Aunque el tema espiritualidad permea el trabajo del pastor en cada sermón predicado, cada visita realizada o cada estudio bíblico dado, no siempre el desarrollo de la espiritualidad acompaña la dinámica ministerial. Como pastores, corremos el riesgo de encarar nuestra relación con Dios de modo profesional, destituido de vida e intimidad con el Señor que nos llamó para su obra. Reflexionar sobre esa condición es el propósito de esta entrevista con el pastor Carlos Steger.
Nacido en un hogar adventista, el pastor Steger realizó todos sus estudios primarios, secundarios y superiores en instituciones adventistas. Cursó sus estudios de grado y maestría en Teología en el Colegio Adventista del Plata (hoy UAP), Argentina, y obtuvo su doctorado en Teología (PhD) en la Universidad Andrews, Estados Unidos.
Durante su ministerio, fue pastor distrital, profesor de teología, vicerrector académico de la UAP, jefe de redacción de la ACES y decano de la Facultad de Teología de la UAP. Está casado con Ethel Mangold y juntos tienen tres hijos y cinco nietos.
¿Cuál ha sido tu experiencia con la espiritualidad en el ministerio y por qué consideras importante este tema?
Bien temprano en mi ministerio comprobé que cuando comenzaba el día en comunión con Dios tenía las mejores experiencias en el servicio al Señor. No es que milagrosamente desaparecieran las dificultades y los desafíos, pero no estaba solo para enfrentarlos y confiaba en que el Señor se encargaría de los resultados. Por otro lado, también pude observar que frecuentemente surgían actividades o situaciones que competían con mi culto personal y prevalecían por encima de mi deseo de pasar tiempo con Dios.
Estoy convencido de que es indispensable priorizar la relación con Dios mediante la lectura reflexiva de la Biblia y la oración para ser un cristiano genuino y, con más razón, para ser un buen pastor. La función del pastor consiste, en primer lugar, en ayudar espiritualmente a las personas, sean miembros de la iglesia o interesados en acercarse a Dios. No se puede dar lo que uno no tiene. Si el pastor no carga sus baterías espirituales a solas con Dios, su ministerio carecerá de poder.
¿Qué elementos conspiran contra la espiritualidad del pastor?
Vivimos rodeados de estímulos externos que compiten con la comunión con Dios y nos impiden pasar tiempo a solas con el Señor. Hay cosas que son buenas y útiles para el pastor, pero suelen atraparnos desde la mañana hasta la noche de tal manera que llegan a ser lo prioritario, ocupando el lugar que Dios debería tener. Por ejemplo, las redes sociales y las aplicaciones digitales. Hace poco leí que, como promedio, una persona típica dedica unas seis horas por día a las redes sociales e Internet. Creo que los pastores también vivimos esta realidad. ¿Qué es lo primero que hacemos cuando nos despertamos por la mañana? ¿Consultamos las redes sociales en el celular, o buscamos a Dios en oración y lectura de su Palabra? ¿Y qué es lo último que miramos antes de ir a dormir? ¿Los últimos mensajes que llegaron por Internet, o los mensajes de Dios? (Sin mencionar la infinidad de veces que consultamos el celular durante el día.) El problema no es la comunicación digital, sino el tiempo que le dedicamos y la prioridad que le asignamos.
Otro enemigo de la espiritualidad es la secularización o mundanalidad que nos invade. La sociedad occidental está alejada de Dios, impregnada de maldad, sensualidad, violencia, vicios y perversiones. Los medios de comunicación masiva no son moralmente neutrales. La mayoría de ellos ejerce una poderosa influencia contraria a los valores y principios bíblicos. Llenan la mente y la imaginación de las personas de tal manera que neutralizan el deseo de estar en comunión con Dios y obedecerle. Insensibilizan la conciencia de modo que el pecado parezca inofensivo y atrayente. Muchas veces se piensa que son simples entretenimientos, cuando en realidad son agentes educativos eficaces al servicio del mal.
¿De qué forma puede enriquecer un pastor su vida devocional, de tal manera que llegue a experimentar un reavivamiento personal?
Dios ha prometido que podremos encontrarlo si lo buscamos de todo corazón (Jer.29:13). Cada día renuevo mi determinación de buscar a Dios como lo más importante en mi vida. Eso significa meditar en su Palabra y orar antes de realizar cualquier otra actividad.
