Pasado, presente y futuro del colportaje y la ganancia de almas, conforme al plan de Dios, para la terminación de su obra en el tiempo del fin.

Origen divino de las publicaciones adventistas. Era el mes de noviembre de 1848. En la pequeña ciudad de Dorchester, Massachusetts. Elena de White, en sus tempranos años de casada, estaba de visita en casa de unos hermanos creyentes, cuando el Señor le dio una visión referente a la proclamación del mensaje del sellamiento y el deber de los hermanos de publicar la luz que habría de iluminar el sendero del naciente pueblo de Dios.[1]

Después de aquella visión, la sierva del Señor le dijo a su esposo: “Tengo un mensaje para ti. Has de comenzar a imprimir un pequeño periódico y enviarlo a la gente. Será pequeño al comienzo, pero a medida que la gente lo lea, te enviará medios con los cuales imprimir; y será un éxito desde el mismo principio. Se me ha mostrado que desde este pequeño comienzo saldrán rayos de luz que han de circuir el globo”.[2]

En aquellos días no había escuelas, academias, colegios o universidades adventistas como hoy. No había clínicas, sanatorios, hospitales ni centros médicos, como hoy. Tampoco había fábricas productoras de alimentos, lanchas y avionetas misioneras. Mucho menos programas de radio y televisión, pues ni siquiera se soñaba con la tecnología actual. Es más, no había pastores que recibieran un cheque mensual por llevar a cabo tareas pastorales. No existía aún la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Hay que recordar que la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día se organizó, posteriormente, en Battle Creeck, Michigan, en 1863.

El gran movimiento adventista, que empezó allá por el año de 1841, como resultado de la predicación de las profecías descubiertas por Guillermo Miller, se había desarrollado hasta alcanzar varias decenas de miles de creyentes, los cuales, al experimentar el gran chasco del 22 de octubre de 1844, sufrieron un impacto tan fuerte que se habían dispersado y desanimado, quedando no más de 3,000 creyentes diseminados por doquier.

Plan divino para las publicaciones adventistas

Este era el momento cuando el Señor, en su gran misericordia, habría de retomar el liderazgo de su pueblo, equipándolo con un plan dinámico y adecuado, que permitiera a cada creyente, no sólo desarrollar y consolidar su fe naciente y maltrecha, sino también proveerle un vehículo capaz de equipar a cada creyente para participar en la testificación y mantenerlo en una dependencia diaria y constante del Espíritu Santo, que lo habría de preparar para recibir al Señor en gloria y majestad. Con cuánta certeza Elena de White escribió: “Debidamente desempeñada, la obra del colportor es una obra misionera del más elevado carácter, y para presentar a las gentes las verdades importantes para nuestros tiempos no se puede emplear método mejor ni más afortunado”.[3] “Dios ha ordenado el colportaje como un medio de presentar a la gente la luz contenida en nuestros libros, y los colportores deben comprender cuán indispensable es presentar al mundo tan pronto como sea posible, los libros necesarios para su educación e ilustración espiritual”.[4]

No pocos fieles adventistas han malentendido el plan de Dios para este tiempo. Han creído que el colportaje es una obra diseñada para unos pocos que tienen la habilidad de vender, y hasta los hay quienes creen que el colportaje es la comercialización del mensaje. Lejos están de visualizar con propiedad que las publicaciones son el medio inventado por Dios para instruir a los fieles, para ejercitarlos en la testificación personal y consecuentemente, llenarlos de su gracia y su amor por medio del Espíritu Santo.

A éstos digo, no yo, sino la sierva del Señor, lo siguiente: “Si hay una obra más importante que ninguna otra, es la de presentar al público nuestras publicaciones, induciéndolos así a escudriñar las Escrituras. La obra misionera que consiste en introducir nuestras publicaciones en el seno de las familias, conversar y orar con ellas, es una obra buena que instruirá a hombres y mujeres acerca de cómo realizar la labor pastoral”.[5]

Además, dijo: “Cuando los miembros de la iglesia se den cuenta de la importancia de la circulación de nuestros libros, dedicarán más tiempo a esta obra. Las revistas, los folletos y los libros serán colocados en los hogares de la gente, para predicar el evangelio en sus diversos aspectos. …La iglesia debe dar atención a la obra del colportaje”.[6]

Contrario a la creencia popular entre muchos miembros de iglesia, la pluma inspirada ha escrito: “Les toca a nuestros miembros de  iglesia levantarse y brillar, porque ha llegado su luz y la gloria del Señor está sobre ellos”.[7] En otra palabras: “El Señor llama a muchos a ocuparse en la obra del colportaje… Él coloca sobre cada miembro de la iglesia la responsabilidad de proclamar el mensaje. Todo miembro de la iglesia ha de mostrar su lealtad invitando a los sedientos a beber del agua de la vida.”[8]

Las publicaciones adventistas en el presente

El mes de noviembre del año pasado cumplimos 150 años desde que el Señor diera aquella memorable y bendita visión a su sierva. Hay que observar que los esposos White, en aquel entonces, eran un matrimonio joven, de muy limitados recursos económicos, como para soñar emprender una obra de alcance mundial, tal y como el Señor se lo había mostrado a su sierva.

