Cuatro elementos fundamentales para formar congregaciones exitosas

El Congreso de la Asociación General de 1901 entró en la historia de la Iglesia Adventista como el inicio de una gran reorganización administrativa que llevó a la iglesia a “acomodar el crecimiento del pasado” y “facilitar el crecimiento futuro”.[1] Además de los debates acerca de los cambios estructurales, la reunión abordó temas relacionados con el evangelismo urbano.

En cierto momento, John Corliss, pastor de la iglesia de San Francisco, hizo una breve presentación sobre el trabajo en la ciudad y se puso a disposición para responder algunas preguntas a los delegados del Congreso. La obra que allí se realizaba era muy dinámica. Se celebraban cultos evangelizadores para marineros; se ofrecía atención espiritual a presidiarios; médicos daban charlas en la iglesia sobre enfermedades comunes y tratamientos naturales; una enfermera trabajaba en el dispensario local; la asistencia social de la iglesia trabajaba activamente donando alimentos y ropa; se vendían o distribuían revistas y panfletos; había varios Grupos pequeños de miembros que visitaban ancianos, enfermos y pobres; se realizaba trabajo contextualizado en favor de chinos y japoneses; y se dedicaban los cultos de los domingos al estudio de Daniel y Apocalipsis.[2]

La variedad de iniciativas y el fervor misionero no fueron infructíferos. Cuando el médico David Paulson le preguntó si las personas estaban aceptando el mensaje del sábado, Corliss respondió: “¡Sí! Y tuvimos hasta tres bautismos en un mes. Ningún mes dejamos de tener bautismos de personas que conocían la verdad”.[3]

De hecho, el informe de Corliss coincide con la percepción de Elena de White con respecto al trabajo desarrollado por la iglesia. Pocos meses antes de este Congreso, en noviembre de 1900, ella visitó la ciudad y describió: “Durante los últimos pocos años, la ‘colmena’ de San Francisco ciertamente ha sido muy activa. Muchas diferentes clases de actividad misionera han sido realizadas por nuestros hermanos y nuestras hermanas allí. En ellas, se han incluido las visitas a los enfermos y los desvalidos, el encontrar hogares para los huérfanos y trabajo para los desocupados, el prestar atención médica a los enfermos y enseñar la verdad de casa en casa, distribuyendo publicaciones y dando clases sobre la correcta manera de vivir y el cuidado de los enfermos”.[4]

El trabajo realizado por “hermanos y hermanas” incluía, también, “una escuela para niños”, “un hogar para obreros y un dispensario”, “salas de tratamientos que funcionaban como una sucursal del sanatorio de Santa Helena”, “un almacén de alimentos saludables”, “un restaurante vegetariano”, “obra misionera para la gente de mar” y “reuniones [de evangelización] en grandes locales de la ciudad”.[5]

Alcanzar hoy ese nivel de actividad en nuestras iglesias es un gran desafío, aunque la estructura de muchas de ellas sea mejor que la que existía en San Francisco a inicios del siglo pasado. ¿Cuál era el secreto para mantener a la iglesia comprometida de aquel modo? ¿Un pastor de dedicación exclusiva para la congregación local y muchas personas contratadas por la iglesia? La respuesta de Corliss es sorprendente: “No. Un hombre puede circular por la iglesia y simplemente predicar hasta que ella dependa enteramente de su predicación; pero nuestra iglesia no hace eso, nuestra iglesia está trabajando. Intentamos hacer que cada miembro de iglesia trabaje. Sin embargo, el pastor debe tener una mente perspicaz al hablar con los diferentes miembros, a fin de saber exactamente para cuál actividad es apta esa persona”.[6]

Tan importante como ayudar a los miembros de iglesia a encontrar su lugar en el cuerpo de Cristo es enseñarles a trabajar. En su exposición, Corliss destacó esa necesidad. En San Francisco, esto ocurría después del culto del sábado, cuando un grupo que variaba entre 75 y 100 personas permanecía en la iglesia para recibir instrucciones sobre cómo trabajar en la obra de evangelización.[7]

La experiencia de esa “colmena” ilustra cómo cada congregación adventista puede ser dinámica, activa y exitosa en el cumplimiento de la misión. Es muy probable que Elena de White tuviera en mente ejemplos como este cuando, en 1905, escribió: “Cada iglesia debe ser una escuela práctica de obreros cristianos. Sus miembros deberían ser enseñados para dar estudios bíblicos, dirigir y enseñar clases en las escuelas sabáticas, auxiliar al pobre y cuidar al enfermo, y trabajar en pro de los inconversos. Debería haber escuelas de higiene, clases culinarias y clases en varios ramos de la obra caritativa cristiana. Debería haber no solo enseñanza teórica, sino también trabajo práctico bajo la dirección de instructores experimentados. Abran los maestros el camino trabajando entre la gente, y otros, al unirse con ellos, aprenderán de su ejemplo. Un ejemplo vale más que muchos preceptos”.[8]

