Cómo manejar los fantasmas psicológicos y familiares que influyen en la decisión de llegar a ser pastor

El llamamiento al ministerio, a semejanza de la encamación, implica una combinación misteriosa de palabra y carne. Aunque probablemente la mayoría de los pastores no podría referir una historia de cómo fueron cegados sus ojos por una luz proveniente del cielo o sus labios tocados por una brasa sacada del altar que está delante del trono de Dios, se consuela con saber que tiene algo en común con Pablo o Isaías. Su decisión de entrar en el ministerio no fue simplemente el resultado pragmático de un test vocacional. Fue más bien una respuesta a un llamamiento de Dios.

Hay, sin embargo, un elemento humano en el llamamiento al ministerio, una colección rara vez reconocida de “fantasmas” que pueden acompañar al pastor en su camino tanto hacia el estudio como hacia el púlpito. Estos son los fantasmas de los papeles familiares que aprendimos en la infancia, de las expectativas de los padres, de los conflictos familiares no resueltos y de los profundos anhelos emocionales que claman pidiendo satisfacción. Estos fantasmas, firmemente afrontados y correctamente manejados, pueden ayudar a los pastores a ser mas humanos, a desarrollar compasión, y a dar al ministerio de un individuo su forma única y singular. Pero si se les deja seguir su dinámica natural, pueden también atormentar al ministro, minar su efectividad, desmoralizarlo, e incluso, sabotear su carrera ministerial. Son, con frecuencia, los silenciosos espectros que están detrás del agotamiento nervioso del pastor, la depresión y el sufrimiento emocional crónicos, y todo tipo de comportamientos extraños y autodestructivos que han expulsado a muchos pastores de sus púlpitos.

Desde la perspectiva complementaria de un psicólogo y un pastor activo, nos hemos mantenido en estrecho contacto con los diversos problemas que afectan a los ministros. Al escuchar las experiencias de incontables pastores que sufren, hemos llegado a convencemos cada vez más de cómo las fuerzas familiares ocultas del pasado afectan al ministerio actual, j

La senda que conduce al ministerio: fantasmas del pasado

A continuación están siete “caminos comunes que conducen al púlpito”. Los mismos encaman algunos de los asuntos psicológicos y familiares que influyen la decisión de llegar a ser pastor; independientemente de su origen, Dios puede transformar esta decisión para utilizarla en su causa

1. El héroe familiar.

Donaldo, realizador brillante y bien dotado, estaba profundamente tenso porque sus esfuerzos por conducir a la armonía a la dividida iglesia que pastoreaba resultaban inútiles.

En un punto particularmente doloroso del conflicto en la iglesia fue claramente consciente de que estaba experimentando las mismas emociones que había sentido en su niñez cierta vez que sus padres habían peleado. Él había esperado que sus esfuerzos por reconciliar a sus padres lograrían mantener unida a la familia y alejaría la nube de la vergüenza. Cuando sus padres se divorciaron, sintió una profunda sensación de fracaso personal.

Los pastores que han desempeñado el papel de héroes o mesías familiares durante la etapa del crecimiento pueden haber sido grandes realizadores que hicieron que sus padres se enorgullecieran de ellos. Es posible que hayan funcionado como terapeutas de la familia, que calmaban las tormentas e inconscientemente se esforzaban por unir a las personas. En algún momento pueden haber descubierto que el ministerio era una forma de hacer una carrera a partir del rol mesiánico que desempeñaron en el seno familiar. Tanto el aplauso como la sensación de presión que experimentaron con sus familias los llevaron consigo al ministerio.

Para tales héroes familiares el ministerio puede llegar a ser una auténtica carga. Congregaciones veleidosas pueden retirarle su devoción, dejando al héroe de antaño con una sensación de desolación. Rescatar a todas las personas que sufren en una congregación puede ser una carga aplastante e imposible de llevar. Los héroes familiares tienden a menudo a sobrecargarse de funciones, asumiendo toda carga posible en la iglesia. Sienten agudamente toda falta de aprecio de parte de sus miembros y son especialmente proclives al agotamiento nervioso.