La casita en la cual vivían en esos días era muy humilde y pequeña, no tenían más que lo indispensable para vivir. Unos pocos muebles compuestos de una cama, una mesa con sillas hechas de madera de cajas de jabón, y algunos otros enseres más que no representaban gran valor. El Sr. Jaime White era profesor de escuela primaria que, cuando no tenía trabajo, lo conseguía en la construcción del ferrocarril que iba de Boston a Nueva York. En fin…, ésta era una familia de tan limitados recursos económicos, que el inicio de la obra de las publicaciones habría de estar marcado por la abnegación y el sacrificio. Muchas veces me he preguntado, ¿por qué no escogió Dios a un rico adinerado de la naciente clase alta de Norteamérica para hacer esta obra?; ¿por qué prefirió a una joven que ni siquiera había terminado la instrucción primaria y a su esposo, un hombre lleno de limitaciones económicas?; ¿por qué encargó esta obra a modestos laicos, que con grandes dificultades habrían de llevarla adelante, en vez de usar los fantásticos medios de comunicación que estarían disponibles en el fin del tiempo? Esto me lleva a pensar, por qué escogió Dios nacer en la casa de un carpintero pobre, y no en un suntuoso palacio como el de Heredes Antipas. ¿Por qué el Rey del universo no usó a sus santos ángeles en vez de pescadores, burócratas y artesanos comunes e incultos?[9]

Todo esto me dice mucho. Dios no busca ni desea, ni necesita mi capacidad, mi conocimiento, mi habilidad, mi dinero, mis talentos para hacer su obra. Él busca mi disposición, mi espíritu humilde para ser guiado, mi negación del yo para ponerme en el altar del sacrificio, y mi capacitación para ser ciudadano de su reino. Dios podría terminar su obra fácil y exitosamente usando a sus ángeles para que pregonaran el mensaje de su pronto regreso; podría usar los más modernos y sofisticados medios de comunicación masiva para concluir la predicación de su evangelio a esta generación, pero no, Dios quiere usar al miembro laico de la iglesia, como tú y yo, y desea capacitamos con el poder de su Santo Espíritu mediante la testificación con las publicaciones, para hacemos aptos para el reino de los cielos.

Actualmente, el Ministerio de Publicaciones, a través del departamento correspondiente, cuenta con más de 23,000 ministros de la página impresa, que con esfuerzo y sacrificio, día tras día, llevan adelante la predicación del evangelio salvador de casa en casa, buscando a las ovejas que nuestro Señor Jesucristo compró con su sangre en la cruz del Calvario. Para apoyar este ministerio, 59 casas publicadoras en el mundo imprimen folletos, panfletos, revistas, breviarios, libros de diferentes tamaños con temas inspiradores e instructivos, y hasta colecciones de corte pedagógico y hermosamente preparadas en más de 168 idiomas, lenguas y dialectos.

Para visualizar, idear, planificar, coordinar, capacitar, proveer, promover, motivar, incentivar, fortalecer, liderar y realizar su éxito, el Ministerio de Publicaciones desde la Asociación General, las Divisiones Mundiales y las Uniones, hacen una labor concertada cuyo objetivo es garantizar el cumplimiento del plan de Dios para la iglesia y su misión en los últimos días. Algunas divisiones mundiales, como la del África Oriental y la del Asia-Pacifico Sur, están promoviendo hoy la estrategia de que cada miembro de iglesia sea un colportor evangélico; cada hogar adventista, un centro de distribución de literatura; cada iglesia adventista, un centro de adiestramiento para evangelistas de la página impresa y finalmente, cada vecino, un campo misionero.

Actualmente, entre todas las divisiones mundiales, estamos vendiendo y distribuyendo un promedio de poco más o menos $ 100 millones de dólares anuales, lo cual está produciendo más de 37,500 bautismos al año; en otras palabras más de 190,000 almas ganadas para Cristo en un quinquenio, o sea el equivalente al total de habitantes de El Paso, Texas, o Dublin en Irlanda o Mopar en la India. Esto significa que por cada $276 dólares en ventas de nuestras publicaciones, se efectúa un bautismo.

Esto es un gran éxito del plan de Dios para su iglesia y las publicaciones, tal como el Señor lo predijo. Pero cuánto más grande podría ser si cada miembro entendiera, abrazara y cumpliera el plan divino de evangelización por medio de nuestras benditas publicaciones.

Cuando el colportor Luis Betancourt llegó la primera vez al hogar de mis padres en la ciudad de Mérida, Yucatán, México, yo era apenas un niño de 8 ó 9 años de edad. Lo recuerdo tan vívidamente como si hubiera sido ayer. Desde aquel entonces visitó mi hogar trayendo la revista misionera y vendiendo todos los libros de nuestra iglesia a mis padres, abuelos, tíos, primos y demás parientes. Muchas veces le compraban sus libros una y otra vez, pues nosotros los hijos los tomábamos de la biblioteca de papá, para nuestro uso personal. Betancourt hizo lo mismo con muchos otros hogares que visitó periódicamente durante más de 40 años de ministerio realizado en una ciudad donde no hay habitante que no lo conozca, por causa de su ministerio con las publicaciones adventistas.

