¿Ya has escuchado la voz de Dios? Dios siempre habla tan claramente que Pablo es categórico al afirmarlo (Heb. 1). Alguien dijo una vez: “Hablar de Dios siempre es bueno, pero hablar con Dios es mucho mejor”. Creo que para que esa frase sea completa, debería agregar: “…y escuchar a Dios es indispensable”.
Si no escucho a Dios, quedo sin rumbo. Entonces, lo que más necesitamos es aprender a meditar; solo así escucharemos a Dios. ¿Por qué buscar a Dios cada día? Considero que existen, por lo menos, tres razones básicas:
En primer lugar, porque soy un ser humano. Nunca debemos olvidar que somos frágiles seres humanos, con una naturaleza pecaminosa primordialmente egocéntrica, que siempre procura vivir independientemente de su Creador. Esta realidad se describe con claridad en Apocalipsis 3, donde vemos que el mayor problema de la iglesia de Laodicea no es necesariamente la “tibieza”. Si prestamos atención al texto, notaremos que la tibieza es una consecuencia. Entonces, ¿cuál es la causa?
El versículo 20 describe a Jesús fuera de la puerta del corazón insistiendo en entrar. Eso quiere decir que la causa de la tibieza laodicense es que Jesús está afuera. La gran pregunta sería: ¿Y quién está adentro? En el original del versículo 17 se menciona en tres ocasiones la palabra yo: “Yo soy rico”, “yo me he enriquecido” y “yo de ninguna cosa tengo necesidad”. Esto revela que el gran problema de los miembros de la iglesia de Laodicea es el “YO”. Ya escuché a varios decir: “Yo tengo experiencia, ¿qué me va a enseñar usted?”; “Yo sé lo que es mejor para mí, mi familia y mi ministerio”. Dado que el yo es nuestro mayor enemigo y nuestro desafío es vencerlo cada día, necesitamos abrirle cada día el corazón al Señor Jesucristo.
En la experiencia del apóstol Pablo, se revela claramente su lucha diaria con el yo en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí”. Es bueno resaltar la frase “ya no vivo yo” y conectarla a 1 Corintios 15:31, donde el mismo apóstol afirma: “Muero cada día”. Eso nos enseña que es necesario morir al yo cada día para que Cristo pueda vivir; de lo contrario, no vivirá, seguirá fuera del corazón.
En segundo lugar, porque soy pastor. Al pastor se le pide, en palabras del apóstol Pedro, “ser ejemplo de la grey”. Como pastores, necesitamos evidenciar que pasamos tiempo con Dios cada día. Además, como agentes de salvación, necesitamos beber de la misma fuente cada día. Solo así podremos comunicarla con la misma autoridad y poder con que se nos ofreció en la gran comisión.
Pedro, en Hechos 3, cuando vio al paralítico que pedía limosna en la puerta del Templo, le dijo: “…no tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. Notemos el juego de palabra: “No tengo” y “lo que tengo te doy”. Está claro que nadie puede dar algo que no tiene. Pedro pudo dar lo que tenía, y ¿a quién tenía? Tenía al Señor Jesucristo. Solo así pudo brindarle, por medio de Jesucristo, sanación y salvación.
En tercer lugar, porque soy líder. Al hablar de liderazgo, básicamente pienso en alguien que influye para bien, como lo hizo Martín Lutero en el protestantismo; o para mal, como lo hizo Karl Marx en el ateísmo. Sabiendo que todo líder va a lograr que haya personas que lo sigan, podemos preguntarnos: ¿qué tipo de influencia estoy siendo para los que me rodean cada día?
Todo pastor es líder porque tiene poder de influencia y esa influencia convertirá a sus seguidores en discípulos. Cuando vemos quién es el buen Pastor en el libro de Juan, notamos que “las ovejas siguen al Pastor” (Juan 10:4). En el libro de Apocalipsis también se menciona que los 144.000 siguen al Cordero. El líder siempre tendrá seguidores, por la influencia que ejerce en quienes lo rodean.
La gran comisión de hacer discípulos tiene que ver con el liderazgo; no hay forma de hacer discípulos sin influencia. Entonces, como agentes de influencia, necesitamos comprender que cada día debemos ser primero influenciados por Dios para que podamos transmitir su carácter a los demás. Necesitamos ser como el girasol que siempre está en dirección al sol, tanto que su forma se asemeja a la del astro rey.
Una de las frases de Leonard Ravenhill es: “Dime cuánto tiempo pasas a solas con Dios, y te diré qué tan espiritual eres”. ¿Puedes tú decir que eres un ser espiritual? Te dejo el desafío de pasar tiempo de calidad y cantidad a solas con Dios cada día.
Sobre el autor: Secretario ministerial asociado para la Iglesia Adventista en América del Sur.