Los valores son aquellas convicciones profundas que guían a las personas en su forma de ser y que condicionan su conducta. En toda sociedad, los valores ayudan a construir interacciones armoniosas y equilibradas entre todos los individuos que la componen. Propician un sano desarrollo del ser y favorecen el bienestar común. A pesar de su vital importancia, muchos coinciden en señalar que la sociedad actual está atravesando una crisis en relación con los valores. De hecho, algunos hablan de la ausencia o de la pérdida de valores.
En medio de esta crisis, debemos buscar orientación en la Palabra de Dios, pues “toda la Escritura es inspirada por Dios, y es útil para enseñar, reprender, enmendar e instruir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, cabalmente instruido para toda buena obra” (2 Tim. 3:16, 17).
¿Dónde comienza la enseñanza de valores? “La educación comienza por casa”, reza un dicho popular. Muchos padres en la actualidad no se sienten implicados en la educación de sus hijos, dejando esa responsabilidad a otros. El pastor no está exento de este problema. Falta de tiempo, viajes constantes, cansancio y otras razones, son las excusas presentadas. No obstante, dentro de la estructura del hogar, los padres son los principales responsables por la transmisión de valores. Elena de White aconseja: “En el hogar es donde ha de empezar la educación del niño. Allí está su primera escuela. Allí, con sus padres como maestros, debe aprender las lecciones que han de guiarlo a lo largo de la vida: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio. Las influencias educativas del hogar son un poder decisivo para el bien o para el mal. Son, en muchos aspectos, silenciosas y graduales, pero si se ejercen de la manera debida, llegan a ser un poder abarcador para la verdad y la justicia” (Conducción del niño, p. 17).2
¿Cuándo comienza? Desde antes de nacer, el cerebro del niño está preparado para aprender. Como una esponja absorberá todo lo que pueda, mucho más de lo que imaginamos. Por ello, la enseñanza de los valores ha de comenzar a una edad temprana. Las primeras actitudes del niño serán ya una evidencia de aquellas cosas que ha ido aprendiendo en el hogar.
¿Qué valores enseñar? Hay una amplia variedad de valores, y la selección dependerá mucho del contexto sociocultural en el que estemos. La Biblia coloca a Dios en el centro, como la fuente de los valores, puesto que “toda buena dádiva y todo don perfecto son de lo alto, y desciende del Padre de las luces” (Sant. 1:17). Así, la tarea de enseñar valores ha de comenzar con poner a Dios en primer lugar.
De todos los dones celestiales, se resalta el amor como el más sublime (1 Cor.13). El amor es el principio que define la esencia del carácter de Dios, y el principio que él anhela que gobierne la vida de sus criaturas. Jesús lo expresó de la siguiente manera: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:37-39).
Por otra parte, la Biblia puede ser en cada hogar una constante fuente de sabiduría e instrucción. Aunque no necesariamente sean populares, los valores bíblicos tienen que ver con las cualidades más profundas del ser. Quien acuda a la Biblia podrá encontrarse, por ejemplo, con las bienaventuranzas de Jesús (Mat. 5:3-11), con la escalera de virtudes de Pedro (2Ped. 1:5-7), con los frutos del Espíritu (Gál.5:22, 23), con los mandamientos (Éxo. 20), con las máximas de Pablo (Rom. 12) o con su concepción acerca del amor (1 Cor. 13).
¿Cómo formar en valores? Sugerimos algunos consejos que pueden ser de utilidad:
• Comprométete con fidelidad a la tarea de ser padre.
• Elige cuáles son los valores que deseas transmitir a tus hijos y vive esos valores.
• Dedica tiempo de calidad para estar con tus hijos, y aprovecha las situaciones de la vida cotidiana para enseñarles lecciones.
• Asigna responsabilidades a tus hijos en función de la edad que posean.
• Aprende a conocer a tu hijo, sé respetuoso de sus cualidades específicas, y valora cada esfuerzo que realice.
• Intercambia opiniones con otros padres.
• Evita el maltrato físico, verbal o psicológico.
En conclusión, vale recordar que la pareja ministerial no solo debe enseñar a otros; debe enseñar en el hogar. En ese sentido, pueden emular el espíritu de Ana, una madre que entendió que su hijo era un regalo de Dios, y por lo tanto se comprometió con su educación y dijo: “mientras viva será del Señor” (1 Sam. 1:28).
Sobre los autores: Karl Günther Boskamp Ulloa es profesor de teología en la Universidad Adventista del Plata. Valeria Evangelina Flores es asesora pedagógica en la Universidad Adventista del Plata.