2. La conversión dramática.

La juventud de Carlos estuvo saturada de carros deportivos y veloces, mujeres, alcohol, y algunas drogas. A los 19 años aceptó a Cristo. El cambio en su vida fue dramático. Se unió a una iglesia evangélica local, pasaba muchas horas estudiando la Biblia, y se involucró activamente en la testificación. Pronto llegó a la convicción de que Dios lo estaba llamando al ministerio y se preparó en el seminario. Su cálida personalidad, su carisma, su estilo personal ágil conquistaron a sus dos primeras congregaciones. Pero durante su tercer pastorado, ya para entonces tenía cerca de cuarenta años, se dio cuenta que algo faltaba en su vida. Mucho de lo que se le exigía como ministro lo sentía como una carga y lo consideraba artificial.

Una experiencia dramática de conversión a menudo estimula la decisión de llegar a ser un ministro. Pero este tipo de pastores muchas veces se mete en problemas cuando el encanto de la experiencia de su conversión inicial se disipa. Es posible que dedique muchos años al ministerio pastoral luchando con un insistente sentido de desequilibrio que en algún momento puede provocar una crisis.

3. Las luces del escenario.

José entró al ministerio pastoral después de haber sido músico evangélico. Conocía muy bien las luces del escenario, pues había viajado extensamente de iglesia en iglesia como niño cantor. Muchos de aquellos que le habían oído cantar en su juventud se habían deleitado con su maravillosa voz, su capacidad histriónica, y su sincero amor por el Señor. Muy a menudo le insinuaron la idea de ser un ministro.

Como músico evangélico, y después como pastor de iglesia, José pudo vivir la experiencia de su niñez de ser la figura principal del escenario. Le encantaba la respuesta entusiasta de la congregación. Pero en el momento en que los reforzadores positivos de sus emociones no llegaban, luchaba con la depresión y con frecuencia ponía en operación su carisma para reafirmar su yo.

Los pastores que crecieron ante las candilejas muchas veces son ejecutores muy bien dotados y líderes carismáticos. Muchos de ellos se esfuerzan por obtener un alto nivel de lealtad de parte de sus congregaciones, y muchos son líderes efectivos. Pero algunos llegan a ser excesivamente dependientes de la aprobación de la congregación. Otros tienen la tendencia a confiar más en el encanto personal que en el buen sentido. Otros se vuelven controladores, manipuladores, e incluso seductores. Este sendero puede conducir a un estilo narcisista y sediento de poder. Muchas de las bajas producidas entre los pastores por violaciones a las normas sexuales ocurren entre los pastores que caen dentro de estos patrones.

4. La expiación perfecta.

Miguel había luchado con la pornografía desde su adolescencia. Trataba en vano de controlar su deseo de leer literatura sexualmente explícita. Finalmente hizo un trato con Dios, prometiéndole llegar a ser pastor si le daba la victoria sobre este problema. El trato funcionó durante varios años, hasta que se vio obligado a separarse de su esposa durante dos meses por la enfermedad de la madre de ella. Fue entonces cuando cedió a la tentación de la pornografía. El resultado fue una terrible depresión y una sensación de crisis en cuanto a su llamado al ministerio.

Algunas veces una persona entra en el ministerio llevando a cuestas el trasfondo de dolorosas luchas personales e incluso desgracias familiares como la infidelidad paternal. Estas personas perciben su entrada en el ministerio — a veces inconscientemente — como una forma de ganar el favor de Dios e incluso su poder para vencer su vergüenza personal. El ministerio puede verse incluso como una ofrenda, ya sea personal o familiar, como la oportunidad de reemplazar a una persona que trajo desgracia a la familia con alguien que producirá brillo y esplendor y hará expiación ante el mundo observador.

Los pastores que tienen esta motivación para enrolarse en el ministerio pueden cegarse a sí mismos frente a sus propias debilidades y volverse duros e implacables con los pecados de otros. Algunos, a medida que sus problemas no resueltos con el pecado aumentan, pueden luchar con la ira, sintiendo que Dios no ha cumplido su parte del compromiso.

6. El cónyuge substituto.

El padre de Enrique, como muchos otros hombres, con frecuencia era reservado, poco comunicativo, y totalmente desinteresado en la religión o en las artes. Rara vez expresaba sus afectos, y su estilo indiferente dejaba a su esposa hambrienta de afecto. A medida que Enrique crecía, se vio claramente que poseía muchos rasgos de los cuales carecía su padre. Era expresivo, interesado en los demás, creativo, y profundamente espiritual. Se volvió cada día más importante para su mamá. Ella encontró en él la realización emocional que anhelaba tan desesperadamente y que no recibía de su esposo. Enrique llegó a ser un ministro. Las mismas cualidades que habían sido tan apetecibles para su madre fueron apreciadas por la congregación.