Mientras estudiaba Teología, un compañero me propuso que nos reuniéramos cada mañana, bien temprano, para leer El camino a Cristo, compartir nuestras reflexiones y orar juntos. Nos encontrábamos en el parque del Colegio, acompañados sola mente por el canto de las aves. Leíamos, compartíamos nuestras dudas, convicciones y resoluciones personales, y terminábamos orando el uno por el otro. Fue una experiencia que nos marcó espiritualmente. Aunque han transcurrido más de cuarenta años, todavía guardo ese pequeño libro, con muchas frases subrayadas y anotaciones en los márgenes. Lo he vuelto a leer varias veces, siempre con el mismo resultado: una renovación espiritual.
Hacer el culto personal es fundamental, pero también necesito mantener la espiritualidad a lo largo del día orando (conversando espontáneamente con Dios), cantando himnos y recordando pasajes bíblicos animadores. Me ha ayudado mucho memorizar varios himnos cuya letra es particularmente significativa para mí, al igual que varios salmos y otras porciones escogidas de la Biblia. Cantar esos himnos y repetir esos pasajes durante el día (en voz baja o mentalmente) eleva mis pensamientos a Dios y me fortalece para enfrentar los desafíos cotidianos.
¿Cuál es el riesgo de que el pastor limite su experiencia espiritual a un conocimiento teórico de las Escrituras? ¿Cómo evitar esa condición?
Cuando estaba por viajar a la Universidad Andrews, a fin de cursar el doctorado en Teología, un conocido me dijo: “¡Qué lindo! ¡Estarás todo el día estudiando la Biblia!” Con sinceridad, y una buena dosis de ingenuidad, él pensaba que los estudios doctorales serían una gran bendición espiritual. Lo cierto es que si hubiera dependido de los estudios teológicos para mantener mi vida espiritual, habría naufragado en la fe. Al igual que durante los años en el distrito pastoral, tuve que esforzarme cada día por dedicar tiempo a la devoción personal mediante la lectura de la Biblia, del Espíritu de Profecía, y la oración.
Sin restarle importancia al conocimiento de las significativas contribuciones que han realizado grandes teólogos, no alcanza con solamente leer y estudiar acerca de Dios. Necesitamos estar en comunión personal con Dios.
¿De qué manera la espiritualidad del pastor ejerce influencia sobre su estilo de vida, sus relaciones, su familia y su iglesia?
La verdadera espiritualidad es como un perfume que no se puede ocultar. La persona que está en comunión con Dios refleja, dentro de sus posibilidades, el carácter de Dios. Al iniciar cada día sometiendo su voluntad a Dios, su estilo de vida se amolda cada vez más a lo que el Señor ha revelado. Como experimenta cada día el amor perdonador y restaurador de Dios, sus relaciones humanas están teñidas de genuino amor, tanto en la familia como en la iglesia y la comunidad.
¿Qué puede hacer un pastor para incentivar el crecimiento espiritual de las iglesias que lidera?
En primer lugar, buscar a Dios de todo corazón diariamente para que su ejemplo, incluso inconscientemente, motive a los miembros a acercarse a Dios. En segundo lugar, preparar y predicar sermones bíblicos que alimenten espiritualmente a la iglesia; no sermones superficiales, que parecen más destinados a entretener que a reavivar, sino sermones que transmitan la vivencia personal del pastor con Dios. Solo el sermón que primero me ayudó a mí, podrá ayudar a los demás a crecer espiritualmente. En tercer lugar, animar constantemente a los miembros a alimentarse personalmente cada día de la Palabra de Dios. Esto incluye enseñarles, en forma práctica y sencilla, cómo hacer el culto personal y familiar; y cómo estudiar la Biblia para conocer más y mejor a Dios y su voluntad.
¿Qué consejo les daría a los pastores que, muchas veces, están más preocupados por la “obra del Señor” que por estar en contacto directo con el “Señor de la obra”?
Sé por experiencia que esta es una de las mayores tentaciones que enfrentamos los pastores. Hacer “la obra del Señor” sin estar en contacto personal con “el Señor de la obra” puede permitirnos ganar un salario, pero probablemente nos hará perder el cielo. El Señor solo podrá usarnos para salvar a otros si estamos en comunión personal con él. “Porque separados de mí nada podéis hacer”, dijo Cristo (Juan 15:5). MA