Uno de los deberes del ministro del Evangelio es ungir a los enfermos y orar por ellos. La Biblia declara: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. (Sant. 5:14- 16.)
El acto del ungimiento, en el cual se ora por el enfermo, es una ocasión sumamente solemne y no debería ser hecho sin reflexión y preparación cuidadosa. “En la Palabra de Dios encontramos instrucción respecto a la oración especial para el restablecimiento de los enfermos. Pero el acto de elevar tal oración es un acto solemnísimo, y no se debe participar de él sin la debida consideración. En muchos casos en que se ora por la curación de algún enfermo, lo que llamamos fe no es más que presunción” (El Ministerio de Curación, pág. 173).
La inspiración no nos informa acerca de los detalles de este rito significativo, pero es deseable que todos los ministros sigan el mismo procedimiento. Esperamos que las siguientes sugerencias puedan ayudar, puesto que reúnen la experiencia de varios ministros.
Algunos principios básicos
Cierto joven ministro, en su primer distrito, fue llamado para ungir a una señora que estaba sufriendo de un ataque agudo a la vesícula. Ella declaró enfáticamente: “Pastor, no voy al médico porque eso sería negar la fe en Dios”. ¿Debería ir al médico o tomar remedios una persona que ha pedido una oración especial, una vez que su caso ha sido puesto en las manos de Dios por los ancianos de la iglesia? La sierva del Señor nos da un consejo inspirado: “Los que buscan la salud por medio de la oración no deben dejar de hacer uso de los remedios puestos a su alcance. Hacer uso de los agentes curativos que Dios ha suministrado para aliviar el dolor y para ayudar a la naturaleza en su obra restauradora no es negar nuestra fe. No lo es tampoco el cooperar con Dios y ponernos en la condición más favorable para recuperar la salud. Dios nos ha facultado para que conozcamos las leyes de la vida. Este conocimiento ha sido puesto a nuestro alcance para que lo usemos. Debemos aprovechar toda facilidad para la restauración de la salud, sacando todas las ventajas posibles y trabajando en armonía con las leyes naturales” (Id., pág. 177).
Es el enfermo el que debe tomar la iniciativa de pedir el servicio de ungimiento. Santiago dice: “Llame a los ancianos de la iglesia”. Esta indicación debe seguirse literalmente, por lo tanto los ministros y parientes no deben asumir la responsabilidad de imponer el servicio. El pedido debe salir de la persona que desea el ungimiento. Podrá hacerse una excepción a esta regla en los casos en que la persona esté tan enferma que no esté en condiciones de hablar para pedir que vengan los pastores, o cuando esté inconsciente.
En general hay acuerdo entre los ministros de experiencia en cuanto a que la unción se realice sólo por enfermedades graves. Algunos miembros de iglesia, cuando después del ungimiento no obtienen curación inmediata, piden a otros ministros que los unjan. Piensan que cuanto mayor sea el número de unciones que reciban, mayores posibilidades tienen de recuperarse. Una práctica tal degrada este solemne servicio. Los ministros de las iglesias vecinas o de la asociación deben guardarse de aceptar tales pedidos antes de consultar al pastor de la iglesia de la cual es miembro el enfermo. Esto es una cuestión de ética.
El problema de ungir a personas que no son miembros de iglesia ha preocupado a muchos ministros serios. Algunos piensan que esta ceremonia debe realizarse sólo para los que tienen sus nombres en el libro de la iglesia. Hay algunas excepciones, pero sería más consecuente con las enseñanzas de la Biblia que el ministro orase por las personas de fuera de la iglesia en vez de realizar por ellas el servicio del ungimiento.
La visita previa
Antes de realizar la ceremonia, es necesario conversar seriamente con el paciente. Para que la unción tenga significado, esta visita previa debe hacerse varias horas antes de que los pastores vengan juntos para aplicar el óleo. Así la persona tendrá tiempo para comprender el significado de lo que se hará. Tendrá tiempo para examinar verdaderamente su corazón. En caso de una enfermedad crítica, la visita anticipada podrá abreviarse.
