La hormiga, las finanzas y la vida pastoral
Al estudiar el libro de Proverbios más de cerca, comencé a comprender la deferencia del sabio autor hacia una cualidad a la que no había prestado atención antes. Hace unos meses, se solicitó a los pastores de distrito que respondiéramos una encuesta realizada por la Asociación General de nuestra confesión. Una de las consultas me hizo reflexionar. La pregunta era si teníamos una reserva económica menor o mayor que los salarios de todo un año. Sinceramente, no entendí el motivo de la pregunta o si correspondía a alguna medida internacional, o solo estadounidense, para saber si una persona es apta para contraer un crédito. Quizá pensé que las pautas para ahorrar dinero eran algo básico, así que, traté de estudiar el tema.
Encontré que en los países donde no es obligatorio aportar al Gobierno para recibir una jubilación posteriormente, como es el caso de algunos países de América Latina, se aconseja ahorrar una cierta cantidad durante varios años, preferiblemente durante toda la vida profesional, para luego disfrutar de esos ahorros en la jubilación. Los bancos y otras instituciones ofrecen varios planes privados de jubilación. Lo que proponen, en general, es lo siguiente: con veinte años de trabajo, debes haber ahorrado lo suficiente para vivir en la jubilación con la mitad de tu salario anual. Con treinta años, un total equivalente a un año de salario anual. Se considera que, con cuarenta años de trabajo, estarías ganando un salario más alto por tener más experiencia, por lo que deberías haber ahorrado el equivalente a dos sueldos anuales. A los 45 años de trabajo, tres sueldos anuales; y, a los cincuenta, un importe final igual a seis sueldos anuales. Pero, es bueno aclararlo, esta es una estimación para la que existen muchas opiniones y variantes.
Ahora vuelvo a la pregunta de la encuesta relacionada con averiguar si el pastor cuenta con un ahorro con un valor menor o mayor al salario de un año. Viviendo actualmente en la Argentina, conozco a muy pocos colegas de ministerio que tengan esa cantidad en una cuenta de ahorros. Y los que la tienen, la han ahorrado para otros fines: cambiar el auto, comprar un terreno o una casa, vacaciones, etc.
En estos tiempos de turbulencia económica en el mundo, e incluso en los de bonanza, es fundamental conocer un poco sobre planificación financiera. El pastor recibe un salario razonable, y si no sabe cómo administrarlo, tendrá serios problemas para mantener a la familia y ser un ministro de acuerdo con el plan de Dios. Muchos no tienen ahorros equivalentes a un año de salario (incluyéndome), o incluso el equivalente a un mes de salario.
Vivimos ajustados, con cuotas y cuentas por pagar, considerando si llegamos a fin de mes. La consecuencia de esto puede ser el pánico, un precursor de la ansiedad y la depresión. ¿Cómo puede el pastor brindar consuelo y tranquilidad a las personas si no los posee? Obviamente, el miedo a perder el trabajo, al desequilibrio financiero y a no estar libre de deudas son cosas que se manejan a lo largo de los años de experiencia. Sin embargo, aun así, la incertidumbre es algo que nunca desaparece, precisamente porque este mundo es todo, menos certezas.
Hace unas semanas, tuve que hacer varios viajes largos para llevar a un miembro enfermo de nuestra iglesia que no tiene familiares. Su plan de atención médica no autorizaba consultas ni exámenes, y tuve que ayudarlo con los costos. El municipio en el que reside está en crisis de salud y no cuenta con médicos especialistas. En casos como este, tienes que estar a disposición. El problema es cuando llega fin de mes. Te encuentras con el bolsillo apretado, y triste porque ningún miembro de la iglesia estuvo en condiciones de ayudar al hermano necesitado. Llego a la conclusión de que nuestros miembros deben recibir educación sobre la vida financiera.
Uno de mis pasajes bíblicos favoritos desde la niñez arroja luz sobre este asunto: “Ve, mira la hormiga, perezoso, observa sus caminos, y sé sabio. La cual sin tener jefe, ni oficial ni señor, prepara en el verano su alimento, y recoge en la cosecha su sustento” (Prov. 6:6-8, BA).
