Características de un liderazgo lleno de poder

El mundo atraviesa una fase de transición sin precedente en la historia, lo cual exige líderes fuertes y equilibrados. Los libros y cursos sofisticados sobre liderazgo se han multiplicado en los últimos años.[1] Sin embargo, la necesidad más grande es la de líderes movidos por el Espíritu de Dios. La preparación técnica, obviamente, tiene su lugar. Sin embargo, sin el Espíritu, todas las técnicas y las rutinas de la iglesia son “maquinaria muerta”. [2] Liderar sin el Espíritu es matar el liderazgo espiritual. Pero ¿qué significa ser un líder movido por el Espíritu?

 Primero, la definición. Liderazgo es el arte de inspirar a otros a soñar con nuevos mundos, salir de la zona de comodidad y dar el máximo para transformar la realidad y dejar un legado para el bien común. Liderazgo es una actitud, no un título; visión, no inteligencia; inspiración, no administración; propósito, no tarea; influencia, no coerción; autoridad, no imposición; confianza, no control; acción, no discurso.

 El concepto de liderazgo aparece al comienzo del texto bíblico. “La primera palabra de la Biblia en Hebreo, bereshit, generalmente traducida ‘en el principio’ (Gén. 1:1), sintetiza la esencia del liderazgo: deriva de la palabra rosh, que literalmente significa ‘cabeza’ y es el término técnico normalmente utilizado para designar a quien está liderando determinada situación. Por lo tanto, desde el inicio, el evento de la creación es un acto de liderazgo. La creación es el liderazgo por excelencia”.[3] Hablando de creación, el liderazgo podría compararse a una galaxia en la que Dios ocupa el centro y las estrellas orbitan a su alrededor. El Espíritu, activo en la creación, lidera esa dinámica.

 La relación entre Espíritu y liderazgo es evidente a lo largo de la Biblia. “La mayoría de las referencias en el Pentateuco al rúaj como Espíritu tiene que ver con algún tipo de habilidad de liderazgo otorgado por el rúaj para una tarea específica”, observa Wilf Hildebrandt.[4] El Antiguo Testamento describe varios líderes capacitados por el Espíritu para ejercer un liderazgo fuerte y efectivo: José (Gén. 41:38), Moisés y los 70 ancianos (Núm. 11:16-29), Josué (Núm. 27:18; Deut. 34:9), Otoniel (Juec. 3:9, 10), Gedeón (Juec. 6:34), Jefté (Juec. 11:29), Sansón (Juec. 13:25; 14:19; 15:14), Saúl (1 Sam. 10:10; 11:6), David (1 Sam. 16:13) y Daniel (Dan. 4:8, 9). ¡Imagina la impresionante escena de los 70 ancianos alrededor del tabernáculo, abrazándolo, y a Dios posando el Espíritu sobre ellos (Núm. 11:24, 25)!

 En el siglo VIII a.C., el profeta Isaías (11:1-5) describió al Mesías como un líder capacitado por el Espíritu del Señor y lleno de sabiduría y entendimiento, que juzgaría con justicia y equidad; el Ungido que llevaría buenas nuevas a los abatidos, vendaría a los quebrantados de corazón y cambiaría el luto por óleo de gozo (61:1-3). Este perfil de un líder pacífico y espiritual, la figura de un rey escatológico ideal que inauguraría una nueva era, señala un fuerte contraste “intencional” con el estilo de los líderes de Israel a lo largo de la historia.[5]

 Más tarde, Zacarías mencionó al líder que reconstruiría el templo en medio a la oposición, y entonces anunció: “No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu –dice el Señor Todopoderoso–” (Zac. 4:6, NVI). El término “fuerza” (chayil) es utilizado en otras partes del Antiguo Testamento en referencia a la habilidad, eficiencia, riqueza y al ejército, siempre en relación con la esfera humana, pero nunca en relación con la dimensión divina. Por su parte, a la palabra “poder” (koach) se la utiliza para describir proezas físicas, intelectuales o económicas de individuos o grupos, pero tiene una relación especial con la acción divina.[6] Estas dos palabras destacan el contraste entre la fuerza meramente humana y el poder divino. Aún hoy, para construir el “templo”, el líder necesita depender del poder del Espíritu de Dios.

