Reflexiones sobre los fundamentos teológicos del ministerio adventista
Estudios realizados sobre un universo de ministros de diferentes confesiones muestran que los pastores deben atender un número creciente de demandas. Por un lado, están los desafíos internos relacionados con situaciones del contexto eclesiástico. Por otro lado, existen presiones externas que tienen que ver con las múltiples amenazas que resultan de las ideologías que moldean la sociedad occidental.
Estas encuestas presentan una paradoja sorprendente.[1] En ellas puede verse que los pastores están convencidos del papel esencial que desempeñan en el avance del Reino de Dios. Sin embargo, en muchos aspectos, los ministros parecen asimilar los valores de una sociedad en permanente proceso de reconstrucción y que se está alejando gradualmente de sus raíces cristianas. El resultado es la pérdida de influencia, tanto de las iglesias como del ministerio pastoral.[2]
El panorama parece volverse más complejo al observar que muchos pastores no conocen el fundamento bíblico del pastorado.[3] Sin una clara teología del ministerio que les permita comprender lo que se espera de ellos, quedan expuestos a copiar modelos ministeriales forjados por presiones culturales o por expectativas confesionales.
Fundamentos del liderazgo pastoral
La mayoría de los esfuerzos para identificar un modelo bíblico de liderazgo pastoral destaca el modelo del liderazgo de servicio.[4] Diferentes autores han concluido que el liderazgo practicado por Jesús es la mayor contribución de la Biblia en relación con este tema.[5] Sin embargo, otros estudios[6] sugieren que el lenguaje metafórico del cuidado pastoral que se encuentra en las Escrituras apunta a un modelo de liderazgo que alcanza su clímax en la encarnación de Cristo, “el Buen Pastor” (Juan 10:14), y alcanzará su consumación final con el establecimiento escatológico del Reino de Dios (Miq. 5:4).
En el Antiguo Testamento se destacan los siguientes conceptos sobre liderazgo pastoral: (1) Dios es el verdadero Pastor de su pueblo (Gén. 48:16; Sal. 23:1; 80:1); (2) el Señor cuida pastoralmente de su pueblo a través de instrumentos humanos escogidos por él;[7] (3) las funciones pastorales principales incluyen protección, alimentación adecuada y manejo del rebaño; (4) Moisés y David son ejemplos del tipo de liderazgo pastoral que Dios desea para su pueblo (Sal. 77:20; Isa. 63:11-14; Sal. 78:70-72); (5) la infidelidad de los pastores fue la principal causa del fracaso de Israel en el cumplimiento de su misión; y (6) el Señor promete enviar un Pastor ideal, responsable por restaurar el liderazgo pastoral (Jer. 3:15; 23:1-6; Eze. 34:1- 31; Miq. 5:1-9; Zac. 11:4–13:9).
Beatrix Pias afirmó que, dada la riqueza de la tarea cotidiana del pastor, esta “se convirtió en la principal metáfora para representar a los líderes, e incluso al mismo Dios, en la Biblia. Tanto a los dirigentes de Israel como al propio Dios se los representa como pastores de su rebaño/pueblo”.[8] Incluso indicó que el uso de la metáfora del pastor y de sus ovejas en el AT “introduce una teoría completa de gobierno y poder. Pero el poder debe ser utilizado con espíritu de servicio”.[9]
En el Nuevo Testamento, el concepto de liderazgo pastoral alcanza su clímax con la encarnación del Hijo de Dios. Según los evangelios sinópticos, Jesús es el Pastor mesiánico prometido por los profetas del Antiguo Testamento, que cuida su rebaño de manera integral y solícita. Juan presenta a Cristo como el Buen Pastor que se sacrifica por sus ovejas y está interesado en alcanzar a las que todavía no son parte de su redil (Juan 1:11-16). Al final de este Evangelio, Jesús delega la función pastoral en sus apóstoles, que de este modo se convierten en sus representantes (Juan 21:15-19).