Escuela práctica de obreros cristianos

Una evaluación objetiva, sin embargo, indica que muchas iglesias adventistas están lejos de ser una “escuela práctica de obreros cristianos”. Programas orientados mayormente a los miembros; inversión de gran parte de los recursos para la manutención de las estructuras locales; número cada vez menor de miembros involucrados en las actividades misioneras; aumento mediano y, en algunos casos, estancamiento del número de bautismos; deserción creciente, especialmente de los jóvenes; dificultad para plantar nuevas congregaciones y poca relevancia en la comunidad son síntomas de la apatía espiritual que prevalece en algunos lugares.

En 1900, Elena de White identificó una condición semejante en la iglesia y afirmó: “Los profesos seguidores de Cristo están siendo probados ante el universo celestial; pero la frialdad de su celo y la debilidad de sus esfuerzos en el servicio a Dios los señala como infieles. […] Ellos saben, y el mundo también lo sabe, que han perdido en gran medida el espíritu de abnegación y sacrificio. Hay muchos frente a cuyos nombres se encontrará escrito en los libros del Cielo: ‘No son productores, sino consumidores’ ”.[9]

Este incómodo diagnóstico, sin embargo, no debe desmotivar a los pastores y los líderes de iglesia, sino realzar la necesidad de comprender mejor la realidad y reaccionar conforme a la relación divina. Al afirmar que “cada iglesia debe ser una escuela práctica [misionera]”, Elena de White presentó el camino por el cual cada congregación adventista debe andar para alcanzar el propósito del Señor. En síntesis, la cita presenta cuatro elementos: dirigentes con experiencia, fortalecimiento espiritual, acciones coordinadas y evangelización activa. Ciertamente, si se pone en práctica, lo que ella escribió en relación con cada punto resultará en crecimiento espiritual y numérico para el pueblo de Dios.

Líderes con experiencia

En la “escuela práctica” promovida por Elena de White, “maestros” e “instructores experimentados” deberían ir al frente de los miembros, enseñando la teoría y la práctica del trabajo misionero. Pero ¿quiénes serían ellos? Aunque la mención pueda incluir discípulos maduros que no tengan un ministerio formal en la iglesia, hay razones para creer que ella esperaba una acción especial por parte de los dirigentes de la congregación.

Durante su ministerio, ella destacó la importancia del papel del pastor y del ancianato en la capacitación de los miembros de iglesia, a fin de que pudieran cumplir la misión. En realidad, todo parece indicar que los ministros deberían ser los responsables de la instrucción del ancianato, y a su vez, este cuerpo debería capacitar a los discípulos locales y ayudarlos a encontrar su función en el cuerpo de Cristo.[10]

En diversas ocasiones, Elena de White destacó la importancia de que el ancianato dedique tiempo a enseñar a las personas a trabajar en favor de la expansión del Reino. Por ejemplo, en 1890, la autora escribió: “Los ancianos y los líderes de la iglesia deben prestar más atención a sus planes para la realización del trabajo. […] Al trabajar por otros, nos olvidamos de nosotros mismos, pero aquellos que no hacen nada por sus semejantes se vuelven mórbidos y egocéntricos, y el tiempo cuelga pesadamente sobre sus manos. Es muy esencial que esta educación sea dada a los miembros de iglesia para que lleguen a ser obreros altruistas, dedicados y eficientes para Dios”.[11]

Aunque luego haya pasado el tiempo y Elena de White haya ido al campo misionero y regresado, su percepción respecto del trabajo del ancianato no cambió. En 1908, ella los orientó a “encontrar formas y medios para ofrecer oportunidades a todos los miembros, a fin de que trabajen en alguna parte de la obra de Dios. Esto no siempre ha sido hecho en el pasado. […] Se necesita capacitación y educación. […] Todo este trabajo de capacitación debe acompañarse de una fervorosa búsqueda del Señor, buscando su Santo Espíritu”.[12]

El concepto también se repite en Los hechos de los apóstoles, obra publicada en 1911 que traduce la visión de Elena de White acerca “de lo que la iglesia debe ser en el mundo, hasta la segunda venida de Cristo”.[13] Al mencionar el trabajo del ancianato, ella afirmó: “Los que ocupan la posición de subpastores deben ejercer una diligente vigilancia sobre la grey del Señor. […] Ministrar significa más que sermonear; representa un trabajo ferviente y personal. La iglesia sobre la Tierra está compuesta por hombres y mujeres propensos a errar, los cuales necesitan paciencia y cuidadoso esfuerzo con el fin de ser preparados y disciplinados para trabajar con aceptación en esta vida y para que en la vida futura sean coronados de gloria e inmortalidad”.[14]