 Los líderes autoritarios, violentos y orgullosos pueden conseguir buenos resultados, pero lastiman a quienes son liderados, además de representar mal a Dios. Por eso la Biblia valora el modelo de liderazgo espiritual, líderes “guiados por el Espíritu para realizar una misión designada por él” y cuya “sensibilidad al Espíritu moldea sus motivos e informa sus métodos”.[7] El autor John Adair sostiene que el 50 % de nuestras motivaciones provienen de nuestro interior, mientras que el otro 50 % viene del ambiente exterior, especialmente de los líderes.[8] Pero el ideal es que el Espíritu motive el 100 % de nuestras acciones.

 Vale la pena mencionar aquí que un buen líder no aparece de la noche a la mañana, como el despertar de un gen. Para Warren Bennis, “el mito más peligroso sobre liderazgo es que los líderes nacen, que hay un factor genético en el liderazgo”.[9] Un gran líder no se hace sin agonía, sufrimiento y refinamiento del carácter. El crisol es la prueba de fuego del líder, hasta el límite del ser, donde se consume la escoria y sale purificado y transformado, mostrando de qué material está hecho. Elena de White confirma: “Los hombres de fuerza y poder en esta causa, a quienes Dios usará para su gloria, son aquellos que han sufrido oposición, frustración y obstrucción en sus planes”.[10]

 Aunque el cliché evangélico enseñe que Dios no elige a los capacitados, sino que capacita a los escogidos, lo contrario también puede ser verdad: el Espíritu Santo aprovecha la experiencia previa para formar al líder. Si visualizas el mapa de tu vida desde tu nacimiento, pasando por tus estudios y hasta tu etapa actual, encontrarás puntos que fueron utilizados por el Espíritu para potenciar tu liderazgo.

Cualidades del líder espiritual

 Pasando al aspecto más práctico, ¿cuál es el líder espiritual que más admiras? ¿Por qué te ha influenciado? ¿Cuáles de sus características aprecias más? Sin lugar a duda, el líder más grande movido por el Espíritu es Jesús. Basado en su vida, su experiencia y sus enseñanzas, conforme fueron registrados por Lucas en sus dos libros, enumeraré diez hábitos del líder movido por el Espíritu. Hay otros, pero en un artículo no es posible hablar de todo.

Hábito 1: afirmación

 Mientras Jesús estaba orando, en una escena cósmica, “el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: ‘Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia’ ” (Luc. 3:21, 22). Por medio de la acción del Espíritu y de una cariñosa declaración de filiación divina y de estatus especial, vemos a Dios afirmando la identidad de Jesús como el nuevo líder de su pueblo, así como lo había hecho en relación con otro Yeshua (Jos. 1:5-9; 4:14). En línea con esa actitud, Jesús siempre afirmó y elevó a las personas. Los líderes fuertes afirman; los inseguros, rebajan.

Habito 2: sumisión

 Después de su bautismo, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto (Luc. 4:1) y volvió del desierto “en el poder del Espíritu” (v. 14). El movimiento de ir y venir en el poder del Espíritu prefiguraba la trayectoria de una vida entera bajo el control del Espíritu. El liderazgo espiritual comienza al permitir al Espíritu Santo liderar la propia vida. “Si quieres liderar, invierte al menos el 50 % de tu tiempo liderándote a ti mismo”, enseñó Dee Hock, fundador de VISA.[11] Yo diría que, si deseas liderar con poder, invierte el 100 % de tu tiempo sometiéndote al Espíritu. Quien no sabe seguir, no puede liderar. De hecho, se está redefiniendo y valorizando el concepto del liderado o seguidor.[12]

Habito 3: unción

 Lucas 4:16 al 21 es el texto programático del ministerio de Jesús como Cristo (o Ungido), que aparece más de 500 veces en el Nuevo Testamento.[13] “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido”, dijo Jesús (Luc. 4:18). En los tiempos bíblicos, la unción se realizaba con óleo, un producto muy valorado en los “salones” de belleza, en los “hospitales” y en los rituales del templo. El óleo de la unción, que contenía aceite, mirra, canela y otros ingredientes aromáticos, pasó a ser un bello símbolo del llamado y del poder para realizar una tarea especial. Si fueras un sacerdote, profeta o rey, serías “nombrado” a través de la unción con óleo santo. El óleo no tiene poder en sí, pero representa el poder de Dios derramado sobre la persona elegida para una misión. Antes de impactar otros “espíritus”, el líder debe ser impactado por el Espíritu.

