad de trabajar con empeño y realizar una buena gestión.

    La realización del culto familiar es una de las demandas con las cuales la mayoría de las familias pastorales ha luchado. De hecho, ese fue uno de los puntos señalados por las esposas de pastor. Muchas de ellas dijeron: “¡Mi marido puede ser el líder espiritual de la iglesia, pero en casa no sucede así!” Este artículo tiene el objetivo de hacernos reflexionar en el propósito del culto familiar y en cómo realizarlo para que sea relevante.

    Básicamente, hay cuatro componentes que tienen que formar parte del culto familiar: la lectura, la oración, la alabanza y el compromiso con la misión.[2] Toda familia cristiana debería apartar tiempo diariamente para este fin.

    Investigaciones realizadas por el instituto Barna indican que el 85 % de los padres creen que son los principales responsables del desarrollo moral y espiritual de sus hijos.[3] Sin embargo, de los cristianos que frecuentan la iglesia, menos del 10 % lee la Biblia, ora (aparte de hacerlo en las comidas) o participa semanalmente de algún servicio religioso con su familia. Una de cada veinte familias realiza una vez por mes algún tipo de culto en el hogar.[4] Entre los miembros activos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 40 % de las familias no realiza un culto familiar,[5] el 27 % lo realiza diariamente[6] y el 33 % solo una vez por semana.[7]

    La adoración al Señor es primeramente vertical, conectándonos con él por medio de la oración, la adoración y el estudio de la Biblia. Luego, horizontal, conectándonos con las personas por medio del testimonio, de la evangelización y del servicio según los dones. Todo debe comenzar en el hogar e involucrar a toda la familia (Mat. 22:37-39).

    A continuación, deseo presentar los propósitos del culto familiar y algunas sugerencias para hacerlo más eficaz y relevante. Estas ideas son el resultado de entrevistas que hice a 21 familias[8] para averiguar cuáles eran las mejores maneras de realizarlo.

Propósitos del culto familiar

    En primer lugar, el culto familiar tiene el objetivo de que los integrantes de la familia adoren a Dios juntos y aprendan más sobre sus caminos. Los niños deben aprender a adorar al Padre celestial desde sus primeros años para poder respetarlo cuando crezcan. Necesitan aprender a reconocerlo como Creador, Señor y Salvador, honrarlo en todo lo que dicen y hacen. “Y vosotros, padres, […] criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efe. 6:4). Adorar y reverenciar al Señor es de beneficio para todas las edades. Trae unidad a la familia y hace que sus miembros se unan más a Dios.

    En segundo lugar, el culto familiar enseña a la familia a honrar la Palabra de Dios, a respetarla y a ponerla en práctica en la vida diaria. Santiago escribió: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Sant. 1:22). El hogar es un buen lugar para poner en práctica esta exhortación. “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándonos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Col. 3:16).

    En tercer lugar, el culto familiar contribuye al desarrollo de la fe en nuestros hijos. El Instituto Barna constató que el 32 % de los hijos de familias cristianas aceptan a Jesús como Salvador entre los 5 y los 13 años; el 4 %, entre los 14 y los 18 años; y el 6 % después de los 19 años.[9] Esto hace que sea imperativo que las familias hagan todo lo posible para ser intencionalmente activas en la educación religiosa de los niños. Barna también observó que apenas un tercio de los adolescentes entrevistados deseaba permanecer en la iglesia después de independizarse.[10] Por otro lado, las investigaciones muestran que los niños cuyos padres se preocupan por su desarrollo espiritual, tienen mayores probabilidades de permanecer en la iglesia.[11]

    Es el deseo de los padres cristianos que sus hijos crezcan comprometidos con Cristo, que desarrollen patrones morales fundamentados en la Palabra de Dios, que den testimonio positivo de su fe en la sociedad y que no solo tomen a la iglesia en serio, sino que también estén contentos por formar parte de ella. Pablo atestiguaba el valor de conocer las Escrituras desde temprano. Él le escribió al joven Timoteo: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Tim. 3:14, 15).

    En cuarto lugar, la práctica del culto familiar contribuye a fundamentar la fe, las convicciones personales y la doctrina en la mente y el corazón de los miembros de la familia. Niños, jóvenes y adultos tienen la necesidad de tener convicciones espirituales firmes para enfrentar las luchas de la vida. Necesitan entender la razón de su fe y conocer las doctrinas bíblicas para saber en qué creen y por qué. El hogar debe ser la escuela bíblica en la que los hijos se preparen para combatir la filosofía humanista y evolucionista de la sociedad moderna.

    En quinto lugar, el culto familiar proporciona el espacio para orar por los problemas, las necesidades y las presiones que la familia enfrenta, a fin de aprenderá confiar en los planes del Señor. Cada persona tiene necesidades profesionales, educativas y relacionales que le gustaría ver suplidas. Es muy bueno poder compartirlas y, con el apoyo de los familiares, buscar el auxilio divino.