Para esta explicación del significado y la solemnidad de la ceremonia de unción son de gran ayuda las citas escogidas de la Sra. de White que se hallan en el capítulo titulado: “La Oración por los Enfermos’’, del libro El Ministerio de Curación.
La Biblia presenta un requisito previo para la unción: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Sant. 5:16). Esto significa que el paciente debe escudriñar su propio corazón. Debe preguntarse: “¿Está todo arreglado entre mí y Dios?” Escribió David: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal. 66:18). Esto no significa que el ministro debe asumir el papel de “confesor”. Al contrario, está ayudando a esa persona en angustia física a encontrarse consigo misma y procura crear una atmósfera que la ayude a comprenderse.
“Al que solicita que se ore por él, dígasele más o menos lo siguiente: ‘No podemos leer en el corazón, ni conocer los secretos de tu vida. Dios y sólo tú los conocéis. Si te arrepientes de tus pecados, deber tuyo es confesarlos. El pecado de carácter privado debe confesarse a Cristo, único mediador entre Dios y el hombre. Pues ‘si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo’ (1 Juan 2:1). Todo pecado es ofensa hecha a Dios, y se lo ha de confesar por medio de Cristo. Todo pecado cometido abiertamente debe confesarse abiertamente. El mal hecho al prójimo debe subsanarse ofreciendo reparación al perjudicado… Cuando el mal quedó subsanado, podemos con fe tranquila presentar a Dios las necesidades del enfermo, según lo indique el Espíritu Santo. Dios conoce a cada cual por nombre y cuida de él como si no hubiera nadie más en el mundo por quien entregara a su Hijo amado” (Id., pág. 174).
Es prudente concluir esta entrevista con una oración. Se le puede pedir al paciente que ore pidiéndole a Dios que lo ayude a ver todo lo que en su vida pueda impedirle recibir las bendiciones espirituales deseadas. Entre el momento de la visita previa y la ceremonia de unción, el enfermo debe hacer un examen de conciencia. La entrevista termina con una oración del ministro pidiendo a Dios que dirija a la persona enferma a una real experiencia con Cristo.
La ceremonia de ungimiento
La Biblia enseña que los cristianos que están enfermos deben llamar a los ancianos de la iglesia. Dos o tres pastores de la asociación o el pastor de la iglesia local con los ancianos deben efectuar el ungimiento. Es conveniente pedir al enfermo en la entrevista anterior que diga quién desea que realice la ceremonia especial de oración. Los escogidos deberán ser hombres de visión espiritual y poderosos en la oración.
Es bueno notificar a la enfermera de turno (si se trata de un hospital) que se realizará el servicio. En los sanatorios adventistas, por lo general, hay disposición a cambiar al enfermo a una habitación privada. En el caso de haber otro enfermo en el cuarto, debe colocarse una cortina a fin de lograr el mayor aislamiento posible. Cuando los pastores entren en el cuarto, deben permanecer todos del mismo lado del lecho del enfermo, de modo que éste pueda verlos con facilidad. Es difícil y doloroso para una persona enferma tener que girar la cabeza de izquierda a derecha para conversar con las personas que están en el cuarto.
Es importante que la ceremonia sea sencilla y corta. Después de los saludos y la introducción, el ministro debe preguntar al enfermo si hay alguna cosa en su vida que pueda impedir las bendiciones del Señor. (Recuerde el pastor que ya estuvo anteriormente con él y le habló del significado de la ceremonia). Será apropiado, en este momento, leer las promesas de la Biblia en Santiago 5:14-16.
Los pastores que acompañan al que acaba de hablar, orarán entonces. Estas oraciones deben ser cortas y apropiadas. Se nos advierte: “Al orar por los enfermos debemos recordar que ‘no sabemos orar como se debe’ (Romanos 8:26, VM). No sabemos si el beneficio que deseamos es el que más conviene. Por tanto, nuestras oraciones deben incluir este pensamiento: ‘Señor, tú conoces todo secreto del alma. Conoces también a estas personas. Su Abogado, el Señor Jesús, dio su vida por ellas. Su amor hacia ellas es mayor de lo que puede ser el nuestro. Por consiguiente, si esto puede redundar en beneficio de tu gloria y de estos pacientes, pedírnoste, en nombre de Jesús, que les devuelvas la salud. Si no es tu voluntad que así sea, te pedimos que tu gracia los consuele, y que tu presencia los sostenga, en sus padecimientos” (Id., pág. 175).