Algunos pastores pueden describirse como “la clase de hombre que mamá hubiera deseado que papá fuera”. Este rol de los adultos, colocado sobre los niños, puede crear una sensación de responsabilidad muy precoz, así como una notable inclinación a servir a otros. Puede también conducir a estas personas a encamar rasgos de carácter menudo con el sexo opuesto  — el sexo de quien lo utilizó como cónyuge substituto.

Estas personas pueden traer al ministerio recursos que los hacen más efectivos que un individuo cuyo género sea estereotipado. Pero también pueden experimentar una sensación de desequilibrio personal. Es posible que tales pastores luchen en su intimidad con un sentimiento de alienación frente a los compañeros del mismo sexo o de su propia sexualidad. Algunos tendrán un profundo deseo de ser simplemente “uno de los muchachos”. Otros buscaran un mentor del mismo sexo, mientras que algunos más pueden tener una vena oculta de ira contra miembros del sexo opuesto que afecta sus relaciones personales y también con la congregación. Algunas luchas con la tentación sexual pueden estar relacionadas con este problema.

6. El manto familiar.

Roberto, cuya familia extendida incluía varios pastores, fue dedicado por su madre para ser pastor desde el momento de nacer. Nada indicaba en su niñez o en su juventud que tuviera un gran potencial para el ministerio. Pero con mucha fidelidad terminó toda su educación en el seminario y entró al ministerio. El cumplió el destino que su familia le había asignado, aun cuando en su corazón anhelaba ser instructor de golf.

Cuando se pide a los pastores que describan su árbol familiar, casi siempre se encuentra la presencia de una “persona santa”, como un pastor o un sacerdote, en todas las generaciones cuyos registros existen. Algunas veces el “llamamiento” viene poco después de la muerte, la jubilación o el fracaso vocacional de un líder espiritual de una generación previa. Otras profesiones pueden pasar de una generación a otra, pero con el ministerio habrá un problema especial a causa del aura espiritual que está ligada con el manto pastoral. Lo que se con­sidera como llamamiento de Dios es probable que tenga que ver más con las necesidades y expectativas de la familia que con los deseos y aptitudes del individuo. El manto puesto sobre él puede llegar a ser un sudario mortal que sofoque la vitalidad personal y profesional.

Confrontar a los fantasmas

Los pastores que luchan con una crisis en su llamamiento pueden encontrar muchas veces sanidad emocional y una sensación de que los propósitos y las satisfacciones se han renovado al enfrentar “los fantasmas del pasado”. Los siguientes pasos pueden facilitar este proceso restaurador.

1. Vaya a su casa y hágale frente a sus “fantasmas”. Los pastores que buscan liberación de sus fantasmas familiares deben “volver al hogar de nuevo”. La vuelta al hogar, en este caso, significa reconectarlo con la energía emocional de las fuerzas familiares que han impactado la decisión de llegar a ser pastor. Puede significar una visita al hogar, escribir cartas, o pasar tiempo con el álbum familiar y los registros históricos de la familia. Puede significar también revisar el árbol genealógico de la familia, para encontrar patrones en medio de la aparentemente rara interacción de roles y responsabilidades.

Pedimos a los pastores que intentan este tipo de “vuelta al hogar” que estudien los temas más importantes del drama familiar. Todos los tipos de familia se caracterizan por poseer patrones predecibles de interacción emocional que se repiten en las subsecuentes generaciones. Estos patrones son tan notablemente elásticos, que ni siquiera la infusión de sangre nueva puede cambiarlos. Las luchas, los papeles, las batallas dramáticas, los fracasos y los éxitos vuelven a repetirse. La religión en general y las decisiones de entrar al servicio religioso denominacional en particular, con frecuencia desempeñan una función clave en los dramas familiares. El objetivo de esta “vuelta al hogar” es ayudar a los pastores a incrementar su nivel de auto-conciencia y llegar a ser expertos en el reconocimiento de sus propios fantasmas.

2. Practique un nuevo papel en su familia. La persona que está inmersa en un rol predecible en la familia y no puede librarse de él, es posible que reviva esa misma experiencia en el ministerio. Los pastores que pueden redefinirse a ellos mismos y obtener mayor flexibilidad dentro de la familia que los formó, es posible que experimenten más libertad en el ministerio. Un pastor fue alentado a volver a una reunión familiar y “reencontrarse con su propio problema”. Terminó pidiendo consejo a los sorprendidos miembros de la familia que estaban acostumbrados a recurrir a él en busca de consejo. Comenzó a dar a conocer algunas de sus propias luchas. Permitió que otros miembros de la familia dirigieran las oraciones familiares y el culto. Trató de pasar tiempo con varios miembros de la familia, pero se negó a adelantarse y desempeñar el rol de rescatador cuando se producía entre ellos un conflicto significativo. Hubo ocasiones cuando se encontró a sí mismo deslizándose en su vieja función familiar, pero pudo reconocerlo cuando ocurrió. El volvió a su iglesia sintiéndose más relajado, más real, y en paz con Dios y con el ministerio.