Después de la ascensión de Cristo, los apóstoles asumieron la responsabilidad de conducir la naciente iglesia. Siguiendo el modelo del Maestro, fueron llenos del Espíritu Santo y condujeron a los primeros cristianos a la misma experiencia (Hech. 1:6- 8). En el período apostólico, tanto Pedro (Hech. 1-6, 10-12) como Pablo (Hech. 9:13- 28) se destacaron como modelos de ministerio pastoral. Es evidente la importancia que asignaron a la práctica de la oración y la predicación de la Palabra; como resultado de estos esfuerzos, la iglesia creció exponencialmente (Hech. 6:7; 9:31; 11:21; 16:5).
De un modo especial, el ministerio apostólico de Pablo consolidó un paradigma ministerial enfocado en el cumplimiento de la misión mundial. Los pioneros del Movimiento Adventista así lo entendieron y, en armonía con los consejos de Elena de White, desarrollaron un modelo pastoral basado en el ejemplo paulino.[10] Esta clara visión del ministerio contribuyó directamente a que, en pocas décadas, el pequeño Movimiento Adventista sabatista se convirtiera en una iglesia mundial.
Ministerio pastoral adventista
Un examen cuidadoso de los escritos de Elena de White y de los pioneros adventistas sugiere que el ministerio apostólico sirvió como paradigma del ministerio adventista en los inicios. Al comentar 2 Corintios 3, relacionando el ministerio pastoral con el apostolado, Elena de White escribió: “La conversión de los pecadores y su santificación por la verdad es la prueba más poderosa que un ministro puede tener de que Dios lo ha llamado al ministerio. La evidencia de su apostolado está escrita en los corazones de sus conversos y atestiguada por sus vidas renovadas. Cristo se forma en ellos como la esperanza de gloria (Col. 1:27; Gál. 4:19). Un ministro se fortalece grandemente por estas pruebas de su ministerio”.[11]
Luego, presentó la experiencia ministerial de Pablo como un referente para el ministerio pastoral adventista: “Lo que la iglesia necesita en estos días de peligro es un ejército de obreros que, como Pablo, se hayan educado para ser útiles, tengan una experiencia profunda en las cosas de Dios, y estén llenos de fervor y celo. Se necesitan hombres santificados y abnegados, hombres que no esquiven las pruebas y la responsabilidad; hombres valientes y veraces; hombres en cuyos corazones Cristo constituya la ‘esperanza de gloria’ (Col. 1:27), y quienes, con los labios tocados por el fuego santo, prediquen la Palabra (2 Tim. 4:2). Por carecer de tales obreros, la causa de Dios languidece, y errores fatales, cual veneno mortífero, corrompen la moral y agostan las esperanzas de una gran parte de la raza humana”.[12]
Este paradigma de ministerio apostólico que se encuentra en los escritos de Elena de White fue apoyado por los dirigentes de la iglesia de su época. Arthur Daniells, entonces presidente de la Asociación General, era un firme defensor de este modelo. Él declaró: “En el registro del Nuevo Testamento, encontramos que Jesús abolió el sacerdocio. Con su muerte puso fin al sacerdocio del antiguo Pacto, pero hizo preparativos para esto antes de su muerte, estableciendo el ministerio al seleccionar a los apóstoles. Él escogió y ordenó a los primeros ministros de la nueva dispensación. […] Desde ese momento hasta ahora, hombres han sido elegidos por Dios con el fin de suceder a los apóstoles para representar a su iglesia y emprender la obra de proclamar el evangelio del Reino de Dios en este mundo”.[13]
En un estudio sobre el desarrollo histórico de la comprensión adventista del ministerio pastoral entre 1844 y 1915, Wellington Barbosa resumió la posición adventista predominante durante los años en que el Adventismo pasó de ser un pequeño movimiento local a ser una iglesia mundial. Durante este período, se creía que “los ministros debían adoptar un modelo apostólico de pastoreo, plantando iglesias, educando a los miembros en asuntos espirituales, desarrollando planes misioneros y manteniendo una línea de supervisión que atendiera a las congregaciones. En cuanto al ancianato, se los consideraba pastores locales, representantes de la iglesia y responsables por el desempeño misionero de la congregación”.[14]
Por lo tanto, parece razonable estar de acuerdo con Russell Burrill cuando afirma que, “aparentemente, la organización de la Iglesia Adventista como un movimiento laico, sin pastores fijos, no fue un accidente o un arreglo temporal debido al tamaño de la iglesia, sino un esfuerzo teológico deliberado para volver a la eclesiología misional del Nuevo Testamento”.[15]
Conclusión
Actualmente, el ministerio pastoral enfrenta desafíos sin precedentes. En este escenario, es fundamental desarrollar una práctica ministerial que se fundamente en una sólida teología bíblica. Las Escrituras presentan a Dios como el Pastor divino que conduce a su pueblo por medio de pastores humanos. Este modelo alcanza su clímax en Jesús, el Buen Pastor, y se lo puede ver, de manera especial, en el ministerio de Pablo.