Los ejemplos presentados muestran el posicionamiento consistente de Elena de White, en el que un ancianato consagrado, celoso, dispuesto a enseñar a los miembros a trabajar y activo en la misión es fundamental para “prevenir que la iglesia se vuelva infructífera y muerta”.[15]

Fortalecimiento espiritual

Otro punto que se destaca en la “iglesia ideal” de Elena de White es la importancia de la Escuela Sabática. Años antes, en 1885, reconoció: “Mucho puede hacerse por la educación y la preparación moral y religiosa de nuestros jóvenes por medio de escuelas sabáticas bien organizadas y debidamente dirigidas”.[16] Tiempo después, reafirmó: “Siento un profundo interés por nuestras escuelas sabáticas en todo el país, porque creo que son instrumentos de Dios para la educación de nuestros jóvenes en las verdades de la Biblia”.[17]

Una lectura cuidadosa de los textos de Elena de White acerca de la obra de la Escuela Sabática indica que, para la líder, la preparación espiritual de niños y jóvenes para “enfrentar y vencer los males que se introdujeron en la sociedad”,[18] a partir de una comprensión profunda de las Escrituras, era uno de los objetivos principales de este ministerio. Así, el compromiso de la juventud con la Palabra de Dios sería una salvaguardia para su vida espiritual y el elemento motivador para su compromiso en la misión de la iglesia.

Esto, sin embargo, no significa que debería descuidarse a los adultos. “Entre los alumnos de la Escuela Sabática debe haber un espíritu de investigación, a fin de que los que tienen edad suficiente para discernir evidencias sean animados a buscar nuevos rayos de luz y a apreciar todo lo que Dios puede enviar a su pueblo. […] Dios llama a cada uno, tanto ancianos como jóvenes, a examinar diligentemente su Palabra, a fin de descubrir las ricas joyas de la verdad. Ministros y pueblo, profesores y alumnos, todos son llamados a la obra del estudio de la Biblia”.[19]

Como resultado, la Escuela Sabática debe ser una estructura no solo para el fortalecimiento espiritual de los miembros de iglesia, la promoción del conocimiento bíblico y la cohesión doctrinal, sino también de conquista de personas para Cristo. Elena de White aconsejó que, en la Escuela Sabática, “por medio de una conexión viva con Dios, hombres y mujeres, jóvenes y niños se preparen para ser una fuerza y una bendición para la iglesia”.[20]

Acciones coordinadas

En conexión con la preparación espiritual/ doctrinal de los miembros que proporciona la Escuela Sabática, la “iglesia- escuela” debería pensar en la mejor manera de “auxiliar al pobre y cuidar al enfermo, y trabajar en pro de los inconversos”. En 1902, Elena de White presentó un método de trabajo que ampliaría los esfuerzos congregacionales. “La formación de pequeños grupos como base del esfuerzo cristiano me ha sido presentada por Uno que no puede errar. Si hay muchos miembros en la iglesia, organícense en pequeños grupos para trabajar no solo por los miembros de la iglesia, sino también en favor de los incrédulos. Si en algún lugar hay solamente dos o tres que conocen la verdad, organícense en un grupo de obreros. Mantengan íntegro su vínculo de unión, cerrando sus filas por el amor y la unidad, estimulándose unos a otros para progresar, y adquiriendo cada uno valor, fortaleza y ayuda de los demás”.[21]

De acuerdo con esta orientación, tanto las iglesias grandes como las pequeñas serían beneficiadas, dado que la formación de grupos proporcionaría organización, dirección y motivación para el trabajo al favorecer espiritualmente a los miembros y también a los incrédulos. En las reuniones de Grupos pequeños, “el talento del habla” debería utilizarse “para edificarse unos a otros en la santísima fe”.[22] Al ejercer un papel evangelizador, los miembros deberían seguir el ejemplo de Cristo, que iba “de lugar en lugar, bendecía y confortaba a los sufrientes y curaba a los enfermos. […] Pequeños grupos deben salir para hacer la obra que Cristo indicó a sus discípulos. Mientras trabajan como evangelistas, pueden visitar a los enfermos, orar con ellos y, si es necesario, tratarlos, no con medicamentos, sino con los remedios provistos por la naturaleza”.[23]

De esta manera, los Grupos pequeños proporcionan una estructura de organización que sirve para fortalecer los vínculos entre los miembros, dar oportunidad para que crezcan en conocimiento y habilidad para el servicio y poner en práctica lo que aprendieron en la comunidad en la que están insertos. Así, donde la iglesia se mueve de manera organizada, activa y comprometida en hacer el bien a las personas, conforme a sus necesidades, las puertas se abren para que se enseñe el evangelio. Y los miembros deben estar preparados para señalar, por medio de la Biblia, la salvación en Cristo Jesús.