3. Desarrolle una identidad y una vida personal distinta de la de su congregación. Los ministros pueden volverse problemáticos porque las barreras entre la iglesia, la familia del pastor y el pastor como individuo, con frecuencia se han vuelto confusas. Los fantasmas del camino se vuelven más activos en las fronteras ambiguas. Muchos pastores descubren que su sentido de identidad personal está casi enteramente atado a su función como ministro.

El pastor que desarrolla recursos significativos de satisfacción e identidad que no involucran a la iglesia es, paradójicamente, más probable que disfrute más el ministerio y sea más efectivo. Un pastor que estaba anclado en el rol de superestrella fue grandemente beneficiado por un grupo de apoyo compuesto por personas que no temían desafiar su sentido de grandeza.

4. Desarrolle una vida espiritual “no profesional”. Siendo que la búsqueda espiritual es un rico nutriente para el desempeño profesional, el ministerio puede ser peligroso para la espiritualidad personal. Es difícil estudiar sencillamente la Biblia sin pensar en la forma en que un texto en particular pudiera desarrollarse para preparar un sermón. Los pastores aprenden a predicar, a orar, y a cumplir una variedad de funciones espirituales efectivamente aun cuando se estén sintiendo espiritualmente vacíos. Puede llegar a ser muy difícil saber dónde termina el rol profesional y dónde comienza la experiencia personal de uno con Dios. Una espiritualidad “profesionalizada” puede erosionar finalmente tanto la espiritualidad personal como el desempeño profesional.

5. Use la dinámica de la vida congregacional como catalizador para una mayor autodefinición. Las congregaciones pueden reflejar los más dolorosos conflictos que los pastores experimentaron en su vida familiar. Pero pueden proveer también un marco donde éstos aprendan a ser más asertivos y reaccionar menos ante los estímulos externos. La gente difícil, las expectativas poco realistas, y la intensa reactividad emocional que a menudo caracterizan la vida de la congregación pueden dejar emocionalmente exhausto a un pastor. Pero si éste usa la congregación como una oportunidad para aprender acerca de la forma en que la gente actúa, a fin de experimentar con nuevos estilos de respuesta, puede descubrir que es un marco a la medida para el crecimiento que tanto necesita para liberarse de los fantasmas que encuentra en el sendero.

6. Desarrollar razones prácticas que produzcan un sentido de autorrealización, para ser pastor, que sean diferentes de las sendas originales. Hay muchas razones para disfrutar del ministerio. Entre ellas está el deseo de trabajar con la gente, el amor a la enseñanza, o una preferencia por los horarios flexibles y los roles fluidos. Los pastores que reconocen estas razones poco espectaculares para disfrutar del ministerio a menudo experimentan una mayor sensación de paz espiritual y llamado divino. Aquellos que luchan perpetuamente para instilar en su ministerio un drama que consideren acorde con una conversión dinámica o con la gloria del reino, pueden ser más vulnerables al fracaso pastoral.

Algunos pastores que trabajan en función de los problemas suscitados por sus fantasmas llegan a la conclusión de que nunca podrán hacer suyo el ministerio. Ellos pueden salir sin una pesada nube de culpabilidad y fracaso. Pero la mayoría, según hemos observado, descubre una nueva libertad y sentido de realización en el ministerio a medida que se sacuden las misteriosas fuerzas que han contaminado su sentido de llamado.

Tanto la “palabra” como la “carne” del llamado pastoral pueden ser la oportunidad para que Dios obre. Correctamente entendidos, estos componentes pueden obrar juntos para equipar al individuo a fin de que pueda compartir las buenas nuevas del reino.

Sobre los autores: Calvin Thomsen, D. en Min., es pastor titular de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Vallejo Drive en Glendale, Ca. EUA.

Richard A. Blacbnon, Ph.D., es psicólogo clínico especializado en los ministros y sus familias. Vive y ejerce en Pasadena y Westlake Village,Ca., EUA.