Habito 4: propósito

 El Espíritu del Señor ungió a Jesús “para…” (Luc. 4:18). La unción del líder tiene una finalidad, y esta no es la exaltación personal. Jesús fue ungido para llevar libertad a los prisioneros de la vida, sanar corazones quebrantados y anunciar el año de la gracia del Señor. Todos los días, él “recibía un nuevo bautismo del Espíritu Santo. En las primeras horas del nuevo día, Dios lo despertaba del sueño, y su alma y sus labios eran ungidos con gracia para poder impartir a los demás”.[14] El líder movido por el Espíritu tiene como propósito liberar, sanar, revelar gracia y promover la gloria de Dios. Liderar sin un propósito es como hacer un viaje sin destino.

Habito 5: autoridad

 Jesús les dio autoridad a los discípulos sobre el poder del enemigo y se regocijó en el Espíritu por su victoria (Luc. 10:18- 21). Jesús es el modelo absoluto del líder con poder. Él tenía poder sobre el pueblo, los líderes, la naturaleza, las enfermedades y hasta los demonios. “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”, afirmó (Mat. 28:18, RVC). El líder movido por el Espíritu tiene poder espiritual, no solo estructural, personal o autoritario (ver el cuadro al pie de página).

Habito 6: misión

 Jesús ordenó que los discípulos quedaran en la ciudad hasta que fueran revestidos de poder de lo alto (Luc. 24:49). En el ámbito espiritual, salir a liderar sin el poder del Espíritu es un riesgo: el riesgo de la ineficacia, del fracaso, del desánimo, de la distorsión, de la vanagloria. Por eso, antes de ir, es necesario quedarse. “La ausencia del Espíritu es lo que hace tan impotente el ministerio evangélico”.[15] Sin embargo, la capacitación tiene como objetivo la misión. Cuando los discípulos se mostraron preocupados con el “fin” en términos de tiempo, Jesús les dijo que debían preocuparse con el “fin” en términos de espacio (Hech. 1:6-8). El control sobre el fin del mundo pertenece a Dios, mientras la misión de llegar al fin del mundo nos pertenece a nosotros. El líder movido por el Espíritu, siempre preocupado con la misión y no con la especulación, tiene un corazón misionero y resiliencia para llevar la misión hasta el fin.

Habito 7: visión

 En el contexto del Pentecostés, Pedro citó la profecía de Joel 2 para explicar aquel fenómeno espectacular: “Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hech. 2:17). Generalmente, los jóvenes tienen sueños, pero no tienen visión, mientras que los ancianos tienen visión, pero ya no tienen sueños. La presencia del Espíritu revierte esta tendencia. Él coloca sueños y visiones en la mente y en el corazón de los líderes. Crea visionarios. El líder visionario ve más allá del horizonte, vislumbra posibilidades donde otros visualizan solo imposibilidades, diseña un cuadro mental de la visión con base en la misión, planifica con la mente y lidera con el corazón, transforma el futuro en presente y el presente en futuro, actúa con vigor en la búsqueda de objetivos e inspira la misma visión en las personas que lidera. Si la convicción motiva al líder, la visión inspira tanto al líder como a los que son liderados. Sin la visión espiritual, el pueblo perece y el líder no sobrevive.

Habito 8: integridad

 Apenas comenzó el cristianismo, el Espíritu dio el tono de la seriedad con la que los líderes debían tratar los asuntos de Dios. El episodio de Ananías y Safira (Hech. 5) revela cómo Dios lidia con el pecado. Él no tolera el fraude. “¿Por qué le mintieron al Espíritu Santo?”, preguntó Pedro (ver Hech. 5:3, 9). El líder necesita desarrollar un estilo auténtico, íntegro y transparente. Su nivel de liderazgo jamás irá más lejos que su carácter. La falta de integridad compromete hasta las mejores habilidades. El líder debe seguir su “verdadero Norte”, “la brújula interior”, un punto fijo en este mundo giratorio e inestable, el sistema de localización basado en los “valores más preciados”, enfatiza el autor de un libro sobre liderazgo.[16] A decir verdad, el mundo necesita líderes “cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo”,[17] pero quien establece la referencia es el Espíritu.

Habito 9: valores

 “Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero”, relata Lucas (Hech. 8:18). Pedro respondió: “Tu dinero perezca contigo” (v. 20). Los primeros líderes del cristianismo defendían valores innegociables. En nuestra sociedad corrupta, en la que todo es comprable y vendible, es bueno considerar modelos como aquellos. El líder movido por el Espíritu vale mucho porque tiene muchos valores. Este tipo de líder termina influyendo positivamente la cultura organizacional local y, a veces, la nacional, “la suma total de creencias, rituales, reglas, costumbres, artefactos e instituciones que caracterizan a la población”.[18] Un líder así no se preocupa solamente por las personas y su desempeño, sino también por los valores, combinando esos elementos de manera equilibrada.