Evangelización activa

Elena de White afirmó que la iglesia local, como “escuela práctica [misionera]”, debería esforzarse en enseñar a los miembros cómo “dar estudios bíblicos”. Ella destacó la importancia de este trabajo en diversas oportunidades. Por ejemplo, en 1909 escribió: “Los miembros de nuestras iglesias deben hacer más trabajo de casa en casa, dando estudios bíblicos y repartiendo impresos”. “El Señor me ha presentado la obra que debe realizarse en las ciudades. Los creyentes que se encuentran en ellas deben trabajar para Dios en el vecindario de sus moradas. Deben trabajar calmadamente y con humildad, llevando consigo doquiera vayan una atmósfera celestial. Si evitan que su propio yo se ponga en evidencia y señalan constantemente a Jesús, se hará sentir el poder de su influencia”.[24]

Hay, en los escritos de Elena de White, una línea de trabajo que recorre sus orientaciones. Los miembros deben andar con Dios, conocer las Escrituras, organizarse para el servicio, comprometerse con la comunidad, suplir sus necesidades y enseñar intencionalmente los principios bíblicos. Este proceso debe ocurrir de manera natural, en la medida en que cada discípulo de Cristo obre a semejanza de él. La compartimentación o el énfasis excesivo que se produce en algunos enfoques no existe en el modo de acción que recomienda.

Al actuar así, la iglesia crecerá orgánicamente, como resultado de la bendición del Señor sobre los esfuerzos humanos. “Al ir, como lo hicieron los discípulos, de un lugar a otro, contando la historia del amor del Salvador, ustedes harán amigos y verán el fruto de su trabajo. […] Habrá ministración a los enfermos y los afligidos recibirán oración. Habrá voz de canto y oración. Se abrirán las Escrituras para testificar la verdad. Y con las señales que se seguirán, el Señor confirmará la palabra hablada”.[25]

El camino para hacer de la iglesia una “escuela práctica [misionera]” no es difícil, pero requiere consagración, esfuerzo, sensibilidad y foco. Si se afirmara el liderazgo del ancianato, si los miembros fueran instruidos según las orientaciones de la Palabra, si los niños y los jóvenes fuesen apoyados, si se estructuraran bien los Grupos pequeños, si la comunidad estuviera comprometida con un servicio relevante, y si las Escrituras fueran abiertas al pueblo con propiedad, el sueño se volverá realidad, y la promesa de la venida de Cristo podrá cumplirse en esta generación. Hagamos nuestra parte en la obra del Señor.

Sobre el autor: editor de la revista Ministerio, edición de la CPB.


Referencias

[1] Barry D. Oliver, en Assembleias da Associação Geral de 1901 e 1903, Denis Fortin y Jerry Moon (orgs.) (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2018), p. 675.

[2] J. O. Corliss, “City Work”, The General Conference Bulletin, 21/4/1901, pp. 370-372.

[3] Ibíd., p. 372.

[4] Elena de White, El ministerio de la bondad (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2010), p. 117.

[5] Ibíd., pp. 117, 118.

[6] Corliss, p. 371.

[7] Ibíd., p. 370.

[8] White, El ministerio de curación (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2008), pp. 107, 108.

[9] White, Palabras de vida del gran Maestro (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2011), p. 245.

[10] Ver Wellington Barbosa, As Duas Faces do Ministério (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2020).

[11] White, “Ye are Laborers Together With God”, Review and Herald (2/9/1890).

[12] White, An Appeal to Ministers and Church Officers (Mountain View, CA: Pacific Press, 1908), p. 6.

[13] Jean-Luc Rolland, “Atos dos Apóstolos”, en Denis Fortin y Jerry Moon (orgs.), Enciclopédia Ellen G. White (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2018), p. 680.

[14] White, Los hechos de los apóstoles (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2009), pp. 433, 434.

[15] White, “Ye are laborers Together With God”.

[16] White, “Sabbath-school Duties in the Campmeeting and at Home”, Sabbath-School Worker, 1/7/1885.

[17] White, “The Responsabilities of Parents and Teachers”, Sabbath-School Worker, 1/4/1889.

[18] White, “Sabbath-school influences”, Sabbath-School Worker, 1/4/1886.

[19] White, Testimonies on Sabbath-School Work (Washington, D.C.: Review and Herald, 1900), p. 64.

[20] Ibíd., p. 92.

[21] White, Testimonios para la iglesia (Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 1998), t. 7, p. 24.

[22] Ibíd., p. 24.

[23] White, “Medical Missionary Work”, Review and Herald (17/12/1914).

[24] White, Testimonios para la Iglesia (Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 1998), t. 9, pp. 103, 104).

[25] White, “Evidences of discipleship”, Review and Herald (4/2/1904).