La persona que va a practicar el ungimiento (generalmente el pastor) pronunciará la oración final. Esta oración es muy seria. Se nos ha dicho: “Nuestras peticiones no deben cobrar forma de órdenes, sino de una intercesión para que él haga las cosas que deseamos que haga” (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 213). “Me fue mostrado que, en caso de enfermedad, cuando está expedito el camino para ofrecer oración por el enfermo, el caso debe ser confiado al Señor con fe serena, y no con tempestuosa excitación. Sólo él conoce la vida pasada de la persona, y sabe cuál será su futuro” (Id., pág. 211, 212).
Cerca del fin de la oración, el ministro aplicará el óleo. Debe asegurarse de que el aceite de oliva que usa no está rancio. Puede ser derramado levemente en la frente cerca del nacimiento del cabello (apenas unas pocas gotas) y extendido con el dedo sobre la frente y las sienes. Debe entenderse que no hay propiedades curativas en el óleo, sino que es un símbolo del Espíritu Santo (ver Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 388). Al orar por el enfermo, tenemos; el poder del Espíritu Santo para asistirlo en su curación y consuelo.
Los pastores pueden arrodillarse durante la oración, cuando el enfermo está en una cama baja, o que puede ser bajada. De lo contrario, si la cama es alta, es mejor que permanezcan de pie. Muchas veces se hace la pregunta acerca de si otros, además de los pastores, pueden estar presentes durante la ceremonia. Muchos ministros permiten al cónyuge o a un pariente allegado estar presente. Ellos generalmente quedan a un lado de la cama, frente a los pastores y hacia los pies del lecho.
Los resultados del ungimiento
La promesa bíblica dice: “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Sant. 5:15). El primer beneficio del ungimiento es que el enfermo acepta el perdón y las bendiciones de Dios. En el proceso de escudriñar el corazón, “si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”. Es privilegio del ministro señalarle a Cristo al que está sufriendo. La crisis de la enfermedad puede dirigir a alguno a la fuente de perdón. Muchas personas han sido llevadas, en el hospital, a una completa entrega a Cristo.
El interés de muchas personas es la curación física. ¿Es posible tal curación? Hay muchos que pueden testificar afirmativamente. El ministro debe comprender que no todos los casos son iguales en el cumplimiento de la promesa “el Señor lo levantará”. Algunos son curados instantáneamente, otros son curados después de un período de tiempo, y otros habrán de descansar en sus tumbas hasta el día de la resurrección.
La inspiración declara: “Todos deseamos una respuesta inmediata a nuestras oraciones, y somos tentados a desanimarnos si nuestras oraciones no son contestadas inmediatamente. La experiencia me ha enseñado que éste es un gran error. La demora está para nuestro propio beneficio. Tenemos la oportunidad de ver si nuestra fe es verdadera y sincera, o inconstante como las ondas de la mar. Debemos atarnos al altar con las fuertes cuerdas de la fe y el amor, y dejar que la paciencia haga su obra perfecta. La fe se fortalece con el continuo ejercicio” (Counsels on Health, págs. 380, 381).
“Hay casos en que Dios obra con toda decisión con su poder divino en la restauración de la salud. Pero no todos los enfermos curan. A muchos se les deja dormir en Jesús. A Juan, en la isla de Patmos, se le mandó que escribiera: ‘Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen’ (Apoc. 14:13). De esto se desprende que, aunque haya quienes no recobren la salud no hay que considerarlos faltos de fe” (El Ministerio de Curación, pág. 176).
Hay poder en la oración, y es un privilegio real para el ministro del evangelio conducir al doliente grave a mirar a Jesús, el gran Médico. Cuán animadoras son las palabras: “La oración eficaz del justo puede mucho” (Sant. 5:16, úp.).