Habito 10: configuración del futuro

 Lucas registra que, en cierta ocasión, un profeta llamado Agabo predijo, por el Espíritu, una gran hambre (Hech. 11:28). Basados en la revelación, los líderes buscaron anticiparse al problema y modificar el futuro. Eso es liderazgo en su mejor expresión. Peter Senge afirma que el liderazgo es “la capacidad de una comunidad humana de configurar su futuro y, especialmente, de sustentar los procesos de cambio significativos, necesarios para que ello acontezca”.[19]

 Algunas personas e iglesias tienen dificultades para hacer cambios y, por eso, no logran modificar el futuro. Pero el Espíritu puede desear cambios. En los últimos años hemos oído muchas veces sobre la necesidad de reforma. Según Delbert Baker, eso incluye cuatro áreas: (1) reorganización de las ideas (conceptos); (2) reorganización de las teorías (conjunto de presuposiciones); (3) reorganización de los hábitos (rutina de comportamientos); y (4) reorganización de las prácticas (acciones y métodos).[20] El líder movido por el Espíritu no le teme al cambio cuando el cambio es lo que hay que hacer.

 En conclusión, tendrás más éxito y lograrás motivar a más gente al ser un líder movido por el Espíritu. Lidera con sumisión, unción, propósito, autoridad, visión, integridad. Lidera con amor, discernimiento, eficacia, cabeza y corazón. Lidera con resiliencia. Lidera para la eternidad.

Sobre el autor: Jefe de Redacción de la Casa Publicadora Brasileira.


Referencias

[1] Un enfoque más científico sobre el tema comenzó en 1979, cuando se abrió el primer programa de doctorado (PhD) en el área en la Universidad de San Diego (EE.UU.). Para un estudio sobre programas y líneas de investigación sobre liderazgo, ver Daina D. Mazutis, Zoe Morris y Karyn Olsen, “Leadership at the Graduate Studies and Postdoctoral Levels” (University of Western Ontario, 2011).

[2] LeRoy E. Froom, La venida del consolador (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2010), p. 118.

[3] Jacques B. Doukhan, “Creation Is Leadership”, en Servants and Friends: A Biblical Theology of Leadership,

ed. Skip Bell (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2014), p. 31.

[4] Wilf Hildebrandt, An Old Theology of the Spirit of God (Peabody, MA: Hendrickson, 1994), p. 22.

[5] Wonsuk Ma, Until the Spirit Comes: The Spirit of God in the Book of Isaiah (Sheffield: Sheffield Academic

Press, 1999), p. 206.

[6] Mark J. Boda, The Book of Zechariah (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2016), p. 288.

[7] J. Lee Whittington, Biblical Perspectives on Leadership and Organizations (Nueva York: Palgrave Macmillan,

2015), p. 29.

[8] John Adair, Leadership and Motivation: The Fifty- Fifty Rule and the Eight Key Principles of Motivating

Others (Londres e Filadélfia: Kogan Page, 2006), pp. 2, 38.

[9] Warren Bennis, Managing People Is Like Herding Cats (Provo, UT: Executive Excellence Publishing, 1999), p. 163.

[10] Elena de White, Testimonios para la Iglesia (Miami.: APIA, 2008), t. 3, p. 542.

[11] Dee Hock, “Dee Hock on Management”, Fast Company, octubre/noviembre de 1996.

[12] Ver Ronald E. Riggio, Ira Chaleff y Jean Lipman- Blumen (eds.), The Art of Followership: How Great

Followers Create Great Leaders and Organizations (San Francisco: Jossey-Bass, 2008).

[13] Massiah aparece 38 veces en el Antiguo Testamento y Christos 529 en el Nuevo Testamento.

[14] Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana,

2011), p. 105

[15] Elena de White, Joyas de los Testimonios, t. 3, p. 231.

[16] Bill George con Peter Sims, True North: Discover Your Authentic Leadership (San Francisco: Jossey-Bass, 2007), xxiii.

[17] Elena de White, La educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009). p. 57

[18] John M. Ivancevich, Robert Konopaske y Michael T. Matteson, Organizational Behavior and Management (Nova York: McGraw-Hill, 2013), p. 34.

[19] Peter M. Senge, A Dança das Mudanças (Rio de Janeiro: Elsevier, 1999), p. 28.

[20] Delbert W. Baker, “Eschatology and Last Day Leadership: Introducing the Strong Adventist Leader”, exposición presentada en la Cuarta Conferencia Bíblica Internacional, realizada en Roma, del 11 al 21 de junio de 2018, p. 24.