    Los adolescentes tienen necesidades que pertenecen a su fuero íntimo y que detestan expresar por miedo a ser mal interpretados o avergonzados. Para ellos, los problemas son enormes; precisamos dedicarles atención especial. Los padres pueden ayudarlos al llevar esas necesidades a Dios en oración. La familia necesita aprender a confiar, creyendo que el Señor oirá y responderá según su voluntad. Los niños que aprendan a orar audiblemente en casa, no tendrán dificultad para orar públicamente en la iglesia, en reuniones o en otros lugares y circunstancias, a medida que vayan creciendo.

    En sexto lugar, el culto familiar incentiva a sus participantes a orar e interceder por las necesidades y pruebas de otras personas y familias. Además, motiva a interceder para que el Espíritu Santo abra el corazón y la mente de las personas que precisan aceptar a Jesús. Como consecuencia, habrá un deseo creciente por el ejercicio del ministerio y el cumplimiento de la misión.

    Finalmente, el culto familiar ayuda a encontrar maneras relevantes de ministrar en la iglesia, en el hogar y en la sociedad. Cuando una familia asume un proyecto, eso contribuye a su unidad y permite que Dios use a sus miembros para bendecir al mundo. Por ejemplo, tu familia puede adoptar a una familia en necesidad para orar por ella y ayudarla algunos días durante las vacaciones, puedes poner a disposición la casa para establecer un Grupo pequeño de estudio de la Palabra de Dios, puedes también prestar servicio voluntario en un asilo u orfanato, o compartir alimentos con los que están sin techo. Puedes incluso dar estudios bíblicos, visitar personas enfermas y también a otras familias.

Culto familiar atractivo

    Me gustaría compartir algunas sugerencias para ayudarte a promover un culto familiar atractivo; ideas para implementar en casa y para promover en la iglesia, a fin de que los miembros también puedan fortalecer el altar familiar.

    Evalúa tu espiritualidad. La autenticidad y el ejemplo de los padres en el culto familiar hacen que los momentos allí pasados resulten en experiencias significativas para los hijos. Si los momentos de adoración en familia son importantes para los padres, los hijos también los entenderán como importantes para sí mismos. El culto familiar eficaz comienza haciendo de Jesús la prioridad en la vida. Pablo dijo: “Se limitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Cor. 11:1). Como pastor, tu familia ve lo que es importante para ti. Si mantienes una relación fuerte con Cristo y vives en su amor, los demás van a querer imitarte.

    Hazlo práctico. Muestra la relevancia de las Escrituras. Demuestra cómo vivir a la luz de la Palabra de Dios, cómo las Escrituras pueden ayudar a mantener principios correctos y a tener una cosmovisión bíblica, cómo obtener sabiduría a partir del texto sagrado, cómo tomar decisiones para honrar a Dios y cómo resistir la tentación y perseverar en el camino cristiano. Así es como ocurren los cambios reales.

    Utiliza métodos que sean eficaces para todas las edades. En las diferentes edades se tienen intereses diferentes y lo que puede ser atractivo para uno, no lo será para otro. Varía el método para evitar que el culto familiar se torne tedioso o rutinario. Todos deben participar e interesarse para que la monotonía no se imponga. “Padres y madres, cuidad de que el momento dedicado al culto de familia sea en extremo interesante. No hay razón alguna porque no sea este el momento más agradable del día. Con un poco de preparación podréis hacerlo interesante y provechoso. De vez en cuando, introducid algún cambio”.[12]

    Hazlo interesante. Haz que los momentos del culto familiar sean alegres y llenos de entusiasmo, para que la familia lo espere con expectativa. No hagas de este un momento tedioso, leyendo capítulos enteros de la Biblia que estén más allá de la comprensión de los participantes, ni arrastrando a la familia a proferir una oración larga, vacía y rutinaria. Si ellos experimentan tal amargura, ¡ciertamente van a detestar el culto familiar!

   “El padre, o en su ausencia la madre, debe presidir el culto y elegir un pasaje interesante de las Escrituras que pueda comprenderse con facilidad. El culto debe ser corto. Cuando se lee un capítulo largo y se hace una oración larga, el culto se torna fatigoso y se siente alivio cuando termina. Dios queda deshonrado cuando el culto se vuelve árido y fastidioso, cuando carece tanto de interés que los hijos le temen”.[13]

    Sé breve para lograr captar la atención. Procura ser sucinto y práctico para que los participantes, principalmente los niños, no se dispersen. Es mejor que el culto sea corto, agradable e invitador, para que al terminarlo quede un sabor a “quiero más”. En cuanto a su duración, entre diez y quince minutos son suficientes.