Al observar esta reprensión dirigida a la persona perezosa, nuestra primera reacción es ignorarla. Quizás este adjetivo nos incomode, o simplemente pensamos que no formamos parte de ese grupo; después de todo, ¡estamos sobrecargados de trabajo! Sin embargo, la intención de Salomón al usar el término no fue atacar, sino contrastar el perfil y el modo de vida del perezoso con el del sabio: “En su propia opinión, el perezoso es más sabio que siete que sepan aconsejar” (26:16).
También es una forma de describir la mente dominada por ideas irracionales y miedos irreales: “El perezoso dice: Hay un león en el camino; hay un león en medio de la plaza” (vers. 13). Es ejemplo de alguien lleno de planes y sueños, pero que no logra cambiar su situación: “El alma del perezoso desea, y nada alcanza” (13:4). Como consecuencia, su vida se vuelve totalmente complicada: “El camino del perezoso está plagado de espinas, pero la senda del justo es como una calzada” (Prov. 15:19, NVI). Este es claramente un problema grave, porque la consecuencia de no escuchar la instrucción es que “vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado” (6:11).
Jacques Doukhan ofrece un excelente comentario[1] sobre los tres principios fundamentales destacados por Salomón en el ejemplo de la hormiga (6:6-8).
Aprender
El primer principio está en el versículo 6. Nos exhorta a “mirar o ver” (lej, en hebreo) a la hormiga y ser sabios. Es un eco de la invitación del versículo 3: “humíllate”. El problema es pensar que lo sabemos todo, pero tenemos que aprender de este pequeño insecto porque aún no hemos aprendido lo básico.[2] Es necesario observar el trabajo, la administración y la política económica de esta diminuta criatura. Pueden ser principios diferentes de los tuyos o de los que promueve la sociedad, pero son más sabios.
Necesitamos reconocer que no nacemos sabiendo todo. Tropezamos con el sistema equivocado. Entonces, con humildad, debemos sentarnos y aprender de la hormiga (al final de Proverbios, Salomón la menciona como uno de los cuatro seres más sabios de la Tierra). A nadie le gusta oír qué debe hacer con su dinero. Todo pastor que dirige su hogar se siente seguro de que está haciendo lo correcto y lo mejor, incluso si no es así. Muchos no recibieron educación en economía ni sobre la administración adecuada de los recursos. Solemos copiar lo que hicieron nuestros padres. Por terquedad o vergüenza, no vemos otra forma de actuar.
Si vivimos en constante deuda o insolvencia, puede traernos angustia, miedo, y la imposibilidad de ayudar a los demás. Reconocer el error y darnos cuenta de que nuestra forma de manejar las finanzas es incorrecta es difícil, pero necesario. Observa a la hormiga, humíllate y aprende de ella.
Trabajar
El segundo principio está en el versículo 7: la hormiga no tiene “jefe, ni oficial ni señor” (BA), sin embargo, decide hacer el trabajo por su cuenta, sin directrices, instrucciones ni órdenes. Si, como pastores, trabajamos bien y hacemos lo correcto solo porque nos ordenan hacerlo, no lo estamos haciendo porque sea nuestro deber, sino por miedo de quienes nos mandan. Por otro lado, si lo hacemos solo por el salario, estaremos constantemente con el señor Mamón colgando de nuestro cuello.
Aquí, Salomón presenta un principio muy interesante. El trabajo forma parte de la vida y es bueno. El propósito final del trabajo no es el dinero, pero el trabajo en sí
proporciona la bendición de suministrar alimentos. El trabajo realizado en verdadera unión no requiere la desconfianza del líder.[3]
El sistema del mundo incentiva a que cada uno sea su propio jefe a expensas de los demás y con el único objetivo de obtener mayores ganancias. Sin embargo, Dios llama nuestra atención hacia la hormiga. Trabaja en comunidad, y no lo hace para desperdiciar sus recursos, sino para su sustento. No consume rápidamente todo lo que ha logrado, sino que se ocupa en la tarea de guardar y almacenar.