Los pioneros adventistas y Elena de White abrazaron y promovieron este modelo de liderazgo pastoral y consideraron estos conceptos como un factor determinante para cumplir la misión mundial. Al considerar el tiempo profético en el que vivimos, haríamos bien en fortalecer este modelo bíblico de liderazgo pastoral orientado hacia la finalización de la obra.
Sobre el autor: director de la Facultad de Teología de la Universidad Peruana Unión.
Referencias
[1] Instituto Barna, The State of Pastors (California: Barna Group, 2017), p. 115; Roger L. Dudley y Petr Cincala, The Adventist Pastor: A World Survey (Berrien Springs, MI: The Institute of Church Ministry, 2013), p. 26.
[2] Barna, p. 107. Según este estudio, uno de los mayores desafíos del ministerio pastoral es el “peligro de la irrelevancia”. Esta frase describe un escenario en el que la sociedad occidental está cada vez más indiferente a las opiniones u orientaciones de los pastores.
[3] Andrew Purves, Pastoral Theology in the Classical Tradition (Louisville, KY: Westminster John Knox, 2001), p. 5; James F. Stitzinger, “Pastoral Ministry in History”, en Rediscovering Pastoral Ministry: Shaping Contemporary Ministry with Biblical Mandates, John MacArthur, Richard L. Mayhue y Robert L. Thomas (orgs.) (Dallas, TX: Word, 1995), p. 36; James W. Thompson, Pastoral Ministry According to Paul: A Biblical Vision (Grand Rapids, MI: Baker, 2006), p. 7.
[4] Walter Alaña, “Componentes esenciales del perfil del pastor adventista en el contexto del siglo XXI” (disertación de maestría, Universidad Peruana Unión, 2018). Disponible en link.cpb.com.br/3872c5
[5] Don N. Howell Jr., Servant of the Servant: A Biblical Theology of Leadership (Eugene, OR: Wipf & Stock Publishers, 2003); Skip Bell (org.), Servants & Friends: A Biblical Theology of Leadership (Berrien Spring, MI: Andrews University Press, 2014).
[6] Timothy S. Laniak, Sheperds After My Own Heart: Pastoral Traditions and Leadership in the Bible (Downer Grove, IL: IVP, 2006); Timothy Z. Witmer, The Shepherd Leader (NJ: P&R, 2010).
[7] Tremper Longman III, Jeremiah, Lamentation, Understanding the Bible Commentary Series (Grand Rapids, MI: BakerBooks, 2008), p. 306.
[8] Beatrix Thomasia Pias Kahlasi, Jesus as the Good Sheperd in John’s Gospel (disertación de maestría, Facultad de Teología de la Universidad Católica Portuguesa, 2015), p. 12.
[9] Íbid., p. 18.
[10] Wellington Barbosa, As Duas Faces do Ministério: O Papel do Pastor e do Ancião nos Escritos de Ellen White (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2020).
[11] Elena de White, Los hechos de los apóstoles (Florida, Bs. As.: ACES, 2009), p. 270.
[12] Ibíd., pp. 418, 419.
[13] Arthur G. Daniells, The Church and Ministry (Silver Spring, MA: General Conference Ministerial Association, s/d), p. 21.
[14] Wellington V. Barbosa, “O Papel do Ministro e do Ancião no Cumprimento da Missão Adventista: 1884-1915” (tesis de maestría, UnASP, 2015), resumen.
[15] Russell C. Burrill, Recovering an Adventist Approach to the Life & Mission of the Local Church (Fallbrook, CA: Hart Books, 1998), p. 153.