Hoy, en Mérida Yucatán, hay más de 12 iglesias organizadas y miles de feligreses creyentes adventistas del séptimo día que, llenos de fe y esperanza, anhelan la gloriosa venida del Señor.

Futuro de las publicaciones adventistas Nuestra iglesia se está acercando a pasos agigantados a los diez millones de miembros en el cercano futuro. Algunos creen que al paso que lleva la iglesia, para el año 2,000 habremos llegado a contabilizar poco más de doce millones de miembros.

Preguntémonos, por un momento, si cada uno de los miembros de la iglesia compartiera  cada día una publicación (folleto, panfleto, revista, breviario, libro pequeño o grande) como su obra misionera diaria, invirtiendo en ese contacto misionero tan sólo el tiempo que gastaría en disfrutar bebiendo un refresco, o gastando el precio de un refresco, ¿se imaginan ustedes cuántos ejemplares de nuestras publicaciones distribuiríamos como iglesia cada día al rededor del mundo?[10] O si cada panfleto o libro pequeño incluyera un mini-catálogo a colores de las publicaciones que vende el colportor evangelista, con un cupón dentro para solicitar información sobre esas “otras publicaciones disponibles”, ¿se imaginan cuántas tarjetas o cupones llegarían a nuestras oficinas matrices en cada país solicitando los libros que vende el colportor evangelista, que lucha a diario en las calles para conseguir clientes?

Hermano querido, si hoy vendemos publicaciones por más de 100 millones de dólares al año, si multiplicamos el número de colportores podríamos vender tal vez 1,000 millones de dólares americanos en ese mismo período de tiempo. Lo cual, consecuentemente, nos dice que si hoy bautizamos 37,500 almas al año sólo gracias a las publicaciones, podríamos estar bautiando 375,000 almas en ese mismo período de tiempo, ¿no le parece? En otras palabras, digámoslo modestamente: si estuviéramos cumpliendo con el plan de Dios para las publicaciones en este tiempo del fin, estaríamos multiplicando diez veces mínimo nuestro éxito misionero y misional.

Elena de White dijo en cierta ocasión, al regresar de Australia en el año 1900, y al ver que líderes y colportores habían desertado luego de haber sido enviados a formar parte del departamento de ventas de las casas publicadoras en Norteamérica, más específicamente la Pacific Press y la Review and Herald: “Las ovejas perdidas del redil de Dios están esparcidas por todos los lugares, y se está descuidando la obra que debe ser hecha en su favor. Por la luz que me ha sido dada, sé que debiera haber cien colportores donde hay uno actualmente.[11]

Cuán importante es, pues, que cada miembro de iglesia ocupe su lugar en la obra de salvar almas a través de las publicaciones, ya sea regalándolas o vendiéndolas, pero al fin alcanzando a las almas y redimiéndolas con la sangre de nuestro Salvador, cuyo mensaje de vida está en nuestras publicaciones.

Ningún departamento de la iglesia ofrece hoy un trabajo ameno, creativo, productivo y bien remunerado, como lo hace el Ministerio de Publicaciones de nuestra denominación. Ningún departamento de la iglesia tiene sus puertas tan ampliamente abiertas como para acoger a hombres y mujeres que, consagrados al Señor, deseen vivir la experiencia triunfante de ganar almas, como lo hace el Ministerio de Publicaciones. Este Departamento se ocupa de los múltiples aspectos de la vida de los ministros de la página impresa. Los recluta, instruye, capacita, educa, apoya, entrena, supervisa, dirige, motiva, impulsa, estimula y cuida con toda solicitud y amor.

Ahora mismo en la ciudad de México, se está trabajando para incorporar en el año 2,000, no menos de 1,000 ministros de la página impresa, que agilicen la labor de la predicación del evangelio y conquisten esa gigantesca urbe que tiene 22 millones de habitantes en la actualidad. Usted también, allí donde vive, puede ser un evangelista de la página impresa, también puede ser un ganador de almas. El tiempo es muy corto, vivimos en los días de “la hora undécima”, cuando el cénit del sol de la historia de la humanidad ya ha pasado y vienen las tinieblas de la oscura noche, antes de dar paso al glorioso Amanecer.

No lo piense más, llame ahora mismo a las oficinas de su asociación/misión local, o agencia de publicaciones, y pida una cita para hablar con el director de publicaciones. Él y yo lo esperamos con los brazos abiertos, pues queremos hacer de usted un triunfador para Cristo el Señor.

Sobre el autor: Director asociado del Ministerio de Publicaciones de la Asociación General.


Referencias:

[1] Todas las citas de colportor evangelista, son de Elena G. de White, edición, ACES, 1967. El colportor evangélico, pág. 9.

[2]  Ibíd.

[3] Id., pág. 16.

[4]  Ibíd.

[5]  Id., pág. 17.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] Id., págs. 17,18.

[9] 1 Cor. 1:24-29.

[10] El colportor evangélico, pág. 40.

[11] L. Mazuku, DDP, Total Literature Evangelists (Unión de Zambia), págs. 3,4.