Necesitamos aprender a trabajar sin temer la falta de alimentos o recursos. Jesús dijo que los paganos son los que temen y se angustian por el futuro, porque sirven al mundo primero, y no al Reino de Dios.[4] Trabaja sin preocuparte, como la hormiga, y Dios cuidará de tu sustento.
Garantizar
El tercer principio figura en el versículo 8: “[Ella] en el verano almacena provisiones y durante la cosecha recoge alimentos” (NVI). En resumen, aprende a aprovisionar para el futuro. Así como la hormiga recoge en el verano para enfrentar el rigor y la miseria del invierno, aprende a prevenir una posible crisis y prepárate para ella. Esto nos recuerda la provisión de José para los siete años de escasez en Egipto (Gén. 41:34-36).
El término “almacena” en hebreo es la palabra Kwn’y, que está en modo hiphil y se puede traducir como “prepara” (Sal. 147:8); “estar preparado” (Jer. 46:14); “preparado” (Éxo. 23:20); “dirigir los pasos” (Prov. 16:9); “confirmar” (2 Sam. 5:12); “predisponer, disponer” (Sal. 119:133; 1 Sam. 7:3).[5] La prevención es sabiduría. No es desconfiar de Dios ni falta de fe; por el contrario, en ausencia de ella, surge la duda, la incertidumbre, e incluso la falta de fe. “Economía” o “ahorro” es otra forma de referirse a la prevención.
Ahorrar requiere determinación y disposición para actuar. La hormiga almacena su alimento en las estaciones apropiadas, muerde la punta del grano para evitar que germine y lo guarda en los cubículos del hormiguero hasta que lo necesita.[6] Al comentar sobre la corta vida de la hormiga, un rabino dijo: “En toda su vida ella solo necesita un grano y medio, pero ¿aun así recolecta tantos granos? ¿Por qué lo hace? Porque dice: Tal vez el Santo, bendito sea, decrete más vida para mí y tendré granos listos para comer”.[7]
No se trata simplemente de si he ahorrado una cierta cantidad o no, sino de adónde quiero llegar. Si no hay un plan, no habrá vislumbre del futuro, y el miedo y la ansiedad ocuparán su lugar. Es poco probable que las decisiones y las actitudes sabias en el ministerio provengan de un pastor estresado, asfixiado por las deudas y sacudido financieramente. Cada pastor debe sentarse con su familia y establecer cuánto pueden ahorrar como parte fija de su presupuesto. Esto debe ser una determinación, no una opción. Significa garantizar el sustento mientras que llega “el invierno”.
¡Qué maravilloso sería ver a nuestros hermanos crecer en la fe y la estabilidad financiera en sus hogares, a través de una administración adecuada! ¡Cuán sabio sería nuestro ministerio sin los fantasmas del temor al futuro!
Después de observar a la hormiga, dejo como llamado final el consejo bíblico: tratemos de ahorrar durante el invierno para tener en el verano, o esforcémonos un poco más para acumular una reserva de un verano a otro. Así, podremos decir como la hormiga: “Tal vez el Santo, bendito sea, decrete más vida para mí y tendré granos listos para comer”.
Sobre el autor: pastor en Jardín América, Argentina
Referencias
[1] Jaques Doukhan, El libro de los Proverbios: El temor de Dios es el principio de la sabiduría (Florida, Bs. As.: ACES, 2014), cap.2, comentarios libres.
[2] Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario bíblico de Matthew Henry (Barcelona, España: CLIE, 1999), pp. 669, 670.
[3] Me recuerda a la comunidad celestial, en la que todos los seres trabajan en perfecto amor por los demás.
[4] Mateo 6:24-34.
[5] Moisés Chávez, Diccionario de hebreo bíblico (El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 1992), p. 277.
[6] El Tesoro del conocimiento bíblico: referencias bíblicas y pasajes paralelos (Bellingham, WA: Logos Research Systems Inc., 2011), Proverbios 6:6.
[7] Midrash, Devarim Rabbah 5:2.