    Todos deben participar e involucrarse. Los que pueden leer deben turnarse en la lectura. En las oraciones, los niños deben tener su oportunidad, aunque sea para decir unas palabras. Enseña cantos que todos puedan cantar. Deja algunos minutos para responder preguntas y sacar dudas. Los niños, especialmente, son curiosos y quieren saber más sobre cuestiones bíblicas. Toda participación necesita atención y debe ser respetada.

   No pierdas tiempo en críticas. No existe nada peor para arruinar el ambiente que desviarse del objetivo para hacer críticas diversas. No es el momento de hablar de los problemas de la iglesia, excepto por cuestiones que necesiten de oración. Recuerda que es la hora del culto.

    Deja que los niños dirijan el culto o parte de él. Déjalos expresarse y hacerlo a su modo. Eso despertará su interés. También es un modo excelente de desarrollarlos espiritualmente e inspirarles autoconfianza. Siempre deben ser alentados en lo que hacen o dicen.

    Haz el culto en el horario más conveniente para todos. Temprano por la mañana, antes del desayuno o después de la comida de la noche son los momentos más apropiados. Elena de White aconseja: “En cada familia debería haber una hora fija para el culto matutino y vespertino. ¿No conviene a los padres reunir en derredor suyo a sus hijos antes del desayuno para agradecer al Padre celestial por su protección durante la noche, y para pedirle su ayuda y cuidado durante el día? ¿No es propio también, cuando llega el anochecer, que los padres y los hijos se reúnan una vez más delante de Dios para agradecerle las bendiciones recibidas durante el día que termina?”[14]

Conclusión

    Procura ser intencional y consistente en el culto familiar. Tórnalo interesante, práctico, cristocéntrico, relevante y participativo. Naturalmente, habrá algunos desafíos como la diferencia de edades entre los hijos, menor compromiso por parte del padre o la madre, padres que no se sienten competentes para enseñar y niños que son resistentes al culto familiar. Sin embargo, cuanto más amor y compromiso con Cristo demuestren los padres al vivir los ideales cristianos, más interés tendrán los hijos. No existe un sustituto para el ejemplo de vida y el testimonio de los padres que pueda causar una impresión mayor en sus hijos.

    Oren e intercedan siempre por sus hijos. Colóquenlos en las manos de Dios y él cuidará de ellos. “Mediante oraciones sinceras y fervientes, los padres deberían construir una barrera defensiva alrededor de sus hijos. Deberían orar con fe intensa para que Dios habite en ellos y que los santos ángeles los preserven, a ellos y a sus hijos, de la potencia cruel de Satanás”.[15]

    Un hermano de iglesia me dijo que tiene la costumbre de orar y ayunar por sus hijos y nietos, y dedicar sus vidas diariamente a Dios. Por la gracia divina, todos están en los caminos del Señor. “La oración eficaz del justo puede mucho” (Sant. 5:16). ¡Cree en esta promesa!

Sobre el autor: Profesor de Teología en el Seminario Teológico de la Universidad Andrews.


Referencias

[1] S. Joseph Kidder, Moving Your Church: Become a Spirit-Led community (Nampa, Idaho: Pacific Press, 2015), pp. 313, 314.

[2] Ver Hechos 2:42-47. “En todos los proyectos de investigación Valuegenesis, los programas de ayuda a la familia o las actividades altruistas han sido vistos como factores estadísticos significativos para la edificación de una vida cristiana fructífera y para el desarrollo de la lealtad a la Iglesia Adventista del Séptimo Día”. Valuegenesis Update, no 4, 2012, p. 5.

[3] George Barna, Transforming Children Into Spiritual Champions: Why children should be your church’s #1 priority (Raleigh, Carolina del Norte: Regal Books, 2003), p. 77.

[4] Ibíd., p. 78.

[5] S. Joseph Kidder, The Big Four: Secrets to a thriving church family (Hagerstown, Maryland: Review and Herald, 2011), p. 128.

[6] 2009 Congregations Study for the North American Division of SDA, <https://tinyurl.com/ y9m6ng5g>, visitado el 18/12/2018.

[7] Kidder, p. 128.

[8] Siete familias pastorales, siete familias de profesores y siete familias de miembros locales.

[9] George Barna, Grow Your Church From the Outside In: Understand the unchurched and how to reach them (Raleigh, Carolina del Norte: Regal Books, 2002), p. 45.

[10] George Barna, Real Teens: A contemporary snapshot of youth culture (Raleigh, Carolina del Norte: Regal Books, 2001), p. 113.

[11] Jerry W. Lee, Gail T. Rice y V. Bailey Gillespie, “Family Worship Pattern and Their Correlations with Adolescent Behavior and Beliefs”, Journal for the Scientific Study of Religion, 1997, (36) 3, pp. 373-381.

[12] Elena de White, Testimonios para la iglesia (EE.UU.: Asociación Publicadora Interamericana, 2008), t. 7, p. 45.

[13] Ibíd.

[14] Ibíd., 44.

